Al momento de escribir esto, martes, septiembre 24 11:20 am, ni el Ministerio de Cultura, ni la dirección ejecutiva, ni la dirección artística, ni el equipo de curadores del 45 Salón Nacional de Artistas de Colombia han manifestado, sin ambigüedad, su posición ante la destrucción de una de las obras expuestas por parte de la entidad que, por iniciativa propia, decidió acogerla: el Centro Colombo Americano.
Ignoro si la orden para destruir el mural de Lucas Ospina y Powerpaola vino del Centro Colombo Americano, o del gobierno nacional o incluso de la representación diplomática del gobierno de los Estados Unidos –ignoro cuál es el vínculo formal entre el Colombo Americano y el gobierno de Estados Unidos.
Aún si la orden no vino de instancias superiores y fue simplemente un acto burdo de un funcionario o una funcionaria media (y así me gustaría definir al director o directora del Centro Colombo Americano, como un funcionario o una funcionaria media) lo que se revela es una especie de censura internalizada por las personas que ocupan cargos burocráticos. Es decir que no necesitan recibir una orden para censurar. La dominación perfecta, sin fricción.
El mural destruído y repintado, juega con las distintas capas de significados que gravitan en torno a las imagenes y a la «imagen». Y seguro que habrá mucho tiempo para desglosar lo que Lucas Ospina y Powerpaola dejaron en la pared, aún debajo de una capa de pintura blanca.
Sin embargo este texto es corto y urgente y circunstancial. Creo que dejar pasar este acto de vandalismo institucional tiene consecuencias graves para una institución como el Salón Nacional que tiene una historia larga y que antecede al propio Ministerio a todos sus funcionarios y a todos los que ocupan cargos públicos en este gobierno desde el presidente para abajo.
Sería función del Ministerio de Cultura proteger ante todo el Salón. Y sobretodo lo que debe proteger es la confianza en que el Salón es un espacio libre de censura. Sorprende que el Ministerrio no pueda repudiar sin vacilaciones el acto del Centro Colombo Americano, sorprende que la dirección ejecutiva y artística tampoco lo hayan hecho (han pasado 24 horas) y sorprende que el equipo de curadores y curadoras sigan en silencio.
Es importante recordarles a todos los funcionarios públicos y quienes como contratistas trabajan para el Ministerio de Cultura que su obligación es con la constitución y con la libertad de expresión y no con el gobernante de turno. No hay justificación alguna para dilatar acciones que el Ministerio puede tomar para reparar el daño que el Colombo Americano ha hecho. Desde la presión legal, por el incumplimiento de un contrato hasta la acción simbólica de retirar toda la exposición e instalarla en un nuevo espacio. Un acción decidida preservaría la confianza que el medio artístico necesita tener en el Salón, para que este siga siendo un evento que movilice el medio. De lo contrario la confianza se erosiona y 70 años de historia se pierden. La responsabilidad de los funcionarios es con esa historia y con el medio.
Pero como intuyo que algunos funcionarios estarán ahora reunidos en la secretaría jurídica pensando en el corto plazo, no sobra recordarles que aparte del daño histórico que están dejando pasar, el mural fue hecho con recursos públicos, por lo que en terminos legales es un bien público y debe ser protegido de daños ocasionados por terceros.
Bernardo Ortíz