He visto (05.12.08) la cupula pintada por Miquel Barceló en la sala de Derechos Humanos y Alianza de las Civilizaciones de la sede de las Naciones Unidas en Ginebra y me ha gustado. La opinión pública y tambien la opinión crítica en España está, como es bien sabido, en contra, muy en contra. El diario ABC denunció que se había desviado medio millón de euros de esos que España y el resto de Europa dedica al muy opaco capitulo de ¨ayuda al desarrolllo ¨e inmediatamente se abrió la caja de los rayos y los truenos. A falta de un buen argumento en contra del gobierno de Zapatero por parte de quienes no están dispuestos ni a celebrar que los bancos españoles no se hayan desmadrado como sus homólogos americanos ni a oponerse realmente a las medidas de ese mismo gobierno de ´ayudar ´con el dinero de nuestros bolsillos a una banca que a juzgar por sus beneficios multimillonarios no la necesita, todos a una, como en Ovejuna, decidieron convertir a la dichosa cúpula en el motivo en motivo de una aspera querella. La principal objección a estos críticos: no han visto o no han visto todavía la cúpula antes de decir y escribir lo que escribieron. Zapatero no puede, no pudo, no podrá hacer nunca nada bueno, es una tesis política de mucho éxito en los espacios politicos y mediáticos del Reino. Pero aún admitiendo que fuera cierta ¿ basta para descalificar el trabajo de Barceló en Ginebra? Fernando VII – como han demostrado los historiadores- fue un monarca capaz de traicionar hasta a su padre el Rey con tal de satisfacer su desaforada ambición de poder ¿ pero este es un motivo suficiente para descalificar los retratos que Goya pintó de Fernando y de la arpía de su mujer? ¿ La conducta verdaderamente torva de ese Fernando debería llevarnos a quemar esas obras maestras?¿ O simplemente a relegarlas al olvido? Cierto, Barceló no es Goya, ni su cúpula en Ginebra es la bóveda de la Sixtina, mandada a pintar nada menos que por un Papa. Pero no por eso su cúpula deja de ser una buena cúpula: un audaz ejercicio de pintura que resolvió con solvencia el desafío de pintar un millar de metros cuadrados sin que el resultado ofenda. Y sin que vaya a someter a stress a los diplomáticos del mundo que se reuniran allí regularmente, temerosos, como ha escrito Elvira Lindo – otra que tampoco la ha visto en vivo y directo – que les abra la cabeza el desprendimiento de una de sus muchas estalactictas. A mi, desde luego, me parece muchísimo mejor que la ´ intervención ´de Barceló en la catedral de Palma que estropea gravemente la claridad sin fisuras de la arquitectura gótica de ese gran templo. En Ginebra, por el contrario, la arquitectura y la bóveda terminan apoyándose mutuamente. Un logro.
Carlos Jiménez
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