Conversación.
Hoy en día, una tendencia del arte es justificar la obra en términos de factores externos: relaciones de un mercado o una comunidad, intereses de grupo, ideologías, etc. La realidad de una obra de arte no existe fuera del hecho de su observación. Danilo Dueñas.
Paseo por la geografía en donde el concepto es hablado: Art in América. Art News, Vogue, Art Forum, monografías, galerías, museos, curadores, coleccionistas y, por supuesto, artistas. Luego de estos recorridos y utilizando la parodia, la apropiación y algo que podría denominarse el “ready – made” lingüístico, me dedico a producir vacunas cuya inoculación puede inmunizar contra la enfermedad, potenciarla o simplemente no producir efecto alguno. Las reacciones con fiebre y náuseas, las recaídas o la asimilación de la vacuna, como si se tratara de un jugo de frutas, son alternativas que me entusiasman por igual, pero la mayor satisfacción la obtengo en la dase de laboratorio. Juan Andrés Posada.
El símbolo (en pintura) es la delimitación de un contorno que siguiere un espacio psíquico (idea) que ejerce en el mundo emocional, según su complejidad, estremecimiento y permanencia. Rafael Ortiz.
El símbolo es la pintura. Desde la prehistoria hasta hoy la pintura ha logrado conmover por medio de símbolos que son ella misma. Luis Hernando Giraldo.
Conciencia simbólica y símbolo no son lo mismo. Conciencia simbólica es una facultad espiritual que permite hallar en cualquier cosa su poder simbolizante. La palabra símbolo proviene del griego simballo: “aquello que une”. Para la conciencia simbólica las cosas y los sentidos se ínterpenetran, están vivos, revelan vínculos con una locuacidad que escapa a la razón ordinaria. La conciencia simbólica es el argot superior, el lenguaje de los pájaros, para escucharlo es necesario haber pasado por experiencias que desmantelen la dualidad separativa en que se basa la usurpadora mente racional. Toda experiencia que va más allá de los cinco sentidos trasciende los límites del lenguaje y sólo es posible aludir a ella por medio del símbolo. Víctor Laignelet.
La representación es una línea mental que se traza entre los puntos metafísicos de lo virtual y lo real. En la representación se invoca, se muestra, se hace presente a una persona o cosa mediante imágenes que sustituyen y evocan la realidad. Rodrigo Facundo.
Representar es cambiar de superficie algo: trasladar de la mente, del deseo, del sentimiento, del recuerdo, al papel, al lienzo, a la pared. Quizás representar también es atrapar, pero cuántas veces se nos escapa y lo que no se logra representar es la verdadera rosa. María Elvira Escallón.
En un giro, la pintura se instala como objeto, deja a un lado su papel tradicional de representadora para autorrepresentarse y así cierra un círculo siniestro de autodeterminación y autosuficiencia. Carlos Salas.
La representación es la imagen de una esencia, la presencia de una realidad por medio de la ficción: lo interesante de ella es su nivel significante, su aproximación al símbolo. Miguel Ángel Rojas.
Vivimos en una era donde coexisten infinitas posibilidades de desplazamiento, información e interpretación de la realidad. En esta dimensión, es factible entender las obras de arte como sistemas de información fluidos a través de los cuales podemos desarrollar modelos, sutiles o complejos, para configurar el entorno; es posible entender al artista no como un simple productor o “genio” que crea cosas y reproduce significados, sino como una dimensión complementaria e irreductible de la obra. Jaime Iregui.
Lejos del equilibrio.
Producción original. Proyecto Tandem. 50 obras en una pared. 48 artístas. 48 direcciones. Múltiples ideas, sentidos, pensamientos, lecturas. Sin horizontales ni verticales. Fragmentos, complementos. Interrelaciones. Una lectura transversal. Un bombardeo de información. Una explosión.
Galería Sextante, lunes a viernes, 9:30 a.m. a 6:30 p.m. Carrera 11 Nº 67 – 86, “Conversaciones Lejos del Equilibrio”, todos los miércoles y jueves (a partir del 11 de agosto) a las 7:00 p.m. Entrada libre.
Producción para La GuET Daniel Calcedo, Roberto Rojas, Jaime Iregui, sobre fotografías de Luis Cruz.
A pesar de su juventud, Hérnandez Díez ha contruido una obra que va más allá de los límites no sólo geográficos sino del pensamiento artístico en el que se ha enmarcado tradicionalmente el arte venezolano. En su obra colisionan íconos religiosos, pantallas de video, leyendas medievales y tanques de oxígeno para lograr, gracias a estos contrastes, una visión “tecno-pop” que comienza a desplazarse con tranquilidad por los circuitos internacionales del pensamiento artístico.
