Como parte del proyecto #LeerLaEscena, que propone una serie de aproximaciones su archivo de debates y textos de esferapública, iniciamos una serie de entrevistas* con el ánimo de revisar temas sobre los que se ha reflexionado y discutido reiteradamente en esferapública, como es el caso de la crítica al arte político, la crítica a la crítica, la especulación y el mercado, la crítica a las instituciones y los espacios gestionados por artistas.
Nuestro primer invitado es el artista Juan Mejía, ganador del pasado Premio Luis Caballero con un proyecto que explora la imaginería ligada a los naufragios dentro del romanticismo y su relación con el fracaso del arte en la modernidad, entre ellos, los museos de arte moderno.
¿En su opinión, qué transformaciones o cambios de fondo se han dado en la escena del arte en los últimos años?
Creo que es muy notable la desaparición de la Galería Santa Fe, que era un centro de participación y exhibición muy importante. Sí, porque el escenario de galerías ha crecido, pero la galería es otra cosa; el espacio de la Santa Fe como que era el espacio distrital, el espacio público y me parece que en medio de todo era muy democrático el acceso a ella, para los procesos de convocatoria, de participación y demás. Esperemos que vuelva. Han aparecido, a cambio, los espacios independientes, de jóvenes, eso está muy bien. También algunas galerías. Y supongo que ha crecido el panorama. Creo que todos estos años lo que se sorprende uno es que varias facultades estén graduando artistas semestre tras semestre: obviamente la población artística va creciendo. Yo no sé si eso hace que cambien necesariamente la percepción o la actividad, la producción misma, no sé. Supongo que es chévere que el escenario crezca. Yo soy, creo, parte de ese escenario y esa dinámica y me gusta asistir y mirar y trato de ver las exposiciones que más puedo. Tal vez como que ya ha crecido tanto que ya se me escapan varias exposiciones, eso pasa.
Con la aglomeración de eventos culturales y artísticos a finales de año —con ArtBo, la Feria del Millón, la Feria del Espacio Odeón y Barcú—, podría pensarse que la actividad se ralentiza los otros once meses del año. ¿Cómo cree que afecta la producción artística y/o la crítica de arte?
Yo creo que sí hay una cosa de concentración que es un poco abrumadora. Hay no sólo la feria de arte sino todo lo que viene con ella y muchos espacios organizan sus actividades también para que coincidan con ese momento. Y obviamente se vuelve abrumador y supongo que hay más visibilidad para cierto público que no va regularmente a arte, pero lo que no creo realmente es que disminuya la actividad, porque los espacios están activos todo el año. Lo que hay es un despliegue mediático y una invitación al público que regularmente no asiste a ver arte y entonces cree que ese es el espacio del arte cuando en realidad pasan otras cosas en distintos momentos. Y la producción tiene lugar todo el año, los espacios que uno conoce están activos todo el año entonces no sé cómo evaluar eso. Sí hay cosas que uno quiere ver en ese momento, pero es más el tema de llamar la atención de todo el mundo que generalmente está por fuera del ambiente. Sobre la crítica, de pronto justamente lo que pasa es que los medios, no solamente los críticos, se fijan en lo que está pasando en el arte por presión o por obligación o porque se cree que ese es el espacio o ese es el momento, entonces tal vez otros periodistas o comunicadores prestan su atención en el arte. Pero el que escribe sobre arte, creo que también escribe sobre arte todo el año.
¿Cómo ve el panorama de los espacios gestionados por artistas? ¿Qué tan relevantes siguen siendo frente al emerger de nuevos espacios como galerías, talleres, las ferias?
Yo creo que son muy importantes en el sentido de lo que son, unos espacios sin ánimo de lucro y es muy importante que se siga haciendo una arte en ese sentido. De pronto si son fundaciones o reciben apoyos o son ONG, pues es bueno, que haya unos fondos para producir proyectos que no necesariamente están destinados al comercio. Obviamente hay buenas galerías que son muy abiertas y están dispuestas a hacer arte que no es tan evidentemente comercial, pero el simple hecho que sea una galería hace que lo que se vende ahí es un producto comercial, desde cierto punto de vista. Entonces es muy importante que haya esos otros espacios. Obviamente de pronto cuando uno va a ver arte, no está pensando ese tema: uno está viendo arte, uno ve las exposiciones que le llaman la atención, es tal o cual artista, pero sí es muy importante que las que hay pervivan, incluso que haya cada vez más, es muy saludable, que haya espacios independientes que tengan ese otro formato.
Lo de los talleres, también pasa que hay talleres colectivos, que tienen su propio espacio de exposición, como trabajos colectivos que están haciendo otro tipo de cosas: pequeñas publicaciones, o carpetas de grabado, yo no sé, o sitios como Rat Trap, que son como espacios que aglutinan, que son como centros culturales, que tienen talleres de artista pero hay producción de obra, donde hay incluso conciertos, música, todo ese tipo de cosas… Todo eso me parece bien. Tal vez lo que pasa con algunos es que tienen ese carácter juvenil, son muy de estudiantes de arte o de recién egresados. A mi me encanta ir a verlos porque creo que hay una vitalidad pues que no se encuentra en muchas otras partes, pero de pronto falta ver qué seguimiento tienen esos espacios, qué tradición llegan a tener, si llegan a instituirse un poquito como espacios así. Puede ser muy saludable que tengan eso y que tengan diferentes modelos de trayectoria.
