En la mañana del lunes 23 de septiembre me disponía a hacer unas fotografías del mural comisionado por el Salón Nacional de Artistas a los artistas Power Paola y Lucas Ospina como parte de los reportes de Esfera Pública sobre este evento. A pocos metros del mural me encontré con Ospina, le pregunté cómo iba con el mural y me dio una pésima noticia: lo borraron.
Avancé unos pasos más y pude ver que efectivamente lo habían cubierto con una capa de pintura blanca. No podía creer que hubiesen borrado un mural comisionado por el Salón, que hacía parte de la exposición «Arquitecturas narrativas» alojada en la sala de exposiciones del Centro Colombo Americano.
Lo primero que hice fue grabar un video para dar testimonio de este acto de censura. Posteriormente, fuentes cercanas a Esfera Pública y una fuente del Salón Nacional de Artistas me confirmaron que la orden de cubrir el mural con pintura blanca provenía del Centro Colombo Americano.
Se publicó este post en Facebook con una serie de fotos, así como el video testimonio. En cuestión de minutos comenzó a compartirse de forma acelerada. Los lectores empezaron a hacer comentarios que iban desde la condena a quienes atentan contra la libertad de expresión, hasta quienes se preguntaban si todo esto no era una acción artística premeditada para llamar la atención sobre la censura.
Luego llegó el crítico e historiador Elkin Rubiano y con cámara en mano da cuenta de que los artistas continuaron trabajando en el mural y le hace una breve entrevista a Lucas Ospina, quien manifiesta que no quiere opinar sobre el asunto, sino seguir trabajando para cumplir con el contrato que tiene para realizar el mural.
En horas de la tarde, Lucas Ospina publicó un video en Instagram donde escribe: «Así era en una parte hasta el sábado. Ayer domingo estaba casi completo, hoy lunes seguíamos y terminábamos y estábamos abiertos a dialogar. A las 8:30 am alguien ordenó borrarlo. Lo destruyeron, destruyeron una obra del #45sna». Cerca de la medianoche publica un nuevo post con varias fotografías que permiten apreciar el mural antes de su destrucción.
Al final de la tarde la revista Arcadia publicó un artículo que resume los hechos. Aquí algunos apartes:
La decisión de tapar el mural, de la que los artistas nunca fueron notificados, es grave, pues el Salón Nacional de Artistas es un programa estatal que recibe fondos públicos que, por contrato, debían destinarse a la ejecución de ese diálogo ilustrado.
ARCADIA buscó conseguir una declaración del SNA, pero sus voceros nos dijeron que el autorizado a pronunciarse sobre tema es el Ministerio de Cultura, entidad encargada de la organización y ejecución del SNA. La directora de Artes de la cartera, Amalia de Pombo, afirma enfáticamente que la entidad no tuvo ninguna responsabilidad en el acto de borramiento del mural: «Desde el Ministerio de Cultura yo no puedo hablar de censura. Puedo decir con total claridad que la responsabilidad del Ministerio y del Salón ha sido siempre en garantizar la libertad de expresión del curador. Alejandro [Martín] ha sido totalmente libre de proponer y exponer lo que él ha considerado que debe exponerse en el Salón y siempre vamos a garantizar que tenga las condiciones para que tanto él como los más de 150 artistas que participan de esta edición del Salón tengan espacios para la libre expresión. Todos los actores debemos estar abiertos al debate: un país sano que sabe expresarse de manera positiva siempre podrá disentir sobre estas acciones que para unos pueden ser positivas y para otros no».
Antes de la publicación de este artículo, ARCADIA contactó en repetidas ocasiones a los voceros del Centro Colombo Americano de Bogotá, pero no hubo respuesta.
A lo largo del día, Power Paola y Lucas Ospina siguieron adelante con su intervención sobre el dibujo tapado con un mensaje sobre las imágenes eliminadas de la pared y sobre la censura. Por su parte, la ilustradora Tatée escribió en Twitter: «El verdadero #revésdelatrama acaba de suceder en el @ccabogota. #ElArteMeTrama cuando, ante la censura de las instituciones, los artistas no se asustan y hacen prevalecer su función: representar y cuestionar su tiempo».
Para este martes se espera un comunicado oficial del Ministerio de Cultura y el Centro Colombo Americano.
Esfera Pública rechaza estos hechos con que se se intenta silenciar la crítica y el pensamiento artístico.
Estaremos publicando fotografías del proceso del mural, así como posiciones de artistas, curadores y agentes del campo del arte. Siga el proceso en nuestra sección de historias de Instagram.
Martes 24 de septiembre
Carta abierta al Ministerio de Cultura y Equipo Curatorial del 45 Salón Nacional de Artistas
Al momento de escribir esto, martes, septiembre 24 11:20 am, ni el Ministerio de Cultura, ni la dirección ejecutiva, ni la dirección artística, ni el equipo de curadores del 45 Salón Nacional de Artistas de Colombia han manifestado, sin ambigüedad, su posición ante la destrucción de una de las obras expuestas por parte de la entidad que, por iniciativa propia, decidió acogerla: el Centro Colombo Americano.
Ignoro si la orden para destruir el mural de Lucas Ospina y Powerpaola vino del Centro Colombo Americano, o del gobierno nacional o incluso de la representación diplomática del gobierno de los Estados Unidos –ignoro cuál es el vínculo formal entre el Colombo Americano y el gobierno de Estados Unidos.
Aún si la orden no vino de instancias superiores y fue simplemente un acto burdo de un funcionario o una funcionaria media (y así me gustaría definir al director o directora del Centro Colombo Americano, como un funcionario o una funcionaria media) lo que se revela es una especie de censura internalizada por las personas que ocupan cargos burocráticos. Es decir que no necesitan recibir una orden para censurar. La dominación perfecta, sin fricción.
El mural destruído y repintado, juega con las distintas capas de significados que gravitan en torno a las imagenes y a la «imagen». Y seguro que habrá mucho tiempo para desglosar lo que Lucas Ospina y Powerpaola dejaron en la pared, aún debajo de una capa de pintura blanca.
Sin embargo este texto es corto y urgente y circunstancial. Creo que dejar pasar este acto de vandalismo institucional tiene consecuencias graves para una institución como el Salón Nacional que tiene una historia larga y que antecede al propio Ministerio a todos sus funcionarios y a todos los que ocupan cargos públicos en este gobierno desde el presidente para abajo.
