Tupac Cruz. Satanalgas vende lote

Los dibujos que conforman esta exposición han recorrido un camino largo y fatigoso para llegar a las puertas de la posibilidad de que ustedes los vean. Hace casi un año, Tupac Cruz envió, en dos rollos y una bolsa con libretas traídos por alguien entre una maleta empacada en Chicago, una proliferación rara y diversa de papeles muy distintos entre sí: desde finas hojas para acuarela hasta pedazos de cartón y fotocopias dibujadas por el reverso. La sorpresa, sin embargo, no se quedaba en la multiplicidad de esos papeles, pues al ir mirando cada hoja, se iba haciendo evidente que en ellas había universos en puja, mundos haciéndose y deshaciéndose, enunciados juiciosos y divagaciones absurdas, raptos poéticos y afirmaciones ramplonas.

Tupac gastó su tiempo llenando de tiempo esos papeles, haciéndolos algo distinto a la pobreza de las fotocopias y la elegancia de los papeles finos. Sus dibujos, al ser mirados y queridos, hacen que el papel ya no sea esa evidencia de árbol masticado por alguna procesadora de pulpa; hacen que los gestos hechos en crayolas o colores, o tinta, vinilