Entre lo legal y lo legítimo: reflexiones sobre la beca de estímulos Caribe 2025

Desde la frase inicial de su respuesta, el artista reconoce que se trata de recursos destinados a creadores locales y que es legítima la preocupación por la participación de artistas ajenos a la región que acceden a estos estímulos. Ese reconocimiento, por sí solo, debería haber sido suficiente para cuestionar la legitimidad de su propia postulación.

Son necesarias y urgentes las reflexiones sobre el caso de las becas de creación para artistas con mediana trayectoria otorgadas por el Ministerio de Cultura con enfoque territorial. Se otorgan siete becas, una por cada región, según la distribución territorial establecida por el Ministerio. Este año, la Beca del Caribe fue otorgada a Santiago Reyes, un artista que no nació ni reside en el Caribe. Es de Bogotá y actualmente es profesor de la Universidad de los Andes, institución de la que también es egresado.

Al revisar en detalle los términos de la convocatoria, se evidencia —a mi juicio— un error preocupante en la redacción de la política. Aunque en las condiciones generales de participación se afirma que esta iniciativa “representa un camino para ordenar la gestión pública según las realidades, procesos, regiones y actores, de manera que los recursos del Estado sean utilizados bajo los principios de corresponsabilidad, eficiencia, transparencia, equidad y democratización del gasto público”, en la redacción específica el Ministerio comete un error: únicamente establece condiciones para colombianos residentes en el exterior o para extranjeros residentes en Colombia, dejando un vacío normativo que da lugar a una ambigüedad jurídica absurda.

Es absurda porque si la intención del Ministerio hubiera sido permitir que cualquier artista colombiano pudiera aplicar por cualquier región, entonces la política en sí misma perdería sentido. Y si, por el contrario, el nivel de pertenencia a la región (por nacimiento o permanencia) no fuera un criterio relevante, entonces tampoco tendrían razón de ser las condiciones específicas para los colombianos en el exterior y los extranjeros residentes. Esto incluso podría atentar contra el principio de igualdad. Por cualquiera de estos caminos, la redacción actual se muestra inconsistente. La primera pregunta, entonces, es para el Ministerio: deberían pronunciarse sobre este particular, aclarar y sobre todo corregir para el futuro.

También es fundamental abordar el debate ético sobre el uso estratégico (pero éticamente cuestionable) de vacíos normativos en convocatorias públicas. Este es un tema que no puede evadirse. Hay que reconocer que el artista ha escrito una respuesta amplia y pública ante este cuestionamiento, eso lo aprecio y aplaudo, porque en estos casos suele suceder que los involucrados se escudan en la negación y el silencio. También ha invitado a analizar el caso con “una perspectiva sistémica y evitando simplificaciones”, con lo cual estoy completamente de acuerdo. Justamente por eso, es posible, y necesario, analizar sus propios argumentos para ampliar la discusión.

Desde la frase inicial de su respuesta, el artista reconoce que se trata de recursos destinados a creadores locales y que es legítima la preocupación por la participación de artistas ajenos a la región que acceden a estos estímulos. Ese reconocimiento, por sí solo, debería haber sido suficiente para cuestionar la legitimidad de su propia postulación.

Este dilema se acentúa cuando Reyes defiende su participación señalando que su proyecto se fundamenta, conceptual y metodológicamente, en prácticas artísticas comunitarias y en una preocupación constante por los sistemas de conocimiento, las estructuras de poder, el colonialismo y el extractivismo. Sabemos los enormes retos e implicaciones que tiene para un artista desarrollar proyectos comunitarios. Allí el componente ético es central en muchos aspectos, que incluye el tipo de relacionamiento que se establece con las comunidades, pero, además, la proveniencia de los recursos no es un factor soslayable. En estas relaciones complejas y problemáticas es claro que el artista asume un posicionamiento que le demanda unas reflexiones éticas a todo nivel.

Dadas estas premisas —su trayectoria, su sensibilidad hacia los trabajos comunitarios, su conciencia crítica sobre el poder y los extractivismos— es razonable pensar que este tipo de tensiones éticas no le son ajenas, y que su participación podría ser leída como una forma de apropiación oportunista, aunque legalmente permitida, de un recurso público que debía favorecer a actores locales.

En su respuesta, Reyes se refiere al proyecto como “el proyecto cuestionado”, pero vale la pena insistir: no se está cuestionando el proyecto en sí, ni su trayectoria, ni los criterios técnicos evaluados. Lo que está en discusión es que la postulación de un artista de Bogotá en una beca con enfoque territorial distorsiona el objetivo de equidad. Esto sin contar con que artistas realmente activos en la región compiten en condiciones estructuralmente desiguales con postulantes que no enfrentan las mismas barreras territoriales, económicas o de acceso. Esto termina favoreciendo a quienes cuentan con redes, formación y capital cultural que no requieren este tipo de acciones afirmativas, como es claramente el caso de Reyes.

Si el artista consideró genuinamente que desarrollar el proyecto en el Caribe era razón suficiente para postularse por la región, es evidente que toda esta discusión posterior debería permitirle redimensionar su propio caso. Y reconocer lo que en la teoría crítica se ha definido como el punto ciego del privilegio. Ojalá esta discusión sea una oportunidad no solo para que el Ministerio corrija un diseño de política pública que hoy favorece inequidades, sino también para que el artista y otros creadores con trayectorias consolidadas reflexionen sobre los privilegios que les han permitido acceder a recursos en condiciones muy distintas a las de quienes habitan las regiones con campos del arte mucho más precarios y oportunidades de acceso a recursos y formación más limitadas.

Isabel Cristina Ramírez Botero
Profesora Universidad del Atlántico

4 comentarios

Excelente reflexión, además teniendo en cuenta que el artista Reyes recientemente ganó el premio Luis Caballero, con una obra desarrollada en Bogotá, lo que implica que su trabajo actual no está en la región caribe. Falta de ética profesional el presentarse por un sector que no corresponde.
Una situación similar paso en Arte joven de la región oriental, lo ganó un artista de Bogotá y que según los propios artistas, lo ha ganado varias veces.

Los jurados, de dicha convocatoria, cometieron el error de seleccionar la propuesta, al mirar la hoja de vida del artista, se daban cuenta que no cumplía con el requisito ser del caribe colombiano. En cuanto al artista. Deja mucho que pensar esa supuesta transferencia. Participó sabiendo que los jurados a cargo lo iban a pasar, como decidimos a veces, ya todo estaba arreglado. epremio era de él y los

Como artista del Caribe, considero fundamental alzar la voz frente a situaciones como esta. Las becas con enfoque territorial deben responder a su espíritu: fortalecer las prácticas artísticas que nacen desde y para la región. No basta con ejecutar un proyecto en el Caribe; es necesario tener una relación profunda, continua y significativa con el territorio. Este tipo de decisiones debilitan la confianza en las políticas públicas y desalientan a quienes, desde las regiones, sostenemos procesos culturales en contextos muchas veces precarios. Agradezco este artículo porque pone en el centro un debate urgente: no todo lo legal es legítimo, y las políticas culturales deben corregirse cuando dejan vacíos que terminan afectando a quienes buscan construir desde lo local.

Isabel, se debería saber a quiénes NO seleccionaron del Caribe debido a tremendo «error».
Por otra parte, ni me sorprende este tema. No sé por qué.