Sería función del Ministerio de Cultura proteger ante todo el Salón. Y sobretodo lo que debe proteger es la confianza en que el Salón es un espacio libre de censura. Sorprende que el Ministerrio no pueda repudiar sin vacilaciones el acto del Centro Colombo Americano, sorprende que la dirección ejecutiva y artística tampoco lo hayan hecho (han pasado 24 horas) y sorprende que el equipo de curadores y curadoras sigan en silencio.
Es importante recordarles a todos los funcionarios públicos y quienes como contratistas trabajan para el Ministerio de Cultura que su obligación es con la constitución y con la libertad de expresión y no con el gobernante de turno. No hay justificación alguna para dilatar acciones que el Ministerio puede tomar para reparar el daño que el Colombo Americano ha hecho. Desde la presión legal, por el incumplimiento de un contrato hasta la acción simbólica de retirar toda la exposición e instalarla en un nuevo espacio. Un acción decidida preservaría la confianza que el medio artístico necesita tener en el Salón, para que este siga siendo un evento que movilice el medio. De lo contrario la confianza se erosiona y 70 años de historia se pierden. La responsabilidad de los funcionarios es con esa historia y con el medio.
Pero como intuyo que algunos funcionarios estarán ahora reunidos en la secretaría jurídica pensando en el corto plazo, no sobra recordarles que aparte del daño histórico que están dejando pasar, el mural fue hecho con recursos públicos, por lo que en terminos legales es un bien público y debe ser protegido de daños ocasionados por terceros.
Bernardo Ortíz
Respuesta de los directores del 45 Salón Nacional de Artistas
Bogotá, 24 de septiembre de 2019
Sobre el mural de los artistas Powerpaola y Lucas Ospina en el 45 Salón Nacional de Artistas
Ante los hechos sucedidos en la mañana del lunes 23 de septiembre de 2019, del borramiento del mural realizado durante el fin de semana por los artistas Powerpaola y Lucas Ospina, en el muro exterior del Centro Colombo Americano, y en el marco de la exposición Arquitecturas narrativas del 45 Salón Nacional de Artistas, presentamos la posición de los Directores Artístico y Ejecutivo, Alejandro Martín Maldonado y Carolina Muñoz Uribe:
Respuesta de Alejandro Martín Maldonado:
Como director artístico del 45 Salón Nacional de Artistas lamento profundamente la censura del mural de Powerpaola y Lucas Ospina, que estaban realizando en el muro del Centro Colombo Americano en el centro de la ciudad. El lunes, cuando llegaron a terminar su trabajo, se encontraron con un empleado del Centro Colombo Americano pintando el muro de blanco, bajo órdenes de la institución en la que trabaja.
Se trata de un claro acto de censura, y como tal, resulta inadmisible.
Lucas Ospina y Powerpaola hacen parte de la exposición Arquitecturas narrativas, de la que yo soy su curador. Como director artístico del 45SNA, además de comisionar otras curadurías, propuse dos exposiciones: Arquitecturas Narrativas y La fábula de Aracne, que juegan el rol de explicitar elementos del título propuesto para el salón “El revés de la trama”.
En la exposición Arquitecturas Narrativas, que tiene lugar dentro del Centro Colombo Americano, hay piezas de distintos dibujantes de cómic y artistas que dialogan con el medio, que proponen una mirada crítica tanto de las formas narrativas como de personajes y modos que han configurado la cultura popular. Las distintas piezas invitan a los espectadores a re-pensar las formas como se han narrado las historias que nos constituyen.
El 45SNA se concibió como un conjunto de exposiciones en distintos espacios institucionales dedicados al arte en el centro de la ciudad, en diálogo con éstos. En el Centro Colombo Americano se consiguió, con apoyo de la Embajada de Estados Unidos, contar con la presencia de dos artistas norteamericanos, cada uno con una aproximación radicalmente diferente al cómic y con una visión crítica de la sociedad.
En diálogo con el Centro Colombo Americano se propuso incluir también los muros exteriores de la institución. Al ser una exposición sobre la relación entre la arquitectura, las narraciones y los personajes, el mural constituía un aporte muy importante que llegaba directamente a miles de transeúntes que pasan por allí diariamente. Invité a Powerpaola y Lucas Ospina, dos reconocidos artistas colombianos, que tienen un gran trabajo como dibujantes y un talento particular para crear personajes, con una mirada crítica y un interés por interpelar a todo tipo de públicos. El Centro Colombo Americano siempre supo que el mural estaría a cargo de estos artistas.
Del lado del Salón, ellos trabajaron con total libertad, y desarrollaron, en un diálogo constante, su intervención. La comisión era libre, y yo respeté siempre sus decisiones.
En el arte, y más aún en el Salón Nacional de Artistas, la libertad de expresión es un valor incuestionable. El arte y la cultura son lugares paradigmáticos para la crítica, y, en particular, la caricatura, hermana del cómic, ha sido una herramienta clave para proponer cuestionamientos muchas veces incómodos pero también fundamentales para ampliar lo que entendemos como nuestro lugar en el mundo.
Por todo esto, consideramos lamentable la acción del Centro Colombo Americano de borrar y destruir, y así censurar la pieza de Lucas Ospina y Powerpaola, en una decisión que se tomó sin consultar a los artistas, al curador, ni a los representantes de las instituciones implicadas en el 45 Salón Nacional de Artistas.
Atentamente,
Alejandro Martín Maldonado
Director Artístico – 45 Salón Nacional de Artistas – “El revés de la trama”
Curador de la exposición “Arquitecturas Narrativas”.
www.45sna.com
Respuesta de Carolina Muñoz Uribe:
Tanto desde el punto de vista artístico, como el administrativo, el 45 Salón Nacional de Artistas, programa del Ministerio de Cultura, en alianza para esta edición con la Alcaldía de Bogotá, valora y defiende la libertad de expresión de los curadores y artistas.
Desde la institucionalidad ha habido una total libertad para el desarrollo de los proyectos curatoriales, así como de las obras de los artistas invitados.
Para la realización del 45 SNA, entre los años 2017 y 2018, se contactaron a distintos espacios culturales de la ciudad para recibir las propuestas del Salón. El Centro Colombo Americano, al igual que otros nueve espacios, acogió con entusiasmo la invitación del Ministerio de Cultura para convertirse en sede.
Desde el inicio, la relación del Centro Colombo Americano con el 45SNA fue armónica y generosa. Asimismo, en diálogo con esta institución educativa, el 45 SNA aplicó y se ganó conjuntamente una beca (Grant) de la Embajada de Estados Unidos para apoyar la realización de la exposición de esta sede: “Arquitecturas narrativas”.
