«En abril de 2003, Catalina Vaughan despertó al sector artístico con la noticia de que el recientemente acuñado MamBo exhibía una colección de Barbies con una “curaduría” llevada a cabo por el departamento de mercadeo. Esta intervención desató una serie de discusiones en las que se trataron temas como la financiación de la cultura, el rol del curador, la misión de los museos, la participación en las instancias públicas de gestión y financiación de la cultura y los modelos de gestión, entre otros» Cristina Lleras, en Lo que pasó, pasó. Barbies, museos y poder en Colombia (abril de 2012)
Barbies en el Museo
Resumen de intervenciones de la discusión (abril 11 al 20 de 2003)
Catalina Vaughan: Estuve visitando el MamBo (¡vaya nombre para un museo!) con el interés de ver una muestra sobre el Salón Atenas. Recorriendo la exposición me preguntaba sobre el porqué eventos como este no tenían difusión alguna. Ni siquiera una invitación. (!!!???)
Es una forma decente de montar la colección. Labor que todo museo que se respete ejerce con frecuencia. Más en épocas de crisis. (¿Cuando no lo ha sido para esta institución?)
Cuando llegué al último piso me recibió lo que pareciera la obra conceptual de un “niño” de los setentas. Nada más y nada menos que una muestra de Barbies debidamente museificada, con colores rosados y chicas perfumadas al acecho del escaso público que les llega hasta ese piso.
¡Que irreverencia!! (Pensé con ingenuidad) Pero poco a poco fui cayendo en cuenta de que se trataba de una propuesta puramente comercial. De un chabacano marketing museal para ser mas exacta. Como les parece…un museo en el que el departamento de mercadeo diseña exposiciones!!
Todo el mundo sabe que el MamBo hace lo que puede para conseguir financiación. Eso está claro. Pero si la forma es que el departamento de mercadeo termine rivalizando con el ya fragilísimo departamento de curaduría (¿donde está el curador?) lo mejor es apagar e irse.
Que tristeza… Esto si es un “hito histórico”. ¿Que pensarán los artistas, estudiantes y el medio general? ¿Donde están? ¿Será que ya a nadie le interesa lo que pasa con el Museo? Si es así, pronto veremos fichas técnicas con logos de “Leonisa”, “curadurías” de Pilar Castaño, desfiles de Barraza…
Anexo programación del MamBo de talleres para niños (no es un chiste). De milagro no hubo seminario teórico. Bueno, de pronto está programado como cierre de la exposición. Who knows…
Espeluznante posibilidad… ¿luego de la Barbie Didáctica la “Barbie Teórica”? ¿Se imaginan los ponentes?
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TALLERES BARBIES / Visitas guiadas y talleres
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Los días martes, miércoles y viernes de 10:00a.m. A 4:00 p.m. se programarán visitas guiadas para colegios. Los jueves se realizarán talleres para los mismos.
El guía que acompaña al grupo, realiza una breve visita del espacio seleccionado y la en la sala Carlos Rojas. Para estas actividades, los docentes que acompañan los grupos, asisten los lunes a las 10:00 a.m. o 2:00 p.m. a una visita previa donde se les invita a recorrer las exposiciones enfatizando que el Museo como espacio pedagógico que complementa la práctica recreativa.
Las visitas taller se programan las siguientes actividades. Grupos de 20 a30 estudiantes:
Taller de colores: un portarretrato de la Barbie: Una vez realizado el recorrido por la muestra los estudiantes, a partir de afiches, en recuadros de cartulina blanca de 10×10 cm, elaborarán el retrato de la Barbie y en 1/8 de papel silueta de colores su correspondiente portarretrato.
Taller crayolas: un retrato de la Barbie con el traje favorito: Los estudiantes una vez realizado el recorrido por la exposición, en 1/16 de cartulina negra el retrato de la Barbie con el traje favorito de la muestra. En este taller se enfatiza la técnica de la crayola sobre una superficie oscura para resaltar la luminosidad de las mismas.
Taller de plastilina: visto una marioneta de la Barbie: A partir de un paso a paso los estudiantes sobre un palo de pincho elaboran el modelado del rostro de la Barbie en plastilina, luego la visten con papel seda de colores. Se enfatiza en este taller la creación de un diseño propio.
Taller de dibujo Descubro a la Barbie e invento una historia: A partir de un formato con la silueta de la muñeca los estudiantes completan su figura e inventan una historia.
Taller una marioneta de carnaval: Se entregan siluetas con las partes del cuerpo de la Barbie, el estudiante las recorta y las completa con papeles de colores, lana y escarcha inspirados en el carnaval.
Talleres fin de semana: Estos talleres se programan en dos horarios. 10:00 a 11:00 a.m. y 3:00 a 4:00 p.m. y se realizarán los días 5, 6, 12, 13, 19, 20 y 26 de abril.
El costo de esta actividad está incluido en el precio de entrada a las exhibiciones del Museo que es de: $3.000 estudiantes y docentes con carné, $5.000 particulares, $1000 niños menores de 12 años.
Camilo Atuesta: Seré breve. No entiendo que hace un museo que supuestamente se instituye como organismo sin ánimo de lucro, prestando sus espacios para promociones comerciales. Me parece sencillamente una aberración que se invite a los colegios a que lleven a sus alumnos a talleres cuyo único objeto es promover la barbie. Eso no lo entiende nadie. Que llevadez. Que decadencia. Este evento es una señal clara de que el museo tiene problemas más graves que los de la plata. No son de criterio. Es como una pérdida total de razón de ser. Se niega a si mismo. Se hace el hara-kiri. Terrible.
Mauricio Orduz: Francamente pensé que lo de los talleres de la Barbie era broma. Por supuesto que también me costó trabajo asimilar lo de la exposición. Iré a verla, pues representa una oportunidad única de conocer un hecho inédito en marketing de museos. Invito a los artistas que han construido con su obra la credibilidad de esta institución a que la visiten y se manifiesten. Anexo nota de prensa que encontré en Internet. Sirve para conocer como se presenta este al público que, como ya se ha señalado en este espacio, está compuesto en su mayoría por niños. Al final un enlace a los talleres.
¿Será que también los de mercadeo del MamBo instalaron tienda de Barbies a la entrada del museo?
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LA BARBIE DE PASARELA
Noventa muñecas Barbie, vestidas por 30 diseñadores latinoamericanos, entre ellos cinco colombianos, se exhiben hasta el 30 de abril en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo).
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Se trata de una colección de alta costura para Barbie, que es reflejo del entorno cultural y la creatividad de estos modistos. Además de trajes de noche y de cóctel, hay vestidos de novia esplendorosos y atuendos con un marcado regionalismo, no solo en los diseños. También en las texturas, los tejidos, los estampados y hasta en el color y corte de sus peinados.
El proyecto de reunir este ajuar arrancó hace cuatro años, cuando Barbie llegó a sus 40: “En ese entonces convocamos diseñadores para que presentaran sus propuestas de atuendo para ella. La única condición que se fija es que se conserve el glamour de la muñeca. Los mejores se seleccionan para alimentar la colección”, explica Olga Cristina Pinzón, gerente de mercadeo de Mattel Colombia.
