La Gran Pintura Mediática.

Por Fernando Uhía. Profesor Asistente del Departamento de Arte y Coordinador del Comité de Investigación y Creación de la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes, Bogotá.

 

Mis cursos de Pintura Mediática (Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2001 al 2004) y Pintura Interfaz (Universidad de los Andes, 2005 y 2006) los implementé para introducir y sistematizar definitivamente en el ambiente del taller de arte universitario bogotano tres presupuestos y adaptar desde el hacer artístico una definición proveniente de la informática:

1)”El campo de las bellezas posibles se organiza  según líneas de fuerza trazadas en los laboratorios, lejos de los talleres, por una dinámica cuya clave está ya en manos de los ingenieros, y no en las de los artistas”.                                                                                                                              Régis Debray en Vida y muerte de las imágenes.

 

2) ”… la copia sirvió como punto de partida para el desarrollo de un signo cada vez más organizado y codificado de espontaneidad, un signo al que Gilpin había llamado ‘contraste’, Constable ‘el claroscuro de la naturaleza’ y que Monet definiría posteriormente como ‘instantaneidad’, vinculando su apariencia al lenguaje pictórico convencional del boceto o la pochade. Pochade es el término técnico para un bosquejo realizado con rapidez, para un apunte taquigráfico. Como tal, es codificable y reconocible. El crítico Chesnaud observó la rapidez de la pochade y su lenguaje abreviado en la obra de Monet y aludió a la manera en que se producía, refiriéndose a ‘el caos de raspaduras de la paleta’. Pero, como han puesto de manifiesto estudios recientes sobre la obra de Monet, el trazo abocetado que funciona como signo de la espontaneidad era el resultado de cálculos extremadamente precisos y, en este sentido, la espontaneidad era el más falsificable de los significados.[…]Desde esta perspectiva, la verdadera condición de uno de los principales vehículos de la práctica estética moderna [(la pintura)] se contempla como una derivación[…]de la parte que enfrenta lo múltiple a lo singular, lo reproducible a lo único, lo fraudulento a lo autentico, la copia al original. La crítica moderna intenta reprimir y ha reprimido esta mitad negativa del conjunto de términos”.

Rosalind Krauss en La originalidad de la Vanguardia y otros mitos modernos.

 

3)”Frenar debe ser el verbo nacional por excelencia. Administrar debe ser el verbo artístico nacional por excelencia”.

Fernando Uhía.

 

4) Interfaz: (del inglés interface, superficie de contacto). Femenino. Informática: conexión física y funcional entre dos aparatos o sistemas independientes.

 

 

 

Ubicuidad de bellezas posibles.

A propósito del planteamiento de Debray, en el taller se le pregunta a los futuros artistas: ¿qué se debería enseñar y realizar en un taller de pintura si las “fuerzas trazadas en los laboratorios” le dan al ingeniero digital y al publicista la potestad sobre las eficaces “bellezas posibles”? Y, si se tuviera que producir hoy en día una obra de arte pictórico, ¿sobre qué anti-eficaz “dinámica” cultural debería operar el artista?

 

Para orientar una discusión que promueva respuestas efectivas a ambos interrogantes, hay que  tener asimiladas varias cosas. Ser pintor deriva de construcciones ideológicas y ontológicas complejas. Por un lado, para ser pintor hay que inscribirse en la tradición kantiana que supone la diferencia del juicio estético de otras formas de juicio. Kant lo ubica entre el deseo (más animal que humano) y el conocimiento (más humano que animal). Debido a esa indefinición, lo consideró como un sentimiento, el sentimiento estético, que fue tomado como el más complejo y humano de los sentimientos por la filosofía burguesa, centrada en el yo.

 

Por otro lado, Kant produjo sus obras en el ambiente revolucionario generado por la Ilustración. Su contribución para hacer entrar a la humanidad en su período de mayoría de edad -en el que el sujeto y los pueblos son capaces de determinar su destino por sí mismos- incluía el describir racionalmente las facultades humanas (morales, racionales y estéticas) y diferenciarlas de las de otros seres vivos para, una vez comprendidas como potencias de cada individuo, la sociedad entrara a la mayoría de edad política, que comenzaría cuando las naciones lograran erradicar las supersticiones que mantenían en el poder a divinos palurdos incapaces de comportarse democráticamente.

