El sujeto: un predador infeliz

El juego de la verdad (el juego del conocimiento) no es un juego: es una escena de predación. Percibir es una estilización imaginaria de la caza. Concebir es una estilización simbólica de la caza. La percepción implica una investigación de la mejor manera de agarrar el objeto. Concepto (de «cum + capire») significa asir fuertemente. Son modos de colonizar el espacio y el tiempo, para capturar mediante simulación imaginaria y/o simbólica objetos ausentes por lejanos.

El juego de la verdad

El universo está hecho de modo que pueda ser conocido. Es un lugar común de la teoría cuántica que nada existe si no es observado.

El universo es como es porque puede ser observado. Sólo puede existir un universo que sea capaz de producir observadores. Desde que existe un observador, el universo debe primero escindirse a sí mismo al menos en una parte que observa y otra que es observada.

Esta escisión pone una contradicción en el corazón del universo: el mundo es indudablemente sí mismo (esto es, idéntico a sí mismo), pero en cualquier intento de verse a sí mismo como objeto, debe, también, indudablemente, actuar de modo que se haga a sí mismo distinto de, y, por tanto, falso a, sí mismo. En estas condiciones siempre se eludirá parcialmente a sí mismo. Estamos en presencia de un diálogo que nunca llegará al consenso pleno.

¿Quiénes son los interlocutores? Primero será un diálogo sujeto-sujeto, luego será un diálogo sujeto objeto, finalmente será un diálogo objeto-objeto. El primer estadio es cartesiano (el objeto es espacio): sólo existen la extensión y alguien que la piensa, el problema de la verdad es el de «las condiciones de posibilidad in subjecto de la experiencia». El segundo estadio es bachelardiano (el objeto es energía): existe algo que se propaga en un medio sin memoria, lo que exige la doble purificación del objeto —supresión del metamorfismo histórico— y del sujeto —supresión del inconsciente—. Estamos en el capitalismo de producción: el proceso de producción desaparece detrás del producto, sin que las singularidades de la fuerza de trabajo y de la materia prima dejen huella. La verdad exige una iteración infinita, de sujetos idénticos (cada uno idéntico a sí mismo y a cada otro) sobre objetos idénticos (cada uno idéntico a sí mismo y a cada otro): estabilidades teóricas (matemáticas) y empíricas (intervenciones tecnológicas). El tercer estadio es serresiano (el objeto es información).

Es una complicación transductiva de los dos primeros: las condiciones de la experiencia del sujeto y de la accesibilidad del objeto tienen un fundamento común: la existencia de información. En el primer estadio sólo hay memoria, en el segundo estadio no hay memoria, en el tercer estadio hay una función de retención —una memoria— común al sujeto y al objeto (el sujeto es un objeto entre los objetos).

La cosa es experimentare, porque existe como conservador y emisor de información y porque yo existo como lector, receptor y conservador de una misma o análoga información» Un físico es un trozo de materia que investiga la materia. Un biólogo es un trozo de vida que investiga la vida. Un sociólogo es un trozo de sociedad que investiga la sociedad. Todos son espejos que el universo se pone en su centro.

El juego de la verdad (el juego del conocimiento) no es un juego: es una escena de predación. Percibir es una estilización imaginaria de la caza. Concebir es una estilización simbólica de la caza. La percepción implica una investigación de la mejor manera de agarrar el objeto. Concepto (de «cum + capire») significa asir fuertemente. Son modos de colonizar el espacio y el tiempo, para capturar mediante simulación imaginaria y/o simbólica objetos ausentes por lejanos. Un sistema cartesiano de ejes de coordenadas, por ejemplo, es la estilización de una escena de caza: el punto origen («O») es la contracción hasta el límite del cuerpo del predador, el punto «P» es la contracción hasta el límite del cuerpo de la presa, las paralelas a los ejes por ese punto son la contracción hasta el límite de las mandíbulas del predador.

El sujeto: un predador infeliz

Porque está sujetado por el orden simbólico, el sujeto queda separado de sí mismo (dividido) y del objeto (perdido). Es el precio que tiene que pagar por ser habla. El sujeto ha sido, sucesivamente, absoluto, relativo y reflexivo. Posiciones que corresponden, respectivamente, a las tres grandes olas de la física: clásica, relativista y cuántica. En física clásica, hay un lugar privilegiado del sujeto para la captura de la verdad del objeto (el sujeto es absoluto: lugar de Dios o de Laplace): lugar que será modelo para el sujeto transcendental kantiano. En física relativista, ese lugar absoluto se desmultiplica en una multiplicidad de lugares (relativos): la captura de la verdad del objeto exige una conversación entre todos los observadores posibles (intersubjetividad transcendental).

