¿Porqué el Salón Nacional de Artistas se convirtió en Salón (inter) Nacional de Artistas?, ¿Cómo se dio este proceso?, ¿Cómo opera el equipo curatorial del 43SNA?
En esta primera conferencia en Diálogos Críticos* sobre el Salón Nacional de Artistas, Jaime Cerón presenta algunas de las transformaciones que ha tenido este espacio desde sus inicios, así como el proceso reciente que ha llevado al modelo del 43 Salón (inter) Nacional de Artistas, donde los Salones Regionales no se proponen como antesala al Salón Nacional, sino como un proyecto autónomo y autosuficiente.
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Trabajo en el Ministerio de Cultura al frente del Área de Artes Visuales. Llegue a esta entidad por la experiencia dentro del campo del arte que incluye tanto mi labor dentro del ámbito institucional como mis propias prácticas al interior del campo del arte a ese lugar tiene que ver con mi propia experiencia en el campo del arte. Sin embargo quiero hablar desde mi experiencia, tanto institucional como artística, en el contexto específico del Programa Salones de Artistas. Comencé siendo espectador del Salón Nacional de Artistas y terminé siendo su organizador en un lapso de más o menos 25 años.
Cuando comencé a estudiar arte, en 1987, el Salón Nacional era mítico -como escenario de encuentro entre la audiencia y los artistas- porque había tenido muchos altibajos a lo largo de su historia a pesar de haber sido relativamente continuo. En el año 1987, es decir hace 26 años, el Salón Nacional se realizó por primera vez fuera de Bogotá (en la ciudad de Medellín) y por tanto, quienes estábamos estudiando en ese momento no tuvimos la posibilidad de verlo. En ese entonces era más difícil viajar que hoy en día; porque era mucho más costoso montar en avión -dado que era una especie de experiencia extraordinaria- mientras que ahora puede parecer algo de todos los días. En ese año hubo una pequeña selección de obras que hizo Carolina Ponce de León, quien era la Directora del Área de Arte del Banco de la República, en la Biblioteca Luis Ángel Arango, que se exhibió en uno de los espacios temporales de exhibición de la Biblioteca, y que reunía algunas de las obras que habían sido destacadas por los jurados en ese momento.
El Salón Nacional se concibió en el año 1940 como parte de la política de educación del Gobierno Nacional. Se pensaba entonces como ese espacio de encuentro tanto para los artistas entre sí como para ellos y sus públicos. Se concibió originalmente en una fecha muy problemática pero que es muy diciente de cómo se pensó ese evento: que era el 12 de octubre. Esa coincidencia o alianza es muy significativa, pues asociaba la idea de biblioteca y la idea de educación a la idea de la conmemoración del descubrimiento de América por los colonizadores, cuestión que se mantuvo mucho tiempo en esa línea. Si ustedes van a ver la Biblioteca Nacional ahora, van a encontrar que hay una sala de exhibición en el primer piso, en donde se presentó hace poco una muestra de fotografía. En esa sala se hizo el Primer Salón Nacional de Artistas. Se trata de una sala muy pequeña que por muchísimos años fue una oficina, pero que hace unos cinco o seis años, se habilitó como el espacio que muchos evocan en el inicio de ese certamen. El medio era realmente muy, muy pequeño para pensar que una muestra de esta envergadura cupiera ahí. Su transformación es significativa ya desde los años 70, cuando es otra la escala del proyecto que se mantuvo vigente muchos años, aunque hubo en el camino algunos cambios y saltos en el tiempo. El Salón se pensó inicialmente, no en vano, como un salón anual que seguía la idea del salón modelo del siglo XVIII en Europa, modelo que estuvo vigente hasta al siglo XIX y que se basaba en una estructura piramidal.
Básicamente, la idea de un Salón funciona bajo la metáfora de una pirámide. Su base amplia es ejemplificada por la convocatoria abierta en la que hipotéticamente caben todos los artistas (digo hipotético porque no caben todos, ya que sólo son bienvenidos quienes trabajan con ciertas coordenadas que se entienden dentro de la categoría de arte y que sean reconocibles para los jurados). Luego aparece una línea más cerrada que es la que el jurado establece con su criterio de selección, que establece obviamente una conjunto limitado de obras, que al fin y al cabo, termina siendo la exposición o el salón. Por último, aparece un punto, que delimita una estructura jerárquica que es el premio. La estructura del Salón introduce un sistema de valor vertical que se convalida a partir de la idea del premio que llega, digamos, desde arriba en un sentido hipotético y metafórico: el premio es la encarnación de la mirada de los expertos hacia la base, y por eso el Salón tiene una estructura piramidal. El Salón funcionó por mucho tiempo con esta estructura, pero, como toda representación cultural o como toda concepción cultural, llegó a agotar su lógica intrínseca. Digamos por lo pronto que en el año 1940 ya había ocurrido un importante desarrollo de esta forma de presentar el arte -que es la de la exhibición y el Salón, que son similares pero no idénticas- y, al mismo tiempo, había ocurrido (y esto no se había mencionado ni previsto antes) la transformación propia del campo del arte en tanto que creció en escala y en complejidad, como consecuencia de las concepciones modernas.
El Salón osciló entre la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional en sus primeros 20 años pero en 1961, se hace por primera vez en Corferias (y no regresará allí hasta después de 30 años). Entre las décadas del sesenta y el ochenta, el Salón se presenta fundamentalmente en el Museo Nacional, hasta que al cumplir 50 años de existencia, en 1990, incrementa su escala y regresa a Corferias. El modelo expositivo del Salón ha reflejado la acción del estado colombiano dentro del arte y por eso se ha comprendido como un “bien público”. Sin embargo es importante revisar, desde el punto de vista económico, la operatividad de ese modelo. Si se revisa como se financiaba el Salón, se encuentra que los artistas pagaban con sus recursos el empaque de las obras y su transporte; las obras no tenían ningún tipo de amparo ni seguro, por si acaso ocurría una eventualidad y por eso no había garantía alguna al respecto. El estado no respondía por nada, los artistas se ocupaban de montar sus piezas o de colgarlas (y en muchos casos los jurados exigían cambiar de lugar una obra ya montada –incluso varias veces- y los artistas debían asumir el trabajo y los costos de hacerlo; el montaje lo hacía una persona de este mismo gremio especializado y el aporte del estado se encaminaba solamente en, gestionar la consecución del espacio de exhibición, en adecuar ese espacio para hacerlo viable como contexto expositivo –sobre todo en Corferias- y entregar el premio –aunque en algunas versiones este premio fue aportado por empresas privadas. Estas actividades luego se complementaban con la edición de un catálogo que recogía de manera bastante sumaria lo que era el contenido del proyecto.
SNA 31, 1987.
En 1987 por primera vez el Salón Nacional se realiza fuera de Bogotá. Eso fue hace 26 años y ahí empieza, a plantearse la necesidad de retomar los Salones Regionales de Artistas, que fueron transitoriamente (durante 4 versiones) los certámenes que sirvieron de antesala al Salón Nacional de Artistas. A partir de 1976 -más por motivos operativos y logísticos que de otro orden- los organizadores del Salón Nacional asumieron que era importante que si se hablaba del Salón Nacional, es decir del arte asociado al territorio, había que plantear una estrategia de cubrirlo de forma más eficiente. Se plantean así los Salones Regionales que son muestras que se realizaban en cada región del país, para hacer visible el tipo de práctica artística allí hubiera. Buscaban hacer confluir esa “realidad” artística al escenario del Salón Nacional de Artistas. Por lo tanto, los Salones Regionales eran estrictamente un preámbulo, algo así como una especie de ventanilla previa al trámite definitivo (por hace un símil con los procesos burocráticos). Es en ese orden de ideas que al final de la década del ochenta se retoman los Salones Regionales, pero más orientados hacia una convalidación de la práctica del arte en su contexto propio de realización, desde los estándares de la “corriente principal” del arte colombiano.
Los Salones Regionales reviven en el año 1992 y, en esa fecha, se inscriben en Bogotá, más de 1000 artistas. Esto nos muestra la relevancia de ese certamen en esa época, cuyo público era muy diferente al público de hoy. Este certamen invocaba profundamente los ánimos en esa época. De esos 1000 artistas inscritos, el jurado seleccionó cerca de 170 para exhibir sus obras en el pabellón 17 de Corferias, hubo dos premios, cada uno de 1 millón de pesos y 30 artistas fueron escogidos para participar en el Salón Nacional.
Ahí comienza la historia de la segunda parte de los Salones Regionales que va a darle forma a lo que hoy en día se llama “Programa Salones de Artistas”, esto es, la articulación de las plataformas regionales y la plataforma nacional. El ya mencionado Salón de 1990, con el que se conmemoraron sus primeros 50 años- fue uno de los más grandes y costosos que se se haya hecho, al menos hasta ese momento. El evento tuvo lugar en Corferias en el pabellón más grande, -en se hace la Feria del Libro- y en sus dos pisos se monto el Salón con cerca de 400 artistas. El modelo seguía siendo el de siempre: el artista pagaba embalaje, transporte, montaje de la pieza, re-embalaje y transporte de vuelta a su casa. Los artistas de fuera de Bogota debían pagar sus tiquetes aéreos o terrestres, sus hoteles y su manutención. Colcultura pagó el montaje de las paredes, el alquiler e instalación de las luces, la dirección del montaje y los premios. Corferias no cobraba por el uso del espacio pero había taquilla para el público, que debía pagar la entrada al Salón. Curiosamente, la inversión de ese entonces supera la inversión de 2013, porque en 1990 fue cerca de mil millones -cifra gigantesca para ese entonces- aunque estaba cerca a la inversión de los años anteriores. De hecho, esta cifra se ha mantenido bastante similar por décadas, de modo que lo que ha ocurrido recientemente es una reorientación en la inversión de esos recursos para que vayan a manos de los artistas y no a las de los proveedores de servicios para adecuación de espacios. El debate sobre la reorientación del Salón comenzó justamente en los años noventa cuando se afianza el Salón como evento masivo en Corferias.
El Salón de 1990, que fue la versión 33, fue el primero que yo vi como estudiante de Arte. Había una enorme expectativa pues llevaba años sin presentarse en Bogotá, dado que en el 87 había sido en Medellín y en el 89 en Cartagena. Habían pasado cuatro años entonces en los que no se había podido ver arte en esa magnitud en Bogotá. El evento fue grandísimo por el tema de los 50 años. Sin embargo, la reacción fue la de siempre: a nadie le gustó, ni siquiera a los participantes, que se sentían obviamente maltratados dado que tenían que pagarlo todo de su bolsillo. Para la geste de fuera de Bogotá el costo del transporte de las obras (de ida y vuelta) y su propio traslado y manutención era en verdad muy oneroso. Era bastante doloroso ver una inversión tan grande por parte de los artistas que, sin saberlo, cofinanciaban al Estado en el proyecto, cuando se supone que el Estado era el que les estaba dando algo a los artistas.
En ese momento, las figuras de mayor poder en el Salón eran, por un lado, los jurados, que siempre tenían la posibilidad de enfrentarse en última instancia a los artistas y a sus trabajos y decían quien iba y quién no, y que además opinaban acerca de cómo y donde debían ir las obras y el director de montaje, que tenía la última palabra acerca de cómo y dónde montar cada una de las obras, cuanto espacio asignarle a cada artista y al fin y al cabo decidía que veían los espectadores. Para el proceso de selección de los artistas los jurados tenían un conocimiento muy limitado para ejercer su juicio, porque las obras ser revisaban mediante registro fotográfico en diapositivas en jornadas larguísimas de trabajo. Si las diapositivas estaban subexpuestas o sin el enfoque adecuado, las obras no se comprendían y los artistas eran descalificados simplemente. No existía una instancia que permitiera que en la que se revisara un portafolio de trabajo o se entrevistara un artista o se realizará una visita de estudio. Por la ausencia de este tipo de proceso al interior del campo del arte colombiano de ese momento mucha gente fantástica quedó por fuera de los salones.
Adicionalmente hay que decir que los jurados son profesionales con criterios heterogéneos, y la idea siempre ha sido que sean personas que piensen ligeramente distinto de manera tal que se genere un debate mínimo en la selección de los artistas. Creo que esto se ha mantenido habitualmente en casi todos los procesos de “juraduría” que se realizan hasta ahora y, por ese motivo, se dice siempre que cuando hay jurados con criterios muy heterogéneos, el juicio termina centrándose en lo que sería el nivel medio de valor para cada uno. Así pues, el arte muy radical de un tipo o de otro tipo queda por fuera, lo que significa que el arte “muy bueno” para un esquema o para otro, quedaba por fuera, y el que parecería ser más cercano a un punto medio o a un consenso solía ser, al final, el que tenía más posibilidades de ser asumido como valido (sin demasiado exceso de trabajo) por parte del jurado. Normalmente, esos escenarios del jurado han sido polémicos; siempre ha sido muy difícil saber por qué el estado designaba a x o y persona como jurado. Se supone que el criterio para esta designación es siempre la formación y la experiencia, pero ese criterio sigue siendo bastante amplio y heterogéneo incluso hasta el día de hoy, cuando ya hablamos de curadores y no de jurados.
Entonces, en 1990 era un desafío gigantesco recorrer el Salón porque, el trabajo del director de montaje, era enteramente determinante en la experiencia de los espectadores. En las dos plantas del pabellón de Corferias había dos “realidades” enteramente contrapuestas. En el primer piso ubicaron “obras bidimensionales” -una categoría ya extraña para ese entonces- y en el segundo “obras tridimensionales”. Esta compartimentación implicó complejas decisiones museográficas, porque el primer piso tenía una luz intensa -iluminación general, plana y unificada como la empleada en los museos- que correspondería a una concepción cultural acerca de que es una imagen mientras que el segundo piso tenía luces puntuales sobre las obras, que se veían rodeadas de penumbra, lo que correspondería a otra concepción cultural acerca de que es un objeto. En el primer piso, estaban separadas las pintura representativas de las abstractas, y esto hacía que se planteara a los espectadores la idea de que el arte involucra muchas categorías distintas de examinar, lo que teóricamente hablando es un “falso problema”. Los guías del Salón tardaban casi horas en tratar de dar un contexto mínimo de acercamiento a todas esas categorías tácitas.
María Teresa Hincapie, 1er premio. SNA 33, 1990.
Era difícil tener una experiencia placentera de esa gran exhibición, más aún cuando tocaba pagar para entrar a verla. Adicionalmente muchos artistas estaban desconcertados porque no entendían porque estaban abajo o porque estaban arriba. Los de arriba se incomodaban por la mediana penumbra de la museografía que en algunos casos dificultaba mucho la percepción de algunas obras. Estaba el debate adicional de a que artista se le daban 40 metros cuadrados y a quién se le daban 10. El Salón, al ser una exposición colectiva responde a una noción preexistente que es el “formato exposición” que tiene sus propios principios y lógicas, además que responde a estructura de representación acerca de lo que se entiende por arte. Ese vacío conceptual quedaba después del trabajo del jurado, porque las obras escogidas debían conformar una exposición y estaba en suspenso el saber y el poder desde el cual se ponía todo en escena pública. La omnipotente figura del director de montaje, también generó polémicas porque implicaban honorarios muy altos por un trabajo realizado en un lapso de tiempo relativamente corto.
