imágenes bolivarianas

«El pasado 15 de marzo el presidente Álvaro Uribe visitó La Paz y regresó con un retrato de Simón Bolívar perfilado en hojas de coca y una misión ‘autoasignada’ de mediar a favor de los intereses bolivianos en Estados Unidos. La peculiar obra de arte no es fruto de una nueva era estética inaugurada por el presidente Evo Morales, defensor de los cocaleros, sino que se inscribe en una tradición boliviana de varias décadas, consistente en recordarle al mundo que la hoja de coca ha sido inocente producto de consumo milenario. No hay viajero, ilustre o modesto, que aterrice en La Paz y no reciba su dosis de té de coca para el mal de altura; quizá el presidente Uribe también se benefició de su reconfortante efecto.» (*)


En la foto (publicada en primera página de El Tiempo) vemos un presidente Uribe absorto y sorprendido en el momento de recibir el obsequio. Piensa muy poco y afirma: «Si para esto se usa la coca, me parece muy bien»… respuesta un tanto apresurada en este significativo gesto oficial que enmarca la imagen del Libertador. Obviamente viene de un presidente que tiene entre sus banderas la erradicación de la coca. Pero la coca también representa otras cosas, sobre todo en un pais como Bolivia.

Lo primero que vale la pena tener en cuenta es el contexto, es decir, no se trata de un acto oficial en el Palacio de Nariño, el obsequio se lo está entregando el presidente de Bolivia en su Palacio Presidencial. Segundo, Evo Morales además de representar a su país, representa el pueblo indígena para el cual la hoja de coca es parte fundamental de su cultura. Tercero, el presidente boliviano es el abanderado principal de una causa que busca reivindicar la hoja de coca en un escenario político mundial que la condena y estigmatiza. Cuarto, mientras que esto sucede, en Bogotá circula la noticia de que se va a construir en concreto un abstracto-geométrico mega-monumento a Bolívar a un costo de doce mil millones de pesos. («Si para eso se usa la plata, me parece muy bien»)

Por otra parte, vemos también cómo el arte, la política y el mercado ocupan un lugar central en este gesto presidencial, lo cual no debe sorprendernos pues de alguna forma ese lugar lo ha tenido desde hace siglos. Así como en otras épocas los reyes encargaban a los pintores de la corte una obra para obsequiarla a un monarca amigo como muestra de su aprecio y su magnificencia, el mandatario boliviano reafirma esta tradición de larga data con este gesto que representa su lucha y su cultura. (En un momento de gran tensión política con el reino de Flandes, Luis XIV, el Rey Sol, atiza las llamas enviando como obsequio a su homólogo flamenco, una pintura que representa en primer plano el hundimiento de un barco de la Armada Real de Flandes en medio de una batalla naval con los franceses)

Continuando con la foto, podemos apreciar cómo nuestra ministra de relaciones exteriores, haciendo gala de la diplomacia y la elegancia que la caracteriza, sonrie como si nada en este momento inesperado y mediáticamente embarazoso. Detrás del séquito oficial, vemos que un segundo marco para esta escena es el palacio presidencial, que como todos los de su clase en latinoamérica, copia en la medida de lo posible el carácter suntuoso y refinado de los palacios franceses, con los que la elite criolla busca dar legitimidad estética a una imagen y a un poder que no se caracterizó precisamente por su bondad con los indigenas que sometió y, en todos los casos, explotó. (Si este gesto se hubiese dado en el Palacio de Nariño, lo más probable es que suceda completamente al contrario: el presidente Uribe obsequie a Morales una pintura de un reconocido artista indígena como muestra de que no sólo respetamos su cultura, sino que cotiza muy alto en el mercado local)

El pasado fin de semana el fotógrafo Spencer Tunick visitó Caracas. Para la muestra, una foto en la que apreciamos a parte de los 1500 voluntarios posando alrededor de una estatua del Libertador. Esta otra escena donde el arte, las lógicas del mercado y la política reaparecen de nuevo, tiene una serie de connotaciones bastante particulares. La primera es el gran apoyo logístico que el gobierno de Chávez dió a semejante espectáculo con el que el caudillo seguramente buscaba enmarcar su imagen. Dice en el boletín oficial de la Alcaldía Mayor de Caracas:

«Desde que existe el mercado de compra y venta de objetos, el arte ha sido usado para demostrar estatus social, poder adquisitivo o gran conocimiento académico. En otras palabras, el arte siempre ha estado ligado a mantener y perpetuar instancias del poder hegemónico, perpetuar el sistema de mercado y difundir miedo ante los humildes que se apabullan con frases como “tu no sabes nada” o “yo soy culto y tu no”. Sin embargo, hay creadores que han dedicado su carrera a hacer arte efímero, o diversas variedades de arte no objetual, arte que vale por los mensajes que transmite y no por que se pueden comprar y vender. Spencer Tunick es uno de ellos.Este artista, que hoy visita nuestra ciudad, llama a su trabajo creativo “escultura viviente”, y no produce objetos para vender, vende ideas, conceptos, producción de sentido que debemos analizar y digerir.»

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