¿Dónde cree que deberían concentrarse las discusiones y los debates sobre arte hoy en día? ¿Cree que espacios como Arcadia o [esferapública] siguen siendo relevantes en la formación de opiniones frente al boom de las redes sociales?
Yo creo que sí deben ser relevantes. Claro, no tienen la circulación tan masiva que tienen las redes sociales, y tampoco necesariamente Arcadia deba ser la revista que más lean los mismos involucrados en el medio artístico. Pero, justamente hacia fuera, hacia un gran público que puede estar interesado en la cultura y demás, a mí me parece relevante esa revista incluso como hecho físico, impreso, y, de hecho, me gusta. No la leo mucho, pero cuando la veo, me parece que es como interesante por el tipo de personas que escriben ahí, por el tipo de artículos que se escriben ahí. Que no son los mismos que se van a encontrar en las redes, ni siquiera en medios especializados como [esferapública]. Yo no soy tampoco de redes, no tengo nada de acceso a Facebook y cosas de esas; a mí me sigue gustando la plataforma del impreso físico y demás. Arcadia me parece que cumple una función muy importante porque no es tampoco específica del arte pero es más como de la cultura, me parece interesante como publicación. Y Arteria pues sí más especializada en las artes plásticas, también me parece que cumple una función importante. Y las publicaciones físicas también tienen una cosa como de memoria que es fundamental. Lo de las redes, de todos modos, es más efímero, más intangible, y desaparece. Entonces estas publicaciones sí cumplen con esa función tan especial: son visibles, literalmente, y están ahí como por mucho tiempo, y uno se las encuentra, así sea un número viejo. Y yo sí creo que para quien las lee, debe ser influyente. No quiere decir, pues, pronunciarme a favor ni de una ni de otra: creo que todas las plataformas tienen sus públicos.
¿Qué formas tienen las instituciones de acercarse al público —en particular el más joven— si éste maneja casi toda la información desde Facebook, Twitter o Instagram?
Pues esos mismos medios, para acercarse a los jóvenes. Lo informativo, obviamente, las invitaciones y las cosas, son ahora a través de estos medios y cierto tipo de interacción y de aprobación y de likes, pero pues leer un análisis, leer un texto, no sé qué tanto se haga en redes como la lectura de textos más analíticos. Pueda que sí hasta cierto punto, pero no sé, no sé si soy de vieja guardia, pero yo me imagino la lectura de los textos, de los ensayos, de las críticas, un poco más en otros formatos y no tanto en redes. En redes, un artículo que sea más de, no sé, cuatro párrafos, ya empieza a ser una cosa muy larga.
¿Cómo acercar las instituciones a los jóvenes? Pues, yo creo que a través de esos mismos medios para difusión. Y cuando se acerquen a los espacios y todo eso, que siga habiendo publicaciones. Nos son excluyentes, para nada.
El país atravesó casi seis meses de agitación política y social desde el referendo del 2 de octubre. ¿Qué rol cree que tuvieron los artistas, las instituciones o los críticos en este proceso? ¿Qué piensa de, por ejemplo, el caso de Doris Salcedo?
Yo creo que no mucho. Eso fue una sucesión de cosas, pero era tan importante, tan crítico el momento, fue tanta la decepción cuando en el plebiscito ganó el No, fue tanta la tristeza y la consternación, como que nadie lo esperaba, ni los del Sí ni los del No. Ni siquiera era un tema del arte, era un tema, yo creo que en ese momento era más una cosa del país: no siento que el arte pudo haber hecho nada específico. Era una cuestión un poquito mas de humanidad, de ideología, de más polarización de la que ya había, pero no creo que el arte pudiera haber hecho algo. Yo no viví esos momentos en términos de arte o de artista, lo viví más, casi que más que nada en la historia, como un momento que era muy importante en el sentimiento, como una cosa muy viva ahí . En ese momento, que era un momento muy crítico, yo no estaba para nada pensando en términos de arte, estaba pensando en términos de país, de humanidad, de una serie de otras cosas.
