Uno de los aspectos novedosos de esta versión del Salón Nacional, es que introduce una serie de procesos pedagógicos. Tal vez en ellos es donde sí se ha dado una mirada curatorial, a diferencia de varías de las curadurías que, en teoría, dan forma y contenido a este salón. Es decir, aunque en La Gran Pintura Mediática su autor señala que no hay curaduría porque recibió todas las obras que le llegaron y las dispuso por orden alfabetico, sí hay un proceso curatorial: se trabajó en su curso alrededor de un tema, se definieron unas estrategias, un soporte, unas lecturas y un taller como espacio de reflexión. Es cierto que se nota mucho la “ideología” del profesor, pero es un taller y se hace lo que el profesor dice que se haga. Pero aún así puede entenderse que las estrategias de montaje y presentación que el profesor Uhía utilizó para introducir su curso de Taller de Pintura en el Salón Nacional, son claramente curatoriales en la medida en que ofrecen un marco claro –tal vez demasiado claro- para la producción de sus alumnos.
En cambio, no hubo curaduría propiamente dicha en “Un lugar en el mundo”. Y no la hubo por la sencilla razón de que la curadora no tuvo el tiempo suficiente para realizar una investigación. Lo que si hubo fue una selección de artistas, un proceso de apropiación de los lugares en algunos casos (¿lugares en el mundo?) y un proceso de montaje de lo más normal en los distintos espacios en que se presentó esta curaduría, que en el sentido estricto del término, tal vez no lo fue tanto. Fue más un proceso pedagógico en el que tanto el curador como los artistas asumieron la ya tradicional capacidad de improvisación que tiene la oficina de Artes Visuales del Ministerio de Cultura.
No hay que olvidar que cuando se abrió la convocatoria para presentar lo proyectos curatoriales para los salones, los posibles proponentes apenas contaron con un mes de plazo para realizar esta “investigación” y presentarla. Hay bastante improvisación por parte del Ministerio de Cultura cuando después de haberse discutido hasta el agotamiento que hacían falta investigaciones de fondo que dieran forma a las curadurías regionales, defina que un mes es un tiempo apropiado para que estas se realicen y se presenten a la convocatoria.
En el caso de los invitados internacionales (Anna María Guasch y José Luis Brea) que vinieron con motivo del Salón Nacional sólo que hay que decir que sus interesantes intervenciones y las respuestas que dieron en las intermitentes sesiones de preguntas, lograron opacar la improvisación del publicitado Primer Foro de Estudios Visuales de la Javeriana, que en su sección de la mañana resultó ser un evento ‘sin ton ni son’ donde la encargada de presentar los invitados e introducir el tema (Belén Saez) lucía nerviosa y confusa, mientras los invitados internacionales no sabían muy bien qué hacían en ese escenario. Parecían esperar la anunciada presentación del “grupo de investigación” programada para la sesión matinal, lo que seguramente se hizo en la sesión de la tarde, cuando más de la mitad de la audiencia había desertado.
En fin, parece que todo el proceso del Salón Nacional es pedagógico: se aprende una vez más que el ministerio es el maestro de la improvisación y los artistas, el público y los medios de comunicación, los encargados de cargar con esta incapacidad de un maestro que no se caracteriza precisamente por su talento pedagógico.
Camilo Atuesta