¿crisis? ¿cual crisis?

A la pregunta sobre el posible «daño» que le ha hecho al país la Donación Botero, hay que recordarle a los que acaban de llegar a esta esfera o a este país, que aquí se discutió en varias ocasiones sobre el impacto que había tenido el costo de mantenimiento de esta Donación sobre el programa de arte contemporáneo del Banco de la República. No es tanto porque la colección sea «dañina», el asunto es que en términos museológicos y presupuestales había un programa de exposiciones de arte contemporáneo que se vio reducido por la llegada de la Donación.

Sí, es excelente poder tener esas obras a la vista, es cierto. Igual para el gran público y la misma misión del Banco, tiene muchísimo más sentido una pintura impresionista que una foto de Gabriel Orozco. Pero no hay que exagerar, no se trata de una pugna entre «lo moderno» y lo «contemporáneo», o entre una mirada un tanto conservadora de Botero -como artista y coleccionista- y la de un reducido sector de artistas e instituciones que trabajan desde el arte contemporáneo -para los que sin duda una buena noticia es que Jose Roca está de nuevo a cargo de todas las colecciones del Banco de la República, pero habrá que esperar si esto implica mayor margen de maniobra para el tipo de discurso curatorial que a él le interesa.

A lo anterior hay que sumar la profunda crisis del Museo de Arte Moderno, que no sólo es presupuestal, sino de pensamiento, de misión y, por supuesto, de sentido común. También hay que tener encuenta el giro que han dado las galerías, las cuales le apuestan muchísimo menos a propuestas «experimentales» y se han vuelto espacios donde las obras se adaptan más al formato del mercado, que el mercado al formato de las obras. Esto suena de lo más obvio, pero hasta hace unos años estos espacios eran lugares donde se podían apreciar una producción algunas veces más inquietante que las expuesta en salones y bienales.

El formato de los regionales y el Salón Nacional es interesante para las regiones y poco interesante para el público y los artistas de Bogotá. El único programa que constituye realmente un estímulo para el artista y el medio de la capital, es definitivamente el Premio Luís Caballero, para la muestra las obras y las discusiones que genera.

En fin, la lista es larga y el diagnóstico es poco esperanzador. La pregunta es ¿qué hacer? Dado que el arte contemporáneo necesita de un apoyo decididamente institucional, la opción «ideal» es crear una institución dedicada exclusivamente a estimularlo y promoverlo. Tanto el Banco de la República como la Secretaría de Cultura tienen misiones muy amplias y no se les puede exigir una dedicación de fondo -y más fondos- a este tipo de práctica. ¿Quien entonces podría darle forma a un proyecto de estas características? De pronto la universidad privada -porque la pública tiene museo, pero cero presupuesto- que es donde más se piensa y se produce desde lo «contemporáneo». En un contexto en que las instituciones culturales del Estado se dedican más a estimular la producción artística que a producir los espacios para su exhibición, no parece existir otra alternativa.

La pregunta es ¿estaría la academia dispuesta a proponer y materializar un espacio de investigación, creación y divulgación del arte contemporáneo? O simplemente se va a dedicar a formar estudiantes especializados en un arte «crítico, experimental y sin ánimo de lucro» y que poco pueden hacer en un medio cultural que no «entiende» para nada este tipo de producción.

Amanecerá y veremos.

MBoom