El tiempo convierte las metáforas en cosas, y las amontona en cuartos helados o las deja en los parques celestiales de los suburbios.[i]
Obeliscos, arcos de triunfo, banderas, héroes a caballo entre otras estatuarias se diseminan por el paisaje de la ciudad como imaginería que petrifica los relatos históricos de claras intenciones ideológicas y políticas. Los monumentos son, sin duda, receptáculos de memorias sociales, aunque esta pueda estar cedida a un ideal jerarquizado que acoge con dificultad las pluralidades propias de la sociedad contemporánea. Del mismo modo, se apropian del espacio colectivo rescribiéndolo en aras de una mejor planificación urbana u otros pretextos reales o ilusorios de ciertas necesidades civiles.
Desde las edificaciones rituales de la antigüedad hasta la escultura urbana del siglo XIX, la ciencia del monumento parece haber permanecido casi inalterada y con el mismo propósito: crear un imaginario de éxito al mismo tiempo que ser símbolo de la ciudad para el exterior. En cierta manera y dada su naturaleza retórica, el objetivo del monumento es impregnar en el tejido urbano y social escalas de volumen, de icono y de significado.
El proyecto Movimiento Armónico Simple presentado en Odeón por el Colectivo Maski es un compendio de piezas que analiza el Monumento a las Banderas diseñado por Alonso Neira Martínez e instalado en la localidad Bogotana de Kennedy a finales de los años 40 con motivo de la Novena Conferencia Panamericana. El conjunto dispone 21 banderas en formato de columnas –cada una de ellas en representación de uno de los países de la conferencia- y 120 estatuas que las sostienen. Ya sea por problemas políticos – el Bogotazo- o estructurales – las astas no soportaban el peso de la bandera- el monumento vió en contadas ocasiones las banderolas de los países ondeadas. Así, a lo largo de más de sesenta años la plaza que alberga el monumento presenta varios palos erguidos coronados por un cielo nublado.
Banderas, nombre popular que se le brinda al monumento, encierra en sí mismo una paradoja interesante, es al mismo tiempo símbolo de una ilusión por un cambio que engendraría la Conferencia Panamericana – pendiente a día de hoy de una solución real – y estatua obsoleta e inoperante que quedó desacreditada incluso por la propia utopía que argumentó su construcción.
Se trata de una ruina capturada en el tiempo. Engendrada por una proyección modernista, Monumento a las Banderas fue ruina antes incluso de ser activada. Su decadencia continuada en el tiempo nos aleja de la ruina común y nos coloca en una categoría otra. Es desde este prisma y a través de magníficas instalaciones discursivas y piezas videos que Maski articula su exposición. La no-evolución del monumento se convierte en símil del fracaso de la propia unión panamericana; un especie de oráculo premonitor de una inmortalidad y utopía fallida que se formaliza en todo el recorrido de la muestra.
La instalación de pantallas circulares con imágenes de las campañas políticas de cada país y el sonido de sus himnos se presenta como alegoría de la identidad construida de cada uno de los países y sus intenciones. El fracaso a través del humor es también otro elemento que va tomando importancia en el recorrido expositivo: todas las banderas derrocadas y abrazadas por la palabra “América”, unas encima de las otras fracturadas y formando un montículo como si de chatarra se tratara son confrontadas por un video en el que vemos las astas desnudas grabadas en un travelling circular.
Lejos de caer en el imaginario nostálgico de lo que pudo haber sido el monumento, Maski lo toma en el aquí y el ahora. Ejerciendo de esta manera una crítica a las dinámicas alegóricas que representan el monumento en dos sentidos: el histórico -símil de una ideología o intención determinada- y el actual -sujeto a quedar en el olvido por unas planificaciones urbanas-.
Entenderíamos en este sentido el Monumento de las Banderas como una ruina premonitoria; tal y como la describe Robert Smithson ante los restos del pasado industrial de Passaic, convertidos en huellas de memoria de una proyección futura abandonada.[ii] Esta ruina es la que genera un lugar temporal en el cual aparece el obsoleto al revés, una promesa caduca que gracias a la intervención del colectivo se presenta como posible herramienta para una verdadera crítica del pasado, el presente y el futuro.
Con esta propuesta Maski parece estar a favor de una práctica artística que sugiera un ávido desplazamiento, una manera de mirar que proporcione al espectador con un nuevo sentido de agencia mientras se pregunta cómo debería entender un monumento público. Lejos de posicionarse en una moraleja unilateral de lo que sería su investigación hacia el monumento, Maski no piensa en los extremos sino en los cruces de estos y que ocurre cuando la investigación se sitúa en esta determinada encrucijada. Los resultados devienen instrumentos que dejan al espectador decidir y posicionarse a través de un lenguaje poético, humoroso y sutil.
Movimiento Armónico Simple, más allá de situarse alrededor de las paradojas, los desaciertos y los fracasos de la arquitectura y utopía moderna, se convierte en una acción de alteración en el sentido más situacionista del término, una acción anti-monumento capaz de reactivar nuevas dimensiones y repensar la simbología de lo que conforma la ciudad contemporánea.
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Claudia Segura
[i] Robert Smithson, «Un recorrido por los monumentos de Passaic (1967)», en Robert Smithson. Selección de escritos, ALIAS, México, 2014.
[ii] Robert Smithson, «Un recorrido por los monumentos de Passaic (1967)», en Robert Smithson. Selección de escritos, ALIAS, México, 2014.