Mencionamos a este artista venezolano porque sus planteamientos son retomados por muchos creadores latinoamericanos contemporáneos.
Incitación a la Complicidad.
Los adultos, al igual que los niños, juegan, pero les da vergüenza que los vean. El artista debe dejar constancia de que existe un juego y no simplemente el reguero después de jugar. Ese juego, en el arte, sería como una relación íntima con los materiales, con las formas, con el propio trabajo.
Todos sabemos, aunque a veces tratemos de escabullirnos y esconderlos, que ciertos fantasmas andan por ahí. Claro está que hay algunas personas que no los ven o no los quieren ver, o no los entienden. Ellas están pendientes solamente del resultado del juego.
En una exposición, los fantasmas se desplazan del taller, su espacio real, al museo, espacio circunstancial. Y cuando es colectiva, a diferencia de la individual, hay una atmósfera llena de fantasmas, los unos invaden a los otros, se contaminan mutuamente y ocurre algo así como esa copulación universal que planteó Giordano Bruno en la Edad Media: el hombre contagia de espíritu las cosas y las cosas contagian de espíritu al hombre.
Las cosas pueden estar muertas o vivas. Cuando nos acercamos a su conciencias es posible ir más allá de las tres dimensiones, alcanzar una “tetradimensionalidad”, ver su lado invisible.
Esta es una invitación a participar del juego. A ver y oír. A percibir esos fantasmas emotivos que hoy habitan las instalaciones del Museo de Arte Moderno. Una invitación a descifrar las reglas de los juegos y establecer una comunicación con las obras que permita ir más allá de su epidermis hasta leer el dictamen de ese juego interior que nos sugiere.
Sólo dentro de ese intersticio (espacio que da verdadero valor al arte) se puede propiciar un intercambio sensorial, menta, emocional. Porque el artista, como un chamán, ha capturado y materializado la esencia de las cosas. Lo que nos deja es la hulla del juego, aunque la obra, vengativa, adquiera dimensión propia y los fantasmas observen, distantes y manipuladores, a su creador.
(*) Estas refleciones fueron suscitadas por la Conversación dada entre Andrés Sosa, Adolfo Cifuentes, Ana Claudia Múnera, Guillermo Quintero, Vito Laignelet, Mario Opazo, Omar Valbuena, Juan Andrés Posada, Olga Marín y Jaime Iregui.
Arte Caliente J.A. al teléfono.
-Aló. ¿con quién?
– Con Juan Andrés Posada.
-Ola. No lo invitaron a la Bienal, pero nos contaron que usted se robó el show repartiendo caleidoscopios. ¿Cómo le fue con eso?
-Súper, fue un éxito. La machera, todo el mundo persiguiéndome: “Ay tu eres el de los caleidoscopios, regálame un cosito de esos” Es la Bienal del caleidoscopio, definitivamente.
-¿Cuántos repartió?
-Como150
– ¿Y quedaron algunos para los de la página?
-Sí, ahí les tengo unos.
-¿Y la gente qué hacía?
-Había un loco que cogía el caleidoscopio y se le acercaba a Eduardo Serrano a mirarlo de frente. Yo los llevaba todos en una bolsita, me acercaba a la gente y le decía: ¿ya le dieron la sorpresa de la Bienal? Y Eduardo Serrano no quería meter la mano ahí, me toco decirle: fresco que eso no muerde. Gloria Zea, antes de ponérselo en el ojo, me dijo: “¡Qué es esto tan hermoso! ¡Que cosa tan preciosa! Pero cuéntame qué es esto” Y yo le decía: es un regalito. Y al lado de ella había un señor enorme, canoso, y también “¡Que cosa tan preciosa!” y miraba para todos lados. También le di a Salas y él agradecidísimo, por supuesto. A Leal Ruiz le dije: mire, esto es como para usted que le gusta verse así como supermultiplicado.
-A propósito. ¿cómo le pareció la obra de Leal Ruiz?
-Me parece que es el paquete Italiano, porque yo creo que a todo el mundo le sucede en algún momento de su vida que alguien le toma una foto y sale muy bien, pero de ahí a obsesionarse con eso y pensar que eso es una gran producción artística, quién sabe.
-¿Qué piensa, en general, de la Bienal?
