Un estudiante le muestra al profesor de su clase de dibujo un proyecto que hizo en un taller “intermedial”, su “investigación” se llama “Semen-terio”: hojas de periódico, los obituarios, manchadas con trazos que hacen una cruz; “fueron hechos con semen” añade el estudiante. El profesor se ahorra la referencia a Duchamp y nota sobre la mesa una libreta de apuntes, pide verla, el estudiante se muestra reticente, el profesor insiste. En la libreta, casi escondido, hay un dibujo a lápiz de una botella, un objeto sencillo pero sugerente: un trazo decidido, un brillo bien puesto y un buen final (en dibujo hay que saber cuando parar) logran un aire extraño, misterioso. Dos o tres dibujos concretan algo similar: decir mucho con poco, con humildad, sin grandilocuencia. El profesor pregunta la razón de no mostrar esos dibujos, el estudiante dice que no los muestra “porque no los sé explicar”. El profesor piensa en lo que acaba de oir: no se muestra lo que no se sabe explicar, lo que no “comunica” en una fácil ecuación: semen, cementerio, obituario, cruz… blanco es, gallina lo pone… cinco aclamado… título de Maestro en Artes Plásticas… vendido…
La Galería Nueveochenta expone Siguiente, por favor, una muestra colectiva que reúne el trabajo de más de 10 artistas, la mayoría han pasado por la universidad (los autodidactas ya no existen) y lo expuesto es muestra de esta experiencia pedagógica que se afirma en lo explicativo: así como en una clase un profesor inventa un tema (“Cuerpo rizomático”, “Palimsesto posmoderno”, “Vida-Muerte”, “Lugar–no lugar”, “Bricollage”) y premia los trabajos que mejor cumplen con la receta cifrada que él propone, la Galería Nueveochenta expone una serie de obras que parten de la idea del “cadáver exquisito”, ese ejercicio surrealista que los docentes del bachillerato usan para fomentar la lúdica grupal.
Las obras funcionan como un silogismo, proponen un problema y su casi inmediata solución, una respuesta útil ya no para sacar un cinco en la academia sino para generar un texto que empalme bien en la cadena de transmisión artista-galerista-periodista-comprador. Algunos trabajos, gracias al placer de la inteligencia y la inteligencia del placer, lograron ir más allá de la ecuación (Lorena Espitia o Luis Hernández Mellizo), pero sólo en dos trabajos hay algo más cercano a la poesía que al compromiso ideológico (Jaime Tarazona y Jimena Andrade) y que validan el viaje hasta esta galería que por momentos parece una agencia de publicidad donde sus “creativos” hacen un arte “profesional”.
—Lucas Ospina*
*Profesor Universidad de los Andes