«La comunidad es en un comienzo la organización de los débiles por alcanzar un equilibrio con los poderes que los amenazan peligrosamente.» Nietszche.
«Why do people refuse to take art as organic, and insist upon considering it as merely explanatory? When these same people walk in the garden on a fine morning, do they feel chilled and depressed because the little flower-buds are not tagged with texts? Amy Lowell. The New manner in Modern Poetry.» 1916
Si para Sol Lewitt la idea (epistemé) era la máquina que construye el arte , hoy en día es la opinión (doxa) el aparato que lo mueve. De ahí la fobia a lo racional y el trueque de la visión sensible (Locke) en favor de la visión sentimental del mundo (Rousseau).
La construcción fenomenológica y el concepto de «crítica racional» en los textos de Smithson ( A Sedimentación of Mind: Earth Projects en The writings of Robert Smithson. 1979) y la reivindicación de la mente analítica del artista en los de Kosuth (Art After Philosopy. 1969) están siendo vistas como metodologías jeroglíficas para quienes hoy en dia pretenden construir un arte que busca bien sea el sentimiento nacional, la dulce misericordia calvinista hacia la víctima o el diferente y en general lo son para los que favorecen una noción de la cultura como solidaridad puramente estética, sentimental y romántica pero burguesamente distante de las masas (Beuys).
La construcción racional y analítica del arte conceptual solo dejó cansancio y pereza intelectual. La «responsabilidad» de intentar adquirir una solidez teórica es una empresa imposible en un universo cultural y académico que solo enseña, como en una novela de Jane Austen, delicadeza, sentimientos, intuición y un toque sutil de hipocresía cortesana.
La solución es entonces la «teoría» de que los conceptos, la ideas y el análisis, como todo, son el producto de móviles emocionales y conductuales. La idea, casi traqueta, de que la teoría tiene raices patológicas cobra vigor. El intento siempre operístico da por finalizada y de una vez por todas la siempre incompleta bête noire de la racional modernidad (Habermas) con solo mencionarlo rutinariamente, repetidamente, incansablemente, obsesivamente, subliminalmente a la manera de un conjuro. Se intenta poner en venta la idea – la hipótesis mas rocambolesca y arribista – de que se construyen conceptos porque no se tienen medios materiales. A más indigencia, más teoría. La figura de Diógenes vuelve con su linterna a deambular por las calles despojadas de las señales de la gran narrativa.
Para Art & Language ( Art & Language Journal. Coventry, 1969) el contenido de la idea del artista se expresa a través de las cualidades semánticas del texto y la obra de arte conceptual pertenece más a la teoría porque nace de la escritura del arte. Para nuestro Wannabe Duchamp Artist – tan lejano de la formación teórica política de… Peter Halley, y muy lejos de poseer una «agenda política» como según Jaime Cerón se supone que posee, – es del corazón arrugado por la apabullante realidad que está hecha la obra de arte. El arte «contemporáneo» termina siendo al arte conceptual lo que la telenovela al teatro. Un producto del sentimentalismo y no del analisis.
Puesto que es, a la manera de Ranciere, epistemofóbico, – el «¡muera la inteligencia!» del general franquista Millán Astray ante la Universidad de Salamanca en pleno en 1936 – y el intento de construir un discurso teórico desde lo sentimental no logra después de recorrer el camino retorico llegar entero al oido del receptor, es entonces cuando de la fobia epistemológica nace la justificación pueril. Si se desmonta la fragil estructura del discurso sentimental existen todo tipo de justificaciones variopintas como la de que al artista se le rechaza porque es un artista del centro por adopción que explora en nombre de la metrópoli a la manera del Pandit o explorador Sikkim indio (que en el siglo XIX fue comisionado por los británicos para explorar el norte de la India durante el llamado «Great game» por el dominio del Tibet) y que eventualmente, en un arranque de entusiasmo pudo considerarse y promocionarse a si mismo, ante los tibetanos, como británico y que además es una figura perfectamente ajustada a la del artista y curador tercermundistas y nómadas que exploran para la metropoli de nuestros días. https://esferapublica.org/nfblog/?p=7592&cpage=1#comment-29539
El discurso contemporáneo nace, no de la historia o la filosofía y la investigación, sino de la prensa: el reino de la opinión enlatada. El reino de «los que no tienen tiempo». Y es éste el tipo de discurso emocional que nutre la fundamentación «conceptual» que se exige dentro del Mainstream posmoderno. Desde el Salón al Premio. Desde el aula hasta el bar. Desde la indagación del profesor al interrogatorio del curador y la beca. La prensa es la sangre que corre por las venas del «arte contemporáneo».
Pero como suele ser imposible organizar tal compendio de informaciones dispersas como cuerpo teórico, como construcción lógica pues huye de la razón como el pequeño murciélago ciego de la luz, entonces nace el mini discurso del balbuceo y la exclamación que rechaza y se hace un loop de una hora o veinte páginas con ello. Cuanto más vehementes son, cuanto más «ruido» hacen, cuanto más teatrales y afectados, cuanto más compungidos y dramáticos, más logran ocultar la pobre formación política y el casi analfabetismo filosófico e histórico de artistas «contemporáneos»: el arte del concepto (epistemé) ha dado paso al arte de la opinión (doxa) dictada por las emociones (Spencer).
No obstante podemos consolarnos: la opinión que predomina suele ser la opinión de una generación que se está desvaneciendo.