 

Esta concepción surge en Kant en medio del auge de los Salones de Pintura, lugar e institución privilegiada para comprobar individualmente que el juicio y sentimiento estéticos estaban efectivamente separados de otras facultades humanas y de lo natural y elementalmente bello. Ser pintor, entonces, era la demostración viviente de la confluencia del más humano de los sentimientos y de la capacidad de traslado de esa humanidad “pura” a formatos portátiles mostrables  anualmente en salones oficiales.

 

La apropiación de lo estético por parte de reyes, políticos y corporaciones para demostrar la grandeur de sus respectivas naciones o negocios -fundiendo las nociones de nación y plusvalía con la de estética- le dio mala fama al ser pintor dentro del gremio artístico y filosófico. Esta tergiversación forzada de parte de los poderosos de los planteamientos críticos bienintencionados de Kant y Diderot, extrajo lo estético fuera de las pinturas, de los salones de pintura, de las esculturas, de las mansiones y palacios, y lo puso en un lugar más productivo: en la naciente industrialización, seduciendo masivamente desde ella y desde el poder estatal a las poblaciones.

 

En 1927, Earnest Elmo Calkins publicó el artículo “Belleza: la nueva herramienta de los negocios” en un diario de Boston. En él expone Calkins que el aumento de las ventas se logra usando la belleza, herramienta que permite construir un corredor imaginario ininterrumpido entre el producto que se vende y la (in)consciencia del consumidor. Publicistas como Calkins verbalizaron la idea de que la industria de la publicidad debe apropiarse del poder estético para decir cosas que no se podrían expresar con palabras. Dos empleados de Calkins, Egmont Arens y Roy Shelton, publicaron en 1932 el libro “Consumer Ingeneering”, donde quedó definitivamente sistematizada la nueva ciencia, la Ingeniería de Consumo, la cual se encarga de planear campañas de comercialización multidisciplinarias dentro de una dinámica de “servicios creativos” que incluyen diseño de producto, diseño de forma y empaque, asesoría estética y publicidad[1]. 

 

El uso directo de lo estético a gran escala, como proyecto político contrapuesto al Comunismo, adquirió un gran auge cuando Los Estados Unidos se autoproclamaron ganadores de la II Guerra Mundial. De hecho, la “reconstrucción” de Europa y Japón, y la distribución del resto del mundo en bloques político-comerciales, implicó que los EEUU potenciara la Ingeniería de Consumo y tratara esos bloques como simples consumidores, obligándolos a comprar sus bellas mercancías utilitarias y culturales como parte de una supuesta política de reconstrucción mundial.

 

Después de este antecedente, un re-direccionamiento aún más contundente y perverso se produjo con las políticas de Ronald Reagan de la década de 1980. Una vez el mundo fue inundado durante 50 años de bellas mercancías comercializadas por una infatigable industria cultural estadounidense, Reagan “liberó” los mercados para incrementar el consumo masivo de cualquier cosa, siempre a través de lo estético como arma sentimental que obliga compulsivamente a consumir. Se está logrando con ello que lo que empezó como una historia humanística (la fábula kantiana de la especificidad del sentimiento estético) se haya convertido en la más atroz de las armas políticas, esa que reduce la riqueza de la experiencia humana a la pobreza del comercio global. En la geopolítica actual la belleza aplicada es consumida y anunciada como democracia.