Teniendo en cuenta esta relación, con la cual estamos agradecidos, nos sorprendió la decisión tomada por el Centro Colombo Americano de borrar el mural realizado por los artistas Power Paola y Lucas Ospina, en el marco de esta exposición. Sólo fuimos informados cuando ya se estaba ejecutando dicha acción.
Lamentamos el hecho y reiteramos que desde a organización del 45 SNA seguiremos defiendo la libertad de expresión.
Carolina Muñoz Uribe
Directora Ejecutiva – 45 Salón Nacional de Artistas – “El revés de la trama”
www.45sna.com
Una obra de arte de Powerpaola y Lucas Ospina, destruida en el Colombo Americano
La obra de los artistas Powerpaola (Paola Gaviria) y Lucas Ospina, que se exhibía por medio de un muro del Centro Colombo Americano, fue destruida la mañana del pasado 23 de septiembre. Los dos artistas habían sido invitados por el director artístico y curador del 45 Salón Nacional de artistas, Alejandro Martín, que propuso la exposición “Arquitecturas narrativas” para ser una de las muestras que intentaran explicar el título de esta edición “El revés de la trama”.
Principalmente, el lugar en el que se acordó que se exhibirían las obras sería una de las sedes del Centro Colombo Americano, uno de los lugares centrales donde actualmente se desarrolla la programación del salón, evento que se realiza con dineros públicos. Además de las salas que el Colombo destinó para la muestra de los artistas, ofreció uno de sus murales exteriores para que fuese intervenido. Los encargados de trabajar en dicha pared fueron Ospina y Gaviria, que se decidieron por una conversación sin lenguaje. Las imágenes que se pintaron en el mural representaban las ideas que los artistas quisieron incluir en un diálogo que, cuando comenzó a tener forma y según fuentes consultadas por El Espectador, molestó a los directivos del Colombo Americano.
El trabajo de Ospina y Powerpaola comenzó el pasado miércoles, 18 de septiembre. Acoplándose a las condiciones del clima, que en Bogotá no suelen ser previsibles, le dieron inicio a la conversación que a veces debía pausarse o acelerarse dependiendo del sol, la lluvia, el frío o el calor de la ciudad. Los picos climáticos no fueron un problema. Estaban trabajando con las pinturas y la libertad que necesitaban para lograr una charla espontánea que iba saliendo de las preocupaciones y los intereses de cada uno. Los días transcurrieron sin novedad hasta el domingo en la noche, momento en el que la obra ya estaba visiblemente adelantada, pero no terminada. Nunca se terminó.
A las 8:30 a.m. del 23 de septiembre, y según una fuente consultada por este diario que pidió se protegiera su identidad, Lucas Ospina recibió una llamada en la que le avisaban que la obra que él y su colega aún no terminaban, estaba siendo borrada con pintura blanca por un trabajador del Centro Colombo Americano. En un vídeo publicado en Instagram se ve cómo el artista se le acerca al trabajador para pedirle que pare de pintar sobre la obra, a lo que el hombre le responde “¿No pudieron negociar”?, y Ospina le dice que no, que negociar fue imposible porque nunca tuvo oportunidad de dialogar con las directivas del lugar: nadie les avisó que su obra sería destruida.
Después de que el encargado de borrar los dibujos dejara la pared blanca, Ospina, en presencia de Andrés Gaitán, coordinador del grupo de Artes Visuales del MinCultura, comenzó a convertir su obra y la de Powerpaola en un palimpsesto que daba cuenta de lo que se había borrado. Lo que inicialmente era un dibujo del presidente Donald Trump, manejando como un títere al ex presidente Álvaro Uribe, quien al mismo tiempo manejaba las cuerdas del actual presidente de Colombia, Iván Duque, se convirtió en un letrero que decía: “Aquí estaba un político como titiritero con su títere (Uribe- Duque)”.
Aunque ninguno de los dos artistas ha dado declaraciones oficiales sobre lo ocurrido, en sus perfiles de Instagram es claro el disgusto y asombro: Ospina publicó varias fotos del antes y el después del mural, y en una de ellas sobresale un letrero rojo y blanco que dice “Esta obra, todavía sin terminar, el diálogo de dos artistas del 45 Salón Nacional de Artistas en el muro del Centro Colombo Americano de Bogotá, fue tapada censurada y destruida”. Por su parte, Powerpaola tiene una serie de imágenes en la que demuestra el proceso desde la génesis de la obra, hasta su destrucción.
Aunque aún no se ha dado ninguna declaración oficial en la que se confirme que las directivas del Colombo Americano de Bogotá fueron las que dieron la orden de borrar los dibujos, se presume que no pudo originarse desde ningún otro lugar, ya que, además de que la persona que se acercó con la pintura a destruir la obra trabajaba en el lugar, el ministerio de Cultura y el Salón de artistas emitieron un comunicado en el que condenaron la decisión de la entidad. “Consideramos lamentable la acción del Centro Colombo Americano de borrar y destruir, y así censurar la pieza de Lucas Ospina y Powerpaola, en una decisión que se tomó sin consultar a los artistas, al curador, ni a los representantes de las instituciones implicadas en el 45 Salón Nacional de Artistas”, dijo Alejandro Martín, director artístico del salón.
Por su parte, la directora ejecutiva, Carolina Muñoz, reiteró su defensa a la libertad de expresión de los artistas, y aclaró que “Desde la institucionalidad ha habido una total libertad para el desarrollo de los proyectos curatoriales, así como de las obras de los artistas invitados”.
Las directivas del Centro Colombo Americano no se han pronunciado al respecto. Dicen que en el transcurso del día se emitirá un comunicado en el que darán las respectivas declaraciones que reflejen su postura y que no darán entrevistas.
Ninguno de los funcionarios de esta entidad se presentó en el lugar de los hechos, ni durante la construcción de la obra ni en medio de la destrucción.
El 45 Salón Nacional de Artistas es uno de los eventos artísticos más importantes del país, que, además, es promovido y ejecutado con recursos del Ministerio de Cultura. Ninguno de los dos directivos que representan al ministerio discutieron los contenidos con los artistas, ya que, como lo aseguró Andrés Gaitán, la obra siempre ha sido un asunto que se ha manejado con libertad y respeto.
