Variables: Tormenta En Una Tacita De Plata

En mi época las discusiones sobre lo que era entonces el Salón Nacional, la ansiedad de conseguir el delegado correcto, se basaba en si era figurativo o abstracto. Esa división aparentemente estética también era política. Bolches y conservadores pro-yanquis de un lado, internacionalistas progresistas y modernistas pro-yanquis por otro. En un salón muy divertido, Germán Cabrera sacó el Gran Premio con una escultura abstracta, y Armando González (Gonzalito) el Primer Premio con una niña realista.

A veinte días del mes de diciembre de 2010, se publica el registro de la obra “Variables” presentada  al  54º Premio Nacional de Artes Visuales en este blog. Contiene un texto de referencia (obra), la descripción de la acción (las variables) y el registro cronológico de comentarios en Facebook,  prensa,  actas y cartas enviadas (inicio).  En cada entrada hay espacio para comentarios si son requeridos.

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Variables: Tormenta en la tacita de plata, o crónica de un crimen anunciado

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Se pretende de esta forma evacuar dudas, detener la circulación de información equivocada y mostrar la obra cuando el proceso esta llegando a su fin.Tengamos un llamado para un premio para diestros en el cual se anuncia que cualquiera que sea zurdo no puede aplicar.  Supongamos que a pesar de ello un zurdo llena el formulario con su mano derecha, mal escrito y con obviedad, y que encima tiene el descaro de argumentar sus acciones en el formulario. El atrevido lo hace solamente para ver que pasa. Especulemos entonces que nadie se fija bien y el zurdo entra a pesar de todo. ¿Quién es el asesino?

Pasando a la realidad, encontremos un ejemplo quizás aún más absurdo.  Tenemos ahora un llamado para artistas que promete un jurado compuesto por varias personas idóneas las cuales decidirán quien merece un premio. El reglamento dice además que se agregará un delegado que será votado en el momento de aplicación por los que ambicionan el premio.  El reglamento especifica: “En la misma oportunidad [de entrega de la carpeta de aplicación], los y las participantes deberán votar obligatoriamente, un candidato para integrar el jurado. Si el más votado está implicado en la organización o ya formara parte del jurado o fuese un artista participante, se procederá a elegir al siguiente en número de votos.”[i] Me interesa el premio, así que no tengo más remedio que votar.

Previamente el reglamento también explica que: “No podrán participar en el certamen aquellos/as artistas […] que tengan cualquier forma de vínculo directo con los miembros del jurado, ya sea por consanguinidad o por razones que, de manera probada, supongan implicancias de tipo ético.” [ii] Pero, extrañamente, pueden votar, ya que estas elecciones preceden la participación en el certamen.

Me acuerdo que ya desde mi juventud estas elecciones de un delegado por los artistas siempre generaron campañas electorales tan intensas y encarnizadas como las nacionales. Decido entonces que voy a votar por mi tía Josefa a ver que pasa.

El reglamento, por suerte, no explica que reglas determinan la formación del jurado. Concluyo que puedo votar por quien se me antoje. Como todavía no fui aceptado, el hecho que mi tía (no me acuerdo si consanguínea o no, pero no importa) pueda estar en el jurado todavía no constituye un conflicto de interés.  Si la eligen, bueno, me sacan a mí y ella queda. Si no la eligen, a lo mejor quedo yo. Obviamente no hay sitio para ambos, ya que no queremos que suceda alguna cosa falta de ética. Para que no haya lío en mi aplicación voy a avisar el voto por mi tía, no vaya a suceder que después todos quedemos mal. Así que no hay nada que perder.

Hace algunos años me invitaron para uno de los diálogos críticos que organiza el Centro Cultural de España. Entre otros artistas aparecieron Eugenia González y Agustina Rodríguez para discutir una obra hecha en equipo por ellas. Pidieron permiso para filmar el intercambio y efectivamente documentaron extensamente la serie de sandeces que me permití expresar en la ocasión.  No es que fueran tanto sandeces en sí mismas (aunque eso pueda ser discutible), sino que se convirtieron en sandeces al resultar que el objeto discutido no era la obra. La obra era el documento de la interacción. Me hicieron caer como un chorlito. Me armaron la situación para que yo hablara de una obra de “carácter  contemplativo” como esas que se mandan a un salón, especulando correctamente que no se me ocurriría que se trataba de una “exploración e investigación por otros caminos”.  Pongo esas palabras entre comillas porque son las que ellas utilizan en su crítica del salón para el Premio Nacional cuando describen su obra Variables.  Claro que por no vivir en el medio yo no sabía que tipo de obra hacían realmente. Hoy no caería, y supongo que todo el mundo uruguayo sabe que es lo que hacen y que cuando ven sus nombres suena una alarma ensordecedora, por lo menos entre los idóneos.

