X Bienal de Bogotá

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Lamentablemente, y digo lamentablemente, porque yo soy de las que le sigo teniendo fe al Museo de Arte Moderno y quisiera que retomara su lugar ejemplar en el panorama cultural de Bogotá, sólo tengo un adjetivo calificativo para la X Bienal de Bogotá: floja, muy floja. Aún con recursos para los artistas participantes, esta muestra no da la talla.

Aparte de los videos de Nelson Vergara, del proyector rotatorio de Angélica Teuta y del rally de dibujo de taller 7 liderado por José Antonio Suárez (más por la idea que por como fue exhibido), esta exposición deja muchísimo que desear. Lo que se pretendía un espacio de diálogo entre obras contemporáneas relacionadas con el viaje, se convierte en una disuelta muestra de investigaciones horriblemente montadas y una que otra pieza suelta que no vale la pena ni ver. Cosas a medio hacer y a medio resolver, se confunden en enunciados incoherentes y confusos. En la mayoría de las propuestas hay un evidente vacío en cuanto a la síntesis y la concreción de ideas.

De hecho yo siempre he pensado que el arte tiene la increíble capacidad de provocar la más grande felicidad pero así mismo la peor de las depresiones. El sábado 21 de Noviembre salí profundamente deprimida. No le hablé en toda la tarde a mi esposo y sólo por la noche luego de horas y horas de desasosiego volví a pronunciar palabra. Tenía hambre.

Al otro día me armé de valor y fui a contemplar la instalación de Tatzu Nishi, invitado de Japón en el marco del proyecto “lugares comunes”. Una maravillosa intervención que permite ver la cruz de la iglesia San Francisco como parte de un mobiliario íntimo. Volví a tener una sonrisa en mi rostro.

Lo único cierto es que el Mambo necesita urgente un potentísimo aliento de vida y una reestructuración intensa para ponerse a la altura de lo que está pasando en el circuito de arte contemporáneo actual.

Lolita Franco
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