desasosiego y debate local

Entiendo perfectamente el desasosiego de Milena Bonilla. Más aún, cuando fue ella quien -con discreto entusiasmo- avisó por esferapública que la Escuela Panamericana del Desasosiego (EPD) había llegado a Colombia. Si hay un objetivo que la EPD cumplió a cabalidad a su paso por nuestro país, fue el de articularse con un espacio de discusión local. La comitiva de recepción pudo haber sido otra (funcionarios, estudiantes, uno que otro artista amigo o curador), pero para bien o para mal, estuvo integrada por Lucas Ospina, Francois Bucher, y una vez termina la ceremonia, por la voz erudita de Carlos Salazar, quien en un par de parrafos -y una tremenda dosis de citas- nos ofrece su versión de este encuentro entre el artista viajero y los artistas locales.

Milena Bonilla se cuestiona sobre el espacio de discusión como un campo de juego «que no sólo es virtual sino que tiende a volverse invisible». Indudablemente lo que se hace visible en este campo es que las relaciones entre las distintas voces que lo articulan no son meramente formales, los son también de fuerza, de tensiones, que al hacerse visibles y audibles en la esfera de lo público adquieren connotación política, entendiendo lo político en el sentido de su relación con lo público. ¿Qué habría sucedido si el escenario para esta conversación entre Ospina, Helguera y Bucher hubiese sido el de un café en el centro de Bogotá? ¿O en una de las típicas comidas de bienvenida en casa de algún artista amigo o curador? De pronto lo mismo. Y si Milena Bonilla hubiese escuchado esta conversación, lo más posible es que su opinión no fuese la misma. Pero si esta conversación la escucha mucha más gente, el asunto cambia completamente.

Ahora, cambiemos de territorio: la EPD salió de Bogotá hacía Caracas. Tuvo bastantes problemas para pasar la frontera y finalmente llegó a esa ciudad, donde se dió un debate más fuerte que el que se generó en Bogotá. Anexo a continuación un fragmento de la crónica que Helguera publica en su blog sobre su encuentro en Caracas:

«Desde su ascenso al poder, Chávez ha cambiado la bandera venezolana (añadiendo una estrella y virando el caballo para que marche hacia la izquierda, no hacia la derecha), las fechas patrias (ha convertido el día de su golpe de estado como el día del inicio de la revolución) y se ha acercado a cambiar oficialmente el nombre del país por La República Bolivariana de Venezuela. El enarbolamiento del Bolivarianismo por Chávez y la constante referencia de estos principios en la televisión ha causado (al menos entre la clase media caraqueña con la que ha interactuado la EPD) una fatiga y hartazgo por todo aquello que suene o huela o tenga que ver con el Bolivarianismo—como por ejemplo, el Panamericanismo.

Fue en este contexto en que inmediatamente comenzado el debate en Caracas tanto Juan José Olabarría como Alejandro Rebolledo arremetieron agresivamente contra la idea de la EPD, diciendo que la retórica del proyecto se parecía mucho a la de Chávez. Rebolledo, quien vaciló durante el debate argumentando simultáneamente que la EPD era un proyecto terapéutico o indoctrinario (¨tienes cara de evangelista¨) y que por otra parte carecía de doctrina, no aceptó que el proyecto pudiera ser una obra artística que buscaba principalmente formular cuestionamientos. ¨Estamos hartos de hablar de identidad¨, añadieron. Boris Muñoz, en una intervención más reflexiva y serena, se preguntó si el bolivarianismo que defiende Chávez no es sino una nueva estética civico-militar, y de si los impetus para construír una identidad latinoamericana no son sino un sinsentido arcaizante. Gerardo Zabarca propuso que el proyecto de la EPD debería de llamarse La Escuela del Tratado de Libre Comercio , puesto que a su ver las dinámicas económicas son las que al final definen a los pueblos de América. Disentí con él en ese punto, argumentando que es precisamente debido a que todo se analiza a través del lente económico rara vez se puede obtener una vision más comprehensiva de los dilemas socio-culturales de un país.

Las intervenciones de los ponentes generaron fuertes objeciones de parte del público. Una persona de Trinidad argumentó que el tema de la identidad sí es puntual y necesario. Otra recalcó que la identidad Venezolana sí existe, aunque no necesariamente bajo los lineamientos que ha establecido el chavismo.

La noche terminó sin conclusions definitivas, y hubo la sensación de que todos nos fuimos a dormir peleados»

No sé si en Caracas hay un espacio como esferapública. Pero lo que es seguro es que si fuese así, seguramente tendríamos una versión distinta de lo sucedido. Por lo menos a través de las voces y las reglas de juego del debate local. A lo que voy es que una cosa es el debate mediado por el blog y la voz de Helguera, y otra cosa muy distinta, cuando este debate se da fuera del marco establecido por la EPD.

Como decía anteriormente. Si lo que buscaba Pablo Helguera era articularse con los espacios de debate locales, en el caso de Bogotá lo consiguió plenamente. Sobre todo en su dimensión política.

En cuanto a la pregunta de Milena de si ¿será que la inercia retórica simplemente muestra goles sin arco?, la misma idea de espacio de discusión como «campo de fuerzas en tensión» y el cuestionamiento de Francois Bucher -en un debate anterior- sobre la posibilidad de que en estos campos se genere una imagen, anexo este «post» que encontré en la esfera.cruda >

Mery Boom

Un retrato del siglo XXI

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El 23 de Abril de 2005, dos de los artistas contemporáneos más respetados del panorama internacional, el frances Phillipe Parreno y la leyenda del vídeo Douglas Gordon, pasaron el día en el Santiago Bernabeu viendo un Real Madrid – Villareal que acabó 2-1 y que debió ser probablemente bastante aburrido. No fueron solos: we llevaron un amplio equipo técnico y diecisiete cámaras de alta definición colocadas por todo el campo para seguir durante los 90 minutos de partido cada gesto y movimiento de un único jugador, Zinedine Zidane. Que nadie espere nada mínimamente parecido a una retransmisión deportiva: la película no muestra grandes pases ni goles, sólo primeros planos que componen un estudio de movimiento y gestualidad del icono que mejor podía representar todo lo de plástico que hay en el fútbol. El objetivo del proyecto queda bastante claro en su título: “Zidane, un retrato del Siglo XXI”.

El film, dirigido por los artistas Douglas Gordon y Philippe Parreno es un retrato de Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia de este deporte. La película tiene la misma duración que un partido de fútbol: noventa minutos y está grabada en tiempo real por 17 cámaras Súper 35 mm y HD dispuestas alrededor del campo de fútbol. El resultado es una incomparable e imponente experiencia visual en la que se puede presenciar, además de todas las facetas de la estrella francesa, tanto la mente como el cuerpo de un atleta en acción, un insólito experimento en el que la cinematografía, la última tecnología audiovisual y el arte se dan la mano.

La tercera pata creativa del proyecto son los escoceses Mogwai, que firman la banda sonora. En España la película podrá verse el próximo 23 de septiembre en el MUSAC de León, que en sólo un año se ha convertido en uno de los centros más activos e interesantes del país.

Aunque a primera vista la idea resulta un tanto inusual para las trayectorias de ambos artistas, tiene puntos en común con un proyecto anterior de Gordon, quizás su mejor obra: el fabuloso “Feature Film”, una de las instalaciones de vídeo más emocionantes que yo haya visto, en la que una cámara sigue el rostro y las manos del director de una orquesta que está interpretando la banda sonora de “Vertigo” de Hitchcock, compuesta por Bernard Hermann.