una año despues de la grieta

A Scar (Un cicatriz) es una propuesta fotográfica de Luz Marina Trellez a partir de la grieta de Doris salcedo

a scar
(One year after the Crack)

Turbine Hall, Tate Modern
London, October, 2008
Photos by Luz Marina Trellez

 

http://www.tate.org.uk/modern/exhibitions/dorissalcedo/default.shtm 

http://www.tate.org.uk/tateshots/episode.jsp?item=12198

 

 

A un año de la Grieta el mundo es diferente

Ver el ritual de cierre de la la Grieta y la creación de una nueva iglesia política primitiva en medio de la Tate resulta conmovedor para el mundo del arte, pero tal vez no tanto para quienes padecen el daño que la transnacional – que con tanta pompa la financió en su ritual de lavado de manos- ha hecho en el mundo del que dependen. Cabe recordar al conmovido mundo del arte y a quien remite el profundo testimonio fotográfico de la Tate con el fervor que solo un fan puede tener, que en diciembre de 2008 se cumple un año de la condena a Unilever por parte del Tribunal Permanente de los Pueblos Sesión Colombia, cuya función es «examinar y juzgar la política de las Empresas Transnacionales que han violentado los derechos humanos y se han beneficiado de Crímenes de Lesa Humanidad en Colombia.»

¡El Arte Político es una fiesta! A través suyo, en Daros, Basel, Tate, Venecia, Sao Paulo, en las más prestigiosas galerías y ferias o en las mansiones de Pasadena vemos la realidad de los despreciados bajo la tibia luz de la estetización. Pero ¿Cómo se ve la realidad desde el punto de vista de quien la padece en carne propia y no tiene acceso a tales obras y espacios de «conciencia»?

El TPP aceptó en julio de 2005 la petición de una amplia coordinación de organismos y asociaciones representativas del pueblo colombiano para activar en Colombia en 2006 una sesión del mismo TPP articulada en una serie de audiencias sobre los diferentes aspectos y actores del conflicto colombiano y entre las Transnacionales y Sectores de la Economía que serían juzgados por el TPP Sesión Colombia.


Y… ¡Que viva el Arte Político!

Carlos Salazar

 
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Tribunal Permanente de los Pueblos Sesión Colombia
miércoles, 26 de diciembre de 2007
MULTINACIONALES Y CRIMENES DE LESA HUMANIDAD

[…]    «Sector: Alimentación.

Transnacionales: Coca Cola, Pepsi Cola, Burger King, Mc Donalds, Carrgil, Nestlé, Kraft, Jacopsh, Del Monte, Chiquita Brands, Dole, Unilever, Wr. Grace (EUA), Ferruzzi (Italia), Tile and Lyte (EUA), Monsanto, Zaeneca (Inglaterra), Novartis (Suiza), Agroevo, Dupont, Dow.

El problema del hambre y la desnutrición en Colombia, un país con inmensos recursos naturales y agrícolas, alcanza hoy proporciones insólitas. Las causas de ello son muchas, pero las principales se encuentran enraizadas en la dependencia alimentaria, exacerbada por gobiernos y multinacionales, la inseguridad alimentaria, asentada en la extrema distribución de la riqueza nacional, la inequitativa distribución de la tierra, la extrema monopolización, por parte de un puñado de capitalistas extranjeros y nacionales de los medios de producción disponibles en el sistema nacional agroalimentario, el desempleo y subempleo masivo y las bajas remuneraciones recibidas por la inmensa mayoría de los trabajadores colombianos.

Cuatro millones de colombianos sufren de hambre severa y treinta millones sufren de algún grado de desnutrición. Hasta el año 2000, en el mundo murieron 58 millones de personas por causas atribuibles al modelo neoliberal, cifra mayor a los muertos que ocasionó la segunda guerra mundial.

En Colombia existen 43 millones de hectáreas disponibles para el cultivo, pero el 8% de los propietarios tienen el 70% de la tierra. En 1980 se abastecía el 73% del consumo con productos colombianos y en la actualidad únicamente se abastece el 48%, habiéndose reducido un 25%. En 1990 importábamos 400 millones de dólares, en 1999 importábamos 1600 millones de dólares en alimentos estratégicos que estamos en capacidad de cosechar.

