De aquí pa’lla y de allá pa’ca

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Dos muestras patrocinadas por el Banco de la República en Bogotá: Imagen Regional 5 (curada por un equipo de cinco curadores coordinados por Raúl Cristancho) y Fantasmagoría: espectros de ausencia (curada por José Roca). Ambas utilizan como apoyo una guía impresa en color, en la que hay un texto del curador, y un texto en la pared de entrada (que por cierto es distinto al del impreso). Una se encuentra en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango y la otra en el Museo del Banco de la República. Imagen Regional 5 se verá en varias ciudades colombianas y Fantasmagoría se verá en varias ciudades del mundo.

Cristancho nos dice: “Al llegar a la quinta edición de Imagen Regional, el proyecto ha experimentado las transformaciones consecuentes. Cuando comenzó, en 1994, tenía un perfil explorativo del arte en las diversas regiones del país, centraba la atención en la condición misma del artista y su estrecha relación con su entorno. […] Al ser el arte regional parte del imaginario nacional, al perder su carácter marginal, el concepto de región se debe pensar de manera diferente. […] Hoy las diferencias persisten, pero las contradicciones tienden a diluirse, los artistas establecen relaciones más activas con sus localidades y actúan con convicciones seguras e informadas: Cada localidad se constituye en su propio centro, donde se aspira a la autonomía, a la definición de rasgos propios y a establecer actitudes más cercanas a las prácticas estéticas contemporáneas globales.” Aquí se trata, pues, de entender diferentemente el concepto de región, como uno que genere relaciones estéticas que trasladen imaginarios regionales para “descontaminar” los altamente cargados ideológicamente imaginarios globales. La exposición no dice como resolver este pasaje, pero se confía en el papel del museo como instancia neutra donde ocurrirá dicho intercambio de imaginarios. Lo que si es claro es que para Cristancho el concepto de región obtendrá una altura moral si se convierte en el “guión” de prácticas estéticas globales. Pero ni el texto ni la exposición dejan claro si lo global tiene que ver con modos “internacionales” de comunicación, economía o lenguaje o si lo regional es lo particular, lo incomunicado electrónicamente, lo ligado al trueque material o a lo disléxico.

Por su parte, Roca  nos dice: “La exposición Fantasmagoría: espectros de ausencia reúne a diversos artistas que usan medios o soportes inmateriales para crear imágenes espectrales o fantasmagóricas que suscitan reflexiones sobre la ausencia y la pérdida, utilizando enfoques que van de lo festivo a lo irónico […] Los artistas en esta muestra usan formas de representación en la tradición de magia y fantasía usada por la fantasmagoría, y las replantean en torno a asuntos contemporáneos. Sus obras pretenden que el espectador mire más allá de la apariencia de las cosas y penetre en los aspectos más complejos de sus reflexiones sobre la muerte y la desaparición, implicando al visitante por medio de desplazamientos perceptivos, involucramiento corporal o puro engaño visual.” El texto comienza con la aclaración de que la fantasmagoría  “es considerada [¿por quién? ¿Por los historiadores del teatro o del arte, por los estudiosos de la literatura Gótica?] la más importante de una serie de extravagancias teatrales que se tornaron muy populares en Europa en los siglos XVIII y XIX especialmente en Francia e Inglaterra.” El texto deja claro que las obras  de Fantasmagoría son alegorías a “asuntos contemporáneos” hechas por medio de técnicas “fantasmales”. Lo que no deja claro es cuales son los “asuntos contemporáneos”, si lo son los modos “internacionales” de comunicación, economía o lenguaje o, como quiere Cristancho, imaginarios regionales que han perdido su carácter marginal; o simplemente, como deja en claro la exposición, modos personales, ya que sus obras pretenden que el espectador “penetre en los aspectos más complejos de [de los artistas] sus reflexiones sobre la muerte y la desaparición”. Si los “asuntos contemporáneos” tienen que ver con la utilización de interfases digitales (6 de los 13 artistas las utilizan), parecería que uno de los asuntos contemporáneos más destacados en Fantasmagoría es la alusión a la volatilidad de la economía global, también dependiente de interfases digitales.