Después del Salón del 90, viene el período del Salón en Corferias, con muchos debates y con poco público porque había que pagar boletería. Luego se cambia la ubicación del Salón para que fuera gratis, pero era en la parte de atrás de Corferias lo que implicaba caminar una eternidad para llegar a su acceso. La gente que hacía obras en vivo, como los performance y demás, decía que pasaban “bolas de pasto” en frente de ellos porque no había público. Esta enorme inconformidad de los participantes se complementaba con el habitual debate entre la prensa y los espectadores, porque no parecía reflejar lo que se hacia dentro del arte colombiano.
Cuando se confrontaba al jurado acerca de lo que el Salón reunía, su respuesta era “Nosotros hicimos nuestro mejor trabajo a partir de lo que llegó en la convocatoria” y solían agregar: “Si hubiéramos podido invitar directamente a los artistas al Salón su nivel habría sido maravilloso, pero como no podemos invitar a nadie, hacemos una selección de lo mejor que hay en el conjunto y por eso hay vacíos temáticos, conceptuales, teóricos”.
El Salón generaba insatisfacción entonces para quien participaba, para quien no participaba y para quien lo veía. En las crónicas y notas de prensa de la época van a encontrar este tipo de situaciones. Por eso me sorprende, ahora, que se evoque con nostalgia esa época. El catálogo del Salón de 1990 era en blanco y negro y por cada página había cuatro artistas. ¿Sera verdad que los artistas añoran eso de nuevo? Sería facilísimo hacerlo de esa manera otra vez.
El hecho es que en los Salones de Corferias se gesta todo un malestar que termina dando origen a diferentes transformaciones. Por ejemplo, aquí se puede ver que entre el año 1998 y 2001 no hubo un Salón Nacional porque ese período fue el escenario del máximo debate. Las discusiones eran muy fuertes: por ejemplo, hubo reuniones en la Escuela Nacional Dramático, en la sala Alejandro Obregón de la ASAB, en el Teatro Zapata. En esas reuniones los integrantes del campo del arte no cabían en las salas, había gente contra la pared y en el piso. Eran sitios repletos de gente furiosa, gritándose. Era muy emocionante el tema del Salón, pues parecía algo muy, muy delicado para el campo artístico colombiano, a pesar de que parecía distante a los temas oficiales de la cultura en nuestro país.
De ahí surgió el proceso de transformación del “modelo de los salones” que genero el “Programa salones de artistas”, de modo que es una transformación que ha respondido a las inquietudes y las demandas los artistas colombianos, insatisfechos, a la desazón de los públicos colombianos, insatisfechos, y a las expectativas de la prensa colombiana, insatisfecha. Los expertos del campo del arte no se cansaban de decir que el modelo del Salón no parecía ser el camino más adecuado para apoyar el trabajo de los artistas.
El periodo en el que surgió un nuevo debate en relación con el Salón, fue el comprendido entre 1990 y 1996, cuando el Consejo Nacional de Artes Plásticas de Colcultura, que no era elegido democráticamente (como ahora) sino que se escogía por designación directa, decidió invitar al Salón artistas que no habían participado en la convocatoria. Esta decisión institucional, tácitamente reconocía la dificultad del Salón para reunir artistas de diferentes generaciones y agudizó el debate porque los invitados directos podían ser premiados. De modo que de los 3 artistas que ganaban un premio (entre los mas o menos 300 que participaban), podían ganar –como efectivamente ocurrió en varias ocasiones- y el único incentivo para los que se sometieron al proceso de convocatoria en que se basaba el Salón, eran esos premios.
Colcutura deja de existir en 1997 y en 1998 se crea el Ministerio de Cultura. Entre 1999 y 2000, se revisa la metodología de funcionamiento del Salón. El Ministerio propuso entonces el primer ejercicio de un trabajo de curaduría para conformar una muestra de arte colombiano y fue una respuesta a la mecánica de mirar diapositivas a gran velocidad y decir “sí, no, sí no, sí, no”. Era un intento por instaurar un mecanismo que permitiera detenerse a mirar las obras, poder mirar portafolios con amplios conjuntos de piezas, hacer visitas de estudio, y hablar con los artistas. Era también un camino para encontrar alguna posibilidad narrativa que enriqueciera la coexistencia de obras en un espacio expositivo y le aportara una experiencia relevante a los espectadores. Todo esto se entendería como un proceso curatorial muy a grosso modo. Y fue así como se presentó en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Santa Marta, Bucaramanga, Pereira, Cartagena y Sincelejo, el Proyecto Pentágono que se recogió en un libro con muchos textos y con fotos pequeñas.
En 2001 se realiza el Salón 38 en Cartagena, en el que participan 43 artistas y en el 2003 el Ministerio retoma los Salones Regionales como preámbulo para el Nacional. Una vez hecha la selección de los artistas que participarían en el 39 Salón, se hace visible que se trata de un salón de arte mayoritariamente joven y por eso el Ministerio abre una convocatoria para seleccionar artistas directamente para el Nacional, pero se inscriben pocos artistas y tras la selección del jurado sólo se incrementa en un docena el número de participantes. El Salón 39, realizado en 2004, reunió 87 artistas y sus obras fueron exhibidas en 4 espacios de Bogotá.
Con la reactivación de los salones regionales en el “nuevo siglo” se hace visible la manera como su configuración respondía a un criterio centralizado porque Colcultura (y luego el Ministerio de Cultura) designaba los jurados para cada región desde Bogotá, normalmente provenientes de la capital y ellos luego también decidían quienes se presentaban en el Salón Nacional. Adicionalmente las muestras se hacían en las diferentes regiones del país, en espacios pertenecientes a entidades que no eran coorganizadoras y por eso no había ningún arraigo ni apropiación del proyecto en las regionaes. Cada vez era como empezar desde cero el proyecto. Algunos espectadores se quejaban porque iban a ver un Salón Regional y lo encontraban cerrado sin previo aviso. Entonces el evento se reducía básicamente a la inauguración y al momento de lectura del acta del jurado que decía: “Bueno están participando en Ibagué 60 artistas y al Salón Nacional van a ir tales artistas”. La lógica general se centraba en cómo iban los premios. Normalmente, de la mayor parte de las regiones iban muy pocos artistas. En un salón en Bucaramanga, en el año 1994, se leyó el acta y fue tal la molestia por el mínimo de artistas que iban al Nacional, que los demás bajaron la obra y se la llevaron. Ese era el “idílico” momento de los salones con el viejo modelo.
En ese momento emerge un gran debate que venía desde todos los frentes posibles: se hacen ejercicios de discusión con alta participación de personas y se comisionan por primera vez actividades y productos diversos, como los ensayos reunidos en el libro Post. También se comisionan las exposiciones del mencionado proyecto Pentágono, con el ánimo de tratar entender qué había que hacer frente al tema. Los Salones habitualmente se reducía al asunto de quienes ganaban y era de lo único de lo que se hablaba después. Es muy difícil conseguir imágenes de los Salones antes del salón 39 -hace cinco versiones-, porque las exposiciones ni siquiera se fotografiaban. No hay fotografías del montaje, no se sabe cómo se concebía ni en qué se fundaba el criterio de los directores de montaje antes mencionados. Es muy difícil incluso para el Ministerio encontrar imágenes de cómo era una vista general de uno de esos pabellones. Están las fotos de unas pocas obras que tomaron algunos artistas porque los catálogos se hacían con imágenes del archivo de los participantes de sus obras anteriores y no de las obras exhibidas. De ahí que los catálogos de los salones, antes de 2003, no sean una evidencia o una memoria de las obras presentadas ni las exposiciones realizadas. Puede haber una obra fantástica que nadie va a ver jamás porque no está en ningún catálogo y nunca fue registrada en ningún medio.
Regresemos nuevamente al Salón del año 1990, que fue el primero que vi, como dije anteriormente. Ese Salón tuvo la peculiaridad de que, por primera vez en la historia del arte colombiano una obra no objetual, una obra que tenía carácter temporal que era un performance, ganó el premio. Fue una obra que se hacía desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde sin pausas. Digamos que el público iba y venía, pero me quede todo el tiempo. Después de ver fotos, me di cuenta de que en casi todas aparezco yo, porque estuve la jornada entera durante los dos días que se presentó la obra. Así que años más tarde, cuando vi una foto de la obra ampliada en la portada de un libro, pensé “¡Qué horror! ¡Soy yo!”. Desde ese momento seguí siendo testigo presencial de todo lo que ocurrió en y con los salones y por eso he insistido que cuando hablo al respecto lo hago con conocimiento de causa.
Hay muy pocas imágenes en las que se puede ver cómo eran los Salones Nacionales en Corferias. En ellas se puede observar cómo era el espacio, cómo erala panelera. El costo grueso de ese evento se reducía básicamente a los paneles y las luces, pues todo el costo de producción era financiado por los artistas. Las muestras era muy poco legibles como conjunto, porque el problema colectivo de la reunión de los artistas nunca fue realmente pensado por nadie.
La exposición “Marca registrada: Tradición y Vanguardia en el Arte Colombiano” que se realizó en el Museo Nacional en 2006, abordó la historia del Salón Nacional de Artistas y los eventos que lo precedieron, y recogió en gran medida todos los debates que han acompañado este evento desde su creación. En unos de tales debates, que ocurrió en la ASAB, en 2001, el clamor de muchos artistas fue que se mantuviera el y numero del “Salón Nacional” porque era importante la persistencia en el tiempo que representaba. El nombre de la muestra: “Marca Registrada”, aludía a la capacidad del público y los medios de reconocer el Salón Nacional. Los siguientes debates tuvieron muchos tonos, tomaron varios años y se tiñeron de muchas animosidades, ante la idea de transformar el planteamiento general del Salón. Cuando fui miembro del Concejo Nacional de Artes Plásticas de Colcultura (que dejó de existir ese mismo año) estaba vivo ese debate y cuando se crea el Ministerio de Cultura al año siguiente, se empezó a pensar que en otras maneras para que los artistas pudieran tener un vínculo efectivo con el campo profesional del arte que no es solamente exhibiciones, sino que implica la generación de discursos sobre el arte, la implementación de procesos de estimulo mas amplios y la estructuración de procesos de formación. Fue así como surgió la idea de otorgar becas de curaduría como modelo investigativo sobre el campo del arte como reemplazo del modelo de la convocatoria abierta y los jurados como canal para conformar exhibiciones.
Para la 10 versión de los salones regionales, en 2003, los jurados designados desde Bogota para la Zona Norte pensaron que en esa región todo era malísimo y decidieron declarar los premios desiertos, que era el único dinero invertido en los artistas por el estado. Esa decisión aun les duele a los artistas del Caribe. Pues esa versión 10 del Salón fue la última que se realizó antes del cambio a becas de curaduría, que traerían consigo una transformación sin precedentes en las dinámicas artísticas en las regiones. Esa idea surgió de una serie de mesas de trabajo que se plantearon para buscar una salida nueva, una alternativa. Esto se hizo en el Teatro Zapata, cuando Eduardo Serrano era el Director de Artes, y la Directora de Artes Visuales, María Belén Sáenz de Ibarra. Se hizo todo este ejercicio de discusión y se planteó una transformación del modelo de los Salones Regionales.
Este es el modelo empleado actualmente, aunque la inversión se ha incrementado notablemente al punto que en la versión 14 de los regionales cada artista que expone recibe un premio, como estímulo por su trabajo como artista y por su participación en el proyecto. Los doscientos cuarenta y cinco artistas lo recibieron y adicionalmente contaron con la producción de su obra (embalaje, transporte, viaje del artista, etc) por parte del presupuesto de los salones. Esa producción es acorde al tipo de obra que se exhiba y por eso varía de acuerdo al formato o al medio empleado. Esto significa, que se ha triplicado o cuadruplicado la inversión del premio de los salones anteriores por el monto de dinero invertido en los estímulos del nuevo modelo.
La circulación de las obras se basaba antes en una exposición unitaria puntual. Ahora normalmente los proyectos circulan de manera heterogénea y diversa en su propia región y dependiendo del enfoque de cada proyecto de curaduría. La investigación no existía como práctica en ese escenario antes. Ahora parece crucial en el ejercicio de conformar de cada exposición y ha ido sofisticándose con el paso del tiempo.
La gestión de la organización se hacía de manera central por Colcultura y posteriormente, por el Ministerio de Cultura. Ahora la gestión la hacen los equipos curatoriales y las entidades regionales de cultura de todas las regiones y en todas las fases respectivas. La formación de los artistas y los participantes antes se basaba en conferencias y en visitas guiadas. Ahora hay programas académicos y pedagógicos que duran dos años por lo menos. En este momento se están llevando a cabo los programas de formación para los 15 Salones Regionales, que se convocarán en febrero de 2014, y están centrados en temas de circulación, que es lo que parece más necesario en las regiones. El programa se adelanta en siete regiones del país y están participando alrededor de trescientas personas. Volviendo a la circulación de los salones regionales apuntaba a que un grupo de artistas de Salón Regional pasará al Salón Nacional. Ahora se plantea un trabajo regional, interregional y nacional para esta circulación. Incluso ha habido un par de muestras regionales que han circulado internacionalmente.
Anteriormente era extremadamente limitada la posibilidad de generar discursos en torno a lo que ocurría en salones, salvo por los textos de los jurados en el catálogo, que recogían básicamente su ejercicio como jurados. La producción discursiva ahora es una parte fundamental del programa. Ustedes van a ver cualquier catálogo de los Salones Regionales recientes y verán que hay muchísimos textos que son la fuente de los nuevos debates en cada región.
Este el esquema, que visibiliza por vez primera el problema de transformar los Salones Regionales en auténticos ejercicios de investigación en curaduría y en procesos de gestión autónoma por parte de los diferentes grupos regionales. La pregunta que surgió entonces fue que sería entonces el “Salón Nacional de Artistas” en este nuevo escenario. Fue difícil considerarla en ese momento, pues automáticamente se asumió que si los Salones Regionales eran la base para el Salón Nacional, pues lo que debía hacerse en el Salón Nacional era juntar todos los proyectos de curaduría en un solo lugar. La reunión de los 11 Salones Regionales de Artistas fueron Salón Nacional 40, pero el conjunto de exposiciones no cabía en ninguna parte y por eso se realizó en varias temporadas. Fueron más o menos 5 meses de muestras sucesivas. Eran muchísimas exposiciones que se extendían durante mucho tiempo y cuyo conjunto era incomprensible para los espectadores. Para ellos era inevitable pensar en cual sería el diálogo que se establecía entre las muestras que estaban en cada sede o en el conjunto que podía verse a lo largo del tiempo.
