El análisis del debate en torno a la Biblioteca España se publicó en este portal en agosto de 2008. Fue una de los primeras revisiones que se hicieron en esferapublica sobre un debate y se publica nuevamente -con una serie de ajustes y cambios hechos por su autor- como parte del proyecto «Desacuerdos, comunidad e instituciones”, revisión y relectura del archivo de debates que iniciamos en marzo de 2012.
Análisis del Debate España
El Debate España fue una discusión entre arquitectos que se que se dio inicialmente a través de correos electrónicos, con motivo del premio de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura al Parque biblioteca España en Medellín, obra de Giancarlo Mazzanti.
La primera secuencia de correos se publicó en Esfera Pública en tres partes. Posteriormente, hubo una cuarta parte, publicada directamente en el mismo portal por los participantes.
En su momento*, propuse un “análisis del debate” en cuatro partes. 1, identificar la diversidad de temas surgidos. 2, recalcar la pobreza del concepto de identidad mediante el cual tres de los participantes defienden la obra ganadora. 3, señalar las objeciones generales a la obra ganadora. 4, abordar el tema del plagio en arquitectura.:
1. Temas
Aunque en medio de los comentarios se encuentra con frecuencia la afirmación de que el verdadero debate no es “tal” sino “tal otro”, debería ser evidente que no hay tal cosa como un verdadero y un falso debate, sino un conjunto de opciones críticas, todas de interés, y todas susceptibles de constituir un debate autónomo. Por ejemplo:
• Sergio Trujillo y Benjamín Barney critican severamente al jurado de la BIAU por la pobreza de criterios y lo oscuro del lenguaje utilizado para explicar el fallo.
• Guillermo Fischer y Enrique Uribe critican un aspecto particular del proyecto, el hecho de que se presente como experimental y vanguardista cuando en realidad les parece la reelaboración de una idea-imagen del Centro Multimedia de la Universidad de Hong Kong, de David Chipperfield.
• Hugo Mondragón y Gonzalo Correal critican a quienes exigen que los arquitectos tengan necesariamente que escribir para defenderse, reclamando que los arquitectos se expresan mediante sus obras.
• Jorge Pérez y Mauricio Pinilla critican las orientaciones, o la falta de éstas, en relación con lo regional y lo ambiental.
Mi interés en este ir y venir de juicios y opiniones sobre el premio, los temas que suscita, y sobre el edificio (al que todos por lo general llaman “el proyecto”) ha sido generar opinión pública y promover la discusión sobre la arquitectura pública. Aunque este objetivo no se ha logrado, mi intención continúa siendo la de promover un intercambio argumentativo guiado por una concepción de opinión pública según la cual sólo serían válidas las argumentaciones con criterios de justificación, racionales y escritos, que permitan aceptar o refutar una opinión.
2. Identidad
Aprovecho entonces mis desacuerdos con los argumentos de tres participantes extranjeros que han salido en defensa del edificio para expresar algunas opiniones sobre lo que se ha dicho en este desigual debate. Entre los pocos que han defendido el edificio, y el fallo del jurado, Miquel Adriá, Antonio Toca y Rafael Patalano, lo han hecho a partir de un concepto de identidad que consideran inadecuado. Yo también lo considero inadecuado, pero por motivos completamente diferentes a los que estos críticos alegan como causa para la mala comprensión del edificio y del fallo.
Toca, uno de los miembros del jurado, en respuesta a las críticas de Barney y Trujillo, comienza por aclarar que todos los integrantes son calificados y honorables; a continuación ratifica punto por punto lo mismo que estaba dicho en el acta: que el edificio es un gran ícono, que cumple además un gran papel político-social, y que cumple a cabalidad con los requerimientos de la convocatoria. Aunque en términos de los criterios de juicio y los motivos para elegir esta obra en particular no agrega nada a lo ya dicho en el fallo, Toca reconoce haber dudado sobre el merecimiento del premio, hasta que comprendió la importancia política del proyecto: “creo que esa obra y las demás del programa social que realizó el gobierno de Medellín es asombrosa y me dio mucho gusto que se premiara esa obra. Yo estuve renuente a hacerlo; sin embargo, al darme cuenta de que era una de esa obras, apoyé el premio.” Reconoce, además, que le sorprende lo que considera una preocupación innecesaria en Colombia por un tema tan irrelevante como que el edificio se parece a otro: “personalmente me importa poco este parecido. Creo que si lo hay, sería lamentable… Creo que las analogías, o las copias en arquitectura es un asunto vergonzoso que no se menciona, como los pecados de la familia.”