Esta es la primera vez que la muestra será vista en el país. De ella hacen parte creaciones de diseñadores nuestros, como Alfredo Barraza, Ayerbe y Quintana, Amalín de Hazbún, Carlos Laserna y Ángel Yáñez, quien donó una muñeca a la colección. “Barbie inspira a cualquier diseñador. En la vida real sus medidas serían imperfectas, pero estéticamente es maravillosa”, afirma Yánez. Sobre el diseño que donó afirma que “no es el mejor ni el peor que he hecho. Es más, en el 2000 tuve ocasión de vestir a 70 de estas muñecas, con las cuales decoré un árbol de Navidad. Hoy, en mi haber, tengo 120 Barbies, todas con diseños de alta costura”.
La directora del MamBo, Gloria Zea, aseguró “este museo reúne todas las manifestaciones del arte contemporáneo, y la moda es una de ellas.” Los fines de semana Barbie y el MamBo desarrollarán actividades lúdicas y culturales como de plastilina, colores y crayolas a partir de la historia de Barbie. Debido a que el evento está enmarcado en el mes de los niños, la entrada al MamBo, para los menores de 12 años, costará 1.000 pesos, que serán entregados por Mattel y el Museo a la Corporación Día del Niño. Para los adultos la boleta tiene un costo de 5.000 pesos y para estudiantes con carné y profesores, 3.000 pesos.
Camilo Calderón: Me ha costado creer que la nota de prensa, el plan del taller para niños y la “exposición” en sí no se tratan de una broma. Con este nuevo despropósito ha sido arrojado al abismo el último halo decredibilidad que aún conservaran las instituciones que manejan el entorno artístico nacional. Es sencillamente vergonzoso que este tipo de espacios se presten para actividades comerciales y que además pretendan acercar a los niños a figuras tan arquetípicas de los antivalores que imperan en la sociedad contemporánea como la Barbie y que por medio de diferentes actividades les sea presentada como un paradigma de imagen y comportamiento.
En estos momentos, en que tanto se suele poner en tela de juicio la utilidad de la actividad artística, es cuando los distintos entes participantes en el medio, entiéndase artistas, galeristas, críticos, museos, etc. deberían preocuparse más en validarla rescatando el aporte que a nivel cultural y humano se pueda brindar a la sociedad desde esta esfera particular de creación intelectual como una respuesta comprometida al contexto al cual pertenecemos, más allá de diluirse en este tipo de espectáculos frívolos.
Antonio Caro: Otra más del Museo Fantasma… Como artista participante en el primer Salón Atenas quiero manifestar públicamente mi indignación por la vergonzante “colgada” en el Museo de Arte Moderno de Bogotá de obras de artistas que participaron en los Salones Atenas.
La mencionada “colgada” que no merece el título de exhibición, demuestra el bajo nivel curatoríal y museográfico del Museo. ¿Quién puede, viendo la “colgada” tener una idea aproximada de lo que tal vez, fue el mejor programa de estímulo del Museo de Arte Moderno de Bogotá? ¿Se muestra documentación sobre los Salones? ¿Con qué criterio fueron “acomodadas” las obras? ¿Qué hacen unas obras en el restaurante, decorarlo? ¿Hay algún análisis de la proyección de las obras de los Salones, al momento actual? etc., etc.
Que gran desperdicio de una buena oportunidad para mostrar un interesante capítulo de la historia reciente del arte colombiano. Y no crean los más jóvenes que lo mío, es solo resentimiento. Hablo con justa razón: Las obras de mi autoría que están “colgadas” en el Museo, corresponden al momento inmediatamente anterior y posterior al audiovisual (diapositivas con sonido de fondo) que presenté en el primer Salón Atenas.
Como dice el dicho: Con amigos así, para que enemigos…
William López:
0. Creo que en el actual contexto cabe preguntarse, tal y como lo han hecho algunos intelectuales vascos sobre el Museo Guggenheim de Bilbao: ¿es el Museo de Arte Moderno de Bogotá un museo?
Sin duda, en el actual contexto económico e ideológico, todas las instituciones que administran culturalmente algún tipo de colección de objetos naturales o culturales, se están viendo en la necesidad de desarrollar las estrategias más inusitadas para lograr sobrevivir, sin dejar de prestar sus servicios a la comunidad; es decir, según el Consejo Internacional de Museos (ICOM), financiar la ampliación de sus colecciones, mantener la investigación sobre estas, soportar los costos de la restauración y conservación, y desarrollar todos los programas y estrategias comunicativas para socializar el conocimiento que el museo construye alrededor de su patrimonio.
En este sentido, la financiación del museo tiene un contexto institucional. Los conflictos internos que suponen la administración de una exposición son el pan diario en la vida de los museos. Es lo normal. Estos conflictos, casi siempre, se viven a partir de un consenso fundamental: los objetivos culturales del museo. Ni el director, ni el curador, ni el educador, ni el comunicador social, ni el mercadotecnista, ni el gestor del museo, discuten su legitimidad. Puede que lleguen hasta el enfrentamiento personal sobre la curaduría, sobre la museografía, sobre la programación cultural, sobre la logística de atención de públicos de una exposición, pero, casi siempre, la discusión misma construye una racionalidad y un conjunto de criterios que impiden la pérdida de norte; es decir, el desconocimiento de estos objetivos culturales. De esta manera, aunque a los planificadores del estado solamente les interese las estadísticas que arroja el museo, tal vez lo más importante, lo que mantiene el rumbo y la pertinencia social del museo, es la discusión que todo su equipo sostiene cotidianamente. Si alguna de las unidades del museo prevalece absolutamente sobre las otras, el rumbo se pierde. Es decir, si, por ejemplo, las metas financieras del museo prevalecen absolutamente sobre los objetivos curatoriales y educativos, allí, aparece el desequilibrio.
Construir y sostener la atención del público diariamente, sólo se logra cuando, además de una campaña de publicidad y una “perspicaz” e “inteligente” estrategia mercadotécnica, el museo cuenta con un equipo profesional tanto al nivel museográfico como al nivel curatorial y educativo que construya y renueve diariamente el sentido del museo. Incluso, y con mayor razón, cuando se trata de plantear exposiciones poco interesantes, es decir, poco taquilleras, desde la perspectiva de los comunicadores y los gestores, por cuanto estas, la mayoría de las veces, son las que dan significación y pertinencia social al museo, en tanto abren un espacio para la construcción de un mirada crítica sobre el arte, sobre la memoria, sobre la ciencia, sobre el presente. Cuando los argumentos del mercadeo, la financiación y la divulgación prevalecen absolutamente sobre el resto de la institucionalidad del museo, se olvida su pertinencia social y se asalta lo público. Se olvida que el museo es un lugar de construcción del patrimonio, de diálogo crítico con las huellas y los procesos de la cultura.