Urgente, SNA 41. Cali, 2009
Viene después el 41 Salón Nacional, que se realizó en Cali con el fin de tener una resonancia distinta y otro tipo de vínculo con los públicos. Para resolver los inconvenientes de la versión 40, se designó un equipo curatorial que integraba a una curadora profesional graduada de Bard College en Nueva York, Victoria Noorthoorn y que estuvo acompañada por Wilson Díaz del colectivo Helena, Oscar Muñoz de “Lugar a Dudas”, José Horacio Martínez de “Espacio Temporal” y de Bernardo Ortiz que venía de trabajar en la Biblioteca Departamental del Valle. Eran entonces 4 artistas de Cali que habían organizado exposición junto a una curadora con amplia experiencia.
Tuvo muchas ventajas contar con artistas concibiendo los ejes conceptuales, pero también muchas desventajas operativas tener a artistas haciendo, curaduría, gestión, museografía y montaje, porque son actividades que implican un conocimiento muy especializado. El trabajo de esos curadores básicamente consistió en recorrer todas las muestras regionales, que eran 17 exposiciones, y tratar de comprender qué estaba en juego en cada una de ellas; cuál era la apuesta, cuál era el planteamiento detrás de cada una de ellas. Después der ver las exposiciones y leer todos los textos relacionados con ellas, encuentran tres problemáticas recurrentes. Una de ellas, que está en un altísimo porcentaje de los proyectos era la pregunta por el enlace entre como el arte y el territorio. Estas muestras se detenían en la relación que hay entre el arte, el contexto cultural o el territorio geográfico del arte y la idea de región. Esta preocupación por el concepto de región, obviamente había sido sugerida por la manera como se convocaban las becas para la investigación curatorial de los Salones Regionales desde el Ministerio, que ha intentado disminuir actualmente.
La segunda problemática tenía que ver con la vigencia de la noción de imagen como sustento de la práctica de las artes visuales en el contexto de la visualidad contemporánea en Occidente. Así mismo había una serie de proyectos, que hacían énfasis en cómo el arte debería ser colaborativo, en cómo debería estar pensado a partir de los vínculos con comunidades externas al arte, que es lo que se llamaría, en algunos casos, arte relacional. De estos tres racimos de problemas, surge la estructura del Salón y es ahí cuando los curadores, que eran básicamente artistas, dicen que para los públicos sería más interesante el ejercicio de recorrer las agrupaciones de muestras si hubiera exposiciones complementarias que fortalecieran el debate que estaba en juego, desde estas categorías. Es así como se piensa una exposición que aborde la noción de “Imagen en cuestión”, otra llamada “Presentación y representación” que planteara un diálogo que redimensionara el debate acerca de cómo el arte presenta o representa el contexto geográfico-cultural. Y luego aparece “Participación y poética”, para revisar el asunto de la participación.
El Salón Nacional 41 termina conformado por 20 exposiciones en 14 sedes, y se suman a los 300 artistas de las 17 exposiciones regionales, 80 artistas de origen nacional e internacional que integran las 3 nuevas muestras En estas 3 muestras internacionales se agruparon algunos artistas que podrían haber delimitado en los años recientes la sensibilidad de la cual estaban bebiendo muchas de las obras regionales. Si uno mira, por ejemplo, a León Ferrari y su gran exposición que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno la Tertulia, verá que para muchos artistas colombianos su obra puede ser un referente. Lo mismo ocurría con Alfredo Jaar y con otros artistas más que fueron pensados para ampliar el debate acerca de lo que entendemos por arte colombiano. Obviamente, el Salón era muy grande. También creo que mucha gente no lo vio completo. Muchos vieron las muestras especiales o complementarias a las regionales solamente. , Ahí hubo muchos debates porque los curadores de los regionales inicialmente no aceptaron el diálogo con otras exhibiciones. Entonces muchos de ellos solicitaron de manera explícita que su exposición fuera ubicada muy lejos de esas exposiciones nuevas. Se hizo un acta con cada uno de ellos y se tomó esta solicitud como algo sagrado dejando esas muestras lo más lejos posible de esas muestras internaciones. Paradójicamente cuando abrió el salón, esos mismos curadores se quejaron porque sentían sus proyectos fuera del circuito que recorría el público y el medio del arte, pero ellos pidieron que fuera así.
En este salón yo trabajé como productor, porque en ese entonces yo no trabajaba en el ministerio. La sede no convencional del salón 41, el Colegio le Sagrada Familia, concentró la mayor parte del trabajo de producción, básicamente por las necesidades de adecuación museográfica. Ahí se presentó la muestra “Imagen en cuestión” junto con una de las exposiciones regionales de la que ésta surgió, que fue “El espejo”. También se exhibió en el segundo más o menos el 60% de la muestra “Presentación y representación” que continuaba en el Museo La Tertulia ubicado a dos calles de allí. Se incluyeron en este piso algunas muestras regionales de ese eje que tenían interés en estar ahí y dialogar con esa exposición.
Cuando una exhibición se concibe por un proceso de curaduría no se generan inconvenientes porque un artista tenga un espacio grande y otro tenga un espacio muy pequeño, porque el espacio se propone de acuerdo a la escala de los proyectos y sus necesidades museográficas. Muy diferente es el caso de un muestra conformada por una convocatoria pública en donde el tamaño del espacio de exhibición se vuelve un tema delicado porque se puede asociar a una forma privilegio que puede incidir el otorgamiento del premio. En el pasado si un artista tenía un muy buen espacio (en ubicación, características y escala) podría ganarse el premio, pero ahora, cuando no hay premio, el asunto es conformar una muestra que esté en capacidad de plantearle inquietudes y experiencias a los espectadores.
Las 2 obras que exhibió León Ferrarí, que incluían 96 piezas en total, fueron donadas al Museo de Arte Moderno y lo mismo ocurrió con la obra de Alicia Barney e incluso con la obra de Kara Walker. La tercera sede de estas muestras temáticas fue la escuela de Bellas Artes de Cali en donde se empleo como espacio de acceso al público el área de los talleres. Tanto el Museo con la Escuela tuvieron una importante adecuación museográfica que se ha mantenido hasta el día de hoy. En la sala de exposiciones de la escuela hubo básicamente piezas documentales de obras que tenían lugar afuera del espacio en el escenario de la ciudad..
Hubo todo tipo de dificultades técnicas, porque si uno tiene veinte exposiciones con trescientos ochenta artistas, el solo hecho de mandar a cortar en textos en plotter supone en sí mismo una gran producción. En efecto, todas las oficinas de plotter de Cali estaban ocupadas con el Salón, y estaban generando una cola para cada proyecto. Hubo textos curatoriales de los salones regionales que llegaron cinco días después, porque eran kilómetros de textos que tenían que cortarse e instalarse. Incluso hubo varios textos producidos en Bogotá Eso generó muchísimo malestar, pero se trataba hasta cierto punto de los efectos de la escala de un evento tan grande en una ciudad que no tenía la costumbre de enfrentarse a ese tipo de cosas. Fue, sin embargo, un proyecto muy visitado.
Luego vino el Salón 42 bajo el nombre “Independientemente” que el Ministerio se lo comisionó en ese entonces a los mayores críticos de los Salones 41, que fueron los integrantes del grupo Mal de Ojo, un colectivo de artistas. Mal de Ojo decidió tratar de hacer una respuesta a ese Salón. Los curadores del 41 Salón le plantearon a cada equipo curador de los 12 salones regionales hacer una edición de su respectiva exposición para permitir que fuera viable su exhibición en Cali, y el Ministerio reconoció honorarios para cubrir ese trabajo de edición. Este ejercicio de edición no fue bien recibido por todos los equipos y a pesar de que todos recibieron sin objeción los honorarios, no todos hicieron el trabajo. El grupo Mal de Ojo cuestionó fuertemente ese ejercicio de edición curatorial, pero lo llevo a cabo. Sin embargo cuando este grupo estuvo al frente del 42 Salón retomo esa idea de manera mucho más radical al punto que ese Salón básicamente estuvo conformado por las muestras regionales no solo auto editadas por sus propios curadores, sino intervenidas por los nuevos curadores; los del 42 Salón, bajo el nombre de “Extensiones Curatoriales”. Esta versión reviso el vínculo entre “Estética y territorio” y no se planteó como un evento en una ciudad sino como un programa en una región, durante un tiempo expandido, lo que resultó ser estratégico para hacer, “invisible” -en cierta medida- el Salón Nacional para el medio hegemónico del arte
En varios municipios del Caribe se llevaron a cabo procesos de formación in situ, que incluyeran trabajos con la comunidad que desarrollaron algunos artistas de los Salones Regionales cuya obra permitiría ese tipo de articulación y los resultados de esos procesos se incorporaron a las exposiciones que se presentaron entre octubre de 2010 y marzo de 2011 en espacios de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. Adicionalmente el Grupo Mal de Ojo le planteó a cada equipo curador que incluyera dentro de su exposición, un artista con trayectoria cuya obra fuera afín a la curaduría. Estas dos proposiciones generaron unas polémicas muy álgidas entre los curadores de los regionales y los del nacional, porque algunos percibieron como una agresión esta intervención en los procesos curatoriales regionales. A lo largo del proceso del Salón continuo siendo muy polémica que generó la idea de “curar lo curado”.
El 42 Salón estuvo conformado por un “Componente académico”, que contaba con un seminario de apertura y con un encuentro académico de cierre, un “Componente expositivo”, que reunió las curadurías regionales (que ya incluían los resultados de las obras de proceso y los artistas invitados) y el “Encuentro de Lugares”, que fue el nombre que se le dio al capítulo de cierre del salón en donde se incluyo la muestra “Ensayo independiente” y “Zona franca” que fue la muestra internacional que tuvo como título ¿Separados al nacer?”, en la que se proponía un diálogo entre arte y artesanía. Además de esto, fue muy significativo el “Componente Pedagógico Archipelia”, orientado a procesos de mediación cultural y artística que acompañó todos los procesos que tuvieron lugar a lo largo de los meses que duró el 42 Salón.
Cuando se realizaron los 13 Salones Regionales de Artistas, el Ministerio comisionó una investigación de balance sobre el proyecto. Fue una investigación muy rigurosa que señaló claramente las fortalezas y oportunidades detectadas respecto al Programa de Salones de Artistas, a partir de la participación de todos los actores sociales que hacen parte de su implementación y desarrollo, pero también reconoció una serie de vacíos, debilidades y dificultades que debían ser resueltos por el Ministerio. Esta investigación planteó una matriz de análisis muy juiciosa, que implicó entrevistas con los artistas, curadores, gestores culturales, medios de comunicación y públicos. El resultado contiene cerca de 300 páginas que incluyen un documento de análisis y balance general y un capítulo específico de cada región. Uno de los mayores vacíos señaló esta investigación sobre el Programa Salones de Artistas, fue la ausencia de un modelo teórico para desarrollar el Salón Nacional en relación con los Salones Regionales que si tienen dicho modelo. Con base en esa investigación se orientó todo el proceso de concepción y desarrollo de los 14 Salones Regionales y se organizó un proceso de discusión con los integrantes de todos los Comités Regionales del proyecto para reconceptualizar el Salón Nacional. Estos comités los integran los representantes de las facultades de arte, de los museos y de las instituciones culturales de cada región a los que se suman los curadores de los salones.
La Perseverancia, curaduría de Mariangela Mendez. SNA 42
Dentro del encuentro de curadores de los 14 salones regionales se realizó un taller para comenzar a pensar en opciones de re conceptualización del Salón y de ahí surgieron unas ideas preliminares que fueron discutidas en diferentes ciudades del país. En Bogota se hizo una invitación amplia a través de diversos canales –entre ellos Esfera pública- para que las personas del campo del arte se vincularan a este proceso y de ahí surgieron versiones más depuradas acerca de la potencial estructura y del posible modelo teórico que daría forma al Salón Nacional de Artistas. Tomando como base las problemáticas detectadas por los participantes en las reuniones que tuvieron lugar en las distintas ciudades, el Ministerio comisionó una serie de ensayos de reflexión a 10 expertos del campo del arte, de distintas generaciones, (aunque solo 9 de ellos aceptó) y así se sumó a la relatoría de las reuniones realizadas este conjunto de textos. Con esta información las personas responsables del Salón Nacional dentro del Ministerio con la aprobación de las directivas de la institución plantearon la estructura y modelo teórico del 43 Salón Nacional de Artistas.
Tomando en cuenta los señalamientos realizados en diferentes ciudades respecto a la importancia de los Salones Regionales de Artistas (que también estaba consignada en el balance) el Ministerio respaldo la idea de darle autonomía a los Regionales y a dejar de verlos como antesala al Salón Nacional y por eso planteo que el único vínculo entre los Salones Regionales y el Salón Nacional fueron los artistas, más que las obras o las exposiciones. Por esa razón, para el 43 Salón, lo que unió a los Salones Regionales al Salón Nacional fueron la lista de artistas participantes y sus correos, porque es un salón de artistas y no de obras, ni de exposiciones. A estos artistas se les pidió un portafolio que reuniera entre 5 y 10 obras y más o menos el 70% lo envió.
Desde la versión 14 de los Salones Regionales de Artistas, hay dos esquemas de participación: exposiciones colectivas, conformadas por curaduría y exposiciones individuales concebidas y realizadas por los propios artistas. Con este canal de las muestras individuales se logra que un artista haga parte del programa sin pasar por las manos de un curador, si ese es su deseo. La primera versión de este programa de exposiciones individuales hechas por artistas sobre su propia obra, en donde ellos hacen la labor de curaduría, museografía y montaje, se realizo entre 2011 y 2012 y consistió en 10 exposiciones que se sumaron a las 10 muestras colectivas de los Salones Regionales.
Los curadores del 43 Salón revisaron junto a los 180 portafolios recibidos, las 10 muestras individuales y ese fue el punto de partida para el enfoque curatorial. Este equipo curatorial también examinó las obras que han sido premiadas o becadas en programas nacionales y los artistas que han participado en la historia del Luis Caballero, en el Salón Bidimensional, en las muestras temáticas de museos y salas de exhibición entre otras fuentes. El enfoque conceptual que se resume en el título, “Saber Desconocer”, recoge en gran medida lo que sido la historia del Salón Nacional y del Programa Salones de Artistas en relación con estos márgenes de concepción de la actividad artística en Colombia. Para dar inicio al proceso del 43 Salón, el Ministerio comisionó a Mariangela Mendez como directora artística, reconociendo su trabajo, experiencia y formación. Ella fue la primera persona en ser formada en curaduría en Colombia, y lo hizo en uno de los programas más prestigiosos del mundo y también fue una de las curadoras de los 13 Salones Regionales con un proyecto muy significativo significativo en la región en la que trabajó. El equipo curatorial lo integraron 4 curadores, 2 nacionales y 2 internacionales. Javier Mejía vino designado por los curadores de los 14 Salones Regionales, Oscar Roldan es un curador basado en Medellín y los internacionales fueron Florencia Malbran y Rodrigo Moura.
