En Colombia los artistas contemporáneos repiten con frecuencia que el Premio Luis Caballero es el estímulo más importante del arte contemporáneo en nuestro país. Pocos hemos peguntado por qué lo es. Sería necio, ocioso y mezquino sostener que la recompensa económica es el indicador que determina la relevancia del evento. Debemos considerar otros indicadores para conseguir una percepción más amplia al respecto. Se debe tener en cuenta la posibilidad que tiene el artista de plantear inquietudes personales por fuera de las presiones artísticas, estéticas, sociales y comerciales que regulan nuestras prácticas artísticas destinadas a satisfacer las expectativas de un público que no espera mayor cosa de la vida, que no tolera que ésta sea perturbaba por la imaginación, que ha perdido la capacidad de comprender (por lo tanto, de juzgar), que finalmente ha terminado con éxito su proceso de estupidización, el cual es propio de una época que fue despojada de la palabra para impedirle construir un escenario adecuado a las libertades.
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