-Lo que pasa es que la gente en Colombia está acostumbrada a que las importantes exposiciones oficiales sean como algunos almuerzos ejecutivos de $1.800 en los que la comida es mala pero bastante (Salón Nacional). El problema con la Bienal es aún peor, porque es mala y poquita. Por eso creo que el caleidoscopio sirvió para suplir esa necesidad de llenura en un público que después de verla queda muerto de hambre. Porque siempre es mejor ver muchos girasoles dando vueltas que uno solo soso, grande y mal pintado. Por otro lado, la mayor parte de la gente que va a esas inauguraciones que se mueven asustados ante las manifestaciones del arte contemporáneo. Luego el caleidoscopio sirvió para liberarlos de ese estrés, porque ellos pudieron dedicarse tranquilamente a buscar al muchacho que lo regalaba en lugar de seguir pensando qué sería lo que significaba eso que su primo había hecho.
Visite la Bienal de Arte este miércoles a las 4:00 p. P. En compañía de J. A. Posada.
El Modelo Roto.
Conversaciones TANDEM (*)
Redacción local:
Santafé De Bogotá.
Cada obra, en su esquema, es distinta de otra. Por lo tanto, un conjunto de obras no se puede mirar o ubicar en un marco específico de referencia, como sería el ecológico, el abstracto, el étnico.
Hoy no existe corriente básica. El artista determina su obra y recurre al material más adecuado para expresar lo que quiere, y no hay material de moda.
Se podría pensar que la instalación o el video son dominantes. Prácticamente, los curadores encargan instalaciones: parecen estar trabajando con ideas que involucran espacio e instalación. Pero algunos artistas, como se aprecia en la Bienal, intentan ir más allá de ese concepto.
De hecho, como en épocas pasadas, el espacio sigue siendo una inquietud en el pensamiento artístico y se siente en las más diversas vertientes: es una constante global que, en muchos casos, nos refiere al problema geopolítico, a los centros y las periferias.
Aunque puede darse un fraccionamiento de tendencias y modalidades, el tema es evidente. La reflexión espacial contemporánea se da no sólo en el hecho de llenar un cuarto sino también al fragmentar un cuadro. Pero muchos artistas no saben ponderar su trabajo y sin necesidad, van a la grandilocuencia espacial mientras su propuesta es incongruente. Algunos quieren volver instalación un trabajo que es plano.
Hay una tendencia a que el artista muestre algo nuevo. Y en muchos se siente esa angustia, ese afán de ser diferente, de sorprender. En la naturaleza de algunas personas está el cambio, en otras domina la permanencia, la interiorización. Lo malo es no dejar que los distintos caracteres se expresen.
El artista tiene el deber de hacer valer lo que ha encontrado como suyo, ese es su compromiso. La obra ya no tiene la voz del curador y resulta peligroso que la institución cultural o artística dicte los parámetros de lo que es correcto.
Lo que vemos en esta Bienal son artistas en formación. Los jóvenes, a diferencia de épocas pasadas, tienen hoy abiertos los espacios. Pero puede resultar peligroso que a los 20 años el egresado viva su cuarto de hora, se le tenga en cuenta para todo, se le invite a todas las exposiciones, eventos y salones. Y después de uno o dos aós no se le vuelva a mirar, se le olvide. Es algo que desgasta e inquieta, tan transitorio que los procesos se diluyen y no se les hace seguimiento.
Muchos artistas que han participado en eventos como la Bienal quisieran, años después, que se les volviera a tener en cuenta, siente más sólida su propuesta pero pareciera que ya no son tan jóvenes.
Desde luego, hay quienes arriesgan todo, rechaza tentadoras invitaciones porque consideran que no es el momento oportuno. Ellos saben que una obra no está necesariamente validada por la participación en un evento. Y esto les permite conservar su libertad al margen de las instituciones.
“IV Bienal de Arte de Bogotá” Museo de Arte Moderno. Calle 24 Nº 6-00.
Eventos, macroeventos y eventualidades.
Textos: Jaime Iregui y Olga Marin. Fotos: Francisco Carranza.
Los últimos eventos de artes plásticas realizados en el país han ganado en cuanto al montaje, apoyo didáctico, edición de catálogo y espacio físico. Sin embargo, a nivel de propuestas artísticas se siente una reiteración que deja la sensación de agotamiento. Concretamente, ocurre en el Salón Nacional.
Esta fatiga, compartida por artistas y público, parece tener su origen en la estructura misma del certamen. Y a pesar de la intención, positiva, de revivir los salones regionales, no se vio en la última versión un cambio notorio. Los regionales entraron, por inercia, la mismo esquema del Nacional.
En primer lugar, se cuestionan al Salón Nacional los mecanismos de selección. Uno de ellos, la diapositiva. Hoy en día el arte obedece a procesos y cuando sólo se mira fragmentariamente es imposible una claridad conceptual, más todavía si no se dan una serie de referencias temáticas que ordenen una supuesta escogencia.
Por otra parte, siguen existiendo compromisos personales, intereses de curadores y jurados, o curadores que actúan al mismo tiempo como jurados lo que incrementa el carácter político del evento y la tendencia legitimante de ciertos grupos.