1. En una entrevista que Pierre Bourdieu hizo a HansHaacke en el año 2000, el artista alemán plantea queen la actualidad, la sociedad no puede prescindir de dispositivos gestores. El principal objetivo de estos dispositivos es asegurar el funcionamiento de las instituciones y no la producción de un pensamiento crítico. Haacke agrega que, en las actuales circunstancias, el carácter contradictorio de estos dispositivos se ha ampliado por la sutileza de las estrategias y las metodologías que han tenido que desarrollar las instituciones culturales para sobrevivir. Por ejemplo, en el Museo Busch-Reisinger de la Universidad de Harvard, un museo que se especializa en arte alemán, existe un curador financiado por una multinacional alemana. En este contexto, la lucha por el carácter público del museo, se está haciendo cada vez más difícil. Las directivas de este tipo de instituciones cada vez más deben atender a la “corrección” de sus políticas y agendas culturales y a la “neutralidad” de su programa de exposiciones.
El museo, entonces, se está convirtiendo en un campo de batalla en donde se enfrentan calladamente diferentes concepciones ideológicas de lo social. Ante el retiro del Estado como principal garante de este tipo de espacios, las directivas de los museos, se están entregando, muchas veces de manera absolutamente complaciente, a los caprichos de los patrocinadores del museo. El museo, entonces, en lugar de “hablar” en sus salas de exposición sobre el patrimonio que guarda y estudia, empieza a construir un discurso sobre la mercancía que lo patrocina.
Lo que demuestra el montaje de una exposición que solamente atiende al afán de lucro en el Museo de Arte Moderno, es la falta de una gestión cultural profesional y éticamente responsable. Su directora se ha acostumbrado a medrar de las arcas del Estado. Vasta con una llamada al funcionario de turno en el Ministerio de Cultura o en cualquiera de los otros estamentos del Estado, para que ella logre lo que se propone. Nunca, hasta ahora, se ha visto en la necesidad de justificar su proyecto: los privilegios de su familia justifican cualquier cosa, responde cualquier pregunta. Nunca ha intentado construir una política cultural, aunque el museo que dirige consume muy buena parte del presupuesto para museos del Ministerio de Cultural, porque hasta ahora las relaciones de clase que la sostienen la habían mantenido en una cómoda situación.
Pero ésta está cambiando. No porque el Estado esté entrando en un proceso de modernización y clarificación de sus políticas culturales, sino por que físicamente no hay dinero. La directora del museo, entonces, sin contar con un marco político y cultural, entrega las salas del museo al primer postor. Como no ha tenido la necesidad de asimilar los fundamentos de la gestión cultural más contemporánea, a la primera proposición de la empresa privada dice que sí, sin mediar ninguna discusión. O mejor dicho, mediando una discusión en la que desconoció el criterio de una de las unidades fundamentales del museo: la curaduría.
2. Sin duda, la colección que conserva, estudia y socializa un museo es el eje de su identidad. Sin ella, históricamente, el museo como institución no existiría. De hecho la definición que se ha planteado en el sector hace de la colección un elemento medular. Veamos: el museo «es una institución permanente, sin fines lucrativos, al servicio de la y de su desarrollo, abierta al público, y que efectúa investigaciones sobre los testimonios materiales del ser humano y de su ambiente, los cuales adquiere, conserva comunica y exhibe, con propósitos de estudio, educación y deleite». (Artículo 2, parágrafo 1, estatutos ICOM.)
En muchos casos, la colección determina todos, absolutamente todos, los procesos del museo. Entonces, cuando hablamos de un museo con una política coherente, decimos que su programa de exposiciones temporales está directamente relacionado con las investigaciones que la curaduría está realizando en torno a la colección del museo. Bien porque la curaduría está interesada en adquirir alguno de los objetos y obras de alguna exposición temporal, o bien porque ésta permite entrar en contacto directo con objetos similares a los de la colección del museo, o porque permite entrar en diálogo con otros expertos sobre el mismo tipo de objetos, o porque garantiza la construcción de un contexto cultural muy importante para la comunidad a la que pertenece la colección. Tal vez en el pasado, el MAM protagonizó capítulos muy importantes dentro de la historia del arte colombiano.
En este sentido, su pertinencia estaba más que justificada: no sólo por su interesante programa de exposiciones, sino primordialmente por la producción bibliográfica que entregó al país y por el indiscutible liderazgo que ejerció en el área de educación en museos. Pero hoy, creo que funciona más como una galería de arte. Una galería de arte muy especial: posee una colección que jamás muestra al público (¿existe?) y, además, es parcialmente financiada por el Estado central y distrital.
En este sentido, creo que no sería ilegítimo preguntar a su directora por las transacciones y los negocios que, con base en el dinero público, ha venido realizando con su programa de exposiciones temporales; y a los funcionarios del Estado por el tipo de control que se ha ejercido sobre la inversión de este dinero. Este es, tal vez, el único argumento sobre el que la opinión pública puede sustentar su preocupación por lo que sucede en un espacio cada vez más privado: privado de lucidez, privado de pertinencia social, privado de argumentos artísticos, privado de investigación, privado de referentes pedagógicos y culturales necesarios.
Carlos Quintero: Déjenme decirles que comparto sus inquietudes e inconformidad en torno a la Barbie show (ej) en el Mambo. Pero más que por el “sacrilegio” que implica esta exposición, por el hecho que la misma debe tener unos costos económicos y sociales altísimos. Ya sabemos que en la actualidad, los recursos para las instituciones culturales son exiguos y las posibilidades de exhibición para los artistas, sobre todo en “provincia”, son mínimos. Entonces, en esta situación, ¿qué hacen unas Barbies en el Mambo? ¿Por qué no invitar a los diseñadores a que vistan a la India Catalina o una muñeca de trapo?
Bueno, pero si por la capital llueve en Cali no escampa. ¿Saben Ustedes que hace más de tres años el Museo de Arte Moderno La Tertulia es alquilado para vender tapetes persas? Si, tapetes persas. Y el Museo queda convertido en vil y miserable mercado persa. Además que en la actual situación es muy difícil la venta de obras (eso lo sabemos) pero los tapetes se venden como pan caliente y al precio que quieran (incluso $40 millones y más, cada uno). A mi esto me parece absurdo y ridículo.
Quiero finalmente felicitarlos por tener el valor civil de pronunciarse en contra de este evento, algo que la comunidad artística de Cali no ha hecho.
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Disculparán Ustedes mi segunda y repentina intromisión, mas debo aprovechar estos días de Santo descanso para tomarme un tiempo y compartir algunas opiniones sobre los debates de los días anteriores.
1. Me parece muy interesante la propuesta de María Belen Sáez para un nuevo formato del Salón Nacional, como un programa continuo y participativo. Si bien no hay un modelo “ideal” y seguramente habrá detractores y dificultades (no quiero ser ave de mal agüero) esta recoge muchas de las inquietudes del sector. Mezclar curadurías, foros académicos y salones parece brindar posibilidades de participación nunca antes planteados desde el Ministerio.