Relación con el Paramilitarismo: Las grandes transnacionales de la alimentación se benefician directamente del paramilitarismo ya que aprovechan su fuerza devastadora y criminal para aumentar la concentración de la tierra aumentando del latifundio. Existen 3 millones de desplazados que son en su mayoría campesinos pequeños propietarios cuyas tierras se encuentran cerca de los mercados mas importantes, al igual que de zonas aledañas a los grandes latifundios (Arauca, Llanos Orientales y Amazonía).

Algunas de las zonas mas impactadas por el paramilitarismo actualmente se encuentran en la mira de las transnacionales de la Palma aceitera para la implementación de mega plantíos de la especie; la mayoría de municipios del departamento del Chocó se encuentran acosados por estos cultivos o por procesadoras de estas transnacionales.

Los sindicatos de las transnacionales de los alimentos como Coca Cola, Chiquita Brands, Nestlé han sido víctimas de crímenes contra sus asociados, debido a la lucha que han desarrollado en contra de sus políticas violentas.

Corrupción: El gobierno colombiano es responsable por el establecimiento de beneficios desmedidos a las transnaciona
les y por del mal manejo de la importación de productos en detrimento de la soberanía alimentaria y de la salubridad del pueblo colombiano; en la actualidad Colombia está importando alimentos que podrían cosecharse en el país, eliminando la posibilidad de un desarrollo coherente del campo y profundizando la dependencia alimentaria.

Impactos Ambientales y alimentarios: Empresas como Coca Cola, Pepsi Cola y Nestlé compiten por el robo de agua y por el control del mercado de los refrescos.

Han contaminado las principales fuentes hídricas causando graves daños al ecosistema y a la vida de los poblados ribereños.

Es necesario señalar la irrupción y el cambio cultural que ejercen estas transnacionales en la dieta alimentaria de los pueblos, al incluir nuevos productos e imponer costumbres ajenas a las tradiciones culturales.

Condiciones laborales: La imposición del modelo neoliberal conlleva cambios en las condiciones laborales que se ven reflejadas en el bienestar de los trabajadores y sus familiares; la flexibilización laboral, la subcontratación –tercerización-, out soursing, el trabajo a destajo, la perdida de derechos laborales, a través de la violencia y de nuevas leyes han conducido al  empobrecimiento de la población.»


Declaración completa en
http://www.sinaltrainal.org/index.php?option=com_content&task=view&id=77&Itemid=65

Para los textos «La Crítica como Ritual: Las Grietas de Unilever» ver
http://esferapublica.org/portal/index.php?option=com_content&task=category&sectionid=5&id=44&Itemid=79

La burbuja política del arte

La posición de Carlos Salazar es coherente, clara, oportuna (A un año de la Grieta el mundo es diferente). Sin embargo, toda declaración puede ser objeto de una mirada que repare en los contrarios del valor contenido en la propuesta.

Me parece que esta actitud crítica contra el arte explícitamente político merece un esfuerzo mayor para que no caiga en un loop interminable que la transforme en un lugar común, neutralizado a partir de su insistente e involutiva queja.

Cual es el arte político? Aquel que en su agenda de contenidos involucra referencias explícitas a los acontecimientos sociales de alguna geografía determinada? Por ejemplo, el asunto de los desplazados y desaparecidos en la obra de la conmovedora y espectacular Doris Salcedo? ¿Aquel que puede relatar simbólicamente las maniobras y formas operativas de los movimientos sociales?

Es habitual oír la famosa y demagógica sentencia de los artistas cuando sin alguna incomodidad en sus palabras se les oye predicar: Lo que quiero es crear conciencia en el espectador…busco involucrarlo en este tipo de situaciones….

No creo que haya absolutamente nada reprochable que un número significativo de artistas en determina época enfilen sus baterías hacia lo “político”, es decir, que se vuelva una especie de tendencia dominante las manifestaciones explícitas sobr
e la política, lo político y lo que hacen los políticos con la política como objetos temáticos en el contexto indiferenciado del arte. 

Se debería establecer mejor una categoría de análisis para este tipo de tendencia del arte actual. Algunos aspiran – inútil e ingenuamente – cambiar el mundo con su postura sensiblera. Se convierten en paladines de la justicia sin los cuales – en apariencia – el mundo no vería el horror en que lo pretenden convertir las multinacionales y los negociantes inescrupulosos para quienes no existe otra lógica que la ganancia, sin medir a quien se tengan que llevar en el camino. Algunos artistas hacen lo mismo con tal de obtener el apetecido y despreciable botín de la fama y el éxito, llenando sus bolsillos sin importar a quien usen para sus propósitos. Ganan reconocimiento internacional, quedan tranquilos con sus conciencias y de paso una buena chequera les asegura una tranquila vida de cosmopolitas e ilustrados pequeños burgueses, rumiando a lo largo y ancho de los foros culturales  que el mundo está muy mal.