Por esta respuesta deduzco que Toca no conoce, o no conocía en el momento del fallo, el edificio premiado; como tampoco tiene presente en el momento de escribir el proyecto para Hong Kong sobre el cual se está haciendo referencia a la utilización no reconocida de una “fuente”. Su respuesta da a entender que le parecieron suficientes los argumentos a favor de la potencia icónica del edificio y su importancia política; con lo cual también resulta evidente la poca importancia dada a un aspecto como la experiencia o vivencia del edificio; privilegiando los aspectos simbólico y político con los que respaldó el fallo. La respuesta también evidencia que a Toca, y posiblemente a los otros miembros les fueron suficientes las fotos, planos y textos, tal como se juzga un proyecto académico o un concurso de proyectos; y no como se esperaría que fuera juzgado un edificio, es decir, como un hecho material, vivencial, ambiental y espacial; además de simbólico y político. A diferencia de “el proyecto” en el cual las ideas y las imágenes son todo lo que hay, “el edificio” es finalmente una cosa; y por muy buenas ideas que tenga detrás, no deja de ser una cosa sobre la cual las ideas se validan o anulan. No a la inversa.
La reducción de Toca a una necia preocupación “en Colombia” por si se parece o no a otro edificio es una banalización del problema planteado. Como es una banalización la caricatura que hace Miquel Adriá al referirse a una arquitectura panamericana reaccionaria del “adobe y el tabique aparente”. O la igualmente versión aplanada de Rafael Patalano, según la cual los detractores de la biblioteca España parecerían estar en defensa de una arquitectura brasilera, colombiana o latinoamericana para la cual solo valdría lo “pobre y tosco”. Lo que resulta pobre y tosco son este tipo de argumentos, sobre todo considerando que lo que dicen que se dijo, nadie lo dijo.
3. Objeciones
A la biblioteca España no se le ha criticado que sus materiales no sean adobe o ladrillo, o que no tenga apariencia popular, y tampoco porque sea un ícono. Según mi lectura de la correspondencia electrónica, lo que se ha destacado es que el premio de la BIAU se le dio a una arquitectura mediática, inapropiada funcional, ambiental y constructivamente. Se la ha criticado desde varios ángulos y motivos que en mi interpretación son los siguientes:
• Apropiarse sin reconocerlo de unas ideas estéticas documentadas en la revista El Croquis, alegando en cambio una actitud experimental y novedosa. Dicho de otro modo, presentarse como idea original sin el debido reconocimiento de la fuente, cuando en realidad es una idea-imagen prestada.
• Reclamar como principal valor arquitectónico su potencia como ícono, desdeñando como anticuados y reaccionarios otros valores arquitectónicos como la factura, el funcionamiento y el mantenimiento.
• Apropiarse de unas ideas políticas que son producto del encargo. Ideas que seguramente habrían sido aplicables a cualquier otro edificio hecho bajo las mismas reglas y en el mismo lugar.
• Atribuir sus debilidades constructivas a la ineptitud del constructor y no a un diseño deficiente.
• Presentar problemas de escala y dimensión, precisamente por privilegiar en exceso el valor icónico, y por apoyarse en el valor social, como pretexto para eludir el esfuerzo que requiere sacar adelante un edificio “experimental”.
• Menospreciar problemas de funcionamiento como biblioteca, en términos convencionales como el control del ruido y la iluminación natural.
• Menospreciar aspectos contemporáneos, igualmente experimentales y cada vez más apremiantes como la sostenibilidad bioclimática y ecológica.
Lo que se ha pedido por medio de estas críticas no es ningún nacionalismo, latinoamericanismo, regionalismo, panamericanismo o localismo culturalista, sino una arquitectura consecuente con la responsabilidad económica, técnica y ambiental que merece cualquier edificio, en especial una obra pública. Lo que se ha denunciado, desde el debate promovido desde el portal Esfera Pública, es una pobreza proyectual según la cual se está pasando de una foto, a una maqueta, a un edificio; y de esto a un jurado al cual le parece que el resultado es impresionante en términos visuales y maravilloso en términos políticos.