En la invitación que le hicieron a Lucas Ospina y Powerpaola, inicialmente solo se puntualizó, por medio de un contrato, sobre unas obras producidas por ellos que se exhibirían en los salones del Colombo. Después la entidad les ofreció a los artistas intervenir el mural, pero nunca se especificaron las condiciones de este convenio, que, según Gaitán, “Fue un préstamo a ojo cerrado”. Esto quiere decir que, a pesar de tratarse de una censura a dos artistas invitados por el salón, el Colombo Americano no estaría faltando en el contrato que adquirió con ellos.
Según personas cercanas a Ospina y Powerpaola, aún estos dos artistas no salen del asombro ya que “esta arbitrariedad y censura nunca la esperaron”. “Es increíble que una obra sobre el diálogo sea destruida sin aviso, precisamente evitándolo. Pasando por encima de las libertades de los artistas y de los ciudadanos que, de no ser por las fotos, nunca hubiesen visto el registro de la obra”, concluyeron.
Miércoles 25 de septiembre
Posición del Centro Colombo Americano ante la polémica de la intervención de su fachada
Sobre la lamentable polémica generada a raíz de la situación relacionada con los muros de la fachada de nuestra sede Centro, y en aras de aportar al entendimiento y claridad de lo sucedido, nos permitimos comunicar:
El Centro Colombo Americano de Bogotá es una entidad sin ánimo de lucro, que tiene como misión generar intercambios culturales y académicos entre Colombia y los Estados Unidos. Durante más de 77 años hemos contribuido activamente al fortalecimiento del arte y la cultura. Nuestra programación cultural es permanente, gratuita y abierta a todos los públicos. En nuestros escenarios han iniciado y consolidado su carrera los artistas más reconocidos de la escena del arte colombiano y seguimos promoviendo los artistas emergentes. Por nuestras aulas han pasado más de seis millones de estudiantes, gran parte de ellos con becas para jóvenes de minorías étnicas y raizales y de sectores vulnerables.
Tan sólo en los últimos 5 años hemos ofrecido a todos los públicos más de 600 actividades culturales, como exposiciones, debates, talleres, conciertos, conversatorios, entre las que se destacan el Salón de Arte Soacha y exposiciones de arte urbano, que invitan a la reflexión y el diálogo alrededor de propuestas críticas que abordan, siempre desde el respeto, diferentes problemáticas sociales.
Con el objetivo de seguir contribuyendo al fortalecimiento del arte en la ciudad nos unimos entusiastas al 45 Salón Nacional de Artistas, proyecto del Ministerio de Cultura, operado por la Fundación ARTERIA, disponiendo nuestra sala de exposiciones sede Centro. El convenio firmado con la Fundación ARTERIA como operadora logística, financiera y administrativa, comprende el uso de la sala para la exposición: “Arquitecturas Narrativas” liderada por el reconocido curador Alejandro Martín, a su vez Director Artístico del 45 Salón Nacional de Artistas.
De manera ajena al mencionado convenio, celebrado con la Fundación ARTERIA, se habló informalmente sobre la posibilidad de que algunos de los artistas de la exposición intervinieran uno de nuestros muros de fachada durante la inauguración del salón el día 14 de septiembre o, en su defecto al día siguiente, de modo que el Colombo pudiese coordinar y facilitar dicho trabajo. Lamentablemente, por razones que escapan a nuestro conocimiento, dicha coordinación no se llevó a cabo, tampoco mediaron, en ningún momento, solicitudes, autorizaciones o formalizaciones como lo requiere cualquier operación como esta.
Sin previo aviso, sin autorización alguna y sin conocimiento formal de nuestra parte, durante el fin de semana del 21 al 22 de septiembre, fue intervenida una sección de nuestra fachada. Habiéndonos sentido asaltados en nuestra buena fe y teniendo en cuenta todas las irregularidades de información y coordinación mencionadas, en una primera reacción procedimos a restaurar la fachada, a lo cual vimos que se respondió con una nueva intervención no autorizada, que esta vez atentó directamente contra nuestra integridad, seguridad y reputación, y que permanece aún en nuestro muro.
Rechazamos las imputaciones deshonrosas y falsas que se nos han hecho, que no toman en cuenta lo expresado en este comunicado, ni mencionan el daño que se nos ha generado por cuenta de los sucesos aquí señalados.
Reafirmamos nuestro compromiso con el Ministerio de Cultura, con el 45 Salón Nacional de Artistas y con el convenio vigente que media nuestra participación. La exposición Arquitecturas Narrativas continuará abierta al público de acuerdo con el cronograma previsto y sin ningún tipo de intervención en los criterios curatoriales de la exposición, como se ha desarrollado hasta ahora.
Ofrecemos disculpas a la ciudadanía, a los artistas, a las instituciones, a los aliados, a los patrocinadores y a nuestra comunidad por esta lamentable agitación mediática que no hace justicia a lo más valioso del 45 Salón Nacional de Artistas: las propuestas de más de 150 artistas nacionales e internacionales.
Reiteramos nuestro evidente compromiso de más de 77 años con la libertad de expresión, con la cultura, con la construcción de sociedad, con la formación de más de 6.000 niñas, niños y adolescentes que semanalmente asisten a nuestras sedes, con la calidad de nuestros servicios académicos y culturales que hoy llegan a más de 12.000 colombianos al mes, y sobre todo con el fortalecimiento del intercambio cultural y académico entre los pueblos de Colombia y Estados Unidos, razón principal de nuestra existencia.
Lucas Ospina: “Lo que hizo el Colombo Americano fue torpe y fascista”
Nunca pensé que fueran a hacerlo. Cuando me llamaron a las 8:30 de la mañana para decirme que los del Colombo estaban molestos y que no iban a permitir que pintáramos más, les pedí que me esperaran para dialogar. Les dije que a las 9 de la mañana llegaba para hablar. La obra no estaba terminada y tampoco había sido planeada, solo había algunos lineamientos. Lo que queríamos era un diálogo espontáneo y así se hizo. Las obras de arte son un proceso de concertación y si nos hubiesen dejado terminarla y el curador o las personas del Colombo expresaban algún desacuerdo, no habríamos tenido ningún problema con discutirlo.
Después de que la obra fue borrada, ¿alguna persona del Colombo Americano aceptó hablar con usted?
No. Yo valoro el Colombo, soy visitante de allá y hasta lo pongo como ejemplo en mis clases en la Universidad de los Andes. En el comunicado que ellos publicaron hablaron de toda la experiencia que tienen en material cultural y artística. No entiendo, entonces. Hablando de arte, se cierra la puerta al diálogo y se toman este tipo de decisiones con una obra irrepetible que ni estaba terminada. Lo que hicieron fue una torpeza que contradice esa experiencia.