 

Es en los laboratorios de los ingenieros de consumo donde se “organizan las bellezas posibles” de las que habla Debray. La concepción optimista de Kant -en la que los pintores eran influyentes en la administración de la belleza- fue cooptada y vulgarizada hasta la insalubridad, “democratizada” para obtener de ella resultados políticos. Después de eso, es más que obvio que no es en los talleres de los artistas donde se organizan las “bellezas posibles”, sino en los laboratorios de los diseñadores de audiencia; en las oficinas de los promotores de rating; en las modernas instalaciones multinacionales donde se pixela la orientación político-comercial de las masas, incluso antes de que sus individuos nazcan. Por lo tanto, no es el juicio estético personal el que “escoge” la apariencia de las mercancías y el entorno urbano. La Ingeniería de Consumo precede y predice la imaginería del individuo y se anticipa al libre uso de sus facultades.

 

El taller universitario de arte lo entiendo, entonces, como un lugar anti-consumista cuya importancia social consiste en resistir y enfrentar a esa avanzada, interdisciplinaria y contaminante ciencia de la Ingeniería de Consumo. Un lugar de planeación estratégica ubicado en medio de la profusión mediática de bellezas diseñadas; un lugar de sabotaje donde el sujeto se reconoce y puede  ejercer otras facultades diferentes a la estética.

 

 

Pintura negativa de signo femenino

¿Por qué se esmeraba tanto Monet en copiar el signo de la espontaneidad? Pues para asimilarse al contexto político-filosófico del siglo XIX europeo, en el que era imposible pensar que los fenómenos mentales son irreductibles a fenómenos físicos y viceversa.

La vieja dicotomía que ha recorrido el pensamiento occidental – con nombres diversos como real-ideal, cuerpo-alma, forma-contenido, objeto-sujeto, significante-significado, sujeto-predicado, etc.- fue unificada por Hegel alrededor de la noción de Espíritu Absoluto. Es decir, la dialéctica fundida en una síntesis espiritual que permitía atravesar mentes, cuerpos, materia e historia. Por esta razón el paisaje es el motivo estético fundamental de esa época. Lo materialmente inabarcable (la naturaleza) entra directamente al artista y este lo devuelve en forma de espontaneidad manual. Esta ficción está en el corazón, no solo del Romanticismo, sino de sus hijos naturales: Impresionismo, Expresionismo, Abstracción lírica y Expresionismo Abstracto.

 

El movimiento postestructuralista del siglo XX mostró la imposibilidad de la síntesis. Si Kant había puesto al juicio estético como una facultad exclusivamente humana, ubicada entre el deseo y el conocimiento, no era para que ella los fundiera, como lo malentendió Hegel, sino para que actuara como una tercera vía independiente. Lo estético, más bien, es un traductor simultáneo (pero traductor al fin y al cabo), no sólo de los códigos irreductibles del deseo y el conocimiento, sino de múltiples códigos, tensiones, percepciones, relaciones, energías y sinergias. La traducción de esos códigos sucede siempre en forma de signos lingüísticos y  de signos estéticos. 

 

Dentro de esta concepción, la espontaneidad bidimensional es apenas uno de múltiples signos. Viene de una traducción representativa y positiva que precede la mano del artista. De este modo, Monet y muchos otros artistas siempre copiaron la apariencia de la espontaneidad, aunque en su patético contexto realmente creyeron que estaban poniendo parte de su “espíritu” sobre soportes planos,  a pesar de depender de “cálculos extremadamente precisos” para lograrlo.

 

La situación empeora si pensamos que, antes que la espontaneidad, el signo fundacional de la pintura es su aislamiento bidimensional. Como tal, un lienzo templado en un bastidor, por ejemplo, es un signo reductor de la multiplicidad tridimensional y de las diferentes fuerzas que atraviesan al planeta y a sus seres; un signo que enfrenta “lo múltiple” de la experiencia a la singularidad del soporte. Su materialidad antecede cualquier codificación, ilusoria o concreta, que se realice sobre él.