Es muy importante que exposiciones variadas y trabajadas por los curadores se expongan muy cerca de La Donación Botero, o sea, una serie de obras compradas por Fernando Botero donadas a la misma institución. Como no hay una verdadera colección de arte pública en Colombia que ofrezca un panorama realmente completo y objetivo, La Donación Botero se ofrece a los estudiantes de colegio y a los turistas nacionales como un “recorrido” por la totalidad del devenir artístico desde el Impresionismo. En el gusto de este coleccionista no cabe, por ejemplo, el arte abstracto (al que durante más de cincuenta años ha calificado de decorativo), ni de muestras del arte de la mayoría de vanguardias y segundas vanguardias. Los visitantes a La Donación Botero están recibiendo una lección de gusto neoconservador personal que, por la falta de colecciones y coleccionismo sólidos, pasa por “universal”. El gusto de este coleccionista es similar al que promueven los reality shows: un exceso de realismo, de “buengustismo” republicano regenacional que prolonga en el ámbito museal las inmoralidades del frente nacional y el catolicismo a ultranza que tanto daño le han hecho al país desde 1886 ( ese mismo “buengustismo” ha logrado en los Estados Unidos y en los países del G8 que la tradición esclavista sea reencauchada recientemente en las infames maquilas). Afortunadamente, el negativo impacto pedagógico ejercido por La Donación Botero es continuamente contrarrestado por la misma institución con exposiciones como Imagen regional 5 y Fantasmagoría, y por las instituciones educativas, especialmente facultades de arte, desmitificando lo mitificado y buscando espacios perceptivos donde el estudiante ejerza su criterio y no se deje imponer el gusto de un coleccionista particular como “arte universal”.  

Pues bien, envié a mis estudiantes de Apreciació
n Comparada del Arte de la Universidad de los Andes a ver y analizar Imagen Regional 5 y Fantasmagoría. Tenían que encontrar similitudes y diferencias entre ambas y llegar a deducir “el tono”, la retórica que anima ambas muestras y algunas particularidades de las obras. A pesar de ser estudiantes de carreras distintas a Arte y de haber crecido creyendo que La Donación Botero es todo el arte,  tal vez el ejercicio resultó más enriquecedor para mí que para ellos, pues encontraron zonas “oscuras”, inaudibles para mí, al comparar ambas muestras. Lograron despejar y verbalizar esas oscuridades.

Para empezar, mis estudiantes me hicieron ver que ambas muestras parten de principios diferentes (región/persona) para llegar a una generalidad similar (lo global/asunto contemporáneo). Imagen regional 5 quiere que los imaginarios regionales contaminen los imaginarios globales y Fantasmagoría quiere que concepciones personales sobre la muerte y la desaparición lleguen a convertirse en asuntos contemporáneos. Como dije antes, no está claro en ninguna de las muestras exactamente a que se refiere esta generalidad, pero se detecta en ambas el deseo de pasaje de lo particular a lo general. Aún así, mis estudiantes no pudieron dejar de preguntarse ¿qué tan deseable es llegar a lo global o a lo contemporáneo?

Curiosamente -también me lo hicieron ver mis estudiantes- , este pasaje de lo particular a lo general, fuera de estar usado como justificación moral está usado, como compensación curatorias. En el caso de Imagen Regional 5, el hecho de que los artistas escogidos por el equipo Cristancho no tengan figuración internacional, hace necesario que el texto de Cristancho los destaque como artistas que están “contaminando” el imaginario global mediante su labor artística, una labor deseable y destacable, pero difícilmente comprobable en la exposición debido al exceso de formalismo de la mayoría de trabajos. Una excepción es la obra Cali Limpia de Diana López, un ambicioso proyecto  pedagógico que enseña, mediante prácticas diversas, la magnitud y solución al problema sanitario derivado del mal manejo y la falta de actitud cívica de los caleños y sus “basuros”. La obra de López es documental y esa era la clave para que Imagen Regional 5 hubiera tenido éxito. Para mostrar el paso de imaginarios regionales a imaginarios globales, el museo debe servir de herramienta documental del pasaje (que se supone ya dado en la realización en tiempo real de la obra). En esta concepción, si la obra se muestra o no en un museo, no impide que el pasaje esté sucediendo o haya sucedido. Pero ¿cómo es que la obra de López hace ese pasaje si ni siquiera salió de Cali? El paso de imaginarios regionales a globales no significa el pasar obras terminadas de Cali a Londres, sino la capacidad de la artista para introducirse en circuitos contaminados por multinacionales o empresas de la comunicación masiva, de usar sus mismos métodos: volantes, fotos y direccionamiento personal (como cualquier mercadotecnista). Un “asunto contemporáneo” es como la gran mayoría de la población está metida en imaginarios manipulados por empresas (“¿Qué tan alto quieres llegar?”, “¿Quieres hablar una hora o dos horas?”,”La infanta Margarita es la tercera en la línea al trono”, “Britney entró en coma”,”Trabajar, trabajar, trabajar”, “Ser digital o no ser”, “En Colombia no hay guerra sino conflicto”, “En Cali no ha pasado nada”, etc.). Interrumpir circuitos o infiltrarse en ellos para obtener un bien comunitario es estar dando el paso de los imaginarios regionales a los globales, donde lo regional implica dignidad, aumento de defensas comunitarias y empoderamiento de la población con las mismas herramientas con que está siendo manipulada. En ese sentido, el museo es un medio contaminado históricamente de imperialismo, formalismo y marketing (como los grandes periódicos, la televisión o la Internet) que es capaz de funcionar como descontaminante si lo que muestra documenta procesos de pasaje exteriores a él, si se lo usa como soporte. Los curadores de Imagen Regional 5 no encontraron muchos trabajos de este tipo, así que terminaron midiéndolos por su carácter formal y compensándolos el texto de Cristancho con la sofisticada y muy pertinente teoría del pasaje.