2. Sin embargo, es importante la participación, algo que parece causar escozor en buena parte del gremio. Y es que nos gusta quejarnos, discutir, pero nunca “untarnos”. Lo digo porque acá en Cali es inevitable, en ciertos círculos, las quejas por el “curador de la ciudad”, el señor Miguel González. Y si bien Miguel es curador del MAM La Tertulia y hace parte de los comités curatoriales de casi todas las instituciones culturales de la ciudad, lo que lleva a una sin igual concentración de poder, que sería importante realizar, yo no encuentro más que quejas y muy pocas, por no decir que ninguna propuesta por parte de los dolientes. Sería muy interesante que los quejosos pasaran a la acción…
3. Roca ha planteado y plantea el sistema curatorial como una opción interesante para una renovación del Salón y otros eventos. Y no lo descarto. Pero hay que entender que el sistema no es “ideal” (cito el término de una de sus anteriores participaciones) sino que se “tropieza” con realidades como concentración de poder, visiones parciales de los fenómenos artísticos (es normal, puede existir condicionamientos de la mirada: “Disposición estética y artística”.
Bourdieu, Pierre. Revista Lápiz, Nº 166), amiguismos, etc.
Considero que la curaduría es un ejercicio muy interesante siempre y cuando esté en relación con un debate abierto, teniendo un apoyo económico significativo (sentarse a leer a Hal Foster, Rosalind Krauss, Ana María Guash, Paul Virilio, etc. es algo muy costoso, empezando por el costo de los libros, que difícilmente circulan en nuestro medio), que haya el tiempo suficiente para realizar acciones y plantear desplazamientos a los diferentes talleres y que los criterios sean pertinentes a la realidad del país y las regiones (el mismo Foster comienza uno de sus libros planteando que habla desde un lugar específico, “su parroquia neoyorquina”).
Finalmente (por ahora) me gustaría hacer un llamado sincero y amistoso a la comunidad artística en general: Pasemos a la acción y a la proposición. Hoy, con las condiciones actuales del país y del mundo, hay que plantear la autogestión y la gestión como parte de las labores de los artistas. Implica un cambio de actitud. Dejar la comodidad del taller y la actitud de espera “a ver si me llaman”. Si vamos a hablar de compromisos sociales, pues vamos a tener que “untarnos”.
José Roca: Ivo Mesquita fue relevado del cargo de curador de la pasada Bienal de Sao Paulo por expresar públicamente su rechazo a la decisión no consultada de posponer la Bienal. La presión del medio artístico internacional logró que fuera reinstituido poco después. Pero, según se hizo evidente, el fondo del asunto era la pugna entre dos grupos (económicos y políticos) que se disputaban los recursos estatales y privados para financiar los grandes eventos artísticos. Ante la evidencia de que no contaría con el apoyo adecuado para llevar a término su proyecto de Bienal, Mesquita terminó por renunciar.
Con su renuncia quedó un vacío de poder que nadie en Brasil quiso llenar, pues hacerlo hubiera significado tres cosas: una, enemistarse con alguno de los dos grupos en disputa; dos -que era más grave- aceptar junto con el cargo los cuestionables manejos políticos a que habían estado sujetas las decisiones sobre este importante evento; tres, acceder a trabajar con mínimos recursos y sin el apoyo institucional que un evento de esta envergadura requiere. Ningún brasileño aceptó el cargo, y fue necesario llamar de afán a una persona de afuera (Alfons Hug, curador alemán), quien realizó una Bienal digna pero que no rivalizaría jamás con la densidad conceptual, la complejidad visual y el alcance cultural de la Bienal previa (organizada por Paulo Herkenhoff sobre el tema de la Antropofagia).
Todo trabajo curatorial está sujeto a un margen de maniobra: el marco conceptual (y político) en el cual el trabajo del curador se inscribe y es inteligible. En consecuencia, el éxito de la labor del curador en una institución no depende solamente de las cualidades profesionales del curador de turno, sino de la relación que establezca con una política cultural predeterminada en la cual su trabajo habrá de insertarse. Será interesante ver quien acepta el reto de convertirse en el tercer curador del Museo de Arte Moderno en cinco años y en las actuales condiciones de crisis económica y de credibilidad por las que atraviesa la institución.
Pero lo más importante en este momento es la relación de los artistas con el Museo: de su actitud depende que las cosas cambien o sigan como están. Y la historia reciente ha demostrado que aunque hay crítica al manejo que se hace de su obra por parte de las instituciones, los artistas son reacios a protestar, así sea con su “silencio” -su negativa a participar en eventos con los cuales están en desacuerdo-. Hace unos años fui escogido como jurado de un Salón Nacional. El planteamiento de esa versión del Salón era que no habría artistas invitados, sino que los artistas escogidos en los regionales conformarían el grupo final del Salón Nacional. Muchos artistas de trayectoria rehusaron someterse a este mecanismo de selección, pero muchos otros (entre ellos Antonio Caro, José Antonio Suárez y Ramírez Villamizar, por citar algunos) aceptaron el reto; unos fueron rechaza! dos -era parte del juego- otros fueron escogidos. Sin embargo, en el Salón Regional de Bogotá, dado que la mayoría de los artistas locales más interesantes declinaron someterse al mecanismo de selección, se hizo evidente que el Salón Nacional iba a estar conformado mayoritariamente por artistas muy jóvenes, y el Consejo de Artes de Colcultura entró en pánico. A toda prisa y sin una real discusión confeccionaron una lista de invitados, desconociendo la mecánica que habían planteado y a la cual muchos artistas se habían sometido. En protesta, renuncié a mi cargo de jurado. Antonio Caro también renunció a participar en el Salón Nacional.
Como era de esperarse, mi renuncia (motivada por lo que consideré un atropello a los artistas) no fue secundada por ninguno de ellos, excepto Caro (que renunció por su cuenta, no como apoyo a mi posición). La actitud del otro jurado y del que se nombró como reemplazo fue la de: “no me interesa como se escogieron los artistas, yo fui llamado simplemente para dar un premio”. Una renuncia para protestar por la forma como se trataba a los artistas no generó ninguna solidaridad por parte de ellos mismos. El evento siguió como si nada hubiera pasado.
Mucho se ha hablado de la incapacidad de los artistas para ponerse de acuerdo, para organizarse con el fin de constituirse en grupo de presión a favor o en contra de las iniciativas que les conciernen directamente. Se argumenta la paradigmática individualidad del trabajo artístico (aunque la proliferación de colectivos de los últimos años parecería contradecir este argumento). En todo caso, mientras haya artistas que sotto voce critiquen a las instituciones pero que sigan participando en los eventos que ellas organizan, las cosas no cambiarán (e incluyo mi trabajo institucional entre los que han sido duramente criticados por los artistas –recordemos el evento “Rojo”).
Mientras haya artistas vistiendo árboles, barbies o maquetas, no habrá el cambio que muchos dicen desear. “Boicot” es una palabra que va de la mano con “censura”, y me parece problemático; otra cosa es el cuestionamiento sano a los lineamientos conceptuales de una propuesta institucional, declinando participar en eventos en los cuales el artista –los artistas, pues el plural indica consenso- son cooptados a favor de los intereses de una institución que no parece estarles dando mucho a cambio.