El Colombo Americano dice que ustedes intervinieron el mural sin avisar ni pedir autorización…
Eso no es cierto. Este proceso comenzó hace tres meses por una maravillosa idea de Alejandro Martín, el curador de la obra y director del Salón Nacional de Artistas. Ya se había convenido sobre las obras en la sala del Colombo, pero como la exposición se llama “Arquitecturas narrativas”, y tiene que ver con la calle, él consultó si se podía hacer algo con esos murales, que además ya contenían las obras de Gustavo Bejarano y Carlos Salas, quienes pueden probar que fueron consultados. De todas formas, la propuesta inicial fue que nos dejaran pintar todo el muro, pero como efectivamente hicieron la gestión y les consultaron a los artistas, solo pudimos ocupar una parte. Además, había un acuerdo verbal que pesa igual al escrito, y ellos fueron quienes pintaron de blanco las zonas que íbamos a intervenir, y además nos ofrecieron que al terminar la obra, encargarían una pintura de grafiti para el mantenimiento de los dibujos. Si no sabían, cómo es que tenemos todas las condiciones para trabajar, lo hacemos y además nos ofrecen una pintura muy costosa para preservar el trabajo.
¿Por qué cree que deciden borrar todo?
Es diciente que la primera imagen que cubrieron fue la de Álvaro Uribe, lo primero que le taparon fue la cara. Ni siquiera comenzaron por la de Iván Duque. Y después siguieron con la imagen frontal de una mujer con los pechos descubiertos y en una posición lejana a la sumisión, y que además tenía a un hombre enamorado a sus pies. Dos curadores que ya trabajaron en el Colombo me comentaron que recibieron indicaciones de no exhibir imágenes de desnudos ni con contenido político explícito.
¿Quiénes?
Fernando Cruz, por ejemplo.
El Colombo Americano, como usted lo dijo, ya ha tenido experiencia trabajando con artistas, pero esta vez decidieron no hablar, sino actuar. Si no estaban de acuerdo con lo que estaba resultando de la obra, ¿qué cree que pudieron hacer para no destruirla sin antes dialogar con ustedes?
Le pudieron poner un plástico que tapase lo que les incomodaba, pero no, la destruyeron. El Colombo Americano es una institución educativa, y en eso no hay nada educativo, fue una decisión torpe y fascista.
¿Cree que Janet Van Deren, la directora del Colombo, fue quien ordenó borrar la obra?
Hay que separar a las directivas del Colombo con lo que representa el Colombo, y, sobre todo, hay que dejar claro que la decisión la tomaron desde arriba, que no puedo asegurarlo; pero asumo que fue su directora. Hace falta mirar quiénes dirigen actualmente las instituciones culturales y notar que hay miedo, sobre todo en los mandos medios. Los que ocupan esos puestos tienen miedo de quedarse sin trabajo. En caso de que haya algún despido en el Colombo Americano, solo debería ser de la señora Van Deren. Cualquier otro despido en el área de cultura o hasta de los celadores que nos dejaron entrar, sería ilegal, pero, sobre todo, un acto grandísimo de cobardía. Solo demostrarían, una vez más, que los directivos pueden hacer lo que quieran y salir impunes. Sabemos bien que ese comunicado no se habría publicado sin la autorización de la directora. En todas estas acciones se busca el chivo expiatorio en los mandos medios.
¿Cree que despedirán a alguien en concreto?
Ojalá que no, pero siempre ocurre que las personas que salen son las de los mandos medios, nunca los directivos.
Usted dice que la obra fue un diálogo espontáneo, pero seguramente hubo algún trabajo previo, por lo menos para definir algunos lineamientos…
Paola (Gaviria) vino a Bogotá y fuimos a mirar el muro. Después creamos un grupo en Whastapp en el que comenzamos a intercambiar imágenes que nos interesaban, sobre todo porque nos gustaba esta ambivalencia que uno tiene con EE. UU. y su cultura, con saber que uno vive fascinado con ellos pero que no con su gobierno ni con la forma en la que hacen algunas cosas. Nos interesaban esos recorridos y además, Paowerpaola no era la primera vez que producía una obra que resultara del diálogo con un artista. Alejandro Martín siempre nos decía: “Aprendan el uno del otro. No es llegar con su estilo y que cada uno haga su sección”. Había figuras en las que yo hacía la cara y ella los pies, por ejemplo.
Alejandro Martín y Carolina Muñoz, directores artísticos y ejecutivos del 45 Salón Nacional de Artistas y representantes del Ministerio de Cultura, los respaldaron diciendo que este era un claro acto de censura. ¿Cuál es su posición?
Le agregaría que este acto de autoritarismo y fascismo que mostró el Colombo tiene las mismas coordenadas de odio e intolerancia que les dan a los sicarios para que maten a las personas. Lo que borraron fue una obra de arte que además se hizo con dineros públicos. Ahí, por ejemplo, incurrieron en un acto de detrimento patrimonial. Además, estamos parados frente a una sentencia constitucional: los políticos, que son funcionarios públicos, no tienen el mismo derecho de una persona normal en cuanto a la crítica y la parodia, que es una forma de vigilarlos, denunciarlos y hacerles saber que estamos atentos. Si eso fue lo que no les gustó y estamos hablando de una institución educativa que además promueve el arte, esto fue lo peor que pudieron hacer.
Después de que borraron por primera vez la obra, usted siguió pintando sobre ella, ¿va a continuar con el mural?
Lo que pasa es que este era un diálogo entre Paola y yo. Seguí pintando porque en mi contrato dice que debo hacerlo. Así una parte incumpla, la otra no tiene ni debe hacerlo.
Justamente ese es uno de los argumentos que usa el Colombo para decir que lo que hicieron fue restaurar y no borrar. Dicen que en el convenio que se hizo con el Salón Nacional nunca se firmó nada sobre el mural…
Claro, se escudan en eso, pero, repito, los contratos verbales también tienen validez, y además, en mi contrato, que es distinto a ese convenio, sí se habló del mural y de que yo debía cumplir con eso. Ese mural tiene que seguir activo. Hay iniciativas de personas que quieren ir a hacer intervenciones, así que el diálogo queda abierto a los otros. Puede que ahí el Colombo pueda mostrar un poco de tolerancia. Recurrir a la policía para que no hagamos nada sería una muestra adicional de la torpeza de sus directivos.
Laura Camila Arévalo Domínguez — Twitter: @lauracamilaad
Publicado originalmente en El Espectador
https://www.elespectador.com en Septiembre 25, 2019.