La compensación en Fantasmagoría se da de manera opuesta: a artistas reconocidísimos del circuito multibienal se les crea un nicho exótico y romántico, la fantasmagoría. Si se reconociera abiertamente que son del todo “internacionales”, que practican cierto arte digital global postconceptual (así lo maquillen con sombras chinescas), se les podría culpar de globalizantes, de indirectamente pro-maquileros, así que hay que mostrarlos como sensibilidades únicas, capaces de hacer el pasaje hacia lo fantasmagórico, capaces de hablar de la muerte y la pérdida desde su sensibilidad personal.

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Para poder complementar estos difíciles tópicos descubiertos por mis estudiantes, les hice, en plena clase y discusión, la siguiente pregunta: ¿qué obra de Imagen Regional 5 podría estar en Fantasmagoría y viceversa? 55 de 60 estudiantes opinaron que Los Vivos de Olaya de Wílger Sotelo podría estar en Fantasmagoría y 56 de 60 opinaron que Procesión de Sombras de William Kentridge podría estar en Imagen regional 5. La obra de Sotelo es un instalación en piso y muro de placas de concreto sensibilizadas fotográficamente para cargar imágenes (una por placa) de las cruces del barrio Olaya de Cartagena. Cada cruz pertenece al lugar donde está el cuerpo de un joven pandillero asesinado. No hay que rebanarse los sesos o el corazón para asociar la obra de Sotelo con Fantasmagoría, pues –como dice el texto de Roca para la muestra- “aliento, espíritu y muerte están conectados de manera íntima”. Los Vivos de Olaya son el emblema del “último suspiro”, la última marca terrenal de un joven pandillero antes de convertirse en aliento, en espíritu, en fantasma; en un espectro de ausencia.  No entendí muy bien como se daría el pasaje en esta obra, pero un estudiante muy vivaz, algo condescendiente conmigo, me explicó que la elaborada técnica de Los Vivos de Olaya, su blanco y negro, se camuflaría bastante bien en el ambiente fantasmal de Fantasmagoría: el pasaje se daría por su apariencia. El duro imaginario regional de las cruces del barrio Olaya, filtradas y lavadas fotográficamente sobre las lozas de cemento, haría rápidamente el pasaje a lo contemporáneo exigido por la curaduría de Fantasmagoría.

Por otro lado, otro estudiante explicó locuazmente que la obra de Kentridge es una animación cinematográfica de sombras pasada a video, que deja ver una procesión de personajes mientras suena un lacónico canto callejero; que a pesar de la truculencia, tampoco hay que rebanarse los sesos o el corazón para darse cuenta de que Procesión de Sombras es una alusión a los sufrimientos que el pueblo sudafricano padece y ha padecido. El pasaje se daría por la traducción de cine a video, por su proyección empresarial con video-Beam, pero principalmente porque las sombras han aplanado, uniformizado el grupo de personajes, de manera que pierdan su carácter individual, con lo que se convierten en una masa que gana contundencia y logra contaminar la interfaz digital, convirtiéndola en herramienta para que el pasaje de lo regional a lo global efectivamente suceda.

Si los artistas de Imagen Regional 5 (ojo, que también los hay) hubieran “plasmado” directamente la muerte y la perdida, se hubieran “regionalizado” ante el espectador. Hubieran quedado como “artistas de pueblo”, incapaces de hacer cualquier pasaje, aunque es probable que las regiones necesiten ese tipo de práctica en un país violento. Y viceversa, si los artistas de Fantasmagoría hubieran “plasmado” directamente su condición de artistas multibienales, hubieran pasado como incapaces de “ser ellos mismos”, de opinar desde lo personal. En ambos casos el recurso a lo global/contemporáneo deja de lado particularidades importantes y, como dijo Don Kurka acerca del “arte internacional” en una charla reciente en la Universidad de los Andes, en ese proceso el hacer empieza a “macdonalizarse”. 

 

Fernando Uhía*

*Artista y MFA del San Francisco Art Institute (California). Profesor Asistente del Departamento de Arte de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes (Bogotá) y Coordinador de su Comité de Investigación y Creación.