Convivencia

convi

María Claudia López, Secretaria de cultura de Enrique Peñalosa, describiendo la problemática que enfrentará su despacho durante el presente mandato. Foro Distrital cultura, seguridad y convivencia. Auditorio Biblioteca Virgilio Barco. 12 de abril de 2016. Bogotá.

Sinceridad no hizo falta. Desde el título del encuentro convocado para presentar el Plan de Desarrollo de la alcaldía a los interesados del sector artístico, todo estaba dicho. Cuando se hable de cultura en este mandato, lo será para cumplir con una labor específica: crear felicidad. Algo sencillo si no se entiende que ese núcleo de este proyecto de gobernanza es algo que, de ser una orden, sonaría a fascismo: “Felicidad para todos”. Meta mucho más deseable para una iglesia y cuya definición en este caso está completamente teñida de economía naranja: “desarrollo pleno del potencial de los bogotanos”.

Sobre todo, porque el subtexto de varias de las ponencias que se presentaron apuntaba a la necesidad inmediata de crear esperanza –y empresa. Porque se asume que ahora –o, más exactamente, hasta cuando Enrique Peñalosa se posesionó como alcalde-, todo está perdido (el espacio público, los doctorados, la humildad en los debates públicos, la seriedad en el diagnóstico de trenes ligeros que son cáncer y luego no son cáncer). En términos de elector victorioso: había una Bogotá buena que tres malos izquierdistas dañaron (sobre todo uno, y no el hampón), donde no se hizo nada útil y ahora hay que reconstruirla a partir de cero. Espejo retrovisor que justifica experimentos.

El ciclo de charlas comenzó con la presentación de un video donde la primera vez que apareció el alcalde coincidía con el render de las estaciones de metro de la Avenida primero de mayo. También se recordaba que tras el desastre que nunca resolvió la administración Petro en la calle 94, “en tres meses se avanzó lo que no se hizo en cuatro años”. Mejor si hubiera sido concluido, pero como no se había hecho nada, seguramente adelantaron bastante.

Sin embargo, la cuestión era escuchar sobre cultura y seguridad. Y convivencia. Aunque ese concepto parecía ser el resultado natural de la suma de los otros dos. Por ejemplo, recordando los ítems que la Secretaria de Cultura mencionó para cumplir con esta aspiración, una de las áreas de trabajo de su despacho sería el bloqueo de intersecciones vehiculares. Excelente. Si un grupo interrumpe el paso en un cruce neurálgico porque un servicio de transporte le agrede sin piedad, como si mereciera ese castigo o hubiera pagado por él, entonces, se usará la cultura. Qué felicidad. Es más, si los manifestantes no atienden el mensaje cultural o se oponen al procedimiento de modificación comportamental estilo Corpovisionarios, seguramente deberán atenerse a las consecuencias lógicas de este punto de vista. Nada de mejorar el servicio. Cultura. Y seguridad.

Por momentos parecía un foro de etimología. También se habló de igualdad y se la definió como la posibilidad de vivir sin sentimiento de exclusión, para hacer énfasis luego en que ese objetivo se alcanzaría generando oportunidades de “desarrollo orientado a la población más vulnerable” y facilitando la “construcción de democracia desde el espacio público peatonal y la infraestructura urbana”. Cosa que, volviendo al punto inicial, cuando se invocaba la palabra “cultura”, ésta hacía parte de la intención de apoyar la construcción de comunidad ya no por medio de juegos de palabras sino con una simple enumeración: “seguridad, cultura ciudadana, participación en cultura, recreación y deporte.”

Y, cuando se pensaba en planes realizables, se utilizaba el modelo del emprendimiento. O mejor, del emprendimiento tal como lo entiende este gobierno. O mejor, como si hubiera leído con mucha, mucha felicidad el best-seller de Richard Florida. Es decir, sin cuestionar sus axiomas: se habló de promover desarrollo económico asociado a la producción del conocimiento (estudiantes de la Universidad Distrital, ¡al fin tendrán una infraestructura digna dónde investigar y promover su labor!) o del diseño urbanístico como plataforma que permita capturar (palabra del conferencista) y retener (palabra del conferencista) talentos.

Extraña la forma en que se sentía estar escuchando por momentos a los representantes del tercer mandato de Antanas Mockus (o del segundo, si se hubiera dignado a terminarlo). Extraña manera de inflar la noción de Cultura ciudadana sumándola a la de proactividad. Afortunada la ausencia en la mención de las artes visuales (sólo se habló de “convocatorias”). Sobre todo porque si este foro decía la verdad sobre una ecuación tan seria, se las podría restringir a la generación de valor económico, a la creación de formas novedosas de inversión o a incrementar el interés de la plataforma aquella donde quedarán capturados y retenidos los talentos que decidan vivir aquí. Y de ahí a los problemas que generan esas expectativas: especulación de modos de producción, concentración en ejes de mercado, precarización laboral. Seguramente nada de esto sucederá. Es más, considero que una universidad como la Distrital tampoco será objeto de atención por parte de este gobierno (estudiantes de la Universidad Distrital, no tendrán una infraestructura digna dónde investigar y promover su labor).

 

–Guillermo Vanegas

 

 

 

2 comentarios

«Desde un pulpito o una tribuna, hasta el más concienzudo de los
oradores tiene muchas dificultades para decir la verdad. Los
métodos que actualmente se utilizan para colocar en el mercado a
un candidato político como si fuera un desodorante garantizan de
modo muy positivo el cuerpo electoral contra toda posibilidad de
que escuche la verdad acerca de nada. »
ALDOUS HUXLEY, «Nueva visita hacia un mundo feliz», (cap. IV «el arte de vender»).