La bienal de Venecia cumple 120 años de existencia, celebra su 56 edición, reúne pabellones de 89 países bajo el lema de All the World´s Futures, y Colombia, una vez más no está. Tanto cacarear que somos una potencia emergente, impulsada vertiginosamente hacia el futuro por la locomotora minera y al final de cuentas no hay por parte del Gobierno nacional el dinero ni ganas de participar como se debe en la bienal de las bienales, en la bienal que ha sido y sigue siendo una cita imprescindible del arte internacional desde los años ya muy remotos de su primera edición. Y no cuesta trabajo imaginar o simplemente anticipar la respuesta que dará el Ministerio de la Cultura a quien ose pregunte por qué diablos Colombia no tiene un pabellón propio en la legendaria ciudad de los canales cuando lo tienen Argentina, Brasil, Uruguay, México, Chile, Perú, Venezuela, Cuba, Ecuador y Guatemala. “No hay plata» – dirán – y no la habrá ni aunque quisiéramos porque la caída de los ingresos públicos debida al desplome de los precios de petróleo ha obligado al Gobierno nacional a, entre otras cosas, recortar el presupuesto del ministerio. «Lo sentimos mucho». Bonita explicación, sólo que no se entiende porque si hubo dinero y más que de sobra para montar la ruidosa operación Colombia en Arco que, aparte de contribuir a la autopromoción del presidente Santos, muy pocos beneficios sustanciales de visibilidad y reconocimiento de crítica y de público aportó a los artistas que fueron enrolados en la misma. O que audazmente se enrolaron en ella.
A mí sin embargo no me sorprende que el Ministerio de Cultura meta otra vez la pata, porque al fin y al cabo es un ministerio cuya ceguera y notorias debilidades estratégicas derivan de la incapacidad de este y de los anteriores gobiernos de entender que la cultura no es una «asunto de señoras» – dicho con todo el respeto por las señoras – sino un tema de importancia crucial para asumir plenamente lo que somos y lo que estamos dispuestos a ser como país en un mundo tan cambiante como caótico. Pero no es la única explicación. En las miserias del Ministerio de Cultura también cuenta el peso excesivo que tienen en su orientación y funcionamiento el poder descontrolado de unas «roscas» impenitentes y un clientelismo que por beneficiar a las «buenas familias» de siempre no por eso es menos clientelismo.
Carlos Jiménez
5 comentarios
El artículo en que se quejan de que «una vez más no estamos (en la Bienal de Venecia)» es el resultado penoso de un colonizado vergonzante.
El arte subalterno busca esos espacios de validación social, fundamentalmente porque carece de la fuerza para proyectarse al universo desde la más humilde provincia.
Es una verdadera ridiculez que la preocupación para el arte colombiano sea participar de esos eventos mercantiles, en vez de preocuparse por dignificar los espacios de nuestros municipios,nuestros barrios, iglesias y parques.
La dignidad de aquellas obras que se hagan determinará si somos nosotros quienes tenemos que ir, achicados, a ver obras que hacen afuera o si son los de afuera quienes deben acercarse, respetuosos y admirados, a nuestros espacios cotidianos.
El arte nacional florecerá a partir de el ejercicio grandioso del artesano fino que sólo busca poner la estatua de un prócer, Una virgen, o un obrero en el humilde parque de su barrio
Gustavo: en primer lugar te aclaro que la bienal de Venecia NO es una feria de arte y que por lo tanto las obras que expone ni se compran ni se venden en su seno. Y en segundo lugar, me parece absolutamente respetable tu confianza en que serán los hacedores de estatuas de próceres, vírgenes y humildes obreros, los que lograrán que el universo entero rinda tributo de admiración a nuestro arte. Respeto esa confianza pero, probablemente para mi desgracia, no la comparto.
La Bienal de Venecia es mucho peor que una feria, es el letrero que le indica a los ávaros de las ferias con qué chucherías especular.
Salones como la bienal de Venecia tienen indudables efectos en el mercado y su aparición marca las diferentes colecciones de verano que serán compradas en las ferias de las provincias y tras esas colecciones de temporada corren los aparentes entendidos de las universidades que, ocupados en ver «vanguardias», no se detienen a ver los problemas y posibilidades visuales de su entorno.
Si se corre tras lo que marque el tiempo se corre tras las modas y no tras las reflexiones, agudezas y soluciones que se deben a las comunidades.
Repito lo que decía Monsieur Moustache: El arte no se debe a su tiempo sino a su pueblo.
Ignorar esa sencilla verdad alimenta el afán del autor de ese breve artículo que aquí comento.
Muy respetables tus opiniones y, aún mas respetable la opinión de mr. Moustachee, paro, insisto, no las comparto. Qué bueno sería sin embargo que nuestras autoridades le ofrecieran a tus admirados hacedores de estatuas la posibilidad exponer sus obras en la bienal de Venecia no solo para que el universo entero reconociera su valía sino para que dicho reconocimiento se tradujera en la apertura de un mercado internacional para las mismas. Que a tus artistas no les caería mal un dinero, capaz de mitigar sus previsibles penurias. Desgraciadamente, y como puedes comprobar tu mismo, nuestro dichoso ministerio de Cultura se desentiende hasta de esa bendita posibilidad, porque, puesto a elegir, prefiere acompañar los viajes de auto promoción del presidente Santos con un sonado cortejo artístico.