Fracaso es la tercera y última exposición del ciclo temático denominado Ciclo Prisma, en su versión 2022. Fiesta, furia, fracaso, reúne tres curadores, alrededor de un mismo eje conceptual. La historia de este modelo colaborativo de exposición inicia en 2015. La propuesta de tres curadurías distintas que comparten un mismo interés, desarrollándose sucesivamente en el mismo lugar, resulta particularmente interesante en la medida en que a través de las obras invitadas y de su articulación, dicho eje conceptual toma forma haciéndose comprensible a través del recorrido en sala. La práctica curatorial produce, en ocasiones, un tipo de conocimiento en el que se combinan dos experiencias temporales: anticipar (organización anterior al montaje), y postergar (recorrido individual del visitante). Curar una exposición implica siempre proyectar. En ese sentido, lo curatorial es pensamiento recorrido. Caminar interrogando los obstáculos-obras, caminar viendo, relacionando, también deteniéndose, e ignorando; finalmente el texto curatorial prueba su coherencia cuando logra anticipar reflexiones posteriores al encuentro con las obras. Cuando se suma o dialoga con aquellas conversaciones que se sostienen al salir de la sala.
Mientras se recorre Fracaso, Fiesta y Furia, retornan. Pensar lo curatorial desde la experiencia de la pandemia, exige tramitar sensaciones vividas de modo intenso: miedo, rabia, desilusión. Tres emociones compartidas, pero vividas individualmente durante la brecha del encierro. La fiesta se añora, una vez que juntarse es imposible. La furia se reclama en tanto urgencia de lo colectivo. El fracaso o la desilusión aparecen ante el inminente y necesario fin la excepcionalidad humana[1].
Fiesta, propuso lo curatorial como un ejercicio en el que la edición ordena (un contenido diverso y desordenado), recorta (valorando la parte, o enmarcando aquello que debería ser visto) y añade (iluminación, soportes, acabados), consiguiendo un conjunto con sentido. El resultado: la retrospectiva de un artista desconocido, Gabriel Castillo (1958 Cúcuta). La práctica artística de Gabriel, extensa, diversa, experimental, desprovista de pretensiones académicas o imposturas intelectuales, entonces en la sala y como efecto de lo curatorial aparece tan viva, como digna de ser conmemorada. Una retrospectiva o la celebración entre amigos que produce hacer arte a pesar de, a propósito de, e independiente de todo.
Furia propuso dos momentos vividos en modo distinto durante la pandemia. Una la de quien vio y vivió los meses de inestabilidad producidos por el Paro nacional, con sus protestas, a través de las pantallas; la experiencia del estallido social mediado por la noticia, el sobresalto de lo que al tiempo y en muchas partes ocurría, y la sensación de estar viendo, escuchando, mientras se improvisaba una rutina del confinamiento. La otra, a través de las obras que de modo reflexivo, también distanciado, daban forma al fenómeno del estallido social: performar, intervenir, cortar, dibujar, quemar, soplar, escribir, etc. La pantalla y el taller, o la lógica de la experiencia mediada frente a un contenido que en las calles sucedía conforme a modos de acción directa.
Fracaso sin lugar donde volver propone una mirada desilusionada posible gracias a las imágenes producidas por la pandemia. Vimos entonces un planeta (literalmente desde imágenes satelitales) respondiendo al instante de reposo producido por el encierro. Animales (no domésticos) en medio de calles desocupadas. La experiencia de un silencio distinto, sin aviones o carros. Comprobar que sin nosotros el planeta sobrevivía, y además se restauraba; resultó un duro golpe a siglos de excepcionalidad humana. Ínfimos y dañinos, problematizamos aquella historia de protagonismo innecesario, con pañitos de agua tibia. Sin nostalgia, las obras proponen imágenes sobre esa experiencia límite y lo hacen a la medida de lo humano. Me refiero, a que, a propósito, pareciera que los artistas trabajan la noción de escala: un contundente dibujo mural, en realidad es un tatuaje sobredimensionado que en vez de piel elige apropiarse, extendiéndose en la pared del fondo. Pintura roja sobre fondo blanco, corporalidades animales en un intercambio de energías. Otro muro aparentemente de piedra pulida, es en realidad el efecto de desechos pulverizados, una mezcla de caseína y yeso, sobre láminas de aglomerado. Un muro-valla, sostenido con bultos de material orgánico, procesado y empacado, que en otro momento determino la producción controlada de esta imagen. Icopor, plastilina, entre la manualidad y la historia de la arquitectura moderna occidental. Una escena selvática esconde un jaguar de ojos plásticos y brillantes; sobre tela camuflada la selva dibujada vibra como efecto de la luz neón que la ilumina. Selva y florero, o el arte de la floristería comparten un mismo intento por contener el entorno no humano a través de distintas y tradicionales convenciones culturales. Ropa usada, encontrada, o lo que queda de ella, vestigios y disfraces diseñados para hacer de nosotros irreconocibles animales. Llaveros, muchos llaveros o la necesidad de puertas y cerrojos. Cosas desechadas, ahora ordenadas e impecables, que proponen corporalidades temporales. La réplica o el exvoto, que además de imitar y exponer la parte y el órgano, también emulan las mañas, los hábitos y las costumbres de quien lo encarga: un boleto de entrada al museo del oro se atesora entre el bolsillo de la camisa amarilla. Una fuente: la leche y el agua, el desorden de plásticos, tubos, luces y pedazos de moldes en yeso, o el aparatoso y prescindible deseo de producir paisajes. Una sala vacía, voluntariamente vacía y cerrada, acumulando polvo, pelos, fragmentos diminutos de piel, algunos insectos, y la conciencia de la no necesidad de ocuparlo todo.
Esta exposición decide mostrar algunas marcas humanas del desastre, pero lo hace sin dejar moraleja ni posibles vías por las cuales acceder a un nunca o posible retorno. Sin lugar donde volver o la lúcida certeza de lo mixto, mezclado y contaminado.
El texto curatorial plantea dos preguntas con las que quisiera cerrar esta conversación en sala: ¿podemos construir nuevos espacios de pensamiento desde el estado contaminado de las cosas? ¿Deberíamos aproximarnos a ella como un camino que nos permita entender y encontrar mejores respuestas hacia futuros posibles? [2]
[1] Lozano Rocha, Ana María (2016) HUMANOS/NO HUMANOS Reflexiones sobre el fin de la excepción humana. Alcaldía Mayor de Bogotá. Fundación Gilberto Álzate Avendaño: “El entender al humano como un viviente de excepción fue una construcción sumamente compleja que requirió de argumentos y de sistemas de creencias para funcionar como lo ha hecho, mantenerse, a pesar de la ciencia, a pesar de las transformaciones del conocimiento, de los aportes de la biología o de la genética.”
[2] Texto en sala completo en: https://www.artbo.co/Salas/Sede-Chapinero/FRACASO
Fracaso, sin lugar donde volver. Curaduría Iñaki Chávarri. Ciclo de exposiciones ARTBO, Salas 2022