Amigos de Esfera,
Anexo fragmento de una entrevista a la crítica Lucy Lippard que puede ser de
interés par la discusión en curso > iris greenberg Lucy R. Lippard (Nueva York, 1937) ha vivido y narrado la segunda mitad del siglo xx desde su posición de feminista de izquierdas. Ha sido testigo y parte activa de una época frenética en Nueva York, con el despunte del arte minimal y conceptual, los movimientos por los derechos civiles y la explosión de las reivindicaciones feministas. No se reconoce como una teórica, aunque haya escrito decenas de ensayos sobre arte, crítica, cultura y feminismo. Tampoco se siente cómoda con el término «crítica». Prefiere la libertad que le permite denominarse «crítica cultural».
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P.- ¿Con qué estrategias afronta el acercamiento a una obra o a un artista?
R.- No tengo una manera definida de hacerlo. No sé qué hay que hacer para ser crítico porque no estudié nada, simplemente salía con la gente. Me gusta el arte contemporáneo. Me gustaba ver lo que estaba pasando en los estudios para luego escribir sobre ello. Estuve en el momento preciso en el lugar adecuado. Cuando empecé a escribir, se utilizaba un estilo muy poético, muy literario, para las crítica de arte. A nosotros, los de mi generación, los «conceptualistas minimalistas», no nos gustaba ese estilo y éramos muy directos, no utilizábamos tantas descripciones. Nuestra manera de escribir era muy clara. Después de nuestra época, vino un período dedicado a la teoría, al lenguaje incomprensible. Además, yo disfrutaba intentando adaptar mi escritura al artista. Por ejemplo, si estaba escribiendo sobre Donald Judd, trataba de escribir como su arte, y si era sobre otro, cambiaba mi estilo para adaptarme. Intentaba que el texto siguiera las pautas marcadas por el arte (Sol LeWitt repetía que la imitación es el mayor de los homenajes). Nunca he considerado que la crítica se sostuviera por sí sola, siempre la he considerado en colaboración con el arte, con el artista. Otra cosa que me gusta mucho hacer, aunque enfade a la gente, es cambiar de opinión. Escribí un ensayo titulado Consistency in Small Minds [La consistencia en las mentes pequeñas, recogido en Changing. Essays in art criticism , 1971] porque alguien, no sé si Bertrand Russell, dijo que «la consistencia es la prueba de una mente pequeña». Así que decidí ser inconsistente. También me parecía un desafío escribir sobre «cosas» visuales, porque es casi imposible escribir sobre el arte visual. Hay un vacío entre las palabras y las imágenes que nunca se puede llenar. Es un desafío interesante.
P.- Ahora prefiere que la denominen con la expresión cultural critic (crítica cultural). ¿Cómo define ese término?
R.- Empecé a usarlo hace quince o veinte años, ya que me parecía un término más amplio y me gusta entrecruzar disciplinas. Nunca he sido artista. Tengo un máster en historia del arte, pero nunca he querido quedarme estancada ahí. El término surgió cuando empecé a escribir más sobre geografía cultural y temas antropológicos. Decidí dejar de llamarme «crítica de arte» para llamarme «crítica cultural», así tenía más espacio en el que moverme.
P.- Reconoce que el feminismo cambió su vida en muchas esferas, también en su aproximación a la crítica. ¿Cómo fue ese encuentro?
R.- Significó un gran cambio. El tipo de crítica que yo desarrollaba se basaba en el minimalismo y en el conceptualismo, y en un estilo muy claro y directo, incluso se podría decir que «masculino». Cuando empecé a escribir sobre trabajos realizados por artistas femeninas, quise ser más accesible y más emocional, como la obra de Eva Hesse. Se podía ser emocional dentro de un marco que fuera más minimalista o más formal, pero que dejara traspasar las emociones, y el feminismo me permitió hacer lo que quería de manera diferente a como lo hacía desde el conceptualismo. Me dio una estructura según la que escribir, porque antes siempre me había sentido sola; muchas veces era la única persona con intereses políticos, la única mujer trabajando en un campo muy masculino, aunque había varias mujeres en el campo de la crítica, y muy buenas. Además, el feminismo tenía más que ver con las experiencias vividas. Las feministas éramos mucho más autobiográficas. La mayoría de los críticos no suelen escribir sobre sí mismos, pero yo sí; intento que mi escritura no verse solo sobre mí, pero utilizo mis propias experiencias cuando escribo.
entrevista completa en
http://www.revistasculturales.com/articulosLeer.php?cod=351&pag=1