Pablo Batelli: Detrás de la fuerte crisis en la que se encuentra inmerso el MAMBO (con todas las implicaciones musicales y festivas que tiene este media name) se esconde el problema central en materia de cultura que tiene que solucionar la ciudad: el trazado de políticas culturales y los mecanismos para que tales políticas tengan vigencia y pasen a la acción.
No me resulta tan asombroso la crisis del MAMBO porque de alguna manera los “artistas” han estado en la cuerda floja y en el límite entre lo serio y lo farandulesco (ej. Caro es la cuota disidente necesaria para la salud de la institucionalidad); lo que resulta inadmisible para nuestro dignísimo medio plástico es ver reflejadas sus tendencias ligeras en un evento que carece de toda posibilidad de doble lectura, en tanto en este caso es condición “respetar el glamour”. Sin embargo, una buena parte de nuestra producción plástica nacional, sin perder el doble nivel de lectura, está inscrita en una moda ligera y frívola, y esto, en lugar de causar escozor, enorgullece a los “creadores” o “gag makers” que se autodenominan “artistas”. Es decir, lo del MAMBO es el punto extremo de exageración de algunas tendencias latentes toleradas, amparadas y auspiciadas por el medio plástico y sus instituciones.
Supongo que varios de los miembros de esfera pública deben estar enterados de la existencia de una serie de consejos de participación ciudadana donde se debaten temas que tienen que ver con políticas culturales; el problema central no es tan sólo definir lo público y lo privado, o la naturaleza misma de una política cultural para la ciudad, sino lograr que los resultados de tales deliberaciones reciban efectivamente presupuestos y puedan llevarse a término. Es sabido que el ejercicio más dramático y pedestre de lo político comienza con la asignación o negación de los presupuestos. Estos espacios de participación ciudadana son herramientas de doble filo, porque al consultar al pueblo -un concepto ambiguo, extirpado por las políticas de comercio, pero útil en materia electoral-, ciertas decisiones se presentan como si proviniesen de una “voluntad popular”.
Además del riesgo de verdaderamente influir -que es bajo- existe el otro más grave, que es el de servir de instrumento legitimador – riesgo mas elevado que el anterior-. Mi punto de vista es que ningún mecanismo de participación puede exonerar al Estado en las consecuencias del trazado y aplicación de unas políticas culturales específicas.
Por esta razón le envío un documento adjunto que a pesar de parecer de uso específico y algo técnico, creo que puede ayudar a enriquecer el debate, saliéndose de una línea que se ha instituido en esfera publica en los últimos días -línea que consiste en destruir a un adversario que evidentemente no tiene ninguna defensa moral- y proponiendo una nueva línea de acción, que sería la de organizarse para presionar al Estado y a los gobiernos, y reclamar la cultura como un derecho en el contrato que los ciudadanos tienen suscrito con el Estado y sus representantes.
Catalina Vaughan: ¡Que sorpresa! Reapareció el combativo e intransigente Batelli. Pensé que había quedado sepultado bajo todo el arsenal maquínico-deleuziano de su adversario Bernardo Rengifo, con quien se debatió hasta el delirio (¿que se habrá hecho semejante ejemplar de maquina abstracta?) en modus operandi.
Volvió transformado. Me da la impresión de que habla como funcionario del IDCT (adiós humor) y propone un modus operandi más efectivo para abordar el asunto del MamBo. La verdad, suena muy interesante la posibilidad de adjudicar partidas presupuestales de una forma más equitativa a la gran variedad de instituciones culturales de la ciudad (imagino que el MamBo absorbe con singular eficacia buena parte del dinero distrital).
También se podrían diseñar (en caso de que sea posible) por lo menos un salón de pintura y otro de 3D. O dos de cada uno, para ponerse a nivel con los salones de fotografía que organiza actualmente el IDCT.
Por supuesto que el Consejo Distrital de Cultura no va a solucionar todos los problemas del medio. Pero si ayudaría a que no se presenten excesos, parcializaciones y demás exhibiciones de arbitrariedad por parte de funcionarios que olvidan que sus sueldos y, claro está, los eventos que materializan sus caprichos, son financiados por los contribuyentes. (Casos se han visto.)
Sin querer parecer pesimista, dudo mucho que nuestro medio se vaya en pleno a inscribirse para elegir a sus representantes. Los artistas huyen a todo lo que suene a agremiación estatal. Es una mezcla de escepticismo de altiplano, pereza e indiferencia.
Pero habrá que pensarlo, pues ya hay por ahí asociaciones de artistas y galerías comerciales que seguramente sueñan con succionar la torta presupuestal. (¡Ojo! son muy efectivos a la hora de llevar adeptos a que voten por sus “candidatos”.)
Los que no me creen (hay otros medios… pero están en este) tomen la carrera quince desde la 72 y recórranla hacia el norte. Verán como a lo largo del trayecto numerosos artistas han realizado obras de grandísimo formato con las que han “intervenido” varios edificios. (¡Para salir corriendo!)
Finalmente quisiera invitar de nuevo a artistas, curadores, docentes y periodistas culturales a que vayan a visitar la Expo Barbie. Todos tienen ahí un tema (papayazo puro) que puede dar para un debate que desborde el cibermedio artístico e incluya a los responsables de este evento. (Diseñadores, patrocinadores, funcionarios oficiales, directora de museo, curadores, artistas… marketing-curators, barbies, impulsadoras de producto y demás ejemplares de la farándula que parecen haber logrado lo que no lograron los artistas: ¡tomarse el museo!)
Carlos Salazar: Sería una excelente idea que quienes escriben en Esfera Pública se pusieran en la urgente e imperiosa tarea de revivir esa sagrada institución tan típica del siglo XVI y tan de moda en todo tipo de decisión geopolítica: el CONSISTORIO calvinista. Redáctenos por favor el decálogo de cómo debe ser la vida pública y privada de todos, advertirnos si estamos viviendo mal y dictaminando cuales deben ser en toda la regla nuestros gustos estéticos.
¿Cual arte es moral y cual inmoral? Necesitamos, tanto los museos, los artistas, los estudiantes y el público una lista de qué temas puede tratar un artista y de qué temas no. ¿Cuales temas son responsables y cuales no?
¿Existe un arte decadente? Podrían en sus delirios web de curadurías crear una Bienal del Arte No Social Decadente o Bienal del Arte Irresponsable similar a la Entartete Kunst alemana de 1937 donde la, por demás hermosa muestra Barbie del Mambo, saludaría a los curiosos visitantes a la entrada.
Podrían dentro de la misma tónica hacer malabares y simetrizaciones semánticas posmodernas basadas en las inspiradas palabras del discurso de Goebbels de 1932 sobre el arte nacional, la identidad germana y la responsabilidad social del artista alemán.