La credibilidad hoy en el Salón y la Bienal está bastante baja. Sin embargo, para los artistas, especialmente jóvenes, los eventos son la única posibilidad de confrontación. El premio ha pasado a un segundo plano, no es más que un incentivo económico y su poder de orientación es ahora más cuestionable que nunca.
Quizás éstas sean las razones para que surjan o se afirmen eventos alternos, como el tradicional Salón Ravinovich de Medellín y el Salón Domingo Moreno Otero de Bucaramanga, que se revivió hace dos año y en el 94 cobró más fuerza.
Otros, recientes, son el Interuniversitario, creado este año con la intención de iniciar a los estudiantes en la confrontación permanente, y el Salón de Arte Joven, que muestra actualmente el mejor evento realizado últimamente, sin que deje de padecer algunos de los vicios mencionados.
El Salón de Arte Joven de Bogotá es, efectivamente, joven. Participan artistas de todo el país, cuyos trabajos fueron escogidos luego de una serie de preselecciones en donde los jurados tuvieron la oportunidad de ver las obras directamente. Su montaje, cuidadoso y limpio, lo enriquece y ordena.
Al arte contemporáneo difícilmente se llega con valores como bueno o malo. Su “validez” se da por la claridad conceptual o estructural que configura la obra. Dentro de este contexto, el Salón de Arte Joven muestra un grupo de trabajos menos gratuitos que los realizados para los macroeventos. Es decir, son más creíbles y por la misma razón, es posible encontrar diferencias marcadas en las propuestas.
“IV Salón de Arte Joven Santafé de Bogotá” Organizado por la División cultural del Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Dirigido por Jorge Jaramillo. Montaje de Jorge Jaramillo y Oscar Posada. Participan 70 artistas con 109 obras. Abierto hasta el 18 de diciembre en Corferias. Pabellón 1. En marco de Expocultura y Expoartesanias de 11:00 a.m. a 8:00 p.m. $2.000 adultos $1.000 boletas de entrada a toda la feria.
El arte precisa de espacios para la confrontación, pero es necesario dar una mirada crítica al carácter de lo establecido. El Salón de Arte Joven, un síntoma de cuanto ocurre en este panorama.
Lo Sublime y la Nada
Conversaciones Tandem
El Espectador
Santafe de Bogotá.
Kant inscribe el arte en dos modos estéticos: lo bello y lo sublime, las formas y la idea; sentimientos producidos por el placer de la reflexión libre, del juicio crítico osbre las representaciones.
Lo sublime, juego de imaginación y razón, se aproxima a lo que aún no está dado, produce un choque con el espacio y el tiempo reales, derrumba juicios establecidos sobre los objetos, brinda la posibilidad de sentir un ente de pensamiento. Y todo ello genera un sentimiento de horror o de dolor por la incapacidad de presentar una idea.
Así, el arte romántico, el arte moderno y las vanguardías serían sublimes, posibilitan un juicio subjetivo.
Para Kant la idea de lo sublime es lo absoluto. Hoy lo sublime es la nada, plantea Lyotard.
En una sociedad programada y saturada de imágenes e información, lo sublime tiene que ver con la posibilidad de que nada suceda, el terror del silencio de la muerte; que el arte no suceda, que no sea evento, que no sea acontecimiento.
Enfrentarse a la nada y no a lo absoluto también guarda relación con un interés de deshacerse de todo sentido, todo simulacro, todo yo, todo sujeto, todo objeto, toda programación. Desnudarse para que pueda surgir la pregunta.
El poder de los discursos y los lenguajes se traduce en una intención de dominio. Hay que crear idiomas para lo no dicho, lo excluido, lo posible, lo indeterminado.
El contenido y la referencia del evento no son lo esencial, el acontecimiento es que algo suceda, de lo contrario es que algo suceda, de lo contrario solamente se siguen las reglas determinadas por los lenguajes.
Se requieren lenguajes nuevos para presentar aquello particular excluido del concepto, que bajo un aspecto reúne lo común de lo diverso, injusticia que el discurso conceptual científico – técnico, comete con la particularidad misma. El agua de aquí y el agua de allá son distintas, lo sabemos, pero desconocemos la esencia de la gota. Eso es el arte.
Los planteamientos de Lyotard llevan a un arte que tiene como exigencia la experimentación.
Hoy lo sublime niega el tiempo y el espacio cuantificables (modernidad) para recuperar el tiempo y el espacio del aquó y el ahora, intensificación del instante.