Entrevista con Alejandro Martín en la W
Jueves 26 de septiembre
Sobre las malas prácticas del Ministerio de Cultura
Los que pertenecemos al campo del arte estamos acostumbrados a que, con contadas excepciones, quienes manejan las instituciones dedicadas al arte sean gente ni fu ni fa, ajenos al campo y nombrados por razones muy diferentes a su compromiso con el arte o la cultura, para la muestra la actual ministra de cultura o casi que cualquier secretaría de cultura de provincia; y que, cuando sí son gente del campo, estén sometidos a los caprichos del que está por encima de ellos en la cadena de mando, o a las clásicas “presiones indebidas” de quienes detentan o manejan los fondos que les permiten llevar a cabo sus programas.
Personalmente, lo que me indigna más profundamente es, una vez más, el silencio cómplice del Ministerio de Cultura, más aún cuando el mural censurado hace parte de unos de sus programas pilares: el Salón Nacional de Artistas. ¿Porqué será que cada vez que un episodio de este tipo sucede el Ministerio pasa de agache? Claro está que ya leí la carta de los directores del Salón, dice lo que debía decirse. Pero me queda la sensación que el Ministerio se está escondiendo detrás de ellos para que sean ellos quienes digan lo que el Ministerio no quiere decir o no se atreve a decir en voz propia. Porque cuando pasan cosas como ésta, que atentan contra los objetivos misionales de una empresa –estamos en modo economía naranja—, son los altos cargos gerenciales y no sus contratistas quienes están llamados a pronunciarse. Así mismo, tampoco soy tan ingenuo para pensar que la actual Ministra, cuota de otredad del uribismo en uno de los ministerios menores, fuera a alzar la voz para defender un mural que mostraba explícitamente a quién le dio el puestico, el subpresidente Duque, como la marioneta del titiritero mayor (alias el “presidente eterno”) siendo a su vez la marioneta del lamentable puppet master (Trump). “Que le vamos a hacer”: una metida de pata más para la larga colección de Duque para con un campo que seguramente le resbala.
No obstante, y a pesar de lo dicho anteriormente, todavía me hace falta un enérgico pronunciamiento por parte del Ministerio de Cultura, así sea del Área de Artes Visuales, aunque lo apropiado sería que viniera de más arriba, de la Dirección de Artes (ya que la Ministra nunca va a decir nada). Pero me puedo imaginar el dilema: “si nos ponemos de bocones nos recortan el presupuesto el próximo año”, o la orden de arriba: “tapen, tapen, que eso puede afectar la futura carrera política de la Ministra”. Como en el Estado tradicionalmente, y en este gobierno más, los altos cargos de la cultura (y no me refiero a los de quienes “ejecutan”) son un espacio tomado por la politiquería —y la independencia de los mandos medios es mínima, además que viven bajo la amenaza latente que sus cargos son de remoción inmediata—, dudo que tan esperado pronunciamiento vaya a llegar. Tampoco hay que descartar la posibilidad que la orden borrar el mural no viniera de unos espontáneos esbirros del subpresidente o de su partido sino “de más arriba”.
Uno se pregunta dónde está la independencia del Ministerio de Cultura a la hora de defender el arte y la cultura, cuando resultan políticamente incomodos. Pregunta retórica: ¿será que no hay tal? Ya en los años 90, en los tiempos de Colcultura, numerosas voces se habían opuesto a la creación del Ministerio ante el riesgo de que la cultura se burocratizara y politizara (aún mas). Desafortunadamente la profecía seguirá cumpliéndose ad infinitum.
De pronto, al menos en este caso, posiblemente la única esperanza para el campo que la destrucción y censura al mural de Power Paola y Lucas Ospina no quede impune sería la intervención de un ente veedor del Estado –seamos ilusos— que, aunque no podría penalizar directamente al Centro Colombo Americano de Bogotá por ser éste un ente privado, sí podría exigirle (a las malas) a la Ministra y al Ministerio de Cultura que sancionen al Colombo por: 1. el incumplimiento del contrato/convenio suscrito, o 2. por destrucción de patrimonio público (puesto que el mural fue comisionado con dineros públicos). Seamos claros, un desenlace “negociado” poco le sirve al campo, mientras una sanción al Colombo cuando menos sentaría un precedente.
Claro, falta que el Ministerio haga público el contrato o el convenio (si lo hubo) que hizo con el Colombo para saber si en términos estrictamente legales esta academia de inglés se puede salir con la suya. Porque por censura, por una falta ética, a nadie van a sancionar; la única sanción posible sería la sanción moral del campo del arte, el boicot al que llamó Danilo Volpato.
Para rematar, me queda una última pregunta: ¿porqué será que el Ministerio, que dice ser un ente con un perfil técnico, después de tantos años de existencia, todavía no ha desarrollado un “Manual de buenas prácticas”? que, al menos en un sentido ético (y no estrictamente legalo-contractual), vincule a las salas concertadas y las instituciones con las que realiza convenios Urge. Así nos ahorraríamos interpretaciones tan “liberales”, como la del Colombo, de lo que constituye el “fortalecimiento del arte y la cultura”.
Juan Sebastián Ramírez
Martes 1 de octubre
Miércoles 2 de octubre
Realizan intervención en mural que había sido borrado en el Colombo Americano
Evitar el olvido. Esa es la premisa de un grupo de editoriales de Bogotá que se sumaron a la iniciativa de John Naranjo (editorial rey Naranjo) para convertir el mural creado por Powerpaola (Paola Gaviria) y Lucas Ospina y que fue borrado la semana pasada por orden de las directivas del Centro Colombo Americano, en un leporello (impreso doblado como un acordeón), con la imagen que había sido pintada por los artistas. En el mural se veía, entre otras escenas, al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, manejando como un títere al expresidente Álvaro Uribe, quien a su vez manejaba las cuerdas del actual presidente de Colombia, Iván Duque. Lea también: Lucas Ospina: “Lo que hizo el Colombo Americano fue torpe y fascista”
Inicialmente, dice John Naranjo en diálogo con El Espectador, serán impresos tres mil ejemplares del leporello que medirá un metro por 12 centímetros. Sin embargo, el asunto se puede agrandar. «Nosotros pusimos el sombrero y se han venido sumando más esfuerzos y recursos. Por eso proyecto que al final logremos imprimir unos 20 mil ejemplares que serán entregados gratuitamente». Las editoriales Caín Press, Luna Libros, Babel Libros y Laguna Libros, se sumaron a la iniciativa.