 

La ficción sobre la posibilidad real de fundir códigos irreductibles y dejar ver “lo espiritual” se dio bajo los signos de singularidad, originalidad, personalidad y autenticidad, pero también rechazando lo generado mecánicamente. Si lo estético es un sentimiento exclusivamente humano, una máquina sería incapaz de “sentirlo”. John Berger dice que, aun proponiendo nuevas codificaciones, la aparición de la cámara fotográfica y cinematográfica contribuyó a reforzar las nociones sintetizadoras de Hegel. A partir de su imposición, los públicos han dejado de mirar el contenido de las imágenes y se han concentrado reaccionariamente en la búsqueda de la originalidad como valor de cambio. El Espiritu Absoluto se ha secularizado, pero sus valores ideológicos centrados en el yo, el comercio y el Estado -y últimamente en la globalización- gozan de magnifica salud y viven su apogeo en personas, vitrinas, películas, publicaciones y pantallas.

 

Como el Estado es la representación política del Espíritu Absoluto (su signo), las instituciones estatales –entre las que se contaban los grandes museos nacionales y los Salones de Pintura-  comenzaron a promocionar a su  homólogo: la originalidad. Por eso, aunque técnicamente Monet copiaba con “cálculos extremadamente precisos” el signo de la espontaneidad, desde su muerte se lo ha vendido como paradigma de originalidad, como extensión institucional. 

    

En el taller de Pintura Mediática/Interfaz los estudiantes grafican un ecualizador que recoge algunas de las varias singularidades que producen el “sonido” del arte que ha reprimido la copia. Valorizando cada una de 0 a 10, es posible visualizar y entender su nivel de “ruido”. A partir de una idea que el estudiante introduce en el ecualizador con el fin de identificar diferentes signos irreductibles, se debe generar un “sonido” alternativo al del arte falsamente espontáneo.

 

-Ecualizador programado para “tocar” arte falsamente espontáneo:

 

Originalidad-------------------------10

Universalidad-----------------------10

“Positividad”------------------------10

Personalidad------------------------10

Introspección-----------------------10

Espiritualidad-----------------------10

Productividad-----------------------10

Tamaño-----------------------------10

Virtuosismo-------------------------10

Improvisación----------------------10

Machismo---------------------------10

Copia--------------------------------0

Semiótica---------------------------0

Táctica------------------------------0

Estrategia---------------------------0

Conciencia social-------------------0

Conciencia económica--------------0

Conciencia histórica----------------0

Conciencia cultural-----------------0

Feminismo--------------------------0

Contexto----------------------------0

“Negatividad”-----------------------0

Otros--------------------------------0

 

Una vez el estudiante ha entendido la irreductibilidad de cada uno de los términos del ecualizador, introduce su idea en él. Se pretende que el resultado mueva botones reprimidos por la tradición romántica y reduzca codificaciones que estaban maximizadas en el arte falsamente espontáneo.

 

 

 

Solo frenos Uhía

La globalización es el signo actual del Espiritu Absoluto. Después de la implantación del Estado como ente abstracto regulador de las diferencias individuales, la globalización tiende a la regulación de las diferencias regionales, esas que impiden una satisfactoria expansión de lo que produce la Ingeniería de Consumo y las ganancias producidas por el comercio unilateral hacia las bolsas de valores y bancos de los países del G9. La globalización permite el aumento de intermediarios “espiritualizados” y, por lo mismo, la aceleración del proceso de circulación y acumulación de las ganancias exclusivamente en esas 9 bolsas de valores, entrando y saliendo rápidamente de las otras 190 bolsas nacionales.

 

En esa situación, el desarrollo industrial de las naciones quedó incompleto y se lo ha reemplazado por velocidad de acumulación electrónica. Una vez que la totalidad del capital mundial haya mutado desde su materialidad industrial hacia su fusión virtual, ¿qué pasará con el mundo? ¿Una guerra planetaria, un re-acomodamiento territorial, una refundación del trabajo en el que los países que no han participado de la ideología del Espiritu Absoluto inventen maneras de participación colectiva en que los flujos virtuales de capital sean abolidos?

 

Como la situación es una situación límite, las medidas a implantar son también de emergencia. Frenar la fusión virtual del dinero -que reduce el capital de desarrollo real y frena la industrialización-, que lo convierte en capital especulativo invisible, es una prioridad mundial.