A propósito de la presencia del pensador francés Jean François Lyotard en Bogotá, invitado de la V Cátedra Internacional Luis Angel Arango, que comienza el próximo 2 de octubre, algunas reflexiones sobre la estética de hoy suscitadas por la filósofa Amparo Vega, a partir de las teorías elaboradas por Kant y Lyotard.
Arte, estética y política.
Amparo Vega
La estética es definida por Kant como un enlace de representaciones – juicio-, que se realiza solamente a partir del sentimiento y por ello es subjetiva. Este enlace, sin conceptos previos, es provocado por un objeto –en el caso del arte, la obra- con reglas propias, particulares. Dicho objeto tiene la capacidad de afectar al sujeto produciéndole placer o displacer, sentimiento propiamente dicho.
Kant constata que el sentimiento de placer o displacer es una satisfacción que procede de la activación (agitación) de las facultades humanas (modos de representación) que se ponen en juego libre al ser afectadas por el objeto particular, por la obra. En efecto, por ser particular, éste no puede ser determinado y entendido según los cánones, convenciones y conceptos institucionalizados. Así, la puesta en marcha de la reflexión, activa el juego libre de las facultades. Pero esta reflexión, que no encuentra conceptos previamente determinados para definir la obra, entenderla o explicarla en su particularidad, se obliga a enlazar (juzgar) sin reglas, esquemas o criterios, para lo cual debe actualizar una libertad del pensamiento, la reflexión y el juicio, que consiste en dar – se su propio criterio. El sentir concientemente la animación (agitación), el movimiento y los límites de las facultades y la libertad de juego, conlleva, además de la ampliación del pensamiento, la limitación y el cuestionamiento de los establecido. Esto es lo que produce la satisfacción estética que llamamos placer o dolor, belleza o sublimidad.
La necesidad –o la idea- de que la libertad de juicio y esta satisfacción sean sentidas individualmente por todos, hace que la obra sea el ámbito propiamente público, donde la libertad individual se ejerce y se hace efectiva. La libertad de cada uno puede en ello coexistir con la de los otros. Por la estética, en el arte se da cabida a la comunidad libre, donde el sentimiento y la reflexión se encuentran para estar atentos a cada ser, amarlo y respetarlo desinteresadamente. No es de otro modo como desearíamos entender la política. En el arte auténtico se realiza esta política como crítica (reflexión sobre los límites, relación y movimiento de nuestras capacidades de representación y de acción), como libertad, como respeto y como justicia de lo particular, (de lo que queda indeterminado).
La característica política del arte está pues en su recepción estética, pública. Sin embargo, hay “estéticas” que se oponen a esa significación porque excluyen la dimensión crítica: aquella en que la obra despierta un “placer” que obedece a la satisfacción inmediata, irreflexiva de los sentidos; a la inclinación natural de la que somos presa. Aquí, la obra apunta a lo que no es libertad (autodeterminación) sino naturaleza, y no trasciende el gusto privado. Otra, la estética que genera el abandono a la seducción de objetos que prometen algo que no pueden dar y seducen los espíritus quitándoles su libertad.
Aquella que produce estremecimiento, sensiblería que anula la posibilidad de la libertad de reflexionar. La que concuerda con el “gusto” generalizado o convencional, con el “placer social”, con la idiosincrasia, con los lenguajes establecidos e institucionalizados. En estas obras “estéticas” , media lo que “es” el dominio de lo conocido y lo establecido. De este modo, esas obras no son arte, niegan lo posible y afirman el establecimiento. Estas estéticas afectan “ al espectador”, pero lo hacen acríticamente, apolíticamente. Un arte así interesado es inaceptable, alienante en el sentido más fuerte de la palabra.
Ninguno de estos tipos de satisfacción estética puede alcanzar la universalidad del sentimiento y la efectuación de la reflexión y de la libertad en lo público, en los términos que hemos explicado antes. Lo público cede el paso a la publicidad del mercado, del sistema, del capital. No se constituyen como arte ejemplar para la consecución de una política auténtica, la de una única comunidad –libre y justa- humana.
Prescindibles. Los Limites
En la noche se pierden los límites. Todo queda como sin orillas. Por eso los mejores cartógrafos son los búhos, que trabajan de noche y sus mapas carecen de límites. Bello es un país que sólo limite con el aire. Que se pa que un contrabando de sueños vadea todas las noches sus fronteras. Así, como la música no tiene orillas, ni el silencio ni el vacío, los países como el soñado por René Char, son “un deseo de espíritu, un contrasepulcro”
No hay mayor cartógrafo que el sueño.
“cartografía del sueño”, Juan Manuel Roca (septiembre 11 de 1995).