En el 43 Salón hay 108 artistas, 64 de ellos colombianos. 15 de los colombianos provienen de los Salones Regionales, 1 proviene de las muestras individuales y están participando 5 artistas provenientes de los equipos curatoriales de los salones regionales que en muchos casos son conformados por artistas y no solo por curadores. Adicionalmente hay 1 artista colombiano que proviene de los Premios Nacionales de Artes y hay obras de 3 artistas ya fallecidos, que vienen de colecciones de museos. De otro lado, hay 44 artistas extranjeros provenientes de 22 países involucrados. La idea de agregar la palabra “inter” al nombre del salón, fue una sugerencia de los curadores solo para esta versión. La palabra se agregó en minúscula y en paréntesis, pensando tanto en la idea de relación que está implícita en los dos conceptos que enfocan la concepción curatorial y pensando, además, en que por tercera vez consecutiva ha sido absolutamente necesario situar el arte colombiano en diálogo con el arte se realiza fuera de Colombia. Es interesante medir hasta dónde va el umbral de lo que es propio y lo que no, cuando en el salón participa un artista indígena de Noruega y un artista indígena del Amazonas, y ambos exhiben piezas que tienen que ver con sus propias negociaciones culturales, pero entre ambos existe una posibilidad de diálogo. Así pues, hay muchos artistas extranjeros que tienen que ver con esos escenarios de disputa simbólica entre esas concepciones disparatadas y encontradas del arte, en las que una cosa que se sabe de un lado se desconoce de otro lado. Por ahí va el enfoque esta vez.
Jaime Cerón*
Preguntas e intervenciones
¿Cómo es la convocatoria para los artistas extranjeros? – Juliana Acevedo
Jaime Cerón: No hay convocatoria; es un trabajo de curaduría. Además, confiamos en la gente que por su perfil llega a ese trabajo, gente que examina, viaja, busca, investiga. El trabajo básicamente consiste en que la muestra tenga una capacidad de diálogo. El enfoque de esta curaduría lo plantean ellos como algo muy convencional; en últimas, quieren hacer una exposición de arte con una cuestión bien hecha, con buenas obras. Ese es el interés de ellos: no una muestra sobre la comunidad, ni sobre cómo hace su casa una persona de afuera, sino un trabajo de buscar piezas que abran una posibilidad de diálogo, que estén en capacidad de discutir con el marco conceptual de la curaduría y se sean, digamos, interesantes para plantearle preguntas e inquietudes al público. Así es más interesante pensar el escenario colectivo del Salón como un proyecto más que como una exposición.
¿Se van a abrir espacios de diálogo después del Salón Nacional? – Yesica Suarez
J.C: Yo creo que sí, porque esta es la primera prueba de cómo unir los dos. Pero hay que hacer otras pruebas y mirar cuál funciona. El Salón tiene cuatro ediciones después de que se implementó la curaduría de la región que ya hemos probado que funciona, pero hay que mirar si este modelo funciona o no funciona en general. De este ejercicio se sabrá si hay que retomar esta idea en la versión número 44 o si hay que revisar nuevamente el escenario de enlace pues, a pesar de que éste sigue buscándose a través de los artistas, eso sigue siendo muy amplio. Hay muchas formas de entender cómo se da es ese vínculo. La idea de convocar abiertamente ya quedó acabada, ¿no? Parece ser que aprendimos la lección por un tiempo, aquella de que la convocatoria es una demagogia y que es una falsa apertura, ¿no? Esto no está abierto para nadie. Si ustedes revisan la participación de artistas en los Regionales por curaduría, verán que son muchísimos más que nunca y mucho más heterogéneos. Si todo es por convocatoria, la misma gente que nacía en Ibagué y venía a Bogotá, ganaba en Ibagué. Eso estaba escrito y no se prestaba para especulación alguna.
Jorge Peñuela: Uno ve muchas virtudes en la propuesta para este Salón. Sin embargo, las protestas de los artistas, que son muchas y de diferentes franjas, obligan a pensar cosas, y yo creo que obligarían a hacerlo también al Estado, porque esto es un proyecto de Estado. Se supone que es un proyecto concebido ‘nacionalmente’, así a la gente no le guste hablar de Nación porque estamos abiertos al mundo y porque ese término puede ser un obstáculo para relacionarnos con el mundo. Sin embargo, esto sigue siendo financiado por el Estado. Entonces lo que uno ve es que, en efecto, se logró empezar a resolver algo que entrañaba un gran conflicto: la relación entre los Regionales y los Nacionales, ese paso de lo regional a lo nacional que había creado un gran conflicto y que había que solucionarlo… En eso usted tiene toda la razón. Sin embargo, uno ve y uno siente el conflicto todavía, y habría que averiguar mucho más a fondo sobre el asunto mirando a los curadores, mirando a los artistas invitados y deteniéndose en los procedimientos y criterios de selección, porque eso todavía es muy vago y sigue siendo muy misterioso cómo los curadores seleccionan lo artistas internacionales. Eso es un misterio, uno no sabe nada. Hay un criterio que es ‘saber desconocer’, pero es tan vago, tan etéreo, que a la hora de aplicarlo puede entrar cualquiera o puede salir cualquiera.
Entonces lo que uno siente es que todavía aquí no hay artistas; aquí lo que hay es la figura del poder encarnada en otros curadores. Mire, maestro, lo que pasa acá: es bien sintomático que el representante de los curadores, que es Javier Mejía, lo eligen de una terna. Es decir que la elección de quién va a ser el que va a formar parte de ese pul de curadores es una cuestión de coctel, pues entre ellos mismos eligen quién va a ser su par. El Estado no tiene ninguna injerencia ahí. Entonces uno tiene muchas dudas… Los artistas tenemos muchas dudas desde diferentes frentes, y pienso que esa transformación tan radical que hay acá, a la que usted se refiere cuando dice “hay 64 colombianos y 44 extranjeros”, -lo que es otra cosa, algo muy bueno sin duda, extraordinario, muy internacional- deja de lado el hecho de que esto era el antiguo Salón Nacional. Al fin y al cabo, se nos desapareció el antiguo Salón Nacional y ahora lo que dice el nuevo Ministerio de Cultura es: “Muchachos, muchachas, no se preocupen porque se está fortaleciendo mucho el salón Regional. Entonces sigue existiendo el Nacional pero totalmente regionalizado, y ahora vamos a hacer otra cosa: que no lo vean como nacional, que lo vean como un mito, que vean que lo Nacional es como un mito, que la nacionalidad es como un mito. En últimas, que lo vean de otra manera”. Entonces yo no sé… Es muy buena la propuesta, pero faltó abrir la discusión más. Se dice “van 10 personas”, pero la verdad es que la gente no se informa. Maestro, usted dice que lo publican en una página, que lo publican en tal parte, pero, maestro, hay que buscar llegar a la gente, ¿cierto? Lo que uno ve es que el Estado debió prepararse para una transformación tan importante como ésta y lograr los mínimos acuerdos implicados. Lo que uno ve es que los acuerdos son ahora mínimos y entre unos pocos, entre unos colaboradores. La inquietud de los artistas en este momento es ese misterio que hay sobre los criterios que permitieron elegir un grupo de artistas internacionales y un grupo de artistas nacionales. Ese es el gran misterio: ¿qué operó ahí?¿Los amigos, las tarjetas, los trabajos, las obras? Porque entiendo que ustedes, a finales de diciembre, mandaron un correo a los artistas para que ellos les manden a su vez el portafolio. Y ustedes no hablan con los artistas sino que ven su portafolio, casi como en el antiguo modelo. Ya no tienen una diapositiva; ahora ven es su portafolio…
J.C: Eso no es verdad. Por un lado, digamos que la discusión para el Salón lleva años. Empezó en el 2010 con un proceso de año y medio de investigación de campo que se menciona en el documento. Se habló con hasta con el gato, se convocó a muchísima gente de cada región para recoger la información. Esos investigadores le recomiendan al Ministerio revisar el Salón Nacional porque creen que no funciona de acuerdo con las políticas de los Salones de Artistas, las del Ministerio mismo y la misma ley de Cultura, que se no está haciendo el trabajo adecuadamente y que no resuelve el enlace con los Regionales. Se hacen entonces reuniones, muchísimas, con mucha gente y en todas las regiones, y cuando se hace la segunda vuelta, esa ronda empieza con los curadores, pero no para ahí. No es que ellos nos digan qué hacer; empezamos con ellos porque están involucrados, pero seguimos con más gente de todos los lugares. Venimos a Bogotá y planteamos dos sesiones con invitados por correo electrónico, muchos invitados por teléfono, por carta y por Esfera Pública, y llegan muy pocas personas. Nosotros ya hicimos el ejercicio de tratar de convocarlos, pero no les interesa. Ese no es un asunto, digamos, que podamos cambiar.
El tema central sí está en que el Salón Nacional no desaparece. Estamos tratando que el Salón Nacional sea lo debe ser en el ejercicio de transformación operativa y estratégica de su conformación. El que un artista crea que se hace todo con clientelismo es aterrador, pues los curadores no trabajan así. En primer lugar se mira un portafolio y, en segundo lugar, se hace una entrevista. De ahí que haya gente que lleva ocho reuniones con los curadores y haya gente que entró hace dos semanas al Salón. Porque, obviamente, hay un ‘conjuro curatorial’ para el que la palabra llegó al final. Eso tenía otro nombre distinto, mucho más literario, mucho más literal, mucho más obvio… Me refiero a esa tensión que hay entre oficio y concepto, básicamente, y cómo los artistas han respondido a debates sobre eso que tienen muchas ramificaciones, muchas muy sofisticadas. Ellos examinan entre los portadores que llegaron qué artistas son potencialmente interesantes para vincular en debates sobre esos ejes y esas discusiones. Cuando uno hace curaduría entiende que puede haber ocho opciones de enlace que sean muy similares y no todas se eligen, sin embargo, porque no se trata de representar como se representaba en el pasado, ya que hay más escenarios de participación y no hay, por tanto, que tener un artista en nombre de este barrio ni de este otro. Lo que es interesante es pensar ese espacio, que es genuinamente positivo como una muestra coherente que le deja algo a los espectadores. No es un espacio para los artistas. Sería muy egoísta pensarlo así; la idea es que sea algo entre los artistas y los artistas, pero también y sobre todo entre ellos y el público. Por eso es el Salón de Artistas, no de curadores: son 108 artistas y son cinco curadores. Sería ridículo decir que es el trabajo de ellos. El trabajo consiste más bien, en que los artistas se vean bien, que tengan el espacio que requieren, que tengan los votos que requieren. Obviamente siempre el está debate: qué será más relevante, ¿A, B, C o D? Es un trabajo que no tiene que ver con corrupción, ni con clientelismo; es gente profesional que trabaja, que se formó, que estudió. El criterio es, como dicen, del que se ha formado por años en ese campo y que debate con sus pares. Por eso lo interesante es que sea un grupo heterogéneo, porque nada sale fácil: todo es una discusión, y miran 10 artistas y, de esos 10, cuál será el más indicado para plantear la pregunta que se busca discutir. Y eso toma meses, meses y meses, y por eso cuando alguien aparece, entonces se preguntan si hay espacio para ese personaje, si hay fondos, y demás. Si algo cambia, entonces entra un artista más. Por eso no se ha podido decir nada definitivo: el día de hoy tal vez la lista está cerrada, pero hasta hace cinco días no, porque alguna cosa cambia y puede entrar alguien que está de repente en ese debate permanente. Así estaba la curaduría y por eso el libro de textos sale antes de que se acabe el Salón, para que uno vea con qué trabajaron ellos. El enlace se da a través de la reunión, o sea, ellos todavía están en reuniones con artistas, incluso todavía…
J.P: Maestro, lo que uno ve en su respuesta es una resistencia del Asesor de Artes Plásticas y Visuales que, como el representante de todo el campo del arte, presenta una resistencia a recibir esta retroalimentación que es muy importante. Sí hay una resistencia porque, vuelvo y repito, son muchos lo que ven que esto se volvió otra cosa… Ya muchos hablan de privatización del Salón Nacional, pero una privatización en el sentido de que la financia el Estado, que la controla el Estado, una privatización en la que los curadores son ministros potenciales de las artes y, entonces, van y eligen una élite internacional. La eligen a nivel local, como también se hace a nivel internacional, y el Estado se lava las manos y los deja a ellos, pero ellos no están solos. Y eso hay que decirlo abiertamente, escuetamente; hay que decir en un diálogo franco con el Estado y sin decirse mentiras que muchos curadores responden a intereses comerciales y favorecen a determinados grupos de personas. Usted mismo lo mencionó. Me parece que esa es la palabra clave: en esta exposición hay unas coordenadas y quien se ajuste a esas coordenadas entra, y quien no se ajuste a esas coordenadas, no entra.
J.C: Lo que tienen que hacer es dialogar. Esto no es temático: las obras que están participando no son hechas para esto, no existen de antemano. El ejercicio es mirar uno que hace, es mirar una manzana, una piña, un vaso… Un vaso, un canasto, un limón… Es como hacer un bodegón: el trabajo de curaduría es eso. Quien no sabe hacer curaduría cree que es un asunto temático.
Mauricio Cruz: La curaduría tiene que ver con taxonomías. Es un problema de taxonomías, pues se tiene que hacer una observación. A mí lo que me llama la atención de toda la generalización es el carácter híbrido del Salón actual, en el sentido de que yo discutiría la presencia de invitados extranjeros con respecto a esa idea de ‘marca registrada’ del Salón Nacional. Si es un evento nacional, entonces que sea un espejo la nacionalidad o de ese criterio, que de todas maneras es discutible. En el momento en que se invitan extranjeros, el evento adquiere inmediatamente el carácter de bienal, y entonces empieza a parecerse a eso. Yo veo que el mando actual tiene esa proporción de artistas nacionales y de artistas extranjeros que desestabilizan la noción de Salón Nacional de alguna manera que no se qué tan conveniente sea. Yo me concentraría un poquito en ese aspecto…
J.C: El planteamiento vino de los artistas.
M.C: No, venga de donde venga.
J.C: Todo esto es para problematizar un poco la idea: nuestros artistas sentían que necesitaban hablar con alguien distinto a ellos mismos. La pregunta es: si viene un ecuatoriano, ¿es é o ella realmente distinto a mí? El planteamiento que está en este momento en juego y lo ha estado en los últimos tres salones ha sido que cuando uno está con alguien está uno solo, es decir que cuando hay alguien que no es de aquí, uno mira si realmente lo que es de aquí es tan de aquí o no… No es para decir si es una copia de algo, sino para entablar un diálogo. Es por eso que es íntegro: lo es como intercomunicación.