En mi época las discusiones sobre lo que era entonces el Salón Nacional, la ansiedad de conseguir el delegado correcto, se basaba en si era figurativo o abstracto. Esa división aparentemente estética también era política. Bolches y conservadores pro-yanquis de un lado, internacionalistas progresistas y modernistas pro-yanquis por otro. En un salón muy divertido, Germán Cabrera sacó el Gran Premio con una escultura abstracta, y Armando González (Gonzalito) el Primer Premio con una niña realista. El suplemento del diario El Día, que religiosamente documentaba los salones con fotografías marrones, se enfrentó a un grave problema: que es peor, publicar obra de un abstracto o de un comunista, y se decidió por Gonzalito. La abstracción, parece, era un enemigo más peligroso que el comunismo.

Años después, la memorable ocupación del Subte, que duró más de tres meses, se debió a que habían puesto de jurados del Salón Municipal a José Belloni y a Esteban Garino, artistas representantes de la figuración académica más extrema. La estética movilizó a las masas.

Hoy, las polémicas son más sutiles,  y una de ellas es entre el arte contemplativo y el arte “por otros caminos”.  “Otros caminos” se escapa un poco de lo que normalmente se entiende como arte e incluye la crítica institucional: lo que algunos podrían definir como la mordida de la mano que nos da de comer. “Otros caminos” es un arte difícil de juzgar. Puede manifestarse en el insulto literal como por ejemplo declarar: “Los salones son una mierda”. Es algo que se podría decir que es estéticamente tan banal como pintar una naturaleza muerta realista que se limita a declarar su realismo (y encima ponerle una etiqueta que diga “naturaleza muerta” como título).  Puede también realizarse en un diseño producto del análisis de la estructura de una institución para,  con elegancia, utilizar sus reglamentos para exponer su ridículo.

Variables es una obra que se inserta en esta segunda categoría. Es heredera de una larga tradición dentro de la cual se destaca el mingitorio de Duchamp. La obra, bajo el título de “Fuente” y firmada R.Mutt, fue enviada en 1917 al salón de la Sociedad de Artistas Independientes, de la cual Duchamp era miembro. El reglamento  decía que todas las obras serían aceptadas (el mingitorio fue aceptado pero no expuesto) y Duchamp la envió justamente para tratar de desfasar el foco del objeto hacia la interpretación del objeto.

Noventa y tres años más tarde, González y Rodriguez  tratan de desfasar la atención del objeto a la estructura que no solamente alberga al objeto sino que está diseñada para perpetuar la fabricación de objetos.  Hoy la obra de Duchamp es considerada como una de las 500 obras más influyentes del siglo XX.  Extraño, porque esa obra llegó tarde, cuatro años después de los primeros ready-mades que realmente cambiaron la historia del arte.

La obra de González y Rodríguez no creo que tendrá el mismo honor. Eso en parte porque la maquinaria que apoya a Duchamp es mucho más grande que la maquinaria que las apoya a ellas. En parte porque la tradición es larga, aun si esas cosas todavía irritan hoy como irritaron entonces. Y en parte, probablemente, porque (igual que la de Duchamp en su momento) la imagen que predomina públicamente es que lo que hicieron fue como un acto de “joder por joder”. Sin embargo las autoras presentaron su proyecto como obra de arte y designado como obra de arte.  Por lo tanto, si un mingitorio puede ser discutido seriamente como obra de arte, la de ellas también. Extrañamente, no lo fue, a pesar que es una obra mucho más compleja que la de Duchamp.  Paradójicamente es esa ausencia de crítica artística y el acento en el escandalito que ocasionaron lo que señala el éxito del proyecto.