Fragmentos de una abstracción desconocida
Peter Halley
Me sorprende el hecho de que en un exposición sobre abstracción en la National Gallery de Washington, curada por Mark Rosenthal, él mismo se refiera al arte abstracto como un estilo, lo cual implica que podría estar entrando en un período de decadencia. Esto me trae a la mente los escritos de Georges Koobler, quien nos dice que los estilos y movimientos tienen vida y muerte como un ser orgánico, lo que hace pensar que la abstracción puede tener también un ciclo de vida, como el impresionismo o el surrealismo.
Sin embargo, pienso la abstracción como algo más y no simplemente como un estilo. No hay duda que el arte abstracto tiene su propia cultura y muchos de los que nos encontramos aquí estamos muy involucrados con ella, a diferencia de la gran mayoría de artistas jóvenes, como mis estudiantes en Nueva York. Para ellos el arte comienza en el conceptualismo, con artistas como Joseph Kosuth o quizás Bruce Nauman, y su compromiso parte más de la cultura del arte conceptual que la del arte abstracto, que considero diferentes. Además, veo esta generación bastante inmersa en la cultura creada por los mass media, situación que no se dio con las generaciones anteriores.
La abstracción puede ser entendida también como una metodología que tiene paralelos en otros campos del pensamiento en este siglo. En términos sencillos, pienso que la abstracción en las artes visuales nos permite comprender y analizar el mundo de nuestra experiencia, descomponer o articular sus elementos y analizarlos para llegar así a una verdad aún más real que la que nos da el empirismo.
Como ya se dijo anteriormente, este proceso se inicia en la física de la era moderna. Sin embargo quisiera añadir que este análisis formal y estructural de los elementos abstractos que componen nuestra experiencia, es algo que tiene gran impacto en casi todas las áreas del conocimiento, incluyendo la economía, las ciencias sociales y la psicología.
El resultado final es entonces una racionalización sin precedentes de la cultura, que parece continuará, así como creo que se seguirá produciendo arte basado en el análisis abstracto.
Finalmente, me gustaría contradecirme. Aún con la certeza que existe una hegemonía del pensamiento racional en muchas áreas del conocimiento, se han dado en este siglo ataques implacables contra la iluminación y la razón. Tenemos la situación irónica de vivir en una cultura que está básicamente bajo el poder de las burocracias del racionalismo, pero no tenemos ya ninguna fe en la razón como verdad.
Hace un par de años leí un libro titulado Eros y magia en el Renacimiento. El autor, un rumano, proponía que la verdad antes de la contrarreforma era, y vamos a utilizar el término latino, (mago, es decir, la verdad era imagen y era símbolo. También dice este autor que después de la contrarreforma la razón se convirtió en la verdad. Hoy, a finales del siglo XX, con todas esas cosas que vemos como la realidad virtual, la robóticas industrial y recreativa (Sylicon Valley, Disneyworld, etc.), el juicio de O. J. Simpson a diario en la televisión, no podemos más que pensar que la imagen se convierte en verdad, lo que desde el punto de vista marxista sería entendiendo como algo maligno. Aún así, esta idea de la imagen como verdad es algo que libera la imaginación.
Apartes de la ponencia presentada por la artista e investigador norteamericano Peter Halley en el foro Nuevas Tendencias de la Abstracción, realizado en el marco de la exposición “Transatrlantica, The America – Europa Non Representativa”.
“Transatlantica”, Albert Oehlem, Helmut Dorner (Alemania), Fabián Marcaccio, Pablo Stquier, Nicolás Guagnini, Louis Wells, Daniel Schetmberg (Argentina), Beatriz Milhazes (Brasil), Per Kirkeby (Dinamarca), Jonathan Lasker, Stephen Mueller, Lidya Dana, Peter Halley, David Reed, Stephen Ells, David Lloyd, Mary Hatllmann, Lesley Wayne, Mathew Weinstein (Estados Unidos), Eugenio Cano, Victoria Encinas, Prudencia Irazabal, Luis Barba, Pedro Castrortega, Darío Urzay, Juan Uslé (España), Eugenio Espinoza, Clemencia Labín. Sigfredo Chacón (Venezuela), Jaime Iregui, Carlos Salas y Danilo Dueñas (Colombia). Museo Alejandro Otero, julio 9 a octubre 8 de 1995. Caracas, Venezuela.
Venezuela con Estilo
Dentro de las revistas de arte editadas en Latinoamérica. Estilo es una de las más importantes. Sin embargo, no es de gran circulación en el continente. Por el contrario, al igual que Poliester, de México, se distribuye esencialmente en su país. De ahí que Estilo se reciba en Colombia con gran interés.
La revista venezolana dedica un buen espacio al arte contemporáneo, especialmente latinoamericano. Pero, quizás lo más interesante de Estilo es que genera, con la participación de especialistas invitados a sus páginas, debates en torno a problemas concretos o corrientes de pensamiento del arte.