La síntesis de esta denuncia ideológica creo que se condensa en la estigmatización de Adriá, según la cual los opositores de la biblioteca están tratando de promover una arquitectura “sumamente reaccionaria, en línea con los postulados panamericanistas del adobe y el tabique aparente”. Esta suposición asume que a la biblioteca España se la critica por no estar mimetizada con la estética del desarrollo progresivo y no se le reconoce su carácter innovador. Como comprensión de las críticas anteriormente listadas, tal simplificación constituye una caricatura que evidencia poco o ningún conocimiento del medio, y poca o ninguna consideración por los temas planteados.
Por ejemplo, el argumento sobre la copia se ha fundamentado en una identificación de similitudes, sobre las cuales se podría argumentar que son “superficiales” y se podría refutar mediante la identificación de diferencias “profundas”. Pero esto no se ha hecho. En cambio, las argumentaciones recibidas caen en tautologías como que el edificio es bueno porque el proyecto es bueno o que un jurado honorable produce juicios honorables. O argumentaciones circulares como que la nueva arquitectura “es así”; lo demás pertenece a las ideas de un mundo viejo y reaccionario. O bien, que si el edificio tiene problemas constructivos se debe a que el constructor no respetó los planos. O que los posibles problemas funcionales son algo secundario, o por lo menos relativo, dado que los usuarios están orgullosos del edificio.
En todo caso, el problema denunciado como copia, no condena la adopción de una idea formal como parte legítima de un procedimiento proyectual; condena el hacer pasar la idea por original. Si al procedimiento no se le llamara copia sino adaptación, recreación o interpretación, la crítica no se modifica puesto que el problema consiste en que este edificio particular no constituye una producción experimental de forma mediante un procedimiento analógico que alude posiblemente a las montañas, sino la adopción de una idea-forma que ya pasó por un procedimiento de ideación artística similar y anterior.
Adaptar o recrear no se está invalidando como procedimiento; sólo el hacer pasar algo adaptado por una invención. Esto se podría refutar argumentativamente con la misma facilidad con que se ha denunciado, pero hasta el momento nadie lo ha hecho. Con lo cual, al eludir una respuesta o desdeñar el tema como algo de lo que no vale la pena hablar, se ha hecho evidente, por lo menos hasta el momento, que la idea-imagen de la forma sí pertenece a Chipperfield. Con lo desviadas que puedan ser estas críticas y mi interpretación de las mismas, no ha habido intentos por refutarlas directamente sino por medio de la denuncia de una supuesta ideología nacionalista que apenas si ha tenido una mínima importancia dentro de lo dicho.
Respecto a la producción de formas “nuevas”, habría por lo menos dos actitudes proyectuales opuestas. Una, la de aquellos para quienes la búsqueda de la nueva forma se asocia al tema de la “experimentación formal”. La otra, la de los que buscan la “evolución” y el “perfeccionamiento” de un conjunto de temas recurrentes, en los cuales la novedad constituye un episodio que surge del cruce de factores entre la técnica, el encargo y la interpretación del lugar, en conjunción con las búsquedas personales del proyectista. Estas búsquedas, a propósito, pueden tener un trasfondo tan nacionalista o localista, como internacionalista o vanguardista. En cualquier caso, son la consistencia y el resultado final lo que las avala, no las intenciones. Y lo que las constituiría como arquitecturas “propias” sería la coherencia interna entre las obras producidas y la ideología o teoría que las impulsa.
Sobre el aspecto de exigir una arquitectura nacional, regional, internacional o global, la lectura de la correspondencia deja la impresión de una imprecisión generalizada. Pues si bien hay individuos interesados en recalar sobre lo local, también los hay a los que esto les parece irrelevante. De cualquier modo, una cosa es que los opositores reclamen una arquitectura con identidad nacional o regional y otra con identidad propia. Al hablar de una arquitectura “propia” se quieren decir muchas cosas, incluidas las versiones regionalistas pero mi deducción de la lectura del debate me lleva a creer que se trata de “propia” en el sentido de una investigación personal por parte de un autor o una firma. Si esta búsqueda se acompaña de intenciones moderadas o ambiciosas, locales o universales, es cuestión de cada proyectista.