M.C: Y la otra observación muy precisa es que a mí me parece que el núcleo de todo el asunto está en las palabras ‘guión curatorial’, que son las que definen el problema inicial de los Salones que usted nombraba. Es que la gente se quejaba temprano y pasaban una cantidad de cosas, y no sabían qué hacer con eso. Entonces la guía que orienta la lectura se da desde un punto de vista estratégico, desde el punto de vista de lo que son códigos de lectura, configuraciones indicadas y todo lo que usted quiera… Así, la presencia del guión curatorial se ha ido incrementando y, de pronto, hipertrofiando…
J.C: Sí, pero eso fue una demanda del sector. En los noventa el debate sobre eso era candela, y me acuerdo yo incluso de participar en eso. Queríamos un responsable que dijera “yo presenté lo que está acá” y no lo que solían decir, “yo hice lo que me llegó a mi mesa y no tengo nada que ver con eso, yo lo haría distinto”. De ahí viene la idea de que haya curadores, de que el Estado no tiene porqué hacer eso. Es decir, el campo del arte tiene unas lógicas propias y el asunto es simplemente establecer un vínculo con ese campo, que se regula a sí mismo.
M.C: No discuto la presencia de los curadores, pero sí los criterios que definen los guiones curatoriales.
* Conferencia en Diálogos Críticos, 18 de agosto de 2013.
*Diálogos Críticos es un seminario abierto al público del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes. En este espacio se invita a varios actores del medio del arte a dar una conferencia sobre temas específicos a tratar en el curso. Este semestre diez invitados presentarán distintos enfoques en torno al Salón Nacional, ArtBo y el Premio Luis Caballero. Diálogos Críticos está coordinado por Jaime Iregui
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Sobre Diálogos Críticos
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¡Bienvenidos a la Fundación Salón (inter) Nacional de Artistas!
Rememorando las querellas por el control del Salón Nacional durante los años setenta del siglo XX, podemos decir que los colombianos somos espectadores impotentes de un funeral. Solo somos un conjunto agregado de regiones incapaces de reconocer sus diferencias ni de potenciarlas en una realidad inclusiva. El fracaso del diálogo entre artistas, obliga al Estado a realizar dos acciones. Por una parte, radicalizar las diferencias de tal manera que se constituyan guetos irreconciliables. Por otra parte, buscar un consuelo metafísico en una versión inter del antiguo Salón Nacional de artistas colombianos. Es necesario acogerse a las coordenadas establecidas por la globalización de los mercados artísticos, aunque esta sumisión signifique la claudicación de la imaginación libre en el campo del arte colombiano. En la versión inter del SNA43 operan unas coordenadas invisibles para los profanos, las cuales determinan la participación de los artistas. “Quienes se ajustan a esas coordenadas son bienvenidos, quienes no, salen”, afirma categóricamente Jaime Cerón en Diálogos Críticos, espacio académico, en la Universidad de los Andes, coordinado por Jaime Iregui. Los teocuradores son los custodios de las lógicas globales y tienen la responsabilidad de acabar con el populismo nacionalista, según el cual cualquier artista puede participar en los certámenes artísticos que el Estado comisiona.
Esta política oprobiosa del arte contemporáneo determina no sólo la versión inter del Salón Nacional. Por supuesto, también operó en los Salones regentados por jurados. Sin embargo, el balance entre uno y otro régimen realizado por Cerón durante su charla, deja en aprietos a los gestores contemporáneos. Debido a una filosofía ideológica de la historia (el presente prescinde del pasado para poder progresar), mientras los gestores contemporáneos muestran avances innegables en la parte administrativa que favorecen al campo del arte, los artistas modernos muestran un conjunto de obras sugestivas que modelaron una realidad de la cual aún se habla profusamente. En la contemporaneidad, son muchos los casos en los cuales el lustre de la vitrina y la propaganda oficial y comercial, desplazan la potencia de la imaginación. Cerón no reconoce que las “coordenadas” contemporáneas no sólo jerarquizan y oprobian a los artistas colombianos. No aprecia que el Paradigma que diseñó, refina el régimen de exclusión que operó eficazmente en aquello que ideológicamente él llama Salones “míticos”. A pesar de que es historiador, para él, estos salones no existen, son un pasado irrelevante. Apoyado en el sofisma de la “investigación”, el régimen teocuratorial justifica por qué hay artistas buenos y artistas malos: artistas abiertos a los fuegos artificiales del mercado y artistas “nostálgicos” por el tiempo perdido en la búsqueda de la identidad en una diferencia. Para Cerón, el régimen moderno es “mítico”, mientras que el régimen contemporáneo es “investigativo”. La investigación teocuratorial tiene vocación relacionista, propicia encuentros, crea relatos, dota de sentido a un conjunto de obras artísticas reunidas para satisfacer las demandas del mercado. En su opinión, los Salones “míticos” crearon sinsentidos. No le dejaron nada al espectador. Cerón reitera una y otra vez que los Salones míticos fueron una gran aglomeración de obras. Como sentenció con soberbia Marta Traba, de estos salones no hay nada que conservar. Al contrario, mediante la creación de diálogos, el teocurador consensua las incoherencias que explotan cuando se reúnen los artistas. Atendiendo al espectador que se quiere modelar, un buen Salón se ubica en las medianías del sentido. Nada de posturas radicales. El trabajo de los teocuradores consiste en llegar a acuerdos, en consensuar estas medianías. Más ideológico, no puede ser la postura de Jaime Cerón. Como supuestamente el SNA43 no es de curadores, la versión inter del Salón será una de los más incoherentes. Sin embargo, las declaraciones recientes de Mariángela Méndez a Universe.org, desmienten la idea de Cerón, según la cual este Salón es de artistas y no de curadores. El peso del curador se siente con toda su contundencia en todo el proceso de creación e instalación. No es la primera vez que el Estado promulga una cosa y los administradores hacen otra.
Cerón se centra principalmente, en los cuatro últimos Salones. Los compara y muestra el mejor de ellos, ¡URGENTE!, el Salón de Cali, en donde Cerón fue promotor central de la megalomanía global que amenaza al actual Salón Nacional. Muestra por qué el Salón 40 realizado en Bogotá fracasó, afirma que lo vieron muy pocos, a diferencia del Salón de Cali, el cual movilizó una asistencia record. Hace críticas diversas al Salón 42 y finalmente se desborda en elogios al trabajo de los teocuradores del Salón 43. Destaca su profesionalismo y su desprendimiento de cualquier interés que no sea su propósito de hacer una exposición con buenas obras. Cerón no es un artista ingenuo. Es un político sagaz, correcto y amable con todo el mundo. Él sabe que a espaldas de la galería el asunto es diferente. Respecto a la libertad creativa y narrativa de los curadores, Cerón refrenda una consigna neoliberal: laissez faire, laissez passer. El Estado no contraría el espíritu de la época, no interfiere en el mercado de las artes. Éste tiene sus propias lógicas; la intervención del Estado en los negocios de los particulares que se dan cita en la versión inter del Salón Nacional, viola el principio fundamental de los mercados: la libertad de empresa de los particulares. Con esta política de Estado, los teocuradores tienen plenos poderes de autoelegirse y determinar quiénes son los artistas que plantean mejor las preguntas que ilustran las bondades de la “poshistoria” global. Es sintomático, cómo los curadores regionales confeccionan una terna y se la envían a la “directora artística” de Saber Desconocer. Ella, directora del consejo de teocuradores, elige de esa terna a Javier Mejía. A propósito, en el campo de las artes plásticas, ¿en qué consiste una dirección artística? ¿Mediante esta figura se revive el superpoderoso director de montaje del cual tanto habló el maestro Cerón? En analogía con el cine, ¿el director artístico es el asistente de la mano invisible del director general? ¿Quién es el director general del SNA43? Suponemos que Mariana Garcés.
Durante su brillante exposición en Diálogos Críticos, Jaime Cerón muestra varias virtudes. En primer lugar, conoce el campo y muestra una potencia creadora sin igual. Su voluntad de ficción y autoengaño es inmensa. En segundo lugar, es un historiador liberal y tiene claro que el sentido de la historia llegó a su fin. El arte emancipatorio es un pasado oprobioso, los mitos son una fantasía y el concepto de nación una vergüenza. Estos prejuicios son un obstáculo para crear narraciones curatoriales que le dejen algo al espectador y lo diviertan. En tercer lugar, es un gestor eficiente. Su cargo actual, es el reconocimiento del estatu quo a su trabajo en el campo del arte. Nadie objeta su vuelo creativo ni su gestión administrativa.
Los problemas vienen de otro lado y es necesario señalarlos, pues, en esto consiste el ejercicio crítico que, desde la Universidad de Los Andes, Jaime Iregui le propone al campo del arte. Por una parte, el Paradigma Cerón permite comprender y explicar por qué se estrangularon las políticas públicas dirigidas a fortalecer las artes plásticas y visuales con perspectiva nacional. A partir del Salón (inter) nacional, lo regional suplantará a lo nacional. Divide y vencerás. Por otra parte, Cerón no es consciente de la filosofía de la historia que le impone a la actualidad plástica local (no se puede decir nacional). Hace caso omiso de la idea historiográfica según la cual, la experiencia del presente es imposible sin la presencia activa del pasado. La actualidad es el resultado del encuentro entre pasado y presente, se modela con esos chispazos que surgen en su encuentro. Según el Paradigma Cerón, un Salón sólo puede hacer sentido, si los teocuradores diseñan un diálogo, así sea incoherente para los espectadores y requiera interpretes especializados. Sin embargo, lo que se evidencia es que muchas propuestas artísticas contemporáneas no encienden nada porque prescinden del pasado. Las obras del pasado en contacto con los gestos artísticos del presente, detonan el acontecimiento del sentido que con estrépito huye de las pretensiones discursivas de los teocuradores. Este primer Salón Poshistórico explícitamente repudia el pasado, porque su inspiración la encuentra en los juegos artificiales del mercado. Le apuesta a los jóvenes, lo cual es aquello que debe hacer un Estado razonable. No obstante, sin la presencia equitativa de otras generaciones, sus gestos caerán en tierra yerma y serán presa fácil para los artificios del mercado y la propaganda. La acriticidad histórica de Cerón es comprensible. Como gestor responsable de una política de Estado, le corresponde ser pragmático y no escuchar las voces múltiples que nos alertan, que nos dicen que su paradigma se viene abajo. Ciertamente, en este momento no puede dar un solo paso atrás, pues, toda esta tramoya de la globalización estética de Colombia, se vendría abajo. El maestro Cerón no percibe que aquello que hace metástasis no es la nostalgia por el mito o la nación, sino la ceguera histórica del modelo investigativo de las curadurías que él mismo diseñó. No acepta revisar su paradigma; como el mercado, su punto de vista se convirtió en dogma, en religión de Estado. Sin embargo, los artistas tendrán la última palabra. Son muchos y muchas que tienen el coraje de alzar sus voces.
En la versión inter del Salón Nacional, el Estado incurre en varios errores. En primer lugar, falla cuando otorga poderes plenipotenciarios a los teocuradores. En segundo lugar, falla por no exigirles un marco ético mínimo y velar celosamente porque se cumpla. Los artistas pueden violentar creativamente la ética común. Los administradores y representantes del Estado no. Los teocuradores no representan a los artistas, son voceros de los dogmas de la globalización. En tercer lugar, el Estado falla en la difusión de sus pregones. Cumple con publicarlos en su portal de internet y eso es todo. Mediante este es ardid impone sus políticas de exclusión. Sus comunicaciones con el campo del arte son un desastre. Hace convocatorias que no son respondidas. Cerón atribuye la responsabilidad comunicativa a los artistas. Son estos los que deben buscar dónde publica el Estado sus pregones. No se pregunta si el medio de comunicación que usa es el adecuado. En cuarto lugar, el Estado sabe en dónde están los artistas y quiénes producen conocimiento en este campo. Pero no los busca ni los consulta. Al contrario, los margina. La montaña no busca a Mahoma, pues, está cómoda en su juego con la mercancía cultural. Un concilio de teocuradores decide suprimir el Salón Nacional y el Estado cumple con gusto esta orden del mercado. El Estado no se toma el tiempo para contrastar esta propuesta con las sugerencias de la academia y de los artistas, a los cuales nunca tiene en cuenta. En quinto lugar, cegado por los tratados de libre comercio, el Estado toma decisiones a la ligera que modifican las reglas del arte que se produce en Colombia. En adelante, los juegos pirotécnicos de las grandes instalaciones tendrán la última palabra. Hasta hace seis días, la lista de quiénes entran al SNA43 estaba estratégicamente abierta, lo cual es un indicador de poca transparencia. Tan celoso con los cronogramas, ¿a quién esperaba el Estado? En el mejor de los casos, a veinte días de su apertura, los que lograron pasar a última hora, ¿pueden presentar algo digno al Salón? En sexto lugar, no tiene ninguna presentación que el Estado no sepa qué criterios operaron para seleccionar los artistas internacionales, excepto el criterio modernista de “obra buena”. No hubo convocatoria. Hacer convocatorias es una práctica populista. Es mejor que los artistas sepan que sólo unos pocos serán llamados. El Estado confía en la creatividad de unos teocuradores que muchos ven con reservas o recelo, para decirlo con algo de elegancia. En séptimo lugar, el Estado se equivoca cuando usa políticamente una ingenua y fallida curaduría histórica como su antítesis discursiva. La discusión actual no es acerca de una Marca Registrada. Es más fundamental. Se trata de hacer claridad acerca de las reglas que permiten excluir a un grupo significativo de artistas colombianos de los procesos históricos que se visibilizan en el Salón Nacional. La versión inter del Salón Nacional tiene sus méritos. Sin duda alguna, es importante tener una proyección internacional. Esta idea la respaldan muchos artistas. No obstante, aquello que causa escozor en la sensibilidad de la mayoría de artistas es el misterio, la cautela, el sigilo de la mano invisible que operó tras la selección local e internacional para la versión inter del Salón Nacional de artistas.
He escuchado con atención la intervención de Jaime Cerón en la primera conferencia de Diálogos Críticos sobre el Salón Nacional de Artistas y tengo los siguientes comentarios:
Quiero creer que es ingenuo y no malintencionado el seguir insistiendo en que los artistas que no estamos de acuerdo con el Salón (Inter) Nacional y defendemos el formato del Salón Nacional de Artistas Colombianos ®, somos solo unos anacrónicos que vemos con nostalgia un tiempo ya pasado.
Desde luego que los Salones como muchas otras cosas que se hicieron en el pasado, tuvieron muchas fallas; es la historia heroica del arte colombiano, esto no ha sido fácil para nadie.
Cosas como: la falta de presupuesto, la desorganización, la improvisación, la falta de convocatorias claras (como ahora), la participación poco clara de artistas que no pasaron por “la ventanilla” de los regionales y fueros seleccionados a dedo (como ahora), la exclusión poco clara de muchos artistas importantes (como ahora), la no participación del público (como en los últimos salones realizados) y el desencanto de los artistas (como ahora).
