“En las obras variadas, pautadas y señalizadas del 68, la figura aparece al revés de la trama, casualmente, como si no fuera más importante que una bocina de fonógrafo”. Marta Traba, Hombre americano a todo color
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Estado de la unificación del Estado del Arte o el cese de la tensión entre la mercancía y el objeto simbólico
La Feria de Arte y el Salón Nacional de Artistas. ¿Cuál, en este entre dos, es el estado del arte? ¿Comparten el mismo estado o hay fronteras que los separan y los hacen antagónicos? ¿Se diferencian en algo sus convocatorias, curadurías, espacios críticos y de discusión? ¿Son los artistas convocados dos especies diferentes de artistas? ¿Qué relación guardan estos dos estados con los dineros públicos? ¿Cómo gestionan estos dos estados su idea de espacio público, cultural, ferial, comercial, etc.?¿Se habrán preocupado estos dos espacios por diferenciar ante su público uno y otro estado del arte? ¿Cómo será mediatizada esta duplicidad en los medios que cubren estos dos espacios y momentos? ¿Tendrá lugar como punto de partida de la discusión, cómo será encuadrado el espinoso asunto bursátil, el valor de cambio que se oferta? ¿Para un público no cautivo, serán verdaderamente diferenciables, podrá el público entender esa diferencia, si existe en realidad esa diferencia?
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El crítico autorizado
El crítico, micrófono en mano, recorre el edifico Pastas El Gallo, acompañado por los curadores, con quienes dialoga sobre la intervención del viejo edificio ubicado en la Plaza España de Bogotá. Su meticulosa descripción de las obras en el espacio, nos lleva a preguntarnos por la posibilidad misma de esa lectura. Y de esa supuesta intervención del espacio del edificio. Como si la época permitiera todavía esa lectura y esa acción. Y pudiéramos obviar los problemas inherentes a esa lectura y a esa supuesta posible instalación de obra en un espacio. Primero, presumir que se puede todavía hablar de un espacio del arte o para el arte, que estaría separado del espacio total, de ese espacio total que es radicalmente un espacio totalitario en que no caben las diferencias de algo así como eso a lo que nos seguimos refiriendo como Arte. Como Estado del Arte. Segundo. Aludir que efectivamente un artista y su arte puedan tocar espacio totalitario y lo puedan subvertir. Con lo que estaríamos hablando de la posibilidad de existencia de un poder simbólico que todavía ostenta algún poder en ese espacio unificado y totalitario. Tres, presumir que curadores, críticos y artistas son autónomos, cuando en realidad son piezas del andamiaje de ese estado totalitario, en que al arte y demás, funcionan como mecanismos que cumplen una función dirigida o comisionada. Cuatro, ¿puede un crítico pretender ser un hermeneuta de obra en la época de no realización simbólica del arte, cuando el arte habla inevitablemente ese único contenido y tiene esa única función de mercancía ? Función en que, anulado definitivamente el poder de significación, o valor de uso, queda clausurada cualquier posibilidad de enunciación ? O cualquier presunción de que sea efectivo poder ostentar algún valor que pudiera revertir ese sur económico ? Esto último, en alusión a la razón señalada por el curador y por el crítico, de trasladar el estado del arte en esa dirección.
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Artes Vivas
La sobresaturación de ferias, premios y salones, busca crear la ficción de una dinamización de la escena del arte. Dinamización que en cierto sentido contribuye a construir y respaldar la vitalidad de la economía nacional. Serían más de 150 eventos simultáneos en la ciudad de Bogotá. También se construye la ficción de la libre elección entre propuestas a las que se hace ver como antagónicas, el salón de artistas y la feria. Lo que contribuye a construir el mito de públicos divergentes y de comunidades de públicos de obra, que habrían de identificarse con una u otra propuesta. Cuando en realidad se trata de meros consumidores de cultura.
