En el poema épico La Odisea, Penélope teje y desteje un manto funerario durante tres años. Ulises, su esposo y rey de Ítaca, se ha ido a la guerra de Troya y ante la incertidumbre de su regreso, Penélope evade a los pretendientes que llegan a su casa, diciéndoles que una vez termine de tejer elegirá a un nuevo esposo. En medio de la destrucción que ha creado la guerra, el ritual de Penélope de tejer y destejer el manto funerario es una estrategia silenciosa para restablecer el orden en el hogar y resistir al olvido.
La relación entre los tejidos, la vida y la muerte ha existido en muchas culturas a lo largo de la historia. Las indígenas gunadule, habitantes del Urabá y el Darién en Colombia y de la comarca Guna Yala en Panamá, tejen molas (dos o más telas coloridas, una sobre otra, unidas con hilo y aguja) que luego cosen a su propia ropa, comercializan o guardan como tesoros para protegerse de los malos espíritus y curar enfermedades. Las molas pueden entenderse como textos escritos por las mujeres para comunicar su sabiduría, intercambiar historias, reflejar emociones y resaltar símbolos de su cosmovisión.
En 1973, poco después del golpe de Estado en Chile, grupos de madres, esposas e hijas de detenidos desaparecidos también crearon un gran repertorio de imágenes a partir de retazos de telas coloridas, con técnicas similares a las de las molas. Las arpilleras, como se le llama a este tipo de tejido, fueron hechas para denunciar violaciones a los derechos humanos que ocurrían bajo el mandato de Augusto Pinochet, como la tortura, la represión, la desaparición y la censura. Apoyadas y protegidas por la Agrupación de Familiares Detenidos y Desaparecidos y más adelante por la Vicaría de la Solidaridad, la producción de arpilleras creció rápidamente y se comercializó fuera del país, convirtiéndose en una fuente de ingreso para las arpilleristas y sus familias.
Para los que no han vivido el horror de la persecución política o el profundo dolor de la guerra, observar las narraciones de los tejidos es una oportunidad para conocer y en el mejor de los casos, para comprender las historias colectivas e individuales, las iniciativas de paz y la resistencia no violenta. La transformación social es posible mediante el conocimiento, la comprensión, el intercambio de saberes y la reflexión entre diferentes ciudadanos. Bajo esta premisa, exposiciones como “La vida que se teje”, curada en Medellín por Roberta Bacic, Isabel González y Beatriz Elena Arias, reunió 85 tejidos testimoniales provenientes de diferentes regiones de Colombia y de otros países latinoamericanos con conflictos sociales, políticos o armados como Chile, Perú y México.
En Bogotá, destino final de millones de víctimas del conflicto armado colombiano, se inauguró la exposición “Mampuján entretejido: un camino estético para la paz”. La muestra, co-curada por investigadora y docente Yolanda Sierra, incluyó tejidos hechos en el 2009 por las Tejedoras de Mampuján, ganadoras del Premio Nacional de Paz. En la mayoría de las telas expuestas está bordado el sol. Aunque en algunas es un gran círculo amarillo y en otras se esconde casi por completo detrás de las montañas, todas las historias son detalladas, explícitas y coloridas, como un gesto consciente para simbolizar la esperanza que persiste y reafirmar la voluntad de las Tejedoras de Mampuján de ‘sacar a la luz’ el horror que tuvieron que vivir en los Montes de María en el año 2000, a pesar del silencio que se quiso imponer en su momento.
En Bogotá también se han conformado grupos de mujeres sobrevivientes que se reúnen semanalmente a tejer. Este el caso del Costurero Kilómetros de vida y de memoria, quienes todos los jueves se sientan en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación a recorrer el largo camino de sus memorias a través del tejido de patchworks. Las reconstrucciones de sus historias y pensamientos resisten al olvido, a la impunidad y al desgarramiento social que ha producido la violencia en todo el territorio colombiano. Desde el inicio, el objetivo principal del Costurero ha sido producir kilómetros de telas bordadas para envolver el Palacio de Justicia, sede y símbolo del poder Judicial en Colombia y más recientemente escenario de protestas, campamentos, conciertos, obras de arte colectivas y marchas multitudinarias que exigen un país en paz para todos.
La intervención de los tejidos se concretará el próximo domingo 4 de diciembre a las 4 PM en la Plaza de Bolívar. Las tejedoras, las personas interesadas, el teatro y la música envolverán -literalmente- a la justicia y harán público el trabajo del Costurero Kilómetros de vida y de memoria, la Red Nacional de Tejedoras por la Memoria y la Vida y la Unión de Costureros de Bogotá. La invitación está abierta a toda la ciudadanía para plasmar junto a estos colectivos, sus opiniones y memorias sobre el conflicto armado, los derechos humanos y la construcción de paz. La acción colectiva para producir y coser los tejidos empezará el sábado 3 de diciembre a las 10 AM en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Manuela Ochoa