Una cruzada para evitar que se tumben los columbarios -sitios con nichos para guardar cadáveres- del Cementerio Central de Bogotá hizo que se reunieran dos de las artistas colombianas más reconocidas: Beatriz González y Doris Salcedo, que son, respectivamente, maestra y alumna. Dos de los columbarios ya fueron derribados y, al parecer, están a punto de tumbar el tercero. Los demás ostentan la obra Auras anónimas, hecha por González en los espacios que alguna vez tuvieron lápidas con epitafios y que, hasta nueva orden, siguen sentenciados a ser demolidos.
Su reunión con Salcedo, que era abierta al público, se hizo un mes antes de la inauguración de la muestra, que será el 22 de septiembre próximo. Desde el 2005, los columbarios quedaron vacíos. Gracias a la intervención de González, las lápidas de 8957 nichos ostentan figuras negras, hechas en serigrafía, de un par de personas que transportan un cadáver de diferente manera.
González explicó que el proyecto viene desde hace muchos años atrás, cuando se enteró de que iban a tumbar los columbarios para construir un campo de fútbol y un patinódromo. Movida por el respeto hacia los lugares ceremoniales -«son un sitio realmente ceremonial popular, que habla mucho del culto a la muerte»-, decidió proponer la intervención artística de esas construcciones.
Y Salcedo -explicó González- acudió a la Alcaldía en pos de salvar ese lugar, que antes era sitio de peregrinación de la memoria y, en los ultimos años, se convirtió en escenario de brujería, de desplazados, de abandono. «Mockus se conmovió mucho -recordó González- de que unas artistas se interesaran por eso. Doris hizo un proyecto por su cuenta, con un seminario para pensar seriamente qué podían hacer allí los artistas y cómo trabajar estas obras».
Sin embargo, el proyecto quedó en el aire con el cambio de alcaldía. Y una noche, pasando por el frente del cementerio, Beatriz González pensó que debía ponerles lápidas a los receptáculos sin luz, cuya visión era trágica para ella.
Después pensó en «la forma como ha cambiado el sistema de transportar. Antes los cargueros transportaban gente viva (…) en este momento nosotros estamos viendo cómo transportan cadáveres en hamacas, otras veces simplemente amarrados con cuerdas; otras, en plástico. Es muy sórdido hablar de esto, pero es la realidad colombiana».
De imágenes difundidas por la prensa que la maestra González suele recortar, salieron las ocho figuras que se repiten cada tanto. Siguió un proceso que duró más de un año: se contaron los nichos y se establecieron los diferentes tipos de cavidades (varían de tamaño).
La artista buscó el taller que se encargó de reproducir las imágenes empleando una técnica de serigrafía manual, ya que González no quería nada hecho en computador. En diciembre pasado, las lozas estaban listas para ser puestas en los nichos.
Gonzalez se aseguró de que su obra fuera un arte efímero: está pensada para durar, a lo sumo, tres años. La obra es el resultado del sentimiento que ha despertado en González el ver en las noticias a tantas mujeres buscando a sus muertos, algunos con palas y azadones que van por los pueblos y cuyas historias a veces salen en las noticias y luego se olvidan.
La artista recorta sus fotos y resalta el contraste entre el hecho de estar ante un cementerio vacío «teniendo necesidad de encontrar dónde guardar tantos muertos». Por eso afirmó: «Esta obra tenía que ver con lo que hago, con el registro gráfico de la prensa (…) pensé en un sitio para guardar las auras, cada persona tiene un aura que no se acaba, y la forma de sellar las auras es con una lápida. Por eso la obra se llama Auras anónimas».
Las imágenes puestas allí, opinó Salcedo, «son una forma muy bella de retratar la guerra sin mostrarla (…) sobre todo para nosotros los colombianos que sí tenemos memoria de estas imágenes porque las vemos en los periódicos y la televisión todos los días».
Como su obra es efímera, González piensa que cuando desaparezca otros artistas podrían intervenir los columbarios. Todo depende de si logran rescatarlos.
Publicado por El Tiempo