Esta es una terrible noticia muy triste de comunicar. Hace pocos minutos se acaba de divulgar la noticia de un incendio en el archivo de Helio Oiticica en Rio de Janeiro, Brasil. Su archivo contenía documentos personales, cartas, escritos, pero también videos, fotografías y un conjunto númeroso de obras experimentales entre los que destacan los Parangolés, los Bolides, entre otros.
Las notas aún solamente circuladas en portugués señalan que el archivo, ubicado en Rio de Janeiro, se destruyó en un 90%, lo cual es terrible y devastador de oir. El archivo del artista era uno de los legados materiales más ricos existentes, y que haya desaparecido es una noticia terrible para las artes visuales, para la cultura, para la historia, para la memoria política, y para todos aquellos interesados en recuperar y repensar la experiencia radical de uno de los artistas más fuertemente vinculados con la experimentación cultural y la ruptura permanente.Estoy devastado y muy triste.
Más allá de la tragedia es importante también pensar qué implicancias puede tener esta pérdida tan terrible y qué cosas se van a poner en discusión. Probablemente los malentendidos entre la familia de Helio Oiticica y la Alcaldía van a saltar sobre la mesa, y también es de preveer una revaloración extrema de las pocas obras–en comparación con todo su acervo personal–que se encuentran en colecciones privadas, y en mucho menor medida, públicas.
La discusión ha empezado lentamente. Un poco de información sobre ello me envía la artista y ‘arquivista’ Cristina Ribas de RJ: un artículo de la periódista y curadora independiente Daniela Name que acaba de ser colgado en su blog sobre las tensiones y razones por las cuales ese acervo personal se haya encontrado hoy en la casa del hermano del artista y no en la institución del Centro de la ciudad dispuesto para su conservación y acceso público, el Centro de Artes Hélio Oiticica. Algo de ese intercambio de opiniones y las distintas posiciones pueden verse desde aquí en Canal Contemporáneo.
Lo posteo aquí en una traducción rápida del texto, hecha con el apoyo de Fernanda Nogueira–a quien agradezco–, ya que nos parece importante que parte de esta discusión circule también en castellano.
Miguel López
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Obra de arte no es foto de familia
Hasta cuando vamos a perder acervos como el de Helio Oiticica
por Daniela Name
Reproduzco abajo el reportaje del Globo Online, firmada por Flavia Lima, y posteada hoy a las 9:41 AM, en el periódico. Me gustaría, antes de todo, manifestar mi pesar y mi solidaridad a los miembros de la familia HO con quienes trabajé y a quienes conocí íntimamente. Estoy segura de que la situación es difícil y tomo la libertad de usar el blog para mandar saludos a Janjão y María.
Pido permiso e incluso disculpas a ambos, pero creo que es hora de convertir la tragedia en una ocasión para tocar una cuestión grave y delicada.
Todo el acervo de Helio Oiticica, uno de los mayores artistas –sino el mayor- de los años 1950-1960 del arte brasileño, estaba en una casa del barrio Jardín Botánico.
Es una casa común donde HO vivió –y donde Ferreira Gullar enterró su famoso poema*. La familia Oiticica todavía vive allá, esto es, el lugar donde está la reserva técnica tiene un doble uso: comparte el espacio con la esfera doméstica.
La pregunta es: ¿Por qué este acervo no estaba en una institución? La familia recibió durante años una comisión de 20 mil reales [US $ 12 mil aprox.] de la Alcaldía, para mantener el acervo en el Centro de Arte Hélio Oiticica. Pero hace años, también, la mayoría de las obras no estaban en el edificio de la Calle Luis de Camões, ya que la reserva técnica se construía poco a poco en el Jardín Botánico. Parte de las obras está también en el Museo de Houston, en Texas, Estados Unidos.
Cuando el nuevo gobierno asumió la Secretaría de Cultura entendió que no debería pagar para albergar el acervo. Retiró los 20 mil reales y el sobrino de HO, Cesar Oiticica Filho, retiró del edificio lo que restaba de las obras. El también alegaba que tenía el pago retrasado por haber producido dos exposiciones que estaban siendo exhibidas en el Centro, con dos ‘penetrables’ del artista. La producción de las exposiciones, hecha por la propia familia (con el valor aproximado de 50 mil reales) nada tenía que ver con el dinero recibido de la Secretaria. El pago se hacía aparte, dentro de la Ley del ISS (Impuesto sobre Servicios).
Al ingreso de la nueva administración, como siempre ocurre, se hicieron auditorias en las cuenta. El pago se retrasó. El sobrino cerró las puertas de la exposición al público a causa de esto.
En esa época yo estaba en la Alcaldía e intenté ayudar en la negociación, bastante infructífera –de ambos lados, es conveniente decirlo, para una defensa posible de la familia. Había incomprensión de ambas partes, sin embargo hubo un esfuerzo hercúleo, hecho específicamente por la dirección del Centro de Artes, para que los vínculos con la familia se mantuviesen.
Ya fuera del poder municipal hace algunos meses sigo con la misma sensación de malestar que me acometió en la época –y que coincidió con la polémica de la familia de Volpi y la exposición organizada por Vanda Klabin en el Instituto Moreira Salles.
Admiro el empezo de Cesar Oiticica, hermano de Helio, y de su hijo Cesinha, en preservar la memoria de HO. Creo incluso que la familia debe ser un perro guardián de esta memoria. Pero hay límites: obra de arte no es foto de familia y no debe ser tratada como tal. Un parangolé no es una joya que se pone en un cofre. En el caso de HO –y de cualquier otro artista, sobre todo de su valor—la memoria es de la familia, pero también de toda una sociedad.
Es evidente que los edificios públicos también se incendian pero hay menos probabilidad y mayor vigilancia. Lo que es público puede tener seguimiento público. Lo que está en una casa del barrio Jardín Botánico no es velado por nadie, excepto por quienes viven allá.
Es necesario pensar ahora en leyes que regulen esta situación… De otro modo, otros acervos también se perderán.
Publicado por Miguel López en Arte Nuevo