Realizar una escultura de gran formato en un paisaje tan poderosamente sustancial para la cultura Santandereana y el país en general, como es el Cañón del Chicamocha, exige por sentido común ser coherente y responsable el lugar especifico y sus significados.
Un Gobernador de Departamento con sentido común debe saber que decidir la construcción de esa escultura con un costo cercano a los 2000 millones de pesos, según un periódico universitario de la ciudad (Periódico 15 UNAB), en un espacio público natural patrimonio cultural de todos, demanda convocatoria pública, para responder mejor a esa responsabilidad artística, lo que le hubiera permitido además ver las propuestas de escultores que han investigado la relación escultura – paisaje (Hugo Zapata, Germán Botero, Ronny Wayda, Pedro Gómez Navas, entre otros).
Pero es deplorable que en el campo del arte, políticos que desconocen el área, tomen decisiones apresuradas y absurdas, que, como en la guerra, pueden lesionar irremediablemente.
El Gobernador de Santander, Hugo Aguilar Naranjo, asignó la construcción de una escultura gigante en el Cañón del Chicamocha, a un escultor que decidió que lo mejor era colocar sobre una hoja gigante de tabaco (45 metros), a un grupo de personas (Galán entre otros) y animales (cabras, burros y vacas), dirigiéndose hacia un cardenal que les recibe generoso en el cielo. Es decir, un “mamotreto moralista” que desconoce todos los aspectos que podrían tomarse en cuenta para proponer una situación escultórica coherente al lugar. Quizás simplicidad y color hubieran sido buenos consejeros. Además con un complejo de identidad que no se tiene claro y que se interpreta peligrosamente como lo es la idea de “monumento a la santandereanidad”, pues no hay nada mas autoexcluyente que eso.
Al no haber convocatoria publica se negó la posibilidad de escoger la mejor opción y a través de algún jurado responsable y con trayectoria. La “escultura” desfallece por falta de investigación sobre aspectos formales y significado del lugar, pues la lógica no es colocar allí cabras gigantes porque allí crecen los cabritos para la pepitoria del domingo. Un artista no puede aterrizar caprichosamente una caravana de seres en un lugar que de antemano tienen tantos intereses plásticos y que sugiere sensaciones poéticas desde lo visual, lo corporal y lo espiritual, incluso desde fuerzas tan elementales como el respeto y la admiración romántica.
Preferiblemente sería mejor que no colocaran nada.
Eticamente no podemos ser ajenos con la región y con la cultura, es evidente que la decisión del Gobernador nos sustrae de poder apreciar un bello acontecimiento escultórico que además podría hacer justicia de la calidad de escultores que tenemos en el país.
Estoy en desacuerdo absoluto con este proyecto. Es cierto que la guerra en nuestro país suele volver incierto y peligroso el paisaje, pero no puede caer en ser “paisaje de nadie”, el paisaje lo fundamos cada vez que lo apreciamos, lo respetamos, y lo habitamos, y cuando colocamos algo en él desde tiempos inmemoriales, desde los primeros monolitos y cromlechs, “creamos significado” y generamos una relación de sentido entre el hombre, arte y naturaleza.
Importante cuando indagamos por nuestro papel en la sociedad, y pregunto si alguna institución en el país tiene dentro de sus funciones garantizar sensatez sobre éstas decisiones. Un proyecto errado en convocatoria y concepción, con tal costo económico, cuando acabaron las escuelas de formación de la Gobernación en todas las áreas artísticas, pero tampoco hay Centro Cultural del Oriente (cámara lenta), un salón regional que casi mendiga a la Gobernación para poder realizarse.
Germán Toloza
Artista Plástico
Coordinador de Bellas del INSED
Universidad Industrial de Santander