 

En la práctica artística se trata de sabotear la fusión entre el comercio y la herencia artística, entendida por la Ingeniería de Consumo actual como el bombardeo sensorial continuo por lo agradable y lo placentero. Extraer y detener imágenes del flujo mass-mediático aparece como una estrategia que permite que la práctica artística supere la “tradición de lo nuevo”, tradición influida por el valor de la originalidad como herramienta suprema hacia lo novedoso (costoso).

 

El taller de Pintura Interfaz se está orientado cada vez más hacia la comparación de las ideas del estudiante con imágenes mediáticas, esas que viven en el limbo de la transmisión perpetua y la competencia con millones de imágenes similares. La pintura, entendida como el arte de la lentitud, permite que se denuncie la insulsez mediática, en la que lo placentero sobrepasó valores morales y racionales de la triada kantiana. Lo producido debe ser una alegoría del ocultamiento de esas facultades, no solo por la imposición global de la velocidad como axiología, sino por su pretensión de poder pasar por encima de cualquier otra codificación, por encima de la materialidad y complejidades humanas y terrestres.

 

La pintura mediática es el “grado cero” del positivismo idealista; parte de la resistencia continua y silenciosa en tiempos de electrónica absolutista.

 

 

Interfaz consciente

Lograr concientizar al sujeto de que él es el conector físico y funcional entre la ideología de la globalización y la irreductibilidad de su materialidad corporal pasa por la transformación de herencias teóricas como “el inconsciente es lo real”, “la episteme produce al sujeto” y “el medio es el mensaje”. Lo que tienen en común esas proposiciones es la presencia de un mediador que produce efectos en el sujeto. Si el sujeto es la interfaz, estos mediadores serían controlados, traducidos y manipulados por él. En otras palabras, una eficaz interfaz consciente no deja –por definición- que mediadores tendenciosos, distintos al ejercicio libre de sus facultades humanas, lo atraviesen, sino que hace un uso adecuado de ellos administrando flujos  (inconscientes, históricos, mediáticos, etc.).

 

En el taller debe hacerse patente la capacidad que tiene el estudiante de relacionar física y funcionalmente diferentes flujos ideológicos, informativos e históricos y que ha sido ocultada por la Ingeniería de Consumo.

 

 

 

 

Participan en esta muestra:

 

Universidad Jorge Tadeo Lozano

Fanny  Acero

Juan Manuel Arreaza

María Fernanda Arroyo

Natalia Ávila

Olga  Bastidas

Javier  Bernal

Adrián  Bernal

Adriana Bernal

Raúl  Biagi

Adriana Cano

Felipe Cardozo

Santiago  Castro

Geraldine Castillo

Andrés Cifuentes

Katherine  Córdoba

Edgar Estupiñán

Liana García

Ricardo Gómez

Odette Guevara

Erika Herrera

Johanna Lozada

Lorena Luengas

Camila Luna

Gabriel Mejía

Juliana Mejía

Lorena Morris

Carolina Muñoz

Divina Orozco

Alfonso Pérez

Ana Maria Pineda

Heriberto Rodríguez

Paola Rodríguez

Santiago Rodríguez

Paola Sánchez

Carolina Salazar

Jorge Sandoval

Lina Suárez

Cindy Triana

Felipe Uribe

Ana María Villate

Lorena Zambrano

 

Universidad de los andes

Adriana Arango

Carmen Elvira Brigard

Ana María Cárdenas

Diana Cárdenas

Sebastián Carrizosa

María Isabel Cano

Carolina Cerón

Armando Díaz

Laura  Escobar

Laura Pardo

Juanita Pérez

Diana Parra

Marcela Mahecha

María Navas

Paula Montes

Andrea Leitner

Catalina Ramírez

Sebastián Ramírez

Javier Gamboa

Laura Guisao

Juana Hoyos

Alejandra Iriarte

Lina Leal

Diana Rodríguez

Jorge Rodríguez

Felipe Uribe

Federico Uribe

Javier Vanegas

Vanessa Villate

Carolina Zuluaga

 

 

 

 

[esferapública]



[1] Ewen Stuart. Todas las imágenes del consumismo. México: Grijalbo, 1991. Cáp. 3.