«Ese tema de la censura a su obra es una cosa que no tiene presentación. Es un abuso. En este país nos estamos acostumbrando a estas cosas ridícula y no lo podemos permitir. En esta protesta mi aporte aporte como editor lo que puedo hacer esa. Es un arma política hecha con libros e impresos. Con este trabajo la gente va a recordar por siempre esta censura absurda. Lo que estamos haciendo es pasar de la indignación a la acción», agrega John Naranjo en diálogo con este medio.
Este viernes 4 de octubre desde las 5:00 pm en las instalaciones del Centro Colombo Americano se adelantará una jornada de protesta en la que participarán varios colectivos de artistas y las editoriales que imprimieron la obra que fue borrada la semana pasada.
Intervención de la obra borrada
Mario Omar Fernández Reguera, profesor del departo de artes de la Universidad de Los Andes, coordinó a un grupo de personas que la mañana de este miércoles logró intervenir el mural y borrar las capas de pintura que se habían aplicado sobre el mural. Con este trabajo de intervención se lograron develar las caras de Uribe, Duque, Trump y el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa.
«Para restaurar la obra se utilizaron técnicas profesionales. Se utilizaron uno solventes, bisturí y lija para retirar las capas de pintura. Fue una intervención artística (…) con las fotos originales de la obra logramos identificar los puntos en los que teníamos que hacer incidencia para lograr que se viera el mural de nuevo. Nos dimos cuenta, por ejemplo, que se aplicaron más capas de pintura sobre los rostros de Duque y Uribe».
Con esta intervención, explica el profesor Reguera, la obra adquiere otras dimensiones y características que la hacen más trascendental.
El pasado viernes 25 de septiembre en un comunicado el Colombo Americano emitió un comunicado en el que señaló que “sin previo aviso, sin autorización alguna y sin conocimiento formal de nuestra parte, durante el fin de semana del 21 al 22 de septiembre, fue intervenida una sección de nuestra fachada. Habiéndonos sentido asaltados en nuestra buena fe y teniendo en cuenta todas las irregularidades de información y coordinación mencionadas, en una primera reacción procedimos a restaurar la fachada, a lo cual vimos que se respondió con una nueva intervención no autorizada, que esta vez atentó directamente contra nuestra integridad, seguridad y reputación, y que permanece aún en nuestro muro”.
Al respecto, en diálogo con El Espectador, Luis Ospina señaló: «Eso no es cierto. Este proceso comenzó hace tres meses por una maravillosa idea de Alejandro Martín, el curador de la obra y director del Salón Nacional de Artistas. Ya se había convenido sobre las obras en la sala del Colombo, pero como la exposición se llama “Arquitecturas narrativas”, y tiene que ver con la calle, él consultó si se podía hacer algo con esos murales, que además ya contenían las obras de Gustavo Bejarano y Carlos Salas, quienes pueden probar que fueron consultados. De todas formas, la propuesta inicial fue que nos dejaran pintar todo el muro, pero como efectivamente hicieron la gestión y les consultaron a los artistas, solo pudimos ocupar una parte. Además, había un acuerdo verbal que pesa igual al escrito, y ellos fueron quienes pintaron de blanco las zonas que íbamos a intervenir, y además nos ofrecieron que al terminar la obra, encargarían una pintura de grafiti para el mantenimiento de los dibujos. Si no sabían, cómo es que tenemos todas las condiciones para trabajar, lo hacemos y además nos ofrecen una pintura muy costosa para preservar el trabajo.
Viernes 4 de octubre
Un silencio que sorprende
Y entonces…
Hace un poco más de una semana, el lunes 23 de septiembre a eso de las 9 de la mañana, el mural que estaban pintando los artistas Power Paola y Lucas Ospina, en una de las paredes exteriores del Centro Colombo Americano de Bogotá, fue violentamente borrado, “desaparecido” si uno usa las palabras correctas. Esto, por orden fulminante de aún no se sabe quién, parece que de la dirección del Centro Colombo Americano.
Y digo no se sabe quién, pues el comunicado enviado por el Colombo, justificando esa acción injustificable, no está firmado, por tanto, no hay quién se adjudique el hecho. No hay cómo identificar a un individuo como responsable. Y en la calle, en los corredores, en internet, se habla, en cambio, de instituciones que han actuado, y de instituciones que han dejado de actuar. La no firma de ese comunicado sorprende porque finalmente las instituciones tienen directores, representantes legales, un puñado de gentes que siempre responden por las decisiones que parecen haber sido tomadas por un edificio. ¿Edificio? Sí, como el Colombo, el Ministerio, el Salón, el mundo del arte, el mundillo del arte, todos, nadie.
A la fecha, aparte del comunicado del Colombo, también se cuenta con otra carta, muy formal, firmada por el director artístico del 45 Salón Nacional de Artistas, Alejandro Martín, y la directora ejecutiva del 45 Salón Nacional de Artistas, Carolina Muñoz. Carta de modesto rechazo a la censura, enviada por dos contratistas que no parecen haberse percatado de que son los representantes, los directivos de turno del 45 Salón Nacional de Artistas, una institución con más de 70 años de historia, que para las artes visuales en Colombia es a veces mayor que el mismo Ministerio de Cultura, si acaso no es la misma razón de ser del Ministerio de Cultura para el campo de las artes visuales en Colombia.
El silencio que rodea al muro blanqueado sorprende, entristece y avergüenza. Seguramente se escucha de todo en los corredores, pero lo cierto es que, por escrito (con excepción de lo escrito por Bernardo Ortiz, el gesto del grupo de restauración de La Universidad de los Andes, y lo que está escrito en el mismo muro), se ha dicho poco en rechazo a la violencia del gesto de censura perpetrado por el Colombo Americano. ¿Acaso no se trata de un gesto que nos compete a todos?
Este es un gesto violento, un acto individual de autocensura de alguien que cobardemente lo volvió una censura colectiva al esconderse tras la institución que representa. Y este borramiento, esta desaparición, no deja de angustiarme, pues en arte, así como en los crímenes, siempre hay autores —incluso cuando un crimen no es perpetrado por la misma mano que da la orden se habla de autor intelectual del crimen—. El director artístico del Salón conocía bien el tono y el estilo de los artistas invitados. Se trata de artistas reconocidos y de trayectoria que empezaron su trabajo después de incalculables horas en el diálogo de preparación, y los cinco días que dedicaron enteros a ese muro fueron borrados por fuera del diálogo, sin siquiera dar chance a que los artistas modificaran o se rehusaran a modificar su obra. Este es un acto de desaparición como cualquiera de los que nos hemos habituado a ignorar en Colombia.