Desde luego el Consistorio se haría el de la vista gorda con el hecho que desde los 80, la época que logró asimilar el arte al entretenimiento, el artista poscolonial, el que vive en países periféricos, nosotros, Colombia, pareciera tener el deber de asumir una postura de victimización épica para publicitarse, complacer, ser prestigioso, ganar dinero y ser reconocido por el centro. Que ya no estamos frente al tipo de artista político militante y comprometido a la manera de Brecht o Kurt Weil. Que el arte político y social se convirtió en un artículo vicarial de entretenimiento y consumo. Que es, en el sentido marxista más claro, una nueva forma de mercancía. Que el nuevo artista sabe bien que su puesta en escena no beneficia a nadie salvo a sí mismo ya que ni siquiera las sociedades en cuyo nombre habla saben que está hablando por ellas. Que en éste sentido es un artista alienado de su propio origen. Que en éste sentido es un nuevo cortesano.
Que siendo crudos no existen más que dos formas actuales de arte: la Moda y el arte social como hecho puramente estético. Creo que Brecht llamaba a esto….. ¿Moda Supersticiosa?
Jaime Iregui: Hace ocho días se presentó en esferapública el programa del Salón Nacional, siguió un breve silencio -como el que anticipa una tormenta- y apareció el mensaje de Catalina Vaughan sobre la muestra de las Barbies en el MamBo. Como bien lo dice Catalina, ha sido una “semana de pasión”, incredulidad, asombro, rechazo, indignación y hasta chistes sobre el evento. Pero la crisis que parece generar la exposición aumenta: Ana María Lozano, curadora del MamBo, renunció a su cargo. También lo hizo Lina María Botero, asistente de curaduría.
Definitivamente, el MamBo después de la muestra de las barbies ya no será el mismo.
Andrés Gaitán: No creo que sea un asunto de si Deleuze, Derrida, Thierry de Duve, Benjamin, o tantos otros estuviesen de acuerdo con que se hagan muestras, exposiciones o shows como el que se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Tampoco se trata de si en el Guggenheim se hacen exposiciones sobre motocicletas o sobre diseño de moda.
En este instante estamos más bien frente a una situación que nos cuestiona y que solamente bajo nuestros propios paradigmas y nuestra propia historia debemos tratar de enfrentar sin tantas armas diletantes. En el Museo de Arte Moderno de Bogotá se está exponiendo una muestra de Barbies, con vestiditos hechos por algunos diseñadores conocidos pero bajo la innegable mano de la casa importadora de estas muñecas para hacerse propaganda y para hacer de esta Barbie no solamente una muñeca sino una pieza de Museo. Hasta ahí considero que no debe haber ningún problema en el sentido de que por más que discutamos la Barbie es una muñeca que ha llegado como la Coca Cola a todas las familias en Colombia bien sea como objeto real o como sueño de adquisición, pero indudablemente hace parte de nuestro entorno, lo cual como cualquier cotididianidad, puede ser relevante hacer una muestra sobre la Barbie.
Lo preocupante no es que haya una exposición de Barbies….. Lo preocupante es la manera como se ha resuelto esta exposición. ¿Algún cuestionamiento? ¿Algún interés por ampliar problemas que se presentan en torno a patrones de belleza, a la interacción del niño con el otro a través de la muñeca? ¿O de fantasmas infantiles en adultos? ¿Alguna investigación que invite a reflexionar sobre este fenómeno casi masivo como muestra de un colonialismo y que esté adicionalmente sustentado por medio de un montaje en el espacio de exhibición?
De ahí surge el gran cuestionamiento que es el de saber quien hizo la curaduría. De hecho surge la necesidad de preguntarse nuevamente sobre el papel del curador en un Museo. Sé de algunos museos de arte moderno en Colombia en el que el curador es el que atiende la cafetería, sirve de portero, es el guía y además hace el montaje de las exposiciones. En resumidas cuentas es el “Pacheco del Museo”. Triste sería que en este momento contemos en Bogotá con que Doña Gloria haya decidido empezar a feriar el Museo al mejor postor, pasando por encima de la investigación y de la seriedad que un espacio como estos exige. Algún día viviremos la historia de otros museos en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, que recibe una suma multimillonaria por parte del Estado y del Distrito, siendo Doña Gloria la nueva “Pacheco del Arte”, haciendo de curadora, de montajista, de diseñadora y finalmente de impulsadora de productos alimenticios, de licores, de muñecas, de perfumes, etc……., ¡para la muestra un botón!!!!
En este sentido, retomo lo anteriormente dicho: “…puede ser relevante hacer una muestra sobre la Barbie” cosa distinta a hacer una exposición con Barbies. Lo que resulta indigno es saber que, quienes podían al menos poner un grano de arena para sacar adelante una muestra de esta naturaleza, eran personas que tenía al lado suyo y quienes ahora por dignidad han decidido renunciar, dejando una vez más en pocos años el puesto a quien se aventure a servir de comodín de los caprichos de esta señora.
A manera de colofón, quisiera que se tuviera en cuenta esta exposición con la anterior discusión sobre la Bienal. Cuando hay investigación y cuando hay un acercamiento serio hacia una problemática específica tenemos de qué discutir…. tendremos de donde agarrarnos para adelantar cuestionamientos sobre la selección o sobre los artistas o sobre la necesidad de profundizar en algunos puntos eventualmente no bien manejados…. pero a fin de cuentas
tendremos de dónde y sobre qué discutir. Ahora, con esta exposición: ¿A quien le preguntamos? ¿A Doña Gloria? ¿A las impulsadoras de perfumes?, ¿Al portero del Museo?, o al ¿Gerente de la firma importadora de Barbies?
Carlos Salazar: Recibí un email de Marta Calderón en donde ella me apuesta a que el próximo curador del MamBo saldrá de las filas de Esfera Pública. Acepté la apuesta. Ojala no gane ella porque me tocaría hacer una instalación que es un Campo de Concentración tipo Auschwitz, lleno de Barbies, en traje a rayas y listas a ser gaseadas. Un camello, todo a escala.
Estoy curiosísimo sobre el destino de Ana María Lozano y Lina María Botero. Que haría Barbie? No. No me refiero a la muñeca cuyo destino por razones étnicas ya anticipamos. Me refiero a Klaus Barbie el archifamoso Carnicero de Lyon. Creamos un nuevo Hotel Terminus, las interrogamos y cuando estén bien ablandadas adivine a quién traemos para que decida su destino. ¡Si! A Catalina Vaughan, cerebro admirable y maquinador de este Putsch. (Ayer alguien me preguntaba si en verdad existe o solo es el nombre de un misterioso pool de economistas brillantes interesados en dinamitar el mercado del juguete para introducir el del souvenir social. No supe qué contestar.)
Imagino que el decálogo consistorial calvinista ya está listo. ¡Corre, corre que el lunes nos posesionamos!
Estoy ansioso por conocer qué hay que hacer y obedecer para ingresara la nueva Corte de los Curadores con Conciencia Social o Partido Único CCCS. No olvidemos sus correspondientes SS (Somos Sociales) y su Gestapo (Grupo Elite de Artistas Políticos).
Lo primero que vamos a necesitar es una policía secreta anti Barbie. ¡El trabajo es arduo! ¡No, y lo que viene después! ¡No veo la hora que llegue el lunes!
El sacrilegio de la Barbie
Paola Villamarin (El Tiempo): El medio artístico de la ciudad la considera descaradamente comercial y no compatible con la misión educativa de una institución como esta. Las directivas de la institución se defienden, argumentando falta de dinero para mantenerse.