En física cuántica, el sujeto se hace reflexivo: pues tiene que doblar la observación del objeto con la observación de su observación del objeto (medida cuántica). El sujeto y el objeto son efectos del orden simbólico: el sujeto está sujetado y el objeto objetivado, por el orden simbólico. El orden simbólico regula el intercambio: de objetos (economía política), de sujetos (economía libidinal) y de mensajes (economía significante). Sujeto es el que intercambia, objeto es lo que se intercambia. El orden simbólico preexiste a los sujetos y a los objetos: cuando vienen a la existencia, tienen señalado allí su lugar. Al ser sujetado por el orden simbólico, el sujeto queda dividido en sujeto de la enunciación y sujeto del enunciado. El sujeto es representado en la cadena hablada por un significante. Asimismo, quedan representados los objetos. Con lo que el sujeto, desde el principio, se pierde a sí mismo y pierde el objeto. Queda, como residuo, el inconsciente: el resto, lo que en el sujeto no es capturado por el orden simbólico.

La estructura del orden simbólico no es inmutable: cambia con el tiempo. El orden simbólico es regulado por equivalentes generales de valor: el Oro (para los objetos), el Padre (para los sujetos), la Lengua (para los mensajes). Un equivalente general de valor cumple tres funciones: arquetipo ideal o imaginario (es su función en la producción, y pertenece al registro imaginario —para cumplirla puede estar ausente—), ficha de cambio (es su función en la circulación, y pertenece al registro de lo simbólico —para cumplirla puede estar representado—), tesoro o medio de pago En la época clásica (régimen de moneda-oro), los equivalentes generales de valor cumplían las tres funciones: la lengua, en particular, estaba cubierta por la verdad (expresaba la verdad del sujeto y describía la verdad del objeto). El valor nominal de las palabras (o de las imágenes, o los sonidos) era convertible en realidad. Como la moneda era convertible en oro, o el padre en amor. Los objetos podían ser bellos, los sujetos podían ser buenos, los mensajes podían ser verdaderos. Cuando los equivalentes generales de valor dejaron de estar cubiertos por el ser, cuando el valor nominal no es ya convertible en realidad, la lengua no expresa la verdad del sujeto ni describe la verdad del objeto. Tanto en arte como en ciencia.

En arte se inicia la inflexión en el cubismo y culmina en el arte abstracto. El cubismo relativiza el sujeto y el objeto: un cuadro integra distintas perspectivas subjetivas y sus formas y colores no obedecen a necesidades de parecido con el modelo sino a necesidades de composición del cuadro (el objeto no es ya el modelo real sino la construcción imaginaria —que tes real en cuanto imaginaria—). En ciencia es la relatividad: el sujeto (observador) se pluraliza, y es arrastrado por el objeto (su tiempo y su espacio se contraen y se estiran con la velocidad del objeto). El arte abstracto culmina el proceso: el sujeto se hace reflexivo (se pinta el proceso de pintar), y el objeto se hace totalmente imaginario (no hay ningún modelo real). En ciencia, las teorías cuánticas: sujeto reflexivo (medir la medición), y objeto imaginario (el sujeto arrastra al objeto: una partícula sólo existe en cuanto es medida).

Ha terminado el tiempo de la representación: lo que era representación es ahora otra presencia. La transformación del sujeto en reflexivo se había iniciado en el tiempo de la representación, como reflexión sobre el representar. En «Las Meninas», Velázquez pinta a Velázquez pintando «Las Meninas». En «Los monederos falsos», Gide habla de un novelista que escribe una novela titulada «Los monederos falsos». En «Madrid», Patino hace una película sobre la filmación de una película que se llama «Madrid».

Las oposiciones que fundaban valores absolutos han sido abolidas: la oposición bello/feo por la moda, la oposición bueno/malo por la política, la oposición verdadero/falso por la publicidad. El sujeto de la enunciación no se resigna a perder lo bello, lo verdadero y lo bueno. Reivindica las funciones perdidas por los equivalentes generales de valor. Tanto en arte como en ciencia.

En arte: el movimiento que va del romanticismo al surrealismo reivindica la función de tesoro o medio de pago (bucear en el tesoro interior, en el inconsciente); el formalismo reivindica la función de arquetipo de valor (Mallarmé). En ciencia: el principio antrópico reivindica la función de arquetipo de valor (el hombre como medida de todas las cosas), inflexión del proceso de descentramientos (del espacio por Copérnico, del tiempo por Darwin, de sí mismo por Freud).

La moneda buena (moneda de oro, padre o sujeto virtuoso y sabio, palabra verdadera) es expulsada de la circulación: es la ley de Greshan. La moneda buena —decía Aristófanes— sólo vale en casa (como tesoro-) y en el extranjero (como medio de pago). Pero, a la hora de la verdad, el valor nominal de las fichas tiene que estar cubierto por la realidad. Bienes y servicios tiene que responder de la moneda.

 

Jesus Ibáñez

El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden.


Tándem fue un proyecto que tuvo como objeto propiciar espacios de discusión a partir de conversaciones, publicaciones y exposiciones.

Inició actividades en 1993 con la publicación de un libro con 18 serigrafías que plantean una reflexión pictórica en torno a aspectos estructurales como red, interrelación, autoorganización y complejidad.

«Atracción fatal» fue una publicación en serigrafía que se enviaba por correo postal a miembros del campo del arte local.