Grano (detalle del montaje en el Museo de Arte del Banco de la República)
A comienzos de esta década irrumpieron en nuestras instituciones museales los «mid-career surveys», una suerte de revisión retrospectiva a la obra de artistas de la llamada generación intermedia. Por lo general se visitan nuevamente algunas de las obras más relevantes (sin ánimo exhaustivo, claro está) y, en algunos casos se presenta trabajo reciente. (TransHistorias* de Jose Alejandro Restrepo sigue siendo el survey más afortunado)
Dentro de este tipo de curadurías está «Miguel Angel Rojas: objetivo subjetivo» de José Ignacio Roca, la cual tiene aciertos que merecen destacarse. El primero, ha recolectado la producción más relevante de este artista (Grano, Subjetivo, Caloto, Caño Limón, Paquita, el David, la serie del Faenza y el Mogador…) El segundo acierto, un catálogo que agrupa este conjunto de trabajos y que seguramente será fuente obligada de consulta para aproximarse a la obra de Rojas (se lanza en enero con la inauguración de «Subjetivo” en la galería de Alonso Garcés).
Sin embargo, hay una serie de aspectos relacionados con el modo de presentación de estos trabajos en el Museo de Arte del Banco de la República que, a mi modo de ver, resultan problemáticos, pues tienden a homogeneizar la producción de este artista (como propuesta museográfica, prevalece el orden taxonómico sobre la puesta en espacio de las obras)
Aunque el montaje representa con fidelidad una serie de nodos temáticos que propone el curador (la relación entre fotografía y obra gráfica, entre fotografía e instalación, la serie de los teatros, los trabajos realizados con hoja de coca y, finalmente, un conjunto de obras inéditas) la impresión inicial (que se mantiene) es que hay demasiadas obras en la sala, a lo que contribuye con creces una misma iluminación tenue para todos los trabajos y el tono pastel de paneles y paredes (la escogencia de la sala y el tipo de montaje resultan rígidos para una obra tan diversa y que en algunos casos problematiza su relación con el espacio museal)
Por ejemplo, la serie del Faenza está montada en distintos paneles, fragmentando un trabajo que merecía presentarse de modo distinto. No se trata de “teatralizar” su montaje adicionando sillas del teatro u obscureciendo más el lugar. Un curador con la experiencia local e internacional de Roca tiene elementos de sobra para pensar en una museografía menos convencional (a menos, claro está, que el asunto sea precisamente hacerle eco a ese retorno al orden formalista que propuso Robert Storr en la última Bienal de Venecia).
Excelente poder ver las obras más relevantes de Miguel Angel Rojas, pero ¿por qué montar todo en una sala que a todas luces le queda pequeña? Si el problema era de espacio, se le pudo buscar a la obra reciente -así como se decidió que “Subjetivo” fuese en la Garcés- otro lugar en el mismo Banco o en un galpón en alguna parte de la ciudad (de esos que la galería del artista es experta en encontrar).
Eso era todo
Catalina Vaughan
* curada por Jose Ignacio Roca y presentada en las salas de la Casa Republicana de la BLAA (2001)