La exposición está conformada por 90 muñecas que lucen vestidos de diseñadores latinoamericanos y fue organizada por el MamBo y Mattel (la firma productora de Barbie). Dentro de la muestra, los niños y niñas visitantes pueden encontrar la nueva línea de Barbies adolescentes: “My Scene”.
Los que cuestionan a la institución aseguran que hay una evidente pérdida de norte del Museo de Arte Moderno al exhibir un producto comercial en una de sus salas. Beatriz González, una de las pintoras más reconocidas de nuestro país, dice que con estrategias como esta se “prostituye al Museo”.
Las primeras protestas circularon a través de Esfera Pública, una red independiente en Internet en la que participan artistas y estudiantes de arte.
“Estuve visitando el MamBo (¡vaya nombre para un museo!) Con el interés de ver una muestra sobre el Salón Atenas -escribe la artista Catalina Vaughan- (…) Cuando llegué al último piso me recibió lo que pareciera la obra conceptual de un “niño terrible” de los setenta (…) Qué irreverencia, pensé con ingenuidad, pero poco a poco fui cayendo en la cuenta de que se trataba de una propuesta puramente comercial. De un chabacano marketing museal para ser más exacta. Cómo les parece un museo en el que el departamento de mercadeo diseña exposiciones (…)”.
En carta escrita a EL TIEMPO, Gloria Zea, directora del Museo de Arte Moderno desde hace 38 años, dice que “lejos de estar cometiendo un ‘sacrilegio’, estamos contribuyendo a que el MamBo sea cada vez más un gran Centro Cultural, el cual da cabida a otro tipo de expresiones de la vida contemporánea, a las que se agregan las presentaciones permanentes en nuestra sede de música, teatro, cine, y desde luego, arte”.
Al margen de la exposición de Barbies hay actividades educativas de apoyo, que también han sido cuestionadas. En una de ellas se le entrega al niño la silueta de una de estas muñecas y materiales para que le diseñe un vestido.
“No es solo extraño sino confuso el hecho de hacer unos talleres con niños sobre una muñeca que propone unos antivalores y que es un invento importado y ajeno a nuestra realidad”, dice Jairo Valenzuela, director de la galería Valenzuela y Klenner.
Debido a las críticas, María Cristina Martínez, directora del departamento de educación del MamBo, aclara que la intención de estos talleres es enfatizar en la identidad de los niños y no venderles un producto. Destaca que muchas familias que nunca habían ido al Museo han visitado sus cuatro salas y que la asistencia ha sido masiva. “Hay una necesidad de abrir espacios agradables para los niños”, agrega.
La crisis
Después de la apertura de la muestra, el pasado 2 de abril, el departamento de curaduría del MamBo se desmembró. Ana María Lozano, que trabajó en esta institución durante un año y medio, renunció y su asistente, Lina Botero, debe irse.
“Es claro que en nuestro país todas las instituciones culturales están atravesando momentos en extremo difíciles -dice Lozano-. Esta situación es muy preocupante y debería ser objeto de central estudio en el Ministerio de Cultura. Pero tales circunstancias jamás pueden llegar a disculpar que un museo olvide su misión y privilegie, por sobre su responsabilidad ante el público, al arte y a su colección, la necesidad de resolver urgencias económicas”.
“Moda latinoamericana”, como se titula la muestra, no fue coordinada por el departamento de curaduría del Mambo, sino por el área comercial de la institución. “El departamento de curaduría debe ser reforzado y debe tener autonomía. En ningún momento puede rivalizar con mercadeo y menos que este último realice curadurías”, dice el artista Jaime Iregui.
La causa: fondos insuficientes Gloria Zea argumenta que los fondos recibidos del Ministerio de Cultura (400 millones para el 2003) y del Gobierno Distrital (335 millones, en el 2002) no alcanzan a cubrir los gastos de funcionamiento de esta entidad, motivo por el que tomaron la decisión de buscar recursos a través de diferentes actividades.
“El Museo no es la única institución que está pasando por un mal momento. Bajar a esas profundidades tan desagradables para hacer una exposición de la Barbie me parece una barbaridad. Si la muestra tiene fines comerciales, se podría haber hecho en otra parte”, dice Santiago Cárdenas, otro de nuestros grandes artistas.
Pero la inconformidad frente a la actitud del MamBo no es general. Algunos artistas, como el joven Andrés Duplat, de 27 años, creen que este tipo de muestras le dan vigencia al Museo. “Podría estar sin pena ni gloria en Unicentro y en el Centro Andino, pero acá se vuelve interesante. Si yo fuera una niña de ocho años y me encontrara con unas muñequitas vestidas por los principales diseñadores de América Latina, eso sería buenísimo”.
Los debates sobre cuál debería ser la misión de un Museo de Arte Moderno y si realmente este tipo de exposiciones va en contra de su naturaleza están abiertos. Pero también queda pendiente pensar qué deben hacer estas instituciones en tiempos de crisis.
Otros líos de la famosa muñeca
La imagen de la Barbie ha sido usada por artistas de todo el mundo con fines críticos o sarcásticos. Uno de los casos más recientes es el del fotógrafo Tom Forsythe, que realizó una serie nudista de la Barbie y, en el 2001, fue demandado por Mattel. La empresa argumentaba que los consumidores de sus muñecas podían confundirse y pensar que eran ellos quienes fabricaban y promovían esta serie X. Sin embargo, un juez de Estados Unidos dijo que las fotos estaban amparadas por la libertad de expresión, y rechazó la demanda, una de las 65 que ha interpuesto Mattel contra imitadores o parodistas de la Barbie.
Mattel también protestó, en 1997, por la exitosa canción Barbie Girl, de la agrupación danesa Aqua, que se burlaba, a través de un video, de esta famosa muñeca y de su compañero, Ken.
Gloria Zea:
“Mientras la Biblioteca Luís Ángel Arango y el Museo Nacional, entidades con una misión similar a la nuestra, tienen la totalidad de sus gastos de inversión y de funcionamiento cubiertos, en el primer caso, por el Banco de la República y por el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Cultura, en el segundo, el Museo de Arte Moderno recibe un aporte del Ministerio de Cultura y del Gobierno Distrital para desarrollar exposiciones puntuales, que no alcanzan a cubrir los gastos de funcionamiento de nuestra entidad.
“Por este motivo, y en concordancia con el espíritu que anima al Gobierno Nacional y a la situación del país, de propender a que las entidades culturales generen recursos que ayuden a su propio sostenimiento, nuestra entidad realiza un enorme esfuerzo por crear recursos a través de actividades culturales plurales, paralelas a nuestra actividad habitual y que permiten que miles de colombianos integren un nuevo público y se acerquen al Museo, dentro del cual, no solo podrán admirar la exposición Moda Latinoamericana Barbie sino, simultáneamente, la de Carteles Mexicanos, Salón Atenas y Miss Fotojapón.
