¿Quién ronda a la academia?

Esa es la pregunta que ha intentado aparecer más de una vez en esta y otras tantas esferas. Por fin alguien la puntualiza, y aunque la respuesta sigue siendo compleja, el que simplemente alguien la formule me tranquiliza un poco.

Desde que uno entra… no, lo haré en primerísima persona, desde que entré a la escuela de artes plásticas de la nacho, UN, Alma Mater, etc. empecé a cuestionarme de dónde venían los parámetros en los cuales se basaban los maestros, especialmente en la clase de taller experimental (cuyo nombre es un adorno), para juzgar los trabajos que presentábamos a lo largo de cada periodo. Semestre a semestre me fui dando cuenta que estos criterios son tan, pero tan personales… en extremo subjetivos. Hace un año y medio sometí unos trabajos a consideración para el Salón Cano de ese momento, debido a diferencias de tipo personal y profesional, los cinco maestros designados (uno autodesignado porque todos los años está ahí metido y nadie lo saca) llegaron cada uno por su cuenta y fueron haciendo sus selecciones. Una de las maestras me dijo: “Esto es una bobada, es que eso no es nada, eso ya está mas que aprendido, usted tiene que meterse con sus propias cosas, el arte es una cosa viceral”. A la semana siguiente, ese mismo trabajo había recibido una mención de honor en el grupo de estudiantes de V a X semestre en dicho Salón. Esto por supuesto, ya se que me lo van a decir, es muy anecdótico ¿y qué?

Lo digo porque desde mí mismo necesito expresarlo así. No voy a recurrir a citas prestadas ni nada del calibre de personas tan doctas como quienes suelen iluminar nuestras mentes en este medio, pero es claro que el arte cambió (qué novedad). Hubo en las décadas pasadas un quiebre, un cisma dentro del cisma mismo y estamos en otro estadio. Míreselo desde donde se lo mire, ya sea desde la muerte del arte de Eco, Danto o Belting, bien sea desde la post-modernidad del resto, eso que llamamos arte contemporáneo o postmoderno o post-fin-del-arte, tiene como característica clara que se puede optar por cualquier camino para producir una obra verdadera. Luego de todos los ismos del XIX y XX, luego de todos los dogmas de un lustro o una década, llegamos a un paraje donde la Verdad puede ser encontrada o por lo menos buscada desde y hacia cualquier idea, emoción o sentimiento (los artistas también sentimos), y en cualquier soporte, formato medio u operación. Orinales, cajas de detergentes, pinturas completamente blancas, pinturas completamente negras, imágenes del pasado lejano, imágenes del futuro presente… cualquier cosa incluso lo no cosa.

En este estado de cosas, pedir objetividad es mas tonto que hacerlo en el pasado, el arte es subjetivo, los curadores lo son, lo son los artistas y afortunadamente, lo es el público. Pero, los maestros de una escuela de artes plásticas de la Universidad Nacional de Colombia no pueden operar en la dichosa clase de Taller experimental, (que para quien no conozca el programa académico de esta carrera, es su columna vertebral), como críticos de arte de hace cuatro o cinco décadas. Y es un hecho que así ocurre, Taller es la materia en la que los estudiantes presentan su obra o intento de obra y los maestros la critican, y para eso están en gran parte, claro, pero esa crítica tiene que estar con los pies en el mundo de hoy, hoy más que nunca, porque incluso para aquellos que han soñado con un arte independiente de los eurocentrismos o de la dependencia del norte, es esta era maravillosamente amplia, su oscuridad es la luz que permite ver como nunca antes se había visto en nuestra historia.

Así que mi deseo para el próximo año es: señor(a) maestro(a), diga su imagen es fuerte o su imagen es pobre y lo es por esto y esto, pero no diga que el arte debe ser viceral o político, o formal, o conceptual o lo que desde su inscripción artística ud. piensa, porque el arte lo único que debe ser, es contemporáneo.

Luis Daniel Abril