Que si añoramos los catálogos en blanco y negro y todos los otros males y precariedades del Salón Nacional. Pues claro que no.
Lo que se quiere es un Salón con el formato Nacional, con convocatorias abiertas y participación de las regiones; pero desde luego que también se aspira a que sea una exhibición contemporánea, técnicamente realizada, y si señor, con la participación de curadores PROFESIONALES que realicen un montaje óptimo y elaboren un guión que haga comprensible el Salón al público. Un guión hecho a partir de la selección realizada por un equipo de trabajo idóneo conformado por expertos; historiadores, investigadores, artistas y curadores profesionales y no un guión preparado como una camisa a la que deben ajustarse los artistas. La función del Salón debe ser detectar y visibilizar el devenir del arte del país desde la creación de los artistas mismos y no desde las ideas curatoriales.
La curaduría debe estar al servicio de los artistas y no al contrario.
Desde luego que no queremos un Salón del siglo pasado, los artistas también hemos cambiado y comprendemos, aunque muchos no lo crean, los lenguajes contemporáneos y los nuevos modos de pensamiento y producción, incluidas las nuevas tecnologías y las dinámicas comunicativas.
Que el Salón era una estructura piramidal decadente (tardo clasista) y demagógica, en la que solo se hacían visibles unos pocos. Perdón, y entonces como quedamos con esta pobrísima representación actual. No nos digamos mentiras, el mundo del arte siempre a tenido una estructura de orden jerárquico (por talento, calidad, tenacidad, historicidad, etc.) y en todas partes se seleccionan artistas y se premian artistas.
Que en el Salón solo se veía un arte que correspondía a un gusto mediocre y conservador y que muchos creadores radicales quedaron excluidos. Se nos olvida entonces que todos los mejores artistas hoy reconocidos nacional e internacionalmente pasaron por el Salón.
Reto a cualquiera a que diga qué artista de talento no estuvo en el Salón. Los que no tenían esta condición sine qua non desde luego que no estuvieron.
O será que lo que “da la tierrita” no es suficiente para las elevadas aspiraciones curatoriales y nos toca traer jugadores importados para mejorar el performance de la selección nacional.
Que da como pena contarles a los asombrados e híper modernos personaje extranjeros que todavía tenemos un Salón Nacional de Artistas Nacionales, que qué oso, que qué cosa tan frondia y tan picha. No será que tenemos ese complejito de inferioridad arrodillado que nos impide ver lo bonitos que somos.
A lo mejor tenemos entre manos un mecanismo sui generis, muy nuestro, que debemos valorar mejor.
Desde aquí también podemos producir cosas óptimas sin recurrir a la bendición internacional.
Que la platica se repartía mal con el esquema de premios y que es mejor dar bolsas de trabajo a todos. De pronto si.
Yo propondría volver al esquema amplio de Regionales y selección rigurosa para el Nacional. Que haya bolsas de trabajo, en los Regionales y en el Nacional y premios como en el esquema del Luis Caballero, en los Regionales y en el Nacional. Bolsas para todos ya sea un mega instalador o un pintor de miniaturas. Cada quién verá como usa su platica para hacer su obra y montarla. Pero no se puede dar apoyo solo a los instaladores, porque todos, como ya ha ocurrido, se van a volver instaladores.
Que necesitamos internacionalizar el Salón para hablar con otros y no solo entre nosotros mismos. De pronto si, pero me queda la inquietud ¿a cuantas exposiciones de arte internacional nos invitan a hablar? ¿les interesa en otras partes oírnos también? Pues siendo muy progresistas, yo diría que es bueno, pero insisto en que lo primero es lo primero. Y lo primero como es función del Estado es apoyar y difundir el Arte Nacional. Después, si tenemos solucionado este problemita de marca mayor, bienvenidos los invitados, que aquí se les aprecia mucho y somos muy hospitalarios.
Con los mismos criterios de profesionalismo y renovación que se piensan aplicar al Salón (inter) Nacional, podemos hacer un extraordinario Salón Nacional de Artistas Colombianos y a lo mejor, quien quita, que podamos ver por ejemplo una obra de Doris Salcedo como todos deseamos.
Digo ¿no?
¿Y quien cura a los curadores?
El 41 Salón Nacional de Artistas «URGENTE» desarrollado en Cali en el 2008, fue el germen de lo que pasará este año en el 43 Salón (Inter) Nacional de Artistas en Medellín. Jaime Cerón fue el director artístico de esa versión y hoy en el Ministerio de Cultura es el artífice del nuevo salón. En Cali, la piedra en el zapato fueron los regionales. Hoy ese problema parece saldado.
Yo personalmente vi muchas virtudes en esa experiencia caleña del salón internacionalizado, donde se pudo observar varias obras de artistas nacionales dialogando con obras de Leon Ferrari, Luis Camnitzer, Marta Rosler, Francis Alÿs entre otros; en mi texto «Oiga, mire, vea» propuse la idea de des-regionalizar el salón nacional. Hoy creo que eso está bien y me parece que el aporte a lo internacional tiene sentido.
Sin embargo, me preocupa algo, en eso ha insistido mucho Nadín Ospina y yo comparto esa preocupación: la exclusión de ciertos artistas consolidados y la falta de políticas claras para saber ¿quién o quienes curan a los curadores y a los directores artísticos? Así se evitaría suspicacias de clientelismo que para nada ayudan a los cambios que siempre generan tensiones. Un curador que revise que están haciendo los artistas consolidados sería muy interesante en este modelo actual. Amanecerá y veremos por el momento estaremos muy atentos de lo que acontece en Medellín.
Oiga, mire, vea.
http://esferapublica.org/nfblog/?p=1479
¿Y QUIÉN CURA A LOS CURADORES?
Reflexiones en torno al nuevo modelo del Salón (Inter) Nacional de Artistas.
Yo sigo creyendo en este modelo del Salón con perspectiva internacional, pero entiendo los reclamos de la comunidad artística excluida de este importante evento encabezada por Nadín Ospina quien desde hace unas semanas alborotó el avispero con una declaración que ha puesto en marcha a los Escuderos del Salón, en su mayoría vinculados bien sea por afinidad al Ministerio de Cultura y a la Universidad de los Andes. Interesante sería analizar esta relación entre estas dos importantes instituciones, desde que el Ministerio se creó, pero eso no nos corresponde en este momento. La pelea se ha dado más en Bogotá (bueno eso es lo que se ve en Esfera Pública). Pero en el espacio que he creado recientemente en Facebook Crítica Pública, otras voces se han expresado y la balanza se inclina al otro lado. Imposible ignorar los reclamos de Nadín Ospina y de Jorge Peñuela así como varios artistas y actores culturales como Alexa Cuesta Flórez de la Costa de Atlántica. En Medellín se guarda un silencio sepulcral como para evitar ser señalados. El malestar está instalado sin lugar a dudas y no se puede ignorar.
El Salón debe desaparecer o cambiar se insistía desde finales de los años noventa y ahí va cambiando poco a poco. Recordemos ese famoso debate de hace unos trece años en Columna de Arena. Hoy Jaime Cerón como asesor de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura tiene una gran experiencia en materia de gestión cultural y en previas reuniones que él organizó con el medio artístico por ejemplo en la Universidad Nacional, cuando se posesionó en su cargo, recogió varias posturas. Lo que está sucediendo ahora, Cerón de una u otra manera lo puso en marcha cuando tuvo a cargo la dirección artística y la producción del 41 Salón Nacional de Artistas “Urgente” que se desarrolló en la ciudad de Cali en el 2008. Aquí por primera vez se creó un comité curatorial y uno se esos curadores fue extranjero: Natalia Noorthoorn; el artista Wilson Díaz quien hizo parte del comité, me confirmó recientemente la visión de este salón y la camisa de fuerza que tuvieron para tener que incluir las propuestas curatoriales de las regiones en este salón como una directriz del Ministerio, estas desde entonces ya eran una piedra en el zapato. Yo visité este salón y encontré algo muy importante: se pudo ver obras de artistas nacionales que dialogaban y se confrontaban con artistas de gran trayectoria internacional como León Ferrari, Kara Walker, Luis Camnitzer, Francis Alÿs, Marta Rosler entre otros: cosa que anteriormente se estaba diluyendo en los procesos curatoriales que insistían en un cierto arte relacional, que por cierto no hacía honor para nada a Nicolas Bourriaud. Los regionales llegaron al salón agotados, los curadores ya no tenían plata para invitar a los artistas de región y la gran mayoría de exposiciones regionales se quedaron cortas frente a lo que se presentó en el colegio donde hubo obras de muy buena calidad. Premeditado no lo sé, pero esto es una realidad. la muestra internacional que dialogaba con lo nacional fue lo mejor del salón. El nuevo modelo de esta versión tiene mucho del Salón 41 y, el hecho que el director artístico de ese momento sea hoy el máximo impulsor de este modelo desde el Ministerio despeja toda duda.
Creo que ha hecho falta informar al medio en lo que consiste este nuevo Salón. Y Cerón invitado recientemente a la Universidad de los Andes, a propósito del revuelo que se ha generado ha explicado su postura. Hay muchas dudas al respecto, sobre si en verdad hubo convocatoria de artistas, tal como solía suceder en el pasado con el antiguo modelo del Salón, que mediante convocatoria pública y abierta se reunía a una comunidad de artista y se premiaba a varios artistas como en un reinado de belleza. Este modelo, que José Roca llamó en su momento como el ejemplo perfecto de la “Demagogia Participativa”, estaba en crisis, y se cuestionaba la legitimidad del premio. El premio a los artistas ha desaparecido y en cambio esos dineros se han invertido para ampliar la visión curatorial y bolsas de apoyo económico a los artistas.
Al final de los noventa del siglo pasado, desde el recién creado Ministerio de Cultura, se comenzó a modificar este modelo. Los asesores del Ministerio de Cultura como Andrés Gaitán y Miguel Sotelo, impulsaron el cambio con el famoso “Proyecto Pentágono”, que desafortunadamente se desarrolló a mitades por falta de prespuesto y desde entonces yo veía el asunto de las curadurías con mucha atención. Tal cambio contó con el apoyo de personajes muy influyentes como José Roca (entonces Director de la Sección de Artes Plásticas de la BLAA) y Jaime Cerón (Gerente de Artes Plásticas del Instituto de Cultura y Turismo hoy IDARTES). El modelo que daba cabida a los curadores en verdad era prometedor. En los numerosos foros de debate que se realizaron en su momento particularmente en universidades y academias de artes y en Columna de Arena (dirigido por José Roca), se discutió ampliamente sobre este nuevo modelo. Resultado el siglo XXI, comenzaría con un nuevo modelo donde las curadurías se impondrían y se apoyarían. Luego Javier Gil de la mano de Clarisa Ruiz, desde el Ministerio de Cultura hicieron lo suyo, pero el Salón se diluyó tanto con la demagogia de incluir las regiones en el evento del salón que recogía de manera desgastada lo de los regionales. Ese modelo no estaba ya funcionando, tal como lo hizo saber Nicolas Bourriaud en Cartagena cuando se reunió con el grupo gestor Mal de Ojo y el asesor de Ministerio Javier Gil en Cartagena, donde se realizaría el 42 Salón Nacional de Artistas.
El Salón se mostraba de manera desgastada, solamente dando cuenta de lo que había pasado en los regionales. Yo personalmente no estaba de acuerdo con volver a mostrar lo de los regionales en los nacionales pues eso me parecía sin sentido. La metáfora que yo empleé entonces fue el de la vuelta a Colombia: al final todos los proyectos curatoriales llegan cansados a la meta desde las regiones, con poco dinero y sin artistas. El Salón Nacional se convertía en un espacio que daba cuenta de lo que pasó en región pero ya sin la misma intensidad. Había entonces mucho plotter y mucha fotografía que mostraba los procesos curatoriales pero de obras de arte poco. Propuse entonces la idea polémica de des-regionalizar el salón.
En este sentido podemos deducir con mucha claridad, que esto no es para nada improvisado, sino un proyecto pensado institucionalmente que lleva ya poco más de quince años de ejecución. El modelo del salón con las curadurías regionales, y luego las nacionales generó mucha expectativa, pero también muchas dudas y suspicacias sobre todo de cómo se elegía a los curadores: el caso “de clientelismo” entre María Ángela Méndez (jurado) y Lucas Ospina (curador premiado con una curaduría regional) fue el escándalo más grande del momento; ahora Nadín Ospina denuncia algo similar con el Salón (Inter) Nacional donde el curador en cuestión es invitado como artista cuando la Directora Artística es María Ángela Méndez. Al parecer esto no está muy claro. Pero la historia en nuestro país nos ha dado innumerables ejemplos de clientelismo, como por ejemplo cuando un connotado historiador de arte, premió a su compañera sentimental con el premio de ensayo del IDCT. No se declaró impedido para ello. Basta con ver las actas de tales premios y se corroborará lo que digo.
El anterior modelo de Salón, que es el que defiende Nadín Ospina, tenía sus bondades y eso nadie lo cuestiona. Que se siga insistiendo y desconociendo ciegamente la importancia histórica de este espacio no tiene sentido. El tire y afloje entre un modelo pasado y uno nuevo se dio entre una nueva generación de actores culturales del campo de arte y los anteriores. Entre los primeros en esa famosa década de los noventa que habrá que estudiar en detalle estaban vinculados en cargos directivos de tres grandes instituciones con gran influencia: La Sección de Artes Plásticas del Banco de la República (José Roca), la gerencia de artes plásticas del IDTC (Jaime Cerón) y el recién creado Ministerio de Cultura (que en últimas ha tenido la responsabilidad de administrar el Salón (Andrés Gaitán, Miguel Sotelo, Javier Gil y ahora Jaime Cerón). Un grupo emergente de curadores y gestores culturales, asumen la difícil tarea histórica de despojar y dejar de lado a sus predecesores (Eduardo Serrano, Miguel Gonzales, Beatriz Gonzales y Alberto Sierra por nombrar solamente algunos) y asumir la vocería de las políticas culturales. Es decir es un asunto de poder institucional.
Lo que aún no está muy claro en este nuevo modelo, es ¿quién o quienes curan a los curadores? La cuota de las regiones sigue pesando mucho y esto debe resolverse de la mejor manera. Hay muchas cosas que se tendrán que corregir a futuro, por lo tanto yo pongo un voto de confianza en este modelo. Pero creo que se debería pensar en incluir a un curador que recoja la memoria y tradición en una visión histórica, para que los artistas consolidados sigan teniendo visibilidad o simplemente insistir que este espacio es un espacio donde se muestra lo no visto.
