Los juegos del hambre y los patrocinios en educación artística en Colombia

Dado que no existen condiciones mínimas para que los artistas endeudados puedan retribuir su conocimiento y pagar sus deudas, ¿no podría ser una forma de retribución permitirles continuar su carrera en el extranjero, con la posibilidad de crear oportunidades para que otros artistas también puedan salir del país?

El 25 de junio se cumplieron cinco años desde el día en que quedé en la lista de espera para la beca de maestría Jóvenes Talentos del Banco de la República. Hoy, mientras escribo mi aplicación para el doctorado, agradezco no haber sido seleccionado en aquel momento. No porque mi vida haya sido mejor sin el apoyo del Banrep, sino porque con el tiempo he visto cómo algunos amigos, quienes obtuvieron la beca, terminaron considerando la oportunidad como una condena. Muchos artistas que comenzaron una carrera en el extranjero tuvieron que regresar a Colombia para «devolver» en trabajo lo que el país invirtió en dinero. Es triste cómo funcionan las «actividades multiplicadoras» del programa Jóvenes Talentos, pero lo que resulta más deprimente es que se obligue al becarioque debe retribuir su formación- a regresar al país y enfrentarse a una escena con muy poca oferta laboral y en la que ha dejado de estar activo el tiempo que estuvo fuera.

Esto no solo ocurre con el patrocinio de Jóvenes Talentos, sino también con la beca de préstamo de Colfuturo y el programa del ICETEX, ambos dirigidos a jóvenes y con condiciones que llevan a muchos a preferir quedarse en el extranjero. A menudo, los artistas optan por trabajar como meseros o en empleos similares para pagar la cláusula de condonación en dólares, ya que sería prácticamente imposible cubrir esa deuda trabajando como artistas en Colombia, donde ser mesero en el «primer mundo» paga más que ser profesor por horas en una universidad colombiana. Esto es especialmente cierto en un momento en que volver al país con un título de maestría o doctorado ha dejado de ser garantía de empleo.

Me pregunto entonces si, dado que no existen condiciones mínimas para que los artistas endeudados puedan retribuir su conocimiento y pagar sus deudas, ¿no podría ser una forma de retribución permitirles continuar su carrera en el extranjero, con la posibilidad de crear oportunidades para que otros artistas también puedan salir del país? ¿Acaso no es una forma de retribución incentivar los intercambios?. La «condonación» fue el verbo que las instituciones colombianas eligieron en los años 90 para evitar que los cerebritos se fugaran con la plata de los impuestos, haciéndonos creer que regresar al país es la manera más efectiva de hacer que «un pilo pague»

En este sentido es la ausencia de incentivos de post graduación en artes una declaración política del estado, que por décadas el viene diciéndonos a los artistas colombianos que; cada dos años una sola persona tendrá las condiciones óptimas para hacer una maestría en el exterior, y que el país no necesita artistas con doctorados, posdoctorados o cualquier otro tipo de formación avanzada.

Personalmente, también dudo de la necesidad de maestros y doctores en artes. La hiper-cualificación en el sector cultural a veces parece una patología más de la economía de la profesionalización. El problema radica en que el sistema académico colombiano reproduce las mismas dinámicas del neoliberalismo universitario global, lo que obliga a los artistas a profesionalizarse, ser maestros, doctores y al mismo tiempo, no realiza esfuerzos para fortalecer infraestructuras ni garantizar empleos.

Estos últimos cinco años, cursando programas de postgrado fuera de la condena de la condonación de préstamos y becas colombianas, me han permitido vivir con un grado de libertad que ha venido acompañado de procesos agotadores, xenofobia y otras dificultades asociadas a la educación pública en el extranjero. Estas situaciones van desde grafitis que dicen «no más extranjeros en la UNAM» hasta condiciones cada vez más difíciles en los procesos de admisión, como pagar tres veces más el registro por ser extranjero, viajar de un día para otro para realizar una prueba o entrevista, o asistir a clases para conocer a los posibles tutores y participar en los procesos selectivos en «igualdad de condiciones».

Sin embargo, si las universidades se acreditan en parte por la cantidad de extranjeros que participan en ellas, las condiciones de admisión no contemplan las dificultades de los ciudadanos del sur global, lo cual es también una declaración política de la Universitas, que crea procesos de selección en los que los extranjeros aceptados no necesariamente representan todas las clases sociales del globo.

Después de cinco años aprendiendo idiomas en tiempo récord y gastando tiempo y dinero que no tengo, me pregunto: ¿dónde están las becas para que los artistas estudien sus maestrías y doctorados en Colombia? ¿Por qué es cada vez más común que los artistas colombianos prefieran vivir con becas estudiantiles en lugar de afrontar el desempleo con un título de maestría o doctorado? Es una realidad que se vive mejor siendo estudiante que una vez que se obtiene un título académico. Me pregunto también si no sería posible redirigir los pocos incentivos disponibles para estudiar en el extranjero hacia el fortalecimiento de las condiciones para que los artistas estudien y trabajen en Colombia. Tal vez eso facilitaría las dinámicas de condonación y ayudaría a deconstruir un poco ese imaginario colonial que nos lleva a buscar el futuro en otra parte, o peor aún, la arraigada idea de esperar a alguien que venga a salvarnos.

 

Henry Palacio Clavijo