El proyecto de Giovanni Vargas, Rojo, para el actual Premio Luis Caballero, funciona entre otras cosas como una gran conversación entre amigos y cosas. «Una invitación a trabajar en complicidad», como lo señala su texto, también como la posibilidad de crear una imagen de forma colectiva, aceptando y explorando las posibilidades de este modo de producción en la imagen final; o más bien aprovechado las imprecisiones, los vacíos, las derivas, los lugares de silencio, los acuerdos no cumplidos, y aquello que nunca se hizo explícito, como parte sustancial de esa imagen. Tiene sentido, después de todo que la imagen que se produce en colectivo sea a propósito una imagen imprecisa, abierta, e incierta.
Por Rafael Díaz | Erika Montoya. Desde la transcripción de un audio Henry Palacio
Este texto reconstruye una conversación posible, en este caso se trata de una de muchas conversaciones posibles en torno al proyecto para el XI Premio Luis caballero de Giovanni Vargas. Partimos de la experiencia también compartida, de explorar los tres diferentes espacios en los que se exhibió este proyecto en tanto “exploración en complicidad”. Quienes conversan –algunos de ellos–, son a la vez público, y protagonistas del proyecto, otros sencillamente público. La conversación nunca sucedió físicamente, se articuló en este texto. Es decir que existe en la medida en que fue escrita y transcrita, pero, sobre todo, leída.
-¿Viste Rojo, lo de Giovanni Vargas?
-¿En dónde?
Según Banrep cultural:
“ROJO tendrá lugar en un espacio virtual — ckweb.gov.co (proyecto experimental multimedia de IDARTES), y tres espacios reales: El Parqueadero (MAMU-Banco de la República), El Observatorio Astronómico Nacional y El Planetario de Bogotá.”
-¿En el Observatorio al fin se montó algo?
-Ni idea.
-Yo fui a lo del Parqueadero: raro.
-¿Raro cómo? Como ver en análogo algo de naturaleza virtual. Sin velocidad, las relaciones dependían de que uno caminara entre archivos. En el desplazamiento se perdía la conexión y entonces tocaba volver a empezar por otra pieza.
Rojo cuestiona las estructuras propias del Premio Luis Caballero. La noción de autoría que el premio promueve entra en crisis cuando se comprende que la “exploración en complicidad” pasa por negar completamente una voz, la del artista que propone el proyecto. No, aquí no hay artista, tal vez una curaduría, un atlas visual, una cacofonía, una conversación entre amigos, un parche produciendo juntos, cualquier cosa menos un proyecto autoral, no hay un “Luis Caballero”, o tal vez sí, si tenemos en cuenta lo mucho y lo poco, lo imposible de pensar un contenido determinado para el sustantivo Luis Caballero. Tres espacios físicos, uno virtual. En el Observatorio jamás sucedió.
– ESCOMBROS
Rafael Díaz: aunque ROJO está enmarcada en un ciclo de exposiciones individuales, es un ejercicio de creación colectiva. Un grupo de artistas pensaron e imaginaron alrededor de una idea: un planeta que se encuentra a una distancia mínima de 56,4 millones de Kilómetros y del que los humanos hemos hecho otros ejercicios (sondas, telescopios, rovers, novelas, películas, canciones etc.) para poder (creer) saber algunas cosas.
Como en muchas grandes obras de ciencia ficción acercarse a ROJO es encontrarse con lo incierto, un ejercicio de contingencia. No es gratuito que las piezas que componen la exposición no sean llamadas obras sino escombros: fragmentos y objetos que parecen varias cosas al mismo tiempo, rastros y estelas de las formas de hacer y de pensar un poquito más allá.
– AMFE (A MESSAGE FROM EARTH)
Erika Montoya: alguna vez fuimos unas criaturas viviendo fuera del tiempo. En aquella época no había un demasiado pronto o un demasiado tarde. El tiempo y el espacio nos pertenecían. Teníamos la habilidad de visitar mundos múltiples a nuestro antojo. Fue demasiado tarde cuando nos dimos cuenta de que ya no éramos esas criaturas. Nunca supimos cómo fue. Tan solo despertamos un día y nuestra capacidad para manipular el tiempo y saltar mundos se había perdido.
Alguna vez escuchábamos con tanta atención que nos volvíamos uno con el sonido. El sonido era materia viscosa que nos impregnaba. No había mediación. Entendíamos todos los sonidos que emitían nuestros cuerpos y al mismo tiempo éramos capaces de diferenciar los sonidos provenientes de otras criaturas. No era necesaria una traducción.
Pensábamos que todo se había perdido para siempre. ¿Cómo poder seguir saltando mundos? ¿Cómo poder ser uno con otras criaturas?
¿Será que enviar una señal, un mensaje, un código a otros mundos con la esperanza de que algo, alguien logre decodificarlo hace posible que viajemos en el tiempo y en el espacio como esas criaturas que alguna vez fuimos?Público: ¿Entonces se trata de un archivo?
-Seguramente sí, pero cuando cierre el proyecto.
-¿Se parece al de María Isabel Rueda, cierto?
-tan parecidos como pueden parecer dos piedras que se encuentran cercanas en un pedacito de arena a la orilla de un río.
VERSIONES
Henry Palacio: entre el Parqueadero y lo que se exhibe en Más allá[1] (la última versión de este proyecto se inaugura el 14 de julio en este espacio-apartamento, segundo piso, arriba de una panadería) parece existir una distancia enorme, más que continuidad lo que se ven son dos versiones diferentes de un mismo proyecto. El Parqueadero (MAMU), conserva esa pretenciosa grandilocuencia asociada al Premio Luis Caballero; el enorme archivo que allí se expuso, parece enfriarse, volviéndose ajeno. En cambio, con la curaduría en Más allá, ese archivo se hace cercano, casi ‘doméstico’, entonces aparecen coincidencias entre este proyecto y trabajos anteriores de Giovanni Vargas. Que el Luis Caballero pueda pasar en un apartamento que tiene todavía mucho de casa, tiene el valor de hacer visible la materialidad de los proyectos que aquí se suman.
Las grandes palabras que enmarcan el Luis Caballero, “trayectoria”, “Proyecto”, “pertinencia”, inflan el asunto, a escalas innecesarias. Muchos artistas en coherencia con ese absurdo, terminan endeudándose para lograr una “exposición”, a pesar de que la bolsa de dinero que ofrece, siempre será insuficiente. Pensar un Luis Caballero, en el que como pasa con la exposición en Más allá, sean coherentes la necesidad de cuestionar la autoría, con la posibilidad de exponer en un espacio modesto, las diversas voces de un grupo de artistas que se anima a proponer en complicidad.
Más allá se propone como un lugar de talleres de artistas con una sala de proyectos para exposiciones, laboratorios, talleres y pequeños conciertos. Ubicado en el barrio Concepción norte de Bogotá, Más Allá no fue fundado. En el año 2014, un grupo de artistas tuvo que replicar el modelo de varios espacios independientes de la ciudad, alquilamos un apartamento en una zona de la ciudad que nos resultaba central y accesible, dividimos el canon mensual y los espacios del lugar para que cada uno tenido un espacio de trabajo, desde entonces varios artistas y creadores han tenido allí su espacio de producción y se han realizado gran variedad de eventos.
[1] Dirección: Carrera 17 Nº 71-10, apto. 201