En tiempos en los que se vienen a cumplir doscientos años de las independencias latinoamericanas, la exposición Andy Warhol, Mr. América,con la que el curador Philip Larratt-Smith viene a presentar el artista e ícono norteamericano en tres países del sur: Colombia, Brasil y Argentina, pareciera llegar para provocarnos y cuestionarnos: ¿Cambiamos una dependencia por otra? ¿La exposición es una muestra más de la imposición de la cultura gringa? ¿O más bien una nueva invitación para evaluar esa fascinación mezclada con escepticismo que los íconos y los productos de tal cultura no dejan de producir en nosotros?
Enfocando la pregunta para el contexto del arte colombiano de fines del siglo XX y comienzos del XXI, se convierte en algo así: ¿Hasta qué punto incluso lo producido por nuestros artistas ha terminado siendo determinado por estrategias y temáticas dictadas por el norte? Esta selección de obras pertenecientes a la Colección de Arte del Banco de la República, los textos elaborados por Nicolás Gómez Echeverri al respecto y todo el material de archivo que ha recogido, nos obligan a ver con detalle la complejidad de las relaciones (de tire y afloje, de dependencia e independencia, de asimilación y de rechazo, de simultaneidad y de choque) que hay entre lo hecho por los artistas colombianos y el denominado Arte Pop.
Desde los artistas más reconocidos por su uso de las estrategias técnicas que usaron Warhol, Linchestein y Hamilton: Santiago Cárdenas y Álvaro Barrios, hasta aquellos que hoy en día desde una distancia pretendidamente crítica las elaboran: Miguel Ángel Rojas y Fernando Uhía, ha sido evidente, tanto en el discurso de los críticos y periodistas como en el de los mismos artistas, el intento simultáneo por asimilarlos a las corrientes mundiales y por diferenciarlos en sus propios modos de pensar y de elaborar esas ideas en su trabajo.
Quizás es la obra de Antonio Caro: Colombia – Coca-Cola, la que más directamente expresa las tensiones allí vividas.
Porque no es sólo una cuestión de asignar corrientes artísticas: al estudiar las obras colombianas emparentadas de una u otra manera con el Arte Pop no sólo interesa mirar su relación con aquella corriente, sino también los modos en que se vive en un país como Colombia todo eso que va y viene de sur a norte y de norte a sur; porque no sólo se importa, también se exporta, se impone y se padece a la vez que se acoge y se visita. Entre las obras podemos encontrar una protesta directa ante las imposiciones y sus violentas consecuencias (Sonia Gutiérrez), pero sobre todo estamos ante un panorama donde prima la mirada irónica y desencantada.
La selección propuesta hace evidente que lo popular en Colombia va mucho más allá que esas imágenes de hamburguesas e ídolos de cine y televisión, pero que no es solamente distinto, porque esos mismos íconos y medios son asimilados y digeridos en una cultura que tiene todo de mezcolanza y de fiesta, donde el clasismo y las distintas maneras de asumir lo melodramático y lo religioso establecen sus propios íconos (María de la Paz Jaramillo, Juan Camilo Uribe, Nirma Zárate).
Atravesando todos los elementos mencionados hasta ahora, es sin duda la obra de Beatriz González la que mejor encarna todo este vaivén, todo este tire y afloje; y su contraste con la obra de Andy Warhol echa chispas y nos pone a pensar todo el tiempo. Si bien el puente más evidente que se traza entre los dos remite al uso de las técnicas gráficas, de los colores planos y al aprovechamiento de las imágenes de prensa, incluso al macabro interés que comparten por la muerte y las tragedias; es en ambos la obsesión por las imágenes, sus modos de producirse y reproducirse frenéticamente hasta hacerlas inevitablemente efímeras, lo que los ha llevado justamente a fijar imágenes que permanecen en la retina de nuestros países al tiempo que nos enseñan a mirar y a cuestionar lo que vemos. A mirar nuestra historia, la de América (¿cuál América?), y a pensarla a través de sus múltiples imágenes.
Que es de lo que se trata esta exposición de Andy Warhol, Mr. America, y la selección de obras colombianas que aquí proponemos.
Alejandro Martín*