Existe un arte político que asume un rol parecido al de la prensa crítica, pero desde la arena que ofrece el arte. El columnista de prensa que arremete contra alguna institución política o algún político puede estar seguro que su columna no va a cambiar el mundo pero puede ayudar a construir algo significativo: generar opinión pública. Sin embargo no se puede olvidar que en Colombia si usted es demasiado perspicaz como periodista, puede pagar con su vida el atrevimiento. En algún momento de su historia la unidad investigativa de El Tiempo terminó exiliada por amenazas, con el director a la cabeza. El famoso periodista de los “positivos artísticos” estuvo exiliado en USA por culpa de su mordaz anti uribismo. La verdad es que debajo de la mesa del poder – la prensa es uno de ellos – no todo es altruismo e independencia.

Otra forma de hacer política desde el arte es el activismo mesiánico. Joseph Beuys fue uno de sus profetas y aún seguimos esperando que llegue el Salvador haciendo realidad las buenas nuevas que anunció el ferviente alemán. En Colombia, donde todo es revolucionario y nada, hasta el más anti revolucionario de sus artistas, es decir Fernando Botero, le dio por ahí. Su más reciente colección artística, dice el pintor, rinde testimonio de un hecho inaceptable que lo motivó, muy indignado con la administración Bush y las políticas de los halcones del Departamento de estado, a iniciar la serie “Las Torturas de Abu Ghraib (Muy conmovedor, muy conmovedor!).

El caso de Doris Salcedo, suficientemente ilustrado por Carlos Salazar, resulta oportuno para elevar al artista y su obra a la categoría de los neo revolucionarios colombianos, quienes desde el arte denuncian y hacen más transparente la existencia y demás basura que empaña al desprestigiado futuro de la civilización humana. Creará alguna fundación como Juanes y Shakira para redimir a los desplazados la señora Doris Salcedo? Esperemos que lo haga y no precisamente con donaciones de Unilever.

En el arte político se empieza por pintar un cuadrito donde se denuncia gráficamente cualquier barbaridad que se comete desde las instancias del poder. Débora Arango es un caso evidente de lo que significa asumir esas posturas. En su época fue ex colmugada, sentencia con que la iglesia y la sociedad condenaban a cualquiera que se atreviera a cuestionar sus modales e injusticias. Esa vieja estrategia intimidante ya no asusta, y por eso no es necesario ex comulgar a nadie, resulta más efectivo matarlo y para no ir tan lejos el caso de Jaime Garzón es suficiente.

Hoy en día es más efectiva esa crítica desde las tribunas que ofrece la prensa mediante la caricatura por ejemplo, como puede ser el caso de Vladdo ó por intermedio de la columna de opinión en plumas conocidas como Antonio Caballero y Alfredo Molano.

La denuncia crítica y política en el arte es interesante. Nace como un imperativo, una necesidad peligrosa – en algunos casos – del artista para pronunciarse sobre hechos evidentes que causan malestar general. ¿Quién frente a un carro bomba puede quedar indiferente? ¿Quién frente a las matanzas que adelantan los actores armados y que los medios registran con morbosa avidez duerme tranquilo?

Cuando el artista toma sus medios de expresión – cualesquiera que sean – y los emplea para replicar el dolor social que siente, qué busca finalmente? Cambiar el estado de las cosas? Que los hombres no se maten entre ellos? Que los poderosos sean magnánimos a la hora de defender sus privilegios? Que todos salgamos a la calle y pintemos palomas blancas? Que tengamos conciencia y cambiemos unidos el statu quo imperante?

De repente es cierto, sí, se puede buscar todo esto y nada a la vez. Colombia vive todos los estados de violencia a nivel social y aún así, sigue viva, como si nada pasara. Parecería lo más normal hacer arte político en un país tan políticamente activo, con tantas fuerzas sedientas de poder actuando en su interior, jalando cada una hacia su propio centro.