Lo de Doris Salcedo, yo lo que alcancé a preguntarme, o a considerar —tampoco llegué a una respuesta—, es que si eso sí era importante para la gente que no es del mundo del arte. Porque sí hubo, obviamente, la gran controversia, de cómo se desarrollaron esos eventos, de que ella sacó al campamento… Yo no sé si eso [la obra] cumplió alguna función para la gente de afuera y me parecía que, si sí la cumplía, si para la gente significaba algo, pues seguramente eso estaba bien. Porque yo creo que para los del arte, definitivamente, como que no: a todos nos pareció una obra muy regular, muy mala, realmente; pero también me pareció que todos los del medio del arte, que ya de alguna manera no la quieren, o les parece que es una explotadora, que todas las críticas que le habían hecho, se las hicieron ahí otra vez con toda. Pero a mí me parecía que no había tanto lugar a eso. A mí con todo y que me parecía muy mala la obra, no me afectaba porque yo creo que de lo que se estaba hablando era de una cosa más grande. De pronto no hay que dividir el mundo del arte y el mundo exterior, pero sí me imagino el gran público —el país que regularmente no está enterado ni sabe de cosas de arte— y no sé cómo le iría con esa imagen. Si para alguien de “afuera” tuvo un buen efecto, pues me parece que está bien, y me parece más importante que las críticas permanentes que se le hacen a ella. Pero si me preguntan como obra, me pareció la peor que ha hecho, llena de clichés, sábanas blancas con nombres escritos en cenizas… ella que es tan sofisticada en la escogencia de materiales, de imágenes. Pero como que ese no es el punto. Sólo que ella se ha adjudicado la tarea de que ella tiene que hacer algo cada vez que hay un asunto neurálgico en el país. Pero pues, allá ella.
¿Cree que la esfera artística tendrá un rol importante en el posconflicto? ¿Cómo puede contribuir a éste sin caer en prácticas asistencialistas?
No sé cómo puede hacer. Creo que todo el mundo tiene que seguir haciendo lo que tiene que hacer. No creo que el arte tenga que cambiar ni en sus contenidos ni en su producción, porque el arte surge de unas necesidades y se hace cuando se tiene que hacer, no tiene que hacerse de una manera distinta por esta situación. Pues otra cosa es todo el énfasis, todo el trabajo que se pueda hacer, en atraer al público en temas culturales y también si se puede financiación en producción cultural, acercar a la gente a través de la cultura, pues eso está bien. Pero digamos que el arte funciona de otra forma y justamente ahí lo interesante es que, aunque digan que no, lo chévere del arte es que es minoritario, como que trabaja desde su nicho y trabaja en sus cosas. Entonces no sé cómo se pueda, si el arte por sí mismo no tiene por qué cambiar en estas circunstancias. Que se haga todo lo que se quiera y se pueda a nivel cultural como para acercar a los públicos, actividades culturales, el que quiera hacer talleres y esas cosas con intereses sociales, pues eso está muy bien. Que se haga. Pero tal vez eso es a lo que se refieren con asistencialismo, no sé. No creo que por esto se vaya a cambiar la naturaleza del arte, ni la actividad del arte. No sabría cómo ni creo que vaya a pasar.
*Entrevista realizada por Nicole Cartier, coordinadora editorial de [esferapública]
1 comentario
Apreciada Nicole. Leí con suma atención tu columna, por lo mismo me permito respetuosamente enviarte esta nota. En primer lugar, encuentro muy vacilantes las respuestas del Sr. Mejía, lleno de superficialidades y apreciaciones llanas y genéricas. Tal vez es un problema delas preguntas, eso también cabe dentro de las posibilidades. Pero el quid del asunto que es la última pregunta: ¿Cree que la esfera artística tendrá un rol importante en el posconflicto? ¿Cómo puede contribuir a éste sin caer en prácticas asistencialistas? Creo que debió empezar por ahí. Sin embargo, el entrevistado en cierto modo desperdició el espacio de publicación con su respuesta que deja mucho que desear, por ejemplo no toca el tema del «asistencialismo» y si habla reiterativamente de financiación a ONGs, fundaciones, «talleritis» y demás que está visto no conducen a ningún lado. Han sido varios cientos de millones entregados a estas iniciativas durante varios años, tal vez muchos y no existe una sola obra (en las 20 localidades de Bogotá) que haya logrado alguna trascendencia o una resonancia importante, y hablo de millones invertidos en artístas de las bases culturales locales con fondos públicos. Eso por un lado, y, por el otro, no es justo que se abrogue -en un espacio como el de su columna -el derecho de emitir juicios de valoración como los consignados contra Doris Salcedo, si bien la Salcedo es una artista controversial y con una reconocida capacidad intelectual que le da sustento conceptual a su obra, desluce mucho cuando mejía cobra dos veces la dura crítica que se le hace invocando el termino «todos», pues es una salida no solo injusta sino un tanto infame, cuando Heidegger, bien aclaró en su «Ser y Tiempo» las comprensiones de la medianía, del uno, de la masa, de la moda etc. donde «todos» son ninguno y ninguno son todos. Finalmente, Mejía suena gaseoso y básico en su respuesta al tema del arte en el escenario postconflictual, de suyo complicado y susceptible de una gran polisemia y controversia, pero igualmente pudo haber aportado con más agudeza, tal vez la misma que lamentablemente usó -ahí si con destreza -para aguijonear a la Salcedo. Y eso no es un buen mensaje ni entre caballeros ni entre artistas. Cordial saludo.