Lo cierto es que quien tomó la decisión y tenía el poder de ordenar a otros actuar, no ha dado la cara. No me sorprende. Ese gesto agresivo de acallamiento da tanta vergüenza, que no hay quién se lo adjudique. Sin embargo, al momento de decidir borrar, la orden sí fue certera. ¿Acaso no hubo convicción? Yo diría que sí: esa orden vino clara desde de la propia censura de alguien que imaginó que le iba a caer una sanción, o peor, que simplemente no le gustó lo que vio y en un exceso de autoridad lo hizo borrar. Se trató de alguien que respondió a sus propios miedos y disparó la orden que eliminó un mural que era un comentario visual que es público, que es de todos. En otras palabras, que es vox populi y que concierne a todos al ser político. Porque el arte es político o se vuelve político, o lo hacen político a las malas, como en este caso.
Además de denunciar aquí un gesto de censura, que violó el derecho a la libertad de expresión, lo que quiero señalar es que los curadores y los artistas involucrados con este Salón, así como los trabajadores en las instituciones culturales, callan. Parece que hasta este punto hemos normalizado la violencia. Y el silencio de las instituciones que nos representan es abrumador porque “nos representan”, es decir, nosotros las hemos constituido cuando les conferimos autoridad. Da vértigo darse cuenta de que hemos normalizado los abusos al punto de que las instituciones son incapaces de defender los contenidos que dicen promover y los públicos y gremios que dicen apoyar.
No se puede normalizar la violencia y mucho menos este tipo de reacción de las instituciones. Se trata de un silencio que no nos protege, no nos defiende, no nos empodera. Con nostalgia pienso en el gesto de Álvaro Barrios al rechazar el premio del XX Salón Nacional de Artistas (1969) y tapar su obra con una tela negra en respuesta a la decisión del jurado de premiar una obra que él y muchos otros consideraban un esbirro imperialista.
La sociedad está basada en la capacidad de comunicar, dialogar, chismear y entrar en consenso, ¿dónde estamos? El Colombo —y todo y todos a los que representa a falta de un nombre propio que se adjudique el acto violento— borró con unos pocos brochazos la obra trabajada a pleno sol y bajo la lluvia, de dos artistas que, gústenos o no, hicieron su trabajo.
¿Y nosotros? Los artistas, los curadores de este Salón y de otros, ¿nos escondemos detrás de qué institución?, ¿qué miedo nos impide reaccionar? ¿Acaso no nos hemos dado cuenta de que borrar, desaparecer una obra en un Salón Nacional, es un evento de cancillería?, ¿acaso no vemos que el ataque no es solo a esos artistas sino a todos nosotros?¿Colegas curadores, dónde están? ¿qué han hecho al respecto? Ese mural y su diálogo tenemos que mantenerlo vivo al menos hasta que el Salón termine. Los curadores estamos al servicio del arte, de las ideas, ni siquiera al servicio de los artistas, y mucho menos al servicio de las instituciones.
Mariangela Méndez
Respuestas:
Carolina Ponce de León: Tienes toda la razón Mariangela. Participar en el silencio que ha seguido este acto de censura es prolongar su violencia. ¿Qué sentido tiene celebrar los 79 años del Salón Nacional —una institución que activa e involucra a todo el campo artístico— cuando ni las entidades organizadoras ni los agentes del campo— defienden aquello mismo que dicen defender? Esta cultura del silencio la estamos perpetrando todos al callar, al no respaldar a los artistas violentados, al no exigir una respuesta de las instituciones que necesitamos para restaurar la dignidad del ejercicio artístico y cultural y del mismo Salón Nacional. La censura perpetuada por el Centro Colombo Americano no es exclusivo a ese mural, esas imágenes, esos artistas, es al derecho fundamental y democrático de disentir e incomodar. La decisión de CCA es una ofensa no solo a los artistas y a la libertad de expresión sino también al Ministerio de Cultura y el Idartes que no han entendido la gravedad de su silencio.
Lunes 7 de octubre
Comunicado de la Curaduría Pastas del Gallo
A quienes nos preguntan porque los curadores de Pastas el Gallo no firmamos el comunicado publicado por los curadores del 45sna, les contamos:
Técnicamente no somos parte del equipo curatorial del 45 SNA, pues fuimos incluidos en el proyecto únicamente como ganadores de la beca red galería Santa Fe 2019, de Idartes. Estamos de acuerdo con los postulados del comunicado de los curadores del 45sna. Nos unimos a la voz de protesta de otros agentes del campo y rechazamos contundente y fehacientemente el violento acto de censura perpetrado por el CCA contra la obra de Lucas Ospina y Powerpaola. Defendemos el derecho a la libertad de expresión consignado en la constitución, no solo por haberse visto vulnerado en el marco del salón nacional, sino en cualquier espacio donde se presente la censura.
Carolina Ceron y William Contreras, curadores de Pastas el Gallo
2 comentarios
Terrible. El Centro Colombo Americano (Bogotá) que en las décadas de los 70s hasta prácticamente el 2000 fue epicentro importantísimo de la actividad cultural de Bogotá y uno de los más prestigiosos por la alta calidad de sus programaciones tanto en exposiciones plásticas como por su agenda de conciertos en la Sala Tairona que programaba con gran acierto los trabajos musicales de mayor calidad en Bogotá y era referente obligado para tomarle el pulso a la actividad cultural capitalina ¿ahora haga semejante arbitrariedad? Cómo se extraña la dirección amable y acertada de los Asuntos Culturales en el Colombo Americano de esas décadas con la sensibilidad de recordados directores y directoras y la siempre amable oficina de doña Blanca de Ruiz. Se extrañan esas personas y el Colombo ya no brilla como antes. Un saludo.
Lo ocurrido con el mural de Power Paola y Lucas Ospina no es solo un acto de censura del Colombo Americano, hecho que es ya gravísimo y evidencia el panorama social y político que vivimos; el silencio institucional y que aún no se tomen cartas en el asunto en términos contractuales con respecto al convenio que seguramente fue firmado con el Colombo, da cuenta también de los problemas estructurales de este salón, de falencias y errores en muchas de sus áreas. Desde el equipo curatorial, y con el director artístico, sabemos que es urgente y necesario manifestarnos y esperamos hacerlo prontamente, una vez tengamos claro las acciones concretas que podrían y deberían realizarse frente al hecho.