Guerrilla, paramilitares, narcotráfico, delincuencia común, corrupción en todos los niveles: corrupción en la justicia, en la política, en los poderes públicos y privados. Las mejores tasas de desplazamiento a nivel mundial para descreste de la opinión pública internacional, injusticia social, hambre dicen otros, analfabetismo dicen los de mas allá, adolescentes al por mayor embarazadas, y la última perla que se puede añadir a este botón florido de iniquidades: jóvenes asesinados que aparecen como muertos en combate etc., en fin, como para salir corriendo y encerrarse a idear una instalación que denuncie todo esto.

Pero qué pasa con la instalación? Ese día de la inauguración todos mis amigos solidarios irán al lanzamiento, al lado de la maloliente troupe petit bourgeois, filistea y de buenas tragaderas que infesta estos apacibles lugares del arte. La prensa en la sección social tomará nota del evento con vaso de whisky en la mano, la televisión en la sección de farándula podrá registrar el evento en horario triple AAA, donde el artista compungido, podrá decir que todo esto es una manera de crear conciencia en el público de que el país anda patas arriba y no puede seguir así. Jorge Peñuela escribirá una sensible nota en esfera pública con respuesta altiva de Carlos Salazar poniendo en tela de juicio todo lo que huela a arte político. Que más podrá pasar? Que la obra sea recogida por una galería y reclute al artista para Artbo, donde la colección Daros podrá mostrarse interesada para incorporarla a su colección del muy valiente, valioso e interesante arte latinoamericano. Mientras tanto el mundo podrá seguir derrumbándose, que mientras peor se ponga la cosa aumentarán los motivos para pensar en otras instalaciones.

¿Puede pasar algo más en la vida del artista político y en la vida de su heroica obra? Creo que eso y nada más será suficiente para la vida real, que no tolera los pañitos de agua tibia que una actividad tan discreta y sensiblera como el arte le puede ofrecer para calmar sus peligrosos espasmos. Sin embargo, necesitamos del arte con sus indulgentes bravatas!! ¿Para qué? no estoy muy seguro para qué! pero creo que para algo más que darle trabajo a los artistas desempleados convirtiéndolos en profesores ilustrados, que le gastan una que otra bromita al poderoso de turno mediante sesudas parodias elevadas a la categoría inercial que ofrece la estética contemporánea.

Alguna vez el profesor e historiador Rodolfo Cunemgham escribió un interesante cuento donde relataba la paradoja que resultaba la primera Universidad del arte en un país que no tenía artistas. Fue tal el entusiasmo del rey para ilustrar a su pueblo en los caminos del arte que todos quisieron ser artistas. Una mañana descubrieron que el número de artistas era tan grande, que no alcanzaban a ser empleados por la corte del rey y demás miembros de la realeza que pertenecían al reino, por lo tanto al rey se le ocurrió ampliar las aulas y convertirlos en maestros de las nuevas generaciones. Llegó un momento en que no había alumnos a quienes enseñarles, todos eran maestros!!

Desde un tiempo para acá – ¿desde siempre? – el arte se ha convertido en los dictados que la academia expresa como una manera inteligente de asegurarse el mercado de la ilustración sensible para sí. Un inteligente, rentable y exitoso monopolio en el negocio de la educación pública y privada mediante el control de la producción y circulación del pensamiento sensible en los oscuros tiempos del capitalismo cognitivo. ¿Tiene nuestro endeble y raquítico mercado del arte colombiano la suficiente capacidad de absorber toda esta masa estéticamente ilustrada en sus segmentos de producción? La respuesta es no. El nivel del arte colombiano se puede ilustrar de la siguiente manera: arte primer mundista para un público tercermundista, y en este público encontramos al consumidor final quien es finalmente el que mueve al mercado. Si en las grandes capitales del mundo se destapa la burbuja de los mercados accionarios, aquí nos hace falta hablar de la burbuja plástica. Bastaría con una pequeña rondita por las cuentas de Artbo y sus galerías para comprobar que todo esto es una dulce aspiración por crear un mercado que no existe, con artistas que el régimen educativo vomita sin medir la capacidad de integración de este capital humano al sistema productivo del arte y sus industrias culturales.

