El lunes pasado ( 20.12.10) fue ciertamente una jornada negra para el arte, por la fatal coincidencia de dos noticias que socavan la confianza que todavía tenemos depositada en su existencia. Noticias provenientes de dos extremos de la sociedad que, aunque muy alejados entre si – o precisamente por serlo – prueban hasta qué punto la mercantilización de la obra de arte lleva implícita la anulación del arte. Su literal desvanecimiento en el aire, que diría Marx. El primero de esos extremos ocupa la cúspide la estructura de poder de UE, responde al nombre oficial de Comisión Europea y ha terminado dando la razón al Servicio de Aduanas británico que en su día calificó como ¨ material eléctrico ¨ seis obras del artista Bill Viola y pasó una cuenta de cobro a la galería de arte que las había importado de 36.000 libras esterlinas. La cantidad resultante de aplicarle al valor de las mismas la tarifa del 20% del IVA – que es la corriente en el Reino Unido – y no la de 5%, que es la que se aplica allí a las obras de arte. E igual sucedió con una instalación del también americano Dan Flavin, que fue descrita por los peritos de dicho Servicio: ¨ como apliques luminosos de pared¨. Los abogados de la galería importadora demandaron esa decisión ante los jueces que terminaron dándoles la razón. Los aduaneros no cejaron, sin embargo, en su empeño y elevaron el caso hasta la Comisión Europea que – como ya dije – ha terminado dándoles la razón. Las obras de Flavin y de Viola, que no son obras de arte sino simplemente mercancías, tendrán que pagar el 20% del IVA.
Negra Jornada Para El Arte
En las antípodas de tan encumbrado tribunal se encuentra la banda de ladrones que, hace tres semanas, robó en un almacén de uno los polígonos industriales que rodean a Madrid, un conjunto de 35 obras de arte, evaluadas en 5 millones de euros, que regresaban a España después de su exposición en Alemania. El robo desoriento, en principio, a la policía que supuso que había sido realizado por ladrones profesionales por encargo de algún coleccionista de arte excéntrico. Pero pudo ser resuelto gracias a que miembros de la banda ofrecieron una valiosa escultura de Eduardo Chillida, hecha de hierro, a un chatarrero por la suma irrisoria de 30 euros, correspondientes al peso de la escultura multiplicada por el precio que tiene cada kilo de metal usado entre los chatarreros. O sea que el Servicio de Aduanas británico, la Comisión Europea, los ladrones y los chatarreros coinciden: la obra de arte – si es que realmente existe – vale lo que valen los materiales de los que está hecha. Lo demás – si acaso – es el plus añadido al precio por la publicidad.
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Carlos Jiménez
1 comentario
y esto necesariamente es deprimente? resulta hasta mas interesante, creo pensar en que el peso sea el de los materiales, y no el de «el artista».