La obra de González y Rodríguez tiene de interesante que se desarrolla simultáneamente adentro y afuera. Afuera, evidentemente porque se basa en un análisis crítico que observa el paquete salón en su totalidad. Adentro, porque utiliza los mecanismos del reglamento hasta su extremo lógico para lograr el posible colapso, pero también porque en la misma aplicación predice todas las posibilidades.[iii] Hay así una utilización política de la tautología, el círculo se cierra en el acto de decir que el círculo se cierra. Pero en lugar de quedar en un ejercicio formal como es el caso de las tautologías del conceptualismo hegemónico tipo Joseph Kosuth y sus colegas, la intención es que el círculo ese, después de cerrado, se caiga.

No sé si el círculo se cayó realmente. En cierto modo hace tiempo que ya estaba en el suelo y nadie se había dado cuenta, aunque tampoco queda claro si alguien se dio cuenta ahora. Cuando los artistas ocupamos el Subte hace casi cincuenta años no sabíamos que con ello lograríamos que el Salón Municipal se suspendiera durante dos décadas. Logramos una victoria puntual, pero arruinamos una de las poquísimas posibilidad de exposición y dinero disponibles para el gremio. Con  Variables, ese peligro también estaba implícito e incluso llegó a realizarse por unos días. El Premio se suspendió y frente a la protesta de los damnificados se des-suspendió. Es aquí donde la imagen del “joder por joder” tuvo cierta vigencia, aun si injusta. El proyecto no previó la infidencia. Alguien que no estaba en el jurado tuvo acceso a las carpetas y escribió una carta abierta de denuncia nada menos que al Presidente de la República. Con ese toque, la obra que originalmente era conceptualista-minimalista pasó a ser barroco-melodramática. La discusión ética de la obra original no correspondía, todos conocen a todos y las cartas estaban sobre la mesa. La infidencia, sin embargo, es más difícil de justificar.  Mientras que la obra buscaba renovar una estructura envejecida y anacrónica, la infidencia, vaya uno a saber a quien beneficiaba.

La obra de González y Rodríguez por lo tanto se interrumpió por un escándalo lateral e imprevisto. La compleción de la obra con un registro de documentación y un blog de discusiones, la parte que se puede decir que “des-jode” el proyecto, quedó postergada y recién es accesible desde hace poco (http://selbairav.blogspot.com/). Sin el escandalito, la obra salía redonda, constructiva. Daría (y a lo mejor todavía da) la oportunidad de discutir como mejor ayudar a la sobrevivencia del artista en un medio que es hostil por negligencia.  Los ocho premios ofrecidos por el salón ayudan, pero no solucionan el problema. El artista sigue siendo visto como un libre empresario caprichoso y neurótico que no se inserta correctamente en la sociedad. Se le ayuda un poco para no quedar mal internacionalmente, pero en el fondo el arte no es considerado como una actividad importante, como un instrumento fundamental en la formación de una cultura nacional. El arte uruguayo, como acertadamente subrayan González y Rodríguez, queda estereotipado en la imagen de una colección de objetos para mirar. La función más importante, la de ser el campo en donde se hacen conexiones inesperadas que abren nuevas perspectivas y nos equipan para refrescar nuestras maneras de ver y de pensar, es ignorada.

Variables no es una obra perfecta. Para lograr el impacto necesario quizás necesitaba una redacción más cuidadosa, además de ampliar el equipo para incluir estrategas políticos y especialistas en relaciones públicas. Así como se realizó puede confundirse con una picardía. Aún así fue una picardía útil. No solamente denunció el problema sino que lo desnudó para que lo miren, no para que pudorosamente se desvíe la mirada y todo quede igual.

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Luis Camnitzer


[i] Reglamento del quincuagésimo cuarto premio nacional de artes visuales “Carmelo Arden Quin”, artículo 5

[ii] idem, artículo 1.

[iii] La carpeta de aplicación, bajo el nombre de Agustina Rodríguez,  describe la obra y enumera las posibilidades: Se acepta en el momento de entrega o no se acepta, y que la carpeta es leída cuando se entrega. Se obtiene la mayoría de los votos o no. En caso que sí, Eugenia González es expulsada del jurado cuando se relee el proyecto o no. En cualquier caso y sin la presencia de González, la carpeta es aceptada o rechazada. Si es aceptada, luego será descalificada al entender el proceso.

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