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La representación por el arte
La política entendida como realización de la economía política, funda la época de la totalidad de un mundo cuyo único sentido es la realización de la acumulación. Una acumulación que no prevé o posibilita ninguna alternativa que pudiera erigirse como disyuntiva a esa acumulación. En este estado de cosas la política es una ilusión más. También el Arte. Cuando desaparece la ilusión de la política como representación, desaparece también en consecuencia, cualquier posibilidad de representación estética. Por lo menos, esa instancia de un mundo de capital donde todavía era plausible la representación de ese modo de vida, el burgués, acorde con el orden capitalista, al que hacía contrapeso, en la otra orilla, planteando una crítica a esa economía y a ese orden social y estético, la puesta en marcha de una economía de redistribución y cese de la desigualdad. Hoy en cambio, en el cesar de toda ilusión política, de toda ideología, asistimos al final de la ilusión de la representación. La representación ha venido a ser suplantada por un hecho sin doblez, por una literalidad absoluta, en que se nos da a mirar la mercancía, el arte como mercancía de la economía creativa. Hoy llamada a un acusamiento mayor, con el imperativo de la “economía naranja”y sus teorías del emprendimiento. El Arte Político en cambio, supondría la existencia de la política, supondría la viabilidad todavía de un escenario de partidos, votantes, ideologías, programas, colectivos, etc. Tenemos sin embargo, únicamente y de manera global, la gestión totalitaria del poder económico. En este nuevo orden ontológico ¿cómo hablar de la posibilidad de un poder simbólico, es decir, de un Arte Político que refutaría ese orden y que obraría en consecuencia, evitando a toda costa ser subsumido por el poder de los grandes capitales y de las grandes corporaciones, que es el que hace posible su visibilidad y su devenir obra en el escenario de esas mercancías de la industria creativa?
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El poder del crítico
La crítica no autorizada y la crítica autorizada. El carromato crítico me desvia con alguna distracción y sin darme cuenta caigo de tumbo en tumbo como un trompo estrujado en medio de la tierra yerma. Capítulo de la mesa. Instrucciones. Pararse ante la mesa. Señalar la mesa. Y hablar autorizadamente sobre la mesa.
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Arte político y diletancia
Es presumible que las recientes alineaciones que vimos en la política nacional se repliquen en la escena artística local. Observemos de cerca el comportamiento político de César Gaviria Trujillo máximo líder ¿liberal? Gaviria a su vez está considerado por la revista Dinero como el mayor coleccionista del país, mientras su hija, María Paz Gaviria dirige, supervisa y controla el mayor circuito del arte nacional al que se han ido agregando los circuitos emergentes del reciente centro de arte de Bogotá, las galerías del barrio San Felipe. En relación con los dineros públicos de las actividades culturales del país, contratos al salón y demás movimientos están controlados por la Fundación Arteria. Es importante supervisar esta mediación y poder conocer quiénes controlan la fundación. En los papeles de la fundación no aparecen los nombres que la conforman. O no se tiene acceso a ello. La única cabeza visible es su Directora Nelly Peñaranda.
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Censura. Filosofía del Pasaje
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Filosofía del Pasaje
“Mallarmé. “Había atravesado la plaza y el puente de Europa, con la tentación, casi cada día, según le confió a Feorges Moore, de lanzarse desde lo alto del puente a las vías férreas, bajo los trenes, a fin de escapar por fin de esa mediocridad de la que era prisionero.”Daniel Halévy. Países parisinos, París, (1932), p.105.” Walter Wenjamin. Libro de los pasajes. Madrid : 2011, p.447.
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El Salón de los artistas
Si hablamos de estado del Arte del Salón Nacional de Artistas tendremos necesariamente que preguntar por la Fundación ARTERIA. La hasta ahora abstracta y anónima Fundación que maneja y administra y decide los destinos y decisiones de una gran porción, podría ser más que eso, de los dineros destinados a la cultura del país. A la cultura de Colombia. En un Salón Nacional de Artistas por otro lado, el modelo de concurso de las curadurías, cuyos curadores ganadores deben curar al salón y a los mismos artistas, desdibuja lo que debiera ser un Salón. O lo que debió ser un Salón. Como muestra de la buena salud de la representación del arte de todo un país. Sólo así se explica el que el artista se deba o no a la generosidad del curador. Se deba o no a la visibilidad que quiera brindarle el curador. Al final el artista termina siendo casi una última pieza. Como un objeto puesto a prueba. Aunque algunos de estos artistas en cambio no son piezas del curador y sus curadurías. Entran en la categoría de pares que nivelan la estratificación. Mientras por otro lado se cumplen las consecuentes cuotas a la solidaridad.
Claudia Díaz, jueves 31 de octubre del año 2019
1 comentario
Ya el artista ni importa. Mucho menos su obra. Quien o quienes creen que se lucen son los curadores (carencia casi absoluta de las del otro sexo), omnipotentes personajes oscuros, que relumbran entre las oscuridades para relucir como dómines de una luz que solo les alumbra, y hasta creen que les pertenece, entre un triste monoplio de los espacios para beneplacito de tanta ignorancia visual, en donde doctos de ideas y asimiladores de tendencias importadas, y que en mas de las veces son mal interpretadas para beneplacito de egos obnubilados por su propia grandeza, en donde hasta el mismo arte desaparece herido de muerte en manos de estos personajes oscuros que se ofrecen al mejor postor, incapaces estos mismos de hacer arte, para usar a su acomodo a los artistas como muletas engrandeciendo un ego abasalldor… curadores enfermos que no curan ni su propia enfermedad!