Igualmente, llama la atención el que dedique en algunas oportunidades su edición a temas específicos como el arte urbano, la comunicación, la fotografía. También, suele ahondar en los procesos que se están dando en un país determinado.
“Estilo” Directora Caresse Lansberg de Alcántara. Distribuidores en Colombia, Corporación Editorial Número. Disponible en las librerías Lerner, Biblos, Francesa, Mundial, Gran Colombia y Alejandría.
Las artes se han encargado en años recientes de romper las fronteras entre colombia y Venezuela. Comparten exposiciones, trazan territorios de significados, propician espacios para la convergencia de idas. Actualmente se presenta en Caracas la Exposición “Transatlántica” , que rompe viejas fronteras entre la pintura americana y la europea. Acaba de aparacer en Colombia la revista venezolana de arte “Estilo” y en Venezuela, la colombiana “Número”. Entre tanto, más de 100 artistas de uno y otro lado trazan sobre el papel un nuevo país demarcado por las líneas de la ficción, en un proyecto generado por Quina Papeles, Caracas y Arte Dos Gráfico, Bogotá.
Los imprescindibles
Salvador Dali (1904 – 1988).
Impulsor del surrealismo, Dali logró llamar la atención del medio artístico gracias a sus extravagancias, que llevó tanto a su pintura como a su personalidad. Sabía muy bien que caerse por las escaleras atraía tanto como un engominado y entorchado bigote. Al igual que los surrealistas de su época, trabajó con base en la libertad total y un “modelo interior” que excluye toda sumisión al modelo percibido.
André Breton definió así la obra de Dalí: -A despecho de una innegable ingeniosidad en la realización de su propio escenario, la obra de Dalí, desfavorecida por su técnica ultrarretrógrada y desacreditada por una indiferencia, ha dado desde hace mucho tiempo signos de pánico y no se ha salvado más que organizando su propia vulgarización”.
Juegos de Salón
A propósito del Salón Regional de Artistas que se realizan en las instalaciones de Corferias en Bogotá, algunas Opiniones sobre este tipo de eventos, en general, y sobre la muestra, en particular.
Deshacerse de lo geográfico
Sin desconocer los esfuerzos de toda índole que implica la realización de este evento, pienso que es ineludíbe enfrentar un problema de fondo como es el que concierne a su estructura conceptual. Urge actualizar el concepto que articula este evento – lo regional- y, en lo posible, ampliarlo. Creo que de este modo Colcultura daría el primer paso para ofrecer, además de infraestructura física, el entorno conceptual adecuado a una producción artística para la que ya no es suficiente al estar referida a términos estrictamente geográficos.
Una de las múltiples lecturas que ofrece esta producción artística, tal y como es posible apreciar en el Salón, es que cada vez es más heterogénea, diferenciada e inestable. Esta autonomización creciente de sus partes, muchas de ellas contradictorias, hace insostenibles los marcos teóricos con los cuales se ha interpretado tradicionalmente este tipo de manifestaciones y, por lo tanto, invita a público, organizadores y artistas, a desechar lecturas generalizantes, a dudar del consenso y renovar hábitos de reflexión e interpretación.
Jaime Iregui (Artista)
Lo nuevo, lo mediocre y lo excelente.
El sistema de los salones regionales es la única innovación positiva introducida desde que el Salón Nacional fuera reglamentado en 1940. Contrasta con reformas a todas luces negativa, como la absurda de que los premios no sean de adquisición. El Museo Nacional ha perdido así la posibilidad de guardar en su colección, Horizontal en blanco y negro de Ramírez Villamizar. La cámara de los esposos de Botero, Violencia de Obregón, Vigilante de Negret y al menos una Risa de Roda, para no citar sino a los indiscutibles. Si esos premios estuvieran a la vista en el Museo, a los salones no se enviarían tantas pendejadas. Hay que introducir los premios de adquisición y hay que abrir, paralelamente al salón tradicional, un Salón Nacional de Arte Nuevo. Los dos salones podrían realizarse simultáneamente pero con premios y espacios separados. Para llegar al gran salón se podría exigir la participación en cinco Salones de Arte Nuevo o haber sido admitido en tres y haber ganado uno de sus premios. Si a la postre el gran salón resulta mediocre, no hay que preocuparse. Los salones son como los termómetros o sea un registro de la temperatura que en determinado momento tiene el arte colombiano.