Yo tengo una hipótesis muy seria al respecto: lo que está sucediendo ahora es lo mismo que ha venido sucediendo desde el siglo XIX: el proyecto nacional se impone frente al proyecto federal o regional. El salón (Inter) Nacional de Artistas por lo que parece se hará sin contar con las regiones, según las declaraciones de su directora artística María Angela Mendez. El Salón sigue siendo centralizado y coordinado desde Bogotá. Así se invite a las regiones incluyéndolas como sede, el caso de Medellín ahora. Lo que hay que ajustar, es como articular tradición y contemporaneidad y dar cierta autonomía a las regiones. Los artistas reconocidos y consolidados, vuelvo e insisto, deben tener aún un espacio en este gran evento y para ello, creo que hay que pensar más en que cómo se escogen los curadores y las direcciones artísticas de los salones. El ministerio (como institución estatal por lo tanto pública) debe elaborar unas reglas claras para que existan incompatibilidades sobre los participantes y beneficiaros de sus apoyos y estímulos económicos: por ejemplo si se ha sido ganador de una curaduría regional, no se puede ser jurado y luego ser director artístico hasta pasado al menos cuatro o cinco años. Así se evita caer en lo que se ha caído: tu me premias yo te premio. Es esto lo que levanta muchas suspicacias y dudas sobre las bondades de este nuevo modelo que sin duda las tiene, pues al fin y al cabo de dineros estatales se trata y en ese sentido cualquier ciudadano puede según la constitución del 91, entablar una querella legal contra el Ministerio de Cultura y creo esto debe evitarse.
Por ahora restar esperar esta nueva versión del Salón con el componente internacional e imaginar el Salón (Inter) Nacional de Artistas en su próxima sede: cuando ya han pasado varias de las ciudades importantes… Bogotá lo será sin duda, pues no creo que sea en Villavicencio, en Ibagué, en Bucaramanga, ni en Pasto, con el respeto que merecen esas ciudades. Así las cosas, ¿tendrá sentido seguir insistiendo en esa vuelta a Colombia? Yo creo que lo que se debe apoyar desde el Ministerio son las regiones como sucede por ejemplo en varios países. En Francia existe los FRAC: fondos regionales de arte contemporáneo, que obtienen dineros del Ministerio de Cultura, y se autofinancian también con apoyos locales públicos y privados. Esto genera un cierta autonomía en la gestión. Algo similar sucede en España. ¿El modelo federal que se fue al trasto con el modelo político y cultural conservador de Núñez y Caro a finales del siglo XIX, sigue teniendo vigencia en nuestra época? Quisiera pensar que no. Ya no se puede echar atrás. Lo único que se puede hacer es garantizar el disenso, pues este es muy importante en un Estado de Derecho. Podemos estar o no de acuerdo con ciertas posturas u opiniones; sin embargo estas diferencias son las únicas que garantizan la construcción de una crítica crítica. Los modelos culturales tendrán éxito, solamente si incluyen en sus políticas culturales las posturas críticas. De manera que bienvenidas las reflexiones que ayuden a no estancarnos sino avanzar.
Ricardo Arcos-Palma.
18 de agosto del 2013.
Algunos cuestionamientos al Salón (Inter) Nacional de Artistas, por Nadín Ospina:
http://esferapublica.org/nfblog/?p=63675
Entrevista a Jaime Cerón, Asesor de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura.:
http://universes-in-universe.org/esp/bien/sna_colombia/2013_medellin/jaime_ceron
Declaraciones de María Angela Mendez, directora Artística del Salón 43:
http://universes-in-universe.org/esp/bien/sna_colombia/2013_medellin/mariangela_mendez_interview
Crítica Pública, nuevo espacio de discusión el facebook, coordinado por Ricardo Arcos-Palma:
https://www.facebook.com/groups/149651355240012/
Oiga, Mire, Vea. Vistazo Crítico al 41 Salón Nacional de Artistas, por Ricardo Arcos-Palma:
http://esferapublica.org/nfblog/?p=1479
Del Salón Nacional al Salon (Inter) Nacional de Artistas, por Jaime Cerón:
http://esferapublica.org/nfblog/?p=63773
Bienvenidos a la Fundación Salón (Inter) Nacional de Artistas, por Jorge Peñuela:
http://www.liberatorio.org/index.php?option=com_content&view=article&id=359%3Aibienvenidos-a-la-fundacion-salon-inter-nacional-de-artistas-&catid=10%3Aactualidad-politica&Itemid=47
No a la muerte del Salón Nacional de Artistas (recolección de firmas), por Nadín Ospina:
http://www.avaaz.org/es/petition/No_a_la_muerte_del_Salon_Anual_de_Artistas_Colombianos/?aCQQofb
Las regiones en el Salón (Inter) Nacional, entrevista a Javier Mejía, curador del 43 Salón, por Jaime Iregui:
http://esferapublica.org/nfblog/?p=63761
41 Salón Nacional de Artistas en Cali:
http://www.urgentecali.org/
43 Salón (Inter) Nacional de Artistas en Medellín:
LOS ABSOLUTOS DE LOS ARTISTAS
Ricardo Arcos destaca en Crítica Pública, cómo el debate de la versión inter del Salón Nacional lo están dando indirectamente los artistas del Caribe en respuesta a las políticas artísticas del Ministerio de la (in)cultura, implementadas por los artistas que viven en Bogotá. Las demás provincias o regiones callan. Con coraje Barranquilla le recuerda a Bogotá que también es una provincia entre otras. El diferendo que instauran los artistas del Caribe en Esfera Pública no es nuevo, luchan por su diferencia y así lo manifiestan en Urgente, el Salón de Cali. Independiente, el Salón de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta es la materialización de ese esfuerzo, al parecer acompañado por Ministerio sin mucho entusiasmo, a regañadientes. Sus promotores dejaron la megalomanía que se apoderó de los gestores del Estado. Por mi parte, también lo dije ayer en Crítica Pública, el olvido es el mejor aliado del artista, la memoria compulsiva impide pensar, es un obstáculo. La actitud emancipatoria del artista es lo primero. Es inútil persistir en este tipo de querellas porque el diálogo entre artistas es un diálogo de religiones: cada uno tiene su verdad y defiende su propio absoluto. Debe hacerlo.
El arte no es un campo para crear ficciones consensuales. La plausibilidad de esta tesis, deja en entredicho el criterio curatorial para el montaje de la versión inter del Salón Nacional de artistas. Para crear sus ficciones narrativas, los teocuradores implementan una especie de estética habermasiana, exigen a las obras que evidencien “capacidad de diálogo”. Toda obra tiene capacidad de diálogo, sólo que los absolutos de los artistas no manifiestan una voluntad de diálogo y por eso abren otros espacios y maneras de sentir, ser y pensar. Los artistas no necesitan entrar en consensos, no tienen por qué quedar atrapados en la ideología liberal contemporánea del consenso. Según Jaime Cerón, estos artistas “radicales” no llegan al Salón. La medianía o mediocridad es la regla.
No sólo desde Urgente, los artistas del Caribe reclaman un diálogo de tú a tú con la provincia bogotana. La actitud caribeña deja obsoletos los regímenes de excepción, que trata a los artistas de algunas regiones como si fueran los menores de edad del arte contemporáneo. No creo que sea digno del talento de los artistas, que se les hable estéticamente con paternalismos y se les exonere de una crítica constructiva. En esta crítica los artistas se juegan su existencia. La crítica es dura pero es formativa, así a los críticos se les escape la realidad que los artistas traen a la presencia. El mejor premio que se le puede ofrecer a un artista es una crítica seria, así muchos piensen que lo mejor es el dinero contante y sonante.
Por desgracia, como el arte, la crítica es un pasado. El mercado no tolera la crítica. Habemus propaganda. OKUPA SNA43. ¡Bienvenida la crítica de los artistas del Caribe! ¡El debate acerca de la versión inter del Salón Nacional está abierta!
«Pareciera que el problema de los eventos artísticos como los salones nacionales o las bienales y otros semejantes radicara en la curaduría. Es decir, se plantea el problema del criterio con el que se hacen estos eventos, los “parámetros” desde los que se convoca a un evento tal. El peso recae sobre el concepto curatorial. Será que la verdadera pregunta ha quedado en entredicho, que el problema se soslaya. Si se mira la relación entre obra y evento vemos que desde hace mas de cincuenta años las obras de arte se vienen produciendo casi exclusivamente en función de los eventos. Imperceptiblemente, el Estado, el una vez denominado “ establecimiento”, ha venido sintiendo un compromiso casi moral, teñido de un matiz culposo, por el cual se ve obligado a auspiciar eventos donde se puedan exhibir las obras»
El Salón como Programa >
http://esferapublica.org/nfblog/?p=22537
Jorge Peñuela apunta algo interesante, aparte de la Región Caribe y Bogotá, todas la otras regiones parecen estar de acuerdo con lo que va a pasar en el 43 Salón. “El que calla, otorga”, dice el adagio popular, y aquí se aplica al dedillo. En Medellín hay un silencio casi sepulcral… ¿por qué será? Me encontré con una entrevista a la artista Beatriz González, “gran defensora del salón” como ella se auto-denomina y con una claridad y lucidez que la caracteriza, ella anota hacia el final: “a los artistas les quitan el premio y se lo dan a los curadores. Todavía no nos hemos repuesto, pues realmente el único apoyo que recibían del Estado los artistas, digamos era la aspiración a un premio del Salón Nacional”. Por eso quizá uno entiende como artistas aventajados o avispados, se improvisan en curadores y de una u otra manera terminan recibiendo su premio. Este testimonio es interesante para entender el porqué del malestar de artistas como Nadín Ospina entre otros tantos.
Aquí el vídeo y la entrevista:
La artista y reaccionaria del arte, Beatriz González, habla de lo que implica el Salón Nacional de Artistas y lo que tuvo que pasar para que hoy, aún sea posible.
«Es un milagro que aún siga vivo». Así se refiere Beatriz González al Salón Nacional de Artistas, que este jueves inaugura en Barranquilla su edición 42 y completa así 70 años de historia, convulsa en muchos momentos.
«Ha sido importante que en todos estos años no se cambió la numeración ni el nombre. Aunque creo que son válidas las discusiones que se han dado a través de los años para mejorarlo», señala la artista.
La idea de esta bienal -‘termómetro del arte nacional’, como la denominó la crítica argentina Marta Traba- es que refleje lo que está sucediendo con el arte en el país, tarea que no ha estado exenta de polémica.
Por ejemplo, la que se derivó del hecho de que, durante mucho tiempo, fue el centro el que definió qué representaba a la nación, dejando de lado a varias regiones. En esta edición, que tendrá lugar en Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, los artistas de las zonas Caribe, Centro, Oriente, Orinoquia, Centro-occidente, Sur y Pacífico desarrollarán sus proyectos en Mompox, San Jacinto, Nueva Venecia, Palenque de San Basilio y Montes de María.
De las relaciones con los lugareños y el trabajo de los curadores saldrán los trabajos que se presentarán en ‘La Heroica’ en febrero, cuando termina el Salón. También se exhibirán obras de conocidos artistas nacionales y extranjeros.
1. El arte de la metrópoli
El primer antecedente del Salón Nacional de Artistas es una gran exposición que se llevó a cabo el 8 de agosto de 1931 en el Pabellón de Bellas Artes del Parque de la Independencia, en Bogotá. Fue una iniciativa del presidente Enrique Olaya Herrera, la Escuela de Bellas Artes y la Dirección Nacional de Bellas Artes.
A partir de allí, a pesar de que no hubo continuidad por culpa de los enfrentamientos bipartidistas, se activó el apoyo del Estado para realizar exposiciones.
En 1940 se organizó el Primer Salón Nacional, con obras de Ignacio Gómez Jaramillo, Santiago Martínez Delgado y Cecilia Porras, entre otros.
«Los jurados eran poetas, embajadores y políticos. Muy pocos sabían de arte. En esa época se impuso la pintura», cuenta la artista Beatriz González. Respecto de ese período, Jaime Cerón, asesor del Área de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, afirma que lo que se veía era «un mundo pequeño en el que sólo se exhibían obras de artistas del interior», aunque se percibía la necesidad de crear un arte que identificara a los artistas de todo el país.
En los trabajos había una enorme influencia del muralismo mexicano.
2. Tiempo de apertura
Entre los años 1957 y 1964, «Marta Traba se apersona de su papel de educadora y de crítica de arte, y toma las riendas del Salón; además hubo una fuerte participación de la mirada aguda de críticos extranjeros, como Walter Engel», comenta Beatriz González.
La critica argentina impulsa un quiebre y una apertura del arte moderno con el premio a Fernando Botero por ‘Contrapunto’ (Premio Salón X, de 1957), a Alejandro Obregón por ‘Violencia’ (Premio Salón XIV, de 1962), a Norman Mejía (Premio del XVII Salón Nacional, 1965) por la obra ‘La horrible mujer castigadora’, a Beatriz González por ‘Los suicidas del Sisga’ (Mención Especial Salón XVII, de 1965) y a Feliza Bursztyn por la escultura ‘Mirando al norte’ (1965).
Hubo una fuerte influencia de las corrientes imperantes en Europa y Estados Unidos. Eso impulsó a muchos artistas a buscar un lenguaje propio y a ampliar las formas de expresarse.
«Se acabaron las formas de expresión locales ceñidas a los géneros de retrato, bodegón y paisaje, que aceptaban una modesta y contenida reforma de las apariencias», escribió Marta Traba en el libro ‘Arte de América Latina 1900-1980’, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 1994, según se cita en el libro ‘Marca Registrada’, del Museo Nacional. Se amplió el espectro de los formatos y se abrió una puerta hacia la experimentación.
3. La descentralización
Como consecuencia de la inconformidad de algunos artistas, que no se sintieron representados en los salones anteriores, en 1976 se creó el programa de Salones Regionales.
Con ellos se logró impulsar la realidad pictórica de diferentes lugares del país. Según afirma Jaime Cerón, asesor del Área de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, la primera vez que se exhibieron todos los proyectos regionales no hubo un resultado positivo. «Fue como si colocaran peras, manzanas, chicharrones y gallinas en un mismo lugar. Había muy poca capacidad de diálogo.
Aunque eso evolucionó y luego se invitaron curadores internacionales», comenta «Lo de los salones regionales fue una falacia -opina el artista conceptual Antonio Caro-. Los manejaban personas que ni siquiera conocían Tunja». La santandereana Beatriz González comparte la idea: «Se revisaron los gustos y las rabias, sobre todo las rabias, porque los que viajaban a otros lugares del país eran curadores finos de Bogotá, que escogían muy pocas obras y el resto no les gustaba.
Así no se podía definir el arte regional. ¿Cómo podrían ver 400 obras en dos días?»
Cabe recordar que, como parte de la inauguración del XXV Salón de Artistas Nacionales (1974), se le cambió el nombre al certamen por Salón de Artes Visuales, por iniciativa de Eugenio Barney. La idea era validar la entrada de otros formatos, como la fotografía.
Y el encuentro se fue afinando. Se encontraron sitios inexplorados, como Pasto, y el país se dividió en seis regiones artísticas.