¿Cómo y de qué manera se nutre todo este circuito entonces? ¿Es sostenible indefinidamente? Para darle respuesta a estas inquietudes sería interesante monitorear todo el entramado que articula a las disciplinas del arte y especialmente aquellas relativas con las visuales. ¿Sabemos por ejemplo durante los últimos diez años cuantos artistas has egresado de  las universidades en Bogotá y en qué condiciones su trabajo ha evolucionado? ¿Cuál es la relación entre aquellos que tienen una formación académica y aquellos que no, es decir, evolucionan laboralmente en las mismas condiciones? ¿Cuántos artistas viven y trabajan en Bogotá y cuales son las condiciones en que lo hacen? ¿Pueden vivir directamente de su actividad o su subsistencia implica el ejercicio de otras actividades? ¿Es posible adelantar un censo en el área de la ciudad para identificar cuantos son, cómo viven y qué lugares de la ciudad preferiblemente habitan?

A finales de septiembre circuló por EP un interesante libro en PDF titulado “PRODUCCIÓN CULTURAL Y PRÁCTICAS INSTITUYENTES, Líneas de ruptura en la crítica institucional” del colectivo editorial transform.

Compilado mediante la pluma de diferentes autores constituye un interesante recorrido por la crítica institucional desde una óptica europea. Me interesa referirme a tres ensayos titulados “Internacionalismo artístico y crítica institucional” de Jens Kastner, “Investigaciones extradisciplinares. Hacia una nueva crítica de las instituciones” de Brian Holmes y “Hacia nuevas creaciones políticas. Movimientos, instituciones, nueva militancia” de Raúl Sánchez Cedillo que se encuentran en la segunda parte del libro que lleva por nombre “Crítica y crisis. Hacia una nueva crítica i
nstitucional”.

Jens Kastner desarrolla la tesis que busca en el internacionalismo artístico una manera de encontrar puntos de coincidencia con los movimientos sociales y los movimientos artísticos a nivel global. Tesis que Pierre Bourdieu rechaza alegando una completa indiferencia mutua y una incompatibilidad de los campos respectivos. Andrea Fraser – muy cercana ideológicamente a Bourdieu – considera al campo artístico como algo tan cerrado que todo lo que se hace fuera del mismo no puede tener efectos en su interior, y viceversa. Gerald Raunig critica estas posiciones definiéndolas como “fantasmas de auto confinamiento”.

Hito Steyerl en un mismo artículo de este libro propende porque la crítica institucional transcienda los límites de instituciones artísticas como galerías y museos y se convierta en una crítica a las instituciones de la sociedad capitalista en su conjunto. La crítica institucional ampliada por parte de los movimientos artísticos no puede ser comprendida si se desconocen los movimientos sociales externos. Jacques Rancière se opone a estos intentos donde el arte cruza las fronteras de la ilusión para insertarse en lo real. En palabras suyas “se pierde el sentido de ficción que debería ser, no obstante, central en la verdadera política del arte”. La disyuntiva se resiste a permanecer entre un radio de acción que involucre al conjunto de la sociedad ó un público y un campo institucional específico.

Kastner remata diciendo: “En este sentido, el desarrollo de un internacionalismo artístico que esté basado y enraizado en las luchas de los movimientos sociales  y en sus prácticas de solidaridad, representa, potencialmente, la posibilidad de ampliar ese campo de lo posible”.

El segundo ensayo de Brian Holmes apunta a desarrollar la experiencia que proporciona la actividad artística como sujeto impedido de trascender los confinamientos de su propia disciplina. Para Holmes el arte es demasiado formalista y narcisista como para escapar de su propio circulo encantado y de esta manera neutraliza los potenciales de ocupación en el terreno de la agitación social. Esta disyuntiva la ubica en una tercera ola de la crítica institucional que insiste en llamar investigación extradisciplinar. En palabras suyas la ambición extradisciplinar consiste en llevar a cabo investigaciones rigurosas en terrenos tan alejados del arte como son las finanzas, la biotecnología, la geografía, el urbanismo, la psiquiatría, el espectro electromagnético, etc., para impulsar en estos terrenos el libre juego de las facultades y la experimentación intersubjetiva que caracteriza al arte moderno y contemporáneo. La crítica de las condiciones de representación se ha desbordado hacia las calles y hoy más que nunca, toda investigación constructiva tiene que enseñar una nueva resistencia, remata diciendo Holmes.