En el regional de Bogotá hay un problema organizativo grave que se refleja en la ausencia de artistas ya establecidos que hoy por hoy están trabajando muy bien, entre los que cabe citar a Nadín Ospina. Carlos Salas, Santiago Cárdenas, Antonio Roda y Edgar Negret. Y hay un problema de criterio, que se expresa en el predominio absoluto del arte viejo y en apariencia novedoso que por autoengaño hacen los jóvenes. La calidad es baja y la cantidad en cambio es alta. No me imagino un premio regional de poesía cuyos resultados quedaran consignados en una antología de 100 poetas. El inconveniente de los jurados de manga ancha es que logran, con su generosidad, que lo mediocre sepulte lo excelente.
Álvaro Medina (Historiador y crítico de arte).
Ideas fáciles
La premiación del Salón regional de Bogotá resultó bastante desconcertante cuando se escuchó la opinión y la justificación de Gustavo Zalamea y Juan Alberto Gaviria, dos de los jurados del evento, que, luego de dar a conocer el fallo, manifestaron a quiénes les hubiera gustado premirar. En cuando a los trabajos escogidos para participar en el Salón Nacional, el jurado seleccionó obras en proceso teniendo en cuenta la trayectoria del artistas, aunque el resultado no fuera óptimo. Pero excluyó artistas con trayectoria en el país y en el exterior, como Jaime Franco o Johanna Calle, que igualmente mostraron parte del proceso de su trabajo. Muchas de las obras expuestas son de bajo nivel conceptual. Queda claro que en este momento hay una atracción por las ideas y estas son ideas fáciles. Si bien se está abriendo espacio a generaciones jóvenes, cabe preguntarse que sucede con la generación inmediata. A mi parecer, está desesperada y por lo tanto realiza obras que no corresponden a su investigación.
Jenni Vila
Los salones son importantes
Los salones son una herramienta importante para mantener y presionar el desarrollo de las artes plásticas en Colombia, son la oportunidad que tiene muchos artistas, o tal vez algunos poco seleccionados, de utilizar un espacio para mostrar y sobre todo, confrontar sus obras: para muchos es el momento en el que convergen reflexiones y el punto más alto de intensidad en el trabajo.
Desafortunadamente, el hecho de someter a los participantes a una selección deja muchas veces un sabor a injusticia pues muchos quedan por fuera, algunos seguramente con una buena obra. Sin embargo es fundamental que así sea y que esa selección la asuman personas preparadas y con criterio, como con seguridad se hace. Así entonces no hay de qué preocuparse. Pueden ser jurados elitistas, si se quiere, además habrán siempre muchos errores, pero estoy seguro de que las buenas obras que han quedado por fuera, primero no dejan de ser buenas y segundo si lo son realmente, será inevitable que ocupen el lugar que merecen en los salones y en el ámbito de las artes. Además, las obras que están en los salones infladas artificialmente y carentes de calidad irán cayendo por su propio peso. Sin ninguna duda, los salones son importantes y los artistas que quedan por fuera no son artistas malditos como tampoco son “los elegidos” los que están participando en ellos.
Del salón regional (zona Bogotá) que se presenta en este momento en Corferias se puede decir que deja mucho qué desear; no hay más de tres obras de gente nueva que sean suficientemente fuertes; de los que ya se conocen es interesante ver cómo se define y se refuerza una obra o por el contrario cómo se enreda y se va diluyendo. Estas consideraciones de calidad son casi seguro que se repitan para todos os salones y así como se han hecho en el pasado se seguirán haciendo en el futuro. De los premios no tengo mucho para decir, solamente que sería difícil estar de acuerdo… eso pocas veces se logra. En los últimos dos salones se vio un gran paso con las propuestas que se presentaron; aunque de ninguna forma en el ámbito universal si en el ámbito nacional; en este salón se siente un estancamiento, se hace evidente un lenguaje pseudoconoceptual que no es otra cosa que la utilización estética de obras en principio conceptuales de artístas como Joseph Beuys, Marcel Brotaers y muchos otros que, aunque no necesariamente se conozcan, sus obras irradian el arte actual: cuando se llega a este punto de banalización simplemente queda demostrado que no es suficientemente ni siquiera necesario ser el más sucio ni el más corrido ni el más intelectual ni el más hermético ni el más “artista” para que una obra sea suficientemente buena.
Cristóbal Castro (Artista).
El último salón
Los salones han tenido su propia evolución marcada por sus cualidades, buenas o malas. En los últimos, especialmente en este, noto que su tendencia es fragmentarse y a darle más importancia a las obras que al evento y esto es sano, y traerá consigo la anulación del salón como tal. Presiento que el próximo Salón Nacional será el último que se considere como tal.
El montaje de esta salón brinda la oportunidad que cada obra en participarla entable un diálogo más limpio, menos perturbado por las obras. Y en estas confrontación son las propuestas jóvenes las que salen mejor libradas.
Carlos Salas. (Artista).