4. Nuevos medios y experimentación
Según se explica en ‘Marca Registrada’, un catálogo sobre la historia del Salón publicado por el Museo Nacional, la producción entre 1990 y el 2004 se caracterizó por el predominio de los medios masivos y el registro de proyectos socio-artísticos por medio de la fotografía.
«Es una etapa curatorial. Los curadores mandan en el Salón y eso le da un carácter interesante. Para los artistas es terrible, porque los premios se los llevan los curadores. Una de las grandes reformas, unida a la mirada regional, fueron las exposiciones de un solo artista. Allí participaron Débora Arango y Santiago Cárdenas, entre otros», dice la artista Beatriz González.
«Con la curaduría del Salón me pasó lo mismo que le sucede a la gente que le amputan un miembro, con la diferencia de que me siguió doliendo. No debería llamarse el Salón Nacional sino ‘Especulaciones de algunos señores’, critica su colega Antonio Caro.
En el año 2000 apareció el Proyecto Pentágono, desarrollado por el Ministerio de Cultura. «Hubo una conspiración dentro del Ministerio que buscaba acabar con el Salón Nacional», añade González. Sin embargo, según se explica en el libro ‘Marca Registrada’, sólo se trató de una serie de «cinco exposiciones itinerantes encargadas a un grupo de investigadores en las modalidades de video y fotografía, artes del cuerpo, artes tridimensionales, dibujo y arte, y moda y vestido».
En esa etapa se buscó la vanguardia de las artes visuales, para generar un reconocimiento en el plano internacional. La calidad de las obras aumentó.
http://bogota.vive.in/arte/bogota/articulos_arte/noviembre2010/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_VIVEIN-8300320.html
Buenas tardes,
Queremos compartirles este proyecto que busca fortalecer la plataforma cultural y artística nacional.
SNACK MEDELLÍN. Arte y espacios a prueba es una manifestación de ciudadanía donde quienes hemos asumido este reto, profesionales del medio cultural, buscamos ampliar el ejercicio del arte en la cotidianidad, como motor del desarrollo y la cohesión social, visbilizando a quienes se empeñan en el arte como necesidad vital, y demostrando la red de espacios expositivos existente en Medellín en un momento de crecimiento y que asumen el reto y la oportunidad para instalar un proyecto que los agrupa.
Esto es un fenómeno desde las artes visuales que dejará una huella en la memoria del arte nuestro.
Por esto deseamos compartirles nuestro brochure, para que juntos construyamos esta plataforma de participación. Si desean retroalimentar, con gusto los escucharemos.
Maria Isabel Naranjo
ia.mariaisabel@gmail.com
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Respuesta: Muchas gracias por participarme esta información, pero si la idea es convocarme a mi y a otros artistas, no entiendo, pues dice en el material adjunto que la convocatoria se cerró el 16 de Agosto
¿Entonces?
Cordial Saludo
Nadín Ospina.
Respuesta SNACK:
Estimado Nadin,
Gracias por tu recepción,
Ya la convocatoria ha estado rodando desde hace varias semanas, sin embargo, esta información que les comparto hoy abre las posibilidades de participación, pues hay algunos agentes que desean entran desde otros asuntos no necesariamente obra, como gestión financiera, agenda académica, logística, etc.
Puntualmente te lo he enviado por tu pensamiento crítico frente al salón (des) nacional, perdón, (a) nacional, perdón, (inter) opcional….. y en ese sentido quisiera que seas tú quien nos proponga cómo deseas participar:
1. Con obra, no importa que se haya cerrado la convocatoria, pues estamos gestionando algunas obras que han hecho parte referencial del arte nacional, como la tuya por ejemplo.
2. Con ponencia, foro o charla en el espacio de Agenda Académica.
3. Con textos escritos para publicar y que se ubiquen también en blog y redes sociales y luego hará parte de las memorias virtuales del SNACK.
Por tanto, creo que podemos continuar en comunicación para que nos cuentes qué piensas y cómo avanzamos en el asunto, vale?
Respuesta:
Agradezco mucho su amable invitación y al respecto respondo lo siguiente:
1- Me es totalmente imposible aceptar la invitación a participar en el evento con mi obra personal, pues esto sería ir contra todos mis principios, aceptando cohonestar los incorrectos procederes que se han hecho evidentes en este evento y que he criticado abiertamente, como la improvisación y la omisión de las reglas de participación, sea cual sea la motivación; que en este caso tengo la seguridad corresponde más a un gesto de amabilidad y generosidad muy propio del espíritu paisa que a una indelicadeza.
Pero no, no puedo aceptar.
2 Propongo en cambio, un gran debate Nacional en el marco del Salón (Inter) Nacional, con una amplia difusión y con la adecuación de todos los recursos logísticos y tecnológicos disponibles para que se discuta abiertamente el tema de la pertinencia o inconveniencia del fin del Salón Nacional de Artistas Colombianos, ya que es un preocupación inocultable y muy seria del medio artístico nacional.
A la espera de su amable comunicación
Sinceramente
Nadín Ospina
Propongamos una participación en este espacio que se nos ofrece:
“Respetado Nadín,
Verdaderamente su respuesta me agrada y la creo consecuente.
La invitación que le hice no pertenece a formatos particularizados elitistas o sesgados, ni mucho menos a visiones personales de quiénes deben participar y quiénes no. Tenemos claridad de que el SNACK ha generado una convocatoria abierta y sensata, sin predilecciones, en donde podremos encontrar autodidactas, estudiantes, profesionales, todos bajo la mirada curatorial que pretende exponer buen arte simplemente, calidad emergente; pero también somos conscientes de la premura con la que se ha realizado dicho llamado y en ese sentido, muchos artistas no pudieron conocerla a tiempo y por tanto nos hemos visto obligados a la flexibilidad. Somos un proyecto que se está permitiendo ensayar y probar diferentes maneras de hacer de este encuentro una plataforma incluyente. Sabemos igualmente que el formato de convocatoria no es siempre el más apto para un tiempo tan récord como el nuestro y por ello nos hemos permitido abrir invitaciones, pero entiéndase abrir, pues todas ellas deberán pasar por la mirada curatorial que se tiene.
En todo caso, y para no extenderme en estos detalles, y sí enfocarme en la propuesta que nos realiza, me gustaría que fortaleciéramos la idea del debate público, ya que nuestra agenda académica pretende fortalecer el pensamiento crítico y reflexivo frente al arte contemporáneo y sus dinámicas de difusión, de disfrute y preguntarnos sobre el fenómeno receptivo de la obra, sobre las curadurías, la investigación… en fin.
Nuestro Coordinador de Encuentros Académicos te va a contactar para que continuemos construyendo este proceso, vale?
Agradecida por su tiempo y contenta de poder consolidar un encuentro,
María Isabel Naranjo”
Sobre la respuesta de Nadín Ospina y otros apuntes:
Apreciado Arcos-Palma, de antemano, debo mencionar que me parece decoroso de tu parte el reconocer la “metida de pata” con el desacertado dato sobre Sáez de Ibarra. De otra parte, debo señalar que me pareció algo chistosa la sosa respuesta del Sr. Nadín Ospina, especialmente cuando se refiere al “MANUAL de parámetros”, a través del cual se propuso: “La Solidez formal y conceptual de las propuestas y su aporte al campo artístico contemporáneo en Colombia”, yo creo que en este punto tiene mucha razón el Sr. Ospina, ya que lograron hacer ese gran aporte al arte contemporáneo en Colombia, generando una vasta inconformidad nacional, al punto que fue a partir de esa desfachatez (consignada en el acta) que se reflexionó para dar el salto a la reestructuración de los salones regionales y, por ende, al Salón Nacional. Antes de esto los salones y las distintas dinámicas regionales no existían en el panorama artístico nacional, sino revisemos la crítica que rodeaba cada versión de los salones nacionales diez años atrás, donde solo se hablaba <> de un evento expositivo, hoy los artistas que se han insertado desde los regionales a los nacionales llevan consigo una serie de inquietudes, problemáticas y disyuntivas, que han enriquecido el discurso sobre lo nacional. Diez años atrás no se pensaba que eso de representar lo nacional era un problema, por lo contrario, se creía que lo que pasaba en Bogotá ya de por sí era una representación de lo nacional; y es precisamente la “inserción autónoma” de lo regional dentro de lo nacional lo que ha desbordado todo este rico debate.
Aquí se le ha querido dar mayor relevancia al hecho de no haber entregado un premio a los artistas de la región Caribe, que en ese momento cayeron en las manos del “EL MANUAL de parámetros”, pues pienso que este no es ni siquiera el problema de todo ello, el problema de todo ello es lo que se planteó en justificación ante el desconocimiento de lo regional que, aunque el señor Jorge Peñuela lo ha querido enfocar como uno de los actos críticos más finos del momento, del que según él aún debiéramos estar agradecidos y orgullosos, yo las considero como una serie de criterios desmedidas, con un trasfondo mas ceñido a la soberbia y la perversidad, que aun acto reflexivo sobre la producción artística regional. En palabras del Seño Peñuela, Ministerio obró mal al no asignar un recurso para la publicación de este “MANUAL de parámetros” que le salvaría la vida al arte contemporáneo nacional. Ese manual me recuerda al manual que en un momento se trató de imponer para determinar quién era y quien no un artista, que era y que no una obra de arte, que era y que no un espacio expositivo…
En base a que no se podía seguir siendo perversos con las regiones, se genera una afortunada ruptura en la estructura de los salones regionales, y ello tiene que ver con la descentralización de la opinión (me refiero a la opinión como esa lectura contextualizada y particular de las cosas) y es ahí donde existe la posibilidad de que otros actores activaran sus voces en este discurso de lo nacional, actores a los que el señor Peñuela decide denominar en una forma casi que despectiva “Artiscureitors Anfibius”. Señor Peñuela esos “Artiscureitors Anfibius”, son producto de esa diversificación de la opinión, que en sí es la razón de ser del ejercicio curatorial. ¿Usted se puede llegar a imaginar lo que supone crear un “MANUAL de parámetros” para medir la “calidad” de la producción artística en un país tan diverso como lo es el nuestro? Simplemente en el caso del Caribe, cada 10 minutos de camino significan el encuentro con distintas gentes, lenguas, climas, etc. Señor Peñuela y señor Ospina, no podemos entender y mucho menos tratar de caracterizar la producción artística de una región, sino tenemos claro el contexto y los códigos culturales en la que esta se gesta.
Por eso me parece un poco apresurado lo del Sr. Nicolás Cadavid, cuando entra ni un corderito en la caracterización de “Artiscureitors Anfibius” del Sr. Peñuela; y pasa a contarle casi que apenado al Sr. Ospina sobre su intervención en los regionales y las problemáticas de su región. Pues Sr. Cadavid usted no tiene nada de que apenarse ya que usted es producto de la diversificación de la opinión, y pierde sus esfuerzos en tratar de hacer entender al señor Ospina que las regiones se mueven bajo sus propias dinámicas, bajo sistemas culturales autónomos, sistemas que si nos los vives no los entiendes. Esos sistemas culturales en la concepción del Sr. Ospina no caben, por eso aún sigue hablando de lo intelectual, lo magistral, los grandes artistas, lo puro y original, etc.
Siguiendo con el “Manual de parámetros”, la verdad, no sé si el Sr. Ospina se nos enredó o trató de enredarnos un poco, pero es tan contradictorio que hable de que: “Se pretendió ser lo más imparciales posible, y el juzgamiento no se basó nunca en criterios preconcebidos sobre; temáticas, técnicas, formatos o tendencias, y desde luego, no en afinidades personales o cualquier otro tipo de consideraciones extra artísticas”; cuando ya anteriormente había reseñado la construcción de un “MANUAL de Parámetros”. Pues cuando hablamos de la construcción de un “MANUAL de parámetros”, por lo menos a mí, se me vienen a la cabeza una serie de criterios preestablecidos con el fin de valorar o caracterizar algo…
Otra de las cosas caricaturescas de la respuesta del señor Ospina, es esa parte donde narra casi que de manera épica el acto de condecoración del Ministerio de Cultura, asignándolo como jurado del Salón Nacional en ese momento, dice: “El conocimiento y experiencia adquiridos durante este año de concienzuda labor, que me enseño mucho del momento artístico y del País mismo, fue valorado por el Ministerio, de tal manera, que capitalizando esta particular experticia adquirida tras mi labor como jurado de los Regionales, me propuso ser también Jurado del Salón Nacional, junto con Adriano Pedroza y Víctor Zamudio Taylor”; pues eso nos explica un poco por qué era bueno el anterior modelo de los salones para él.
Creo que cuando se insiste en eso de que hay que volver a lo de los premios y los jurados, se es un poco mezquino e individualista al pensar en el beneficio económico de un artista y no de una plataforma artística regional. Con todos los problemas, desgastes y disyuntivas que tiene la nueva estructura de los salones regionales, por lo menos en el Caribe ha existido un hilo conductor que ha contribuido significativamente a la consolidación y proyección de una plataforma artística regional y por ende a la diversificación tanto de los artistas como de la producción artística local. Señor Arcos – Palma, por eso es que hoy podemos apropiarnos de este debate.
¿Será que al señor Ospina le están aplicando el Manual? ¿Será que el señor Ospina está reclamando los derechos de autor del MANUAL?
La solución es trabajar juntos
En sus entrevistas, Eduardo Serrano suele contar cómo, en los años setenta del siglo XX, mantenía una querella artística con Gloria Zea, por el manejo del MamBo. Cuenta que Zea lo llamó y le dijo: «Eduardo, usted y yo estamos aquí para quedarnos, por qué no trabajamos juntos». Maestro Orsini y maestro Ospina: ustedes están aquí para quedarse y seguir aportando luces al arte colombiano, así en el Ministerio de (in)cultura crean que no hay arte colombiano. Maestros: ¿por qué no trabajamos juntos? ¿Por qué no propiciamos un debate libre y abierto acerca del arte colombiano y las políticas del Estado para promoverlo? Estoy seguro de que el enemigo no está en este foro. Todos sentimos y amamos entrañablemente nuestro campo, unos con más intereses que otros, pero lo amamos. El amor nos hace críticos. Amar no consiste en lisonjear impúdicamente al amado. No hay nada más generoso que una crítica. La generosidad del amor se muestra en sus críticas al amado. Por supuesto, en mercado no ama a nadie. Esta es nuestra querella. Somos amantes despechados porque el mercado secuestró nuestro campo. Finalmente, maestro Orsini, le agradezco que me cite, no obstante, tengo dudas de haber dicho lo que usted me atribuye. No ignoro que la mayoría de las veces el lenguaje nos traiciona: decimos una cosa y el lenguaje tuerce nuestras intenciones. El receptor entiende otra cosa. Sin embargo, vuelvo a reiterar algo en lo que he insistido: el arte es demasiado importante para las sociedades contemporáneas, por eso mismo, no podemos dejarlo sólo al arbitrio de los curadores. El arte es más que gestión eficiente.
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