La crítica principal que recae sobre la biblioteca España diría que ésta adolece de algo similar a la carencia de una búsqueda que no pasa de ser un experimento formal sin la consecuencia técnica y espacial equivalente. Es decir, un experimento formal carente de profundidad y consistencia arquitectónica. En mi opinión, si éste o cualquier otro concurso quiere premiar éste o cualquier otro tipo de trabajos, que lo haga, siempre y cuando los criterios sean públicos y se den a conocer apropiadamente. Con lo cual me refiero a que las instituciones que convocan especifiquen con anterioridad bajo qué criterios van a premiar (arquitectura y gestión política, por ejemplo) para que los jurados se ciñan en sus explicaciones a los criterios de la convocatoria. De lo contrario, los jurados acaban convertidos, además de jueces, en legisladores.
4. Referenciar
Lo anterior plantea a mi modo de ver dos problemas mediante los cuales propongo nuevamente que el debate trascienda el premio y el fallo BIAU.
a. Juzgar un edificio sin conocerlo
Dado el tamaño de una muestra cualquiera, puede ser física y económicamente imposible que un jurado idóneo la visite personalmente. Insistir en que un edificio se juzgue incluyendo la experiencia de la obra resultaría impráctico. Bastaría que a la información tradicional contenida en planos, fotos y textos se le sumara una información proveniente de videos, fotografías “críticas” e informes elaborados por revisores y encargados de suministrar al jurado un tipo de información diferente a la que presentan los propios autores, los cuales, como es natural, tienden a mostrar únicamente lo positivo de su obra y a ocultar cualquier aspecto “flaco” de la misma.
b. Penalizar la copia
Dado que para convertir en delito una posible copia, tendría que haber una legislación que la reglamente, una policía que la vigile y un mecanismo de castigo para su incumplimiento, habría que considerar si vale la pena insistir en que la omisión de referencias constituye un delito, como ocurre en literatura; o si basta incorporar a la cultura arquitectónica, desde la universidad y a través de la noción de investigación, la costumbre de diferenciar, como en cualquier trabajo académico, en qué consiste el aporte de un trabajo y cuáles son sus fuentes. En las universidades, por ejemplo, existen comités de copia que juzgan sobre trabajos y exámenes escritos pero en ningún caso sobre proyectos arquitectónicos. En principio, bastarían la “censura” y la adopción de convenciones culturales, académicas y profesionales. Y por supuesto, habría que reformular el objetivo, por lo general inexplícito en las escuelas de arquitectura, de formar artistas prematuros cuya mayor virtud es la originalidad.
Juan Luis Rodríguez
* El análisis del debate se publicó en este portal en agosto 31 de 2008.
1 comentario
Viendo en perspectiva el tema de la biblioteca recuerdo cuando la visite por primera vez, el primer impacto es verla desde el vagon del metro es imponente, contrasta fuertemente con la montaña y el entorno y se alcanza a leer su inspiración formal, luego se sube en el metrocable lo que aumenta este efecto de espectacularidad, hasta ahí todo va bien, la desilusión empieza cuando se entra a la biblioteca, la fuerte y poderosa forma quebrada, en el interior pasa desapercibida totalmente, lo que para mi es su gran pecado, la biblioteca es buena para tomarse fotos por fuera, con lo cual cumple su objetivo icónico, el manejo de la luz y/o temas bioclimaticos o ecologicos definitivamente no fueron importantes en el proyecto.
Pensar en una arquitectura politica o de consecuencias políticas sería conformar una arquitectura reaccionaria o condicionadora lo cual no es el caso, mejor sería llamarla arquitectura con un componente «social» cosa que al parecer la biblioteca y su espacio público si han logrado, no creo que sea tan parecida al edificio de David Chiperfield puede ser coincidencia puede que no, pensar en señalar directamente los referentes arquitectos en los proyectos es dudoso, alguien que escribe con cierta tecnica literaria identificada de un autor no esta obligado a hacerlo (a menos que fuera un componente técnico patentable), se ven similtudes en el lenguaje general proyectual de Chipperfield y Mazzanti aunque sembrar la duda en la originalidad de sus planteamientos es discutible, no existen métodos definitivos en la arquitectura, los referentes son infinitos, criticar las justificaciones de un proyecto por seguir un «método» de otro arquitecto puede ser muy subjetivo, criticar el verdadero resultado espacial puede ser mas acertado, para mi se logra por fuera, se raja por dentro.