El tercer ensayo es escrito por Raúl Sánchez Cedillo de la Universidad Nómada (sitio que me permito recomendar: www.universidadnomada.net) quien plantea la necesidad abierta de crear instituciones y no precisamente espacios para quebrantar la ley y atacar la norma por medio de la violencia. Cita a Deleuze, quien expresa que la institución comparte con el instinto la búsqueda de la satisfacción de tendencias y necesidades, pero se diferencia del instinto en la medida en que constituye un sistema organizado de medios de satisfacción. El hombre no tiene instintos, hace instituciones.

Más adelante y como una nota curiosa, Sánchez Cedillo retoma a Foucault  en cuanto a sus apreciaciones del mercado y ese elemento que hoy en día resulta fatal a los mismos mercados de valores: su desregulación. Pero lo importante acá es tomar esa observación como un hecho relevante que procura al interior de la sociedad un espectro desregularizado, no controlado. Citando a Toni Negri escribe Cedillo: “Posibilidad de activar funciones complejas de organización alternativa a la del poder de mando capitalista, y en cualquier caso de acción antagonista… ”.

Más adelante se interroga: ¿en qué medida puede contribuir un proceso de institucionalización a un desplazamiento positivo del espacio político neutralizado?

La institución es el espacio de reflexión que permite desarrollar pensamiento autónomo por fuera de esferas controladas como puede ser el pensamiento académico, estrechamente interrelacionado con la creación del devenir artístico. La academia vanguardista y contemporánea del arte en Colombia – por ejemplo – es jalonada estrechamente por un circuito de universidades que controlan y regulan estos procesos de producción sensible. Al igual que las iglesias en el pasado, la universidad adoctrina a las legiones de almas rebeldes que quieren encontrar el Dios que les permita expresar su inconformidad. Fatalmente la trampa del sistema educativo regulado es absorber esta concentración descentrada de intereses irregulares con el propósito de enderezar su energía mediante la incorporación de ésta en el circuito de la cultura local institucionalizada por el régimen. Premios, becas, salones y demás estímulos son el camino que le pintan al artista rebelde para que en su recorrido decante y libere su poder desestabilizador en una perfecta maniobra de control silencioso. En palabras de Guattari hay que poder actuar políticamente, pensar, escribir, intervenir, sustraerse a estos aparatos de captura del trabajo intelectual y de la militancia política.

Al final de su interesante texto, Cedillo retoma las experiencias de lo que significó el Cerfi (Centre de études, recherches et formation institutionnelles) como institución que le permitió a un grupo de radicales conseguir contratos de in
vestigación con ministerios franceses y poder resistir a la tendencia de convertirse en funcionarios, universitarios y burócratas, sindicales o de partido, mediante la creación de una red de grupos autónomos que discutían entre sí y actuaban juntos, siendo capaces de reconocer y de afirmar sus pulsiones inconscientes por fuera de los callejones sin salida políticos de los grupúsculos de izquierda posteriores al mayo del 68.

En este punto me resulta inevitable trasladar la mirada sobre EP y retomar algunas consideraciones apenas esbozadas en el texto que envié al PNC.

¿Alcanza el estatus de institución alternativa al interior de la comunidad artística mediante su forma operativa cual es el texto que expone, dialoga, pelea y discute con una multitud  incierta de lectores?

Si no la alcanza simplemente ello reside en el peso exponencialmente grávido que le otorga su propia masa de lectores y productores de literatura crítica sobre la escena local del arte en Colombia y especialmente Bogotá. Existe un enorme rezago frente al conjunto de actividades y la manera en que estas discurren a lo largo y ancho de la escena artística local. Voces aisladas no superan su discrepancia más allá de los métodos legales que permite el marco jurídico que rige al ciudadano en el momento de increpar y cuestionar al funcionario público, revelando la enorme dependencia que tiene la comunidad artística con el estado y las instituciones que auspician el devenir sensible.

En el caso específico de Esfera Pública resulta curiosa y bastante significativa la poca resistencia por parte de los jóvenes hacia el circuito en el que está inscrita toda su labor. Si le quitamos a esta raquítica masa crítica la subvención del estado y el de algunas entidades privadas ó lo que hace el circuito funcional de galerías su trabajo desaparecería por falta de apalancamiento externo y evidente ausencia de gestión autónoma. Y es por fuera de este marco opresivo donde el artista joven debería buscar una alternativa a su actividad, tanto en el aspecto de producción como de circulación física de las obras y de los propios contenidos.

La siguiente pregunta es ¿cómo hacerlo?…

 

Gina Panzarowsky

Galaxia Blogotana