El caso de Carlos Salazar en El Museo. El del arte que ha quedado sin política, preso en la ideología burguesa de preservación del statu quo, representado en el marco. En el capricho de querer enmarcar la obra de arte en su manera. A la manera de una forma de pensar. Enmarcando y condicionando el arte y el pensamiento de un artista que se ha dejado llevar hasta ese matiz de enmarcación, en que el arte es presentado otra vez, representado en esa manera, que hace ver que no se trata de un capricho sino de un matiz específico. De la Idea.
De cómo una obra debe pasar siempre por un filtro que la enmarca de una determinada manera. Imponiendo arbitrariedad. La del curador-usurpador que ha impuesto su marco en escena. Su filtro. Su huella. Trayendo su Idea y haciéndola circular en esa idea inicial del artista.
Idea de alguien. El curador. Quién ahora decide cambiar el marco, otra vez. Por sobre el marco original. El del artista. Por sobre la idea primera que no aparecerá en escena porque debe restablecerse en la Idea, en el marco con que el curador decide sostener esa idea del artista. Para hacerla otra. Su propia Idea de la escena del arte.
Plegados, artista y obra. Ceden a la enmarcación de su idea.
A una cierta tonalidad de la luz. A un cierto espaciamiento en que sus ideas, las del artista y su obra, ahora gravitan de otra manera que no es la primera, sino esta postrera. Esta nueva Idea en que se ha de pensar otra vez la idea. La original. El punto cero del arte no interferido. Y que ahora se hace presa de rapiñas.
Revestido esta vez por el nuevo marco. Que habrá de sacarlo a la luz, sin ser la idea.
Porque ahora es otra Idea. Otra que deja translucir en el tiempo y en el espacio, formas no inocentes de pensar. Que enmarcan y enmascaran con un velo, la forma en que la idea habrá de aparecer. Esa primera. La del artista. Trastocada luego en Idea. Esta segunda y postrera. La del curador en su museo. La del coleccionista.
Mediaciones de algo más grande que no se deja interferir por el artista. Ni por nada. Sino que lo inyecta a pesar suyo.
La ideología pequeño burguesa solapada en los marcos sucesivos que recubren a la idea. Haciéndola aparecer siempre nueva.
-Irreconocible!
Un sofá en la penumbra crea esa falsaria intimidad de curador y artista. De museo y artista. La colección que revestirá esos trazos del artista, redefiniéndolos para la Historia.
Luego se endereza en su silla sintiendo una leve incomodidad. Aunque la escena lo muestre porfiado y divertido en su papel de artista que carga con su aureola, pero que, recostándose nuevamente en esos laureles que la Idea ha traído tras de sí. Sabe que ha dejado lo mejor de sí mismo en esa aparente complacencia.
Qué trae el cambio de marco?
Las cinco oportunidades de claudicar a la Idea.
Claudia Díaz, 7 de febrero del 2018
A propósito de una entrevista realizada por Gloria Valencia de Castaño en su programa televisivo Correo Especial, al artista Carlos Salazar a propósito de una exposición de sus dibujos en la galería El museo de Bogotá, realizada en el año 1994.El artista, según lo cuenta la entrevistadora, acababa de regresar de Nueva York de una exitosa exposición en que vendió toda la obra expuesta.
1 comentario
Este texto está como mal escrito, la autora no sabe poner los puntos. Solo en la poesía una «frase» podría carecer de predicado o de sujeto. ¿Es esto una poesía?