Santiago Sierra ha regresado a España a realizar en MARCO – el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo – una intervencion que lleva su marca de fábrica. Iba a escribir ‘su estilo’ pero me arrepenti a tiempo porque la marca de fábrica, de la Trade Mark, es un calificativo que le conviene mas a su trabajo que el de ‘estilo’ e incluso el de ‘logo’. Si por algo es notable Santiago Sierra es por habernos recordado a los habituales del mundo del arte de la época de su plena espectacularizacion es que ‘la fábrica’ todavía existe. Que, contraviniendo las imperiosas prescripciones de los ontólogos del simulacro, así como las subyugantes apologías de los publicistas del capitalismo del acceso, del cognitivo o del relacional, la fábrica – como el dinosaurio soñado por Augusto Monterroso – sigue alli. Y que los operarios de la misma, sean de aquí o de la Cochinchina, trabajen aquí o a miles de kilómetros de aquí, son absolutamente indispensables para que conozcamos, tengamos acceso, chatiemos, imaginemos comunidades virtuales o esperemos heideggerianamente las comunidades que vendrán. ¡Qué le vamos a hacer: eso es así ! Y tenemos que aceptarlo aun siendo conscientes que la fatalidad de lo que es así cede, cruje sordamente, ante la posibilidad efectiva de que podría dejar de serlo o ser de otra manera, de una manera tan radicalmente distinta como la que entreveen quienes profetizan que ‘Otro mundo es posible’.
El viernes antepasado fue Primero de Mayo, el día internacional de los trabajadores, desde que la Primera Internacional eligiera este dia para reivindicar a los trabajadores, en homenaje a los obreros asesinados en Chicago en 1880 por manifestarse en defensa de sus derechos. Y Santiago Sierra preparó esa conmemoración diseñando una accion en la que durante los tres díás previos los visitantes de MARCO podían ver lo que habitualmente no ven, no porque en realidad no lo vean sino porque su particular ‘politica de la visión’ obedecen a la lógica denunciada desde siempre por la sabiduría popular: ‘no hay peor ciego que quien no quiere ver’. Y lo que habitualmente no ven ellos ni queremos ver todos es a los obreros trabajando, como trabajaron durante esos días los obreros contratados por Sierra para disponer a lo largo de las antiguas galerías convergentes del antiguo penal panóptico que ahora sirve de sede al museo ’54 tetrápodos de cemento para escollera’. Y si no queremos verlos – con todas las consecuencias que implica ese no querer ver – menos queremos que el museo consagre tres dias enteros a mostrar en vivo y en directo lo que hacen. Ni queremos reconocer que lo importante en realidad son ellos y no los tretápodos o el dichoso urinario duchampiano que resultan de lo que hacen.
En una de sus 15 tesis sobre el arte Alain Badiou afirma: ‘El arte de hoy se hace solamente a partir de lo que no existe para el Imperio. El arte construye abstractamente la visibilidad de esta inexistencia. Es lo que ordena, para todas las artes, el principio formal: la capacidad de hacer visible para todos lo que no existe para el Imperio ( y por lo tanto para todos desde otro punto de vista )’
Carlos Jiménez