“De esta forma, lejos de estar cometiendo un ‘sacrilegio’, estamos contribuyendo a que el MamBo sea cada vez más un gran Centro Cultural, el cual da cabida a otro tipo de expresiones de la vida contemporánea, a las cuales, se agregan las presentaciones permanentes en nuestra sede de música, teatro y cine y, desde luego, de arte.
“Esa es la misión del Museo y estas son las actividades que se están adelantando”.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-969576
Antonio Caro: Dado el curso que ha tomado la discusión sobre el Museo de Arte Moderno de Bogotá creo pertinente hacer algunas precisiones:
Critiqué y me ratifico en ello, la «colgada» de obras de artistas que participamos en los Salones Atenas por considerarla una prueba fehaciente del bajo nivel curatoríal y por ende museográfico del M.A.M.B.
En vista de la ineficiencia con el manejo de mi obra y los vejámenes recibidos por parte del Museo, decidí declararle mi BOICOT personal y me mantendré en el, Dios mediante, hasta que las cosas cambien sustancial y positivamente.
Sea el momento de manifestar mi simpatía y amistad con todos los trabajadores del Museo especialmente aquellos que devengan menos de tres salarios mínimos (a veces, no les pagan a tiempo).
Respeto las intervenciones y criterios del señor Batelli aunque, por falta de capacidad teórica, no tercie en ellas.
Y poniéndole un poco humor negro a este asunto, una cosa es el cáncer cerebral y otro, la atípica neumonía.
Los artistas somos en parte, culpables de la actual situación del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Yo soy culpable por no reclamar por la negligencia y mal manejo de “mi” obra por parte del Museo. Yo soy culpable por asumir una actitud sumisa antes los desaires de su Directora. Gracias a Pablo Batelli, desde ahora no solo criticaré, actuaré. Públicamente declaro mi BOICOT al Museo: no participar en sus programas, no asistir a sus exposiciones, seminarios, etc.
Gloria Zea (revista Semana):
Estoy enfurecida con los puristas
Gloria Zea, directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo), responde a las críticas por haber permitido una exposición con 90 Barbies
SEMANA: ¿Por qué montar una exposición de muñecas Barbie en el MamBo?
Gloria Zea: El museo es una fundación privada sin ánimo de lucro y por esta razón toca mantenernos de alguna forma.
SEMANA: ¿Con una muestra de esas muñecas?
G.Z.: Es enorme el esfuerzo del museo por realizar otro tipo de actividades simultáneas para traer otro tipo de público y que además dé recursos. Las Barbies son una expresión del mundo contemporáneo.
SEMANA: ¿Y sí es rentable esa exposición?
G.Z.: Naturalmente que es rentable. ¿Sabe cuántas personas entraron al Museo sólo en los tres primeros días de exposición de las Barbies? 3.800. Imagínese: 3.800 espectadores, todos pagando la boleta.
SEMANA: Un número alto. Pero, ¿esa es la función del MamBo?
G.Z.: La gente no es boba. La gente sabe diferenciar entre un cuadro y una muñeca. Y ese número de personas que ingresaron además disfrutaron de otras exposiciones.
SEMANA: Sin embargo muchos dicen que esa no es la forma de atraer público.
G.Z.: Me enfurece la imbecilidad de los puristas, de aquellos que piensan que porque uno hace una exposición de Barbies se esté atentando contra el Museo. Al contrario, las muñecas están muy bien montadas, con buen gusto. Y de paso, repito, la gente pueden ver la exposición de carteles mexicanos, la de los premios del Salón Atena, la de fotografía de Echeverri, entre otras.
SEMANA: ¿Usted cree que las muñecas son arte?
G.Z.: El mundo contemporáneo tiene diversas formas de expresión. Hace poco en el Guggenheim de Nueva York hubo una exposición en la totalidad de su espacio de la moda de Georgio Armani y además se hizo otra espectacular de las motos Harley Davidson.
SEMANA: ¿En que quedan los curadores?
G.Z.: ¿Ustedes creen que había un curador? Eso es ridículo, un Museo de Arte Moderno es una expresión de la contemporaneidad. Esta está dada por el video, por los afiches, por la fotografía, por las instalaciones y también por las muñecas Barbies. También por los aparatos electrónicos. Aquí no hay curaduría.
SEMANA: Es decir, que este tipo de exposiciones continuarán.
G.Z.: Claro que sí. Por eso, les digo a los críticos que se vayan acostumbrando. Porque vamos a seguir por esta línea porque de algún lado tenemos que generar recursos o de lo contrario, con la situación financiera, nos veríamos obligados a cerrar el Museo.
Entrevista publicada en la última revista “Semana”
http://semana.terra.com.co/opencms/opencms/Semana/articulo.html?id=69593
Fernando Gómez : El Museo de Arte Moderno de Bogotá, el simpático “MamBo”, pasa por una de sus peores crisis de “credibilidad”. Y todo por culpa de una muñequita. En el medio artístico no ha caído nada bien que en el último piso de esta institución se encuentre entronizada la Barbie – en palabras de muchos: “el mayor símbolo del consumismo y la frivolidad”-, vestida por diseñadores latinoamericanos.
No es la primera vez que la dichosa muñeca pasa por un museo. La Barbie ha sido noticia porque la viste Channel y Dior. Porque cumple 30 o 40 años. Varios artistas -el más famoso, Tom Forsythe- la han convertido en su musa y se han burlado de ella de todas las maneras posibles. La han puesto de barrendera, de pordiosera y sin ningún pudor la han puesto a protagonizar escenas de cama.
Con estos antecedentes el problema no es que la Barbie esté en el MamBo. No. Esta misma muestra ha pasado por varios museos en el continente y habría que juzgar las políticas de cada uno. El problema es que es una pésima exposición.
La Barbie es glamorosa y esta muestra es todo lo contrario. Su montaje, con vitrinas de almacén barato, con sus pendones gigantes y sus afiches de Mattel, es más cercano al de una juguetería que al de un museo. Y ni hablar de los diseñadores: la “destreza” de Amalín de Hazbún no se puede comparar con los Channel a los que está acostumbrada la muñequita. En fin. Los aficionados a la Barbie pueden sentirse, como los artistas, decepcionados. Ha sido demasiado despliegue para tan poca cosa. ¿Vale la pena ir al MamBo?
Vale la pena por una cosa. En la sala de abajo, junto a las obras más representativas del Salón Atenas, se encuentra la obra de un joven artista: Juan Pablo Echeverri. Su trabajo, titulado Miss Fotojapón, logra que se supere la decepción de esas muñequitas “mal vestidas”. Echeverri presenta un número desorbitado de fotografías de sí mismo tomadas en diferentes Foto Japón en los últimos años. Son fotos de pasaporte y están pegadas por las cuatro paredes de la sala en un orden asfixiante. El encanto de la muestra es el esfuerzo que proyecta cada imagen. No son fotos casuales. No son las fotos de una persona que quiere ver el paso del tiempo en su cara. No. Es el esfuerzo de alguien que quiere alcanzar un estatus de “obra de arte viviente” y actúa para la cámara. Los “artistas” y los “fotógrafos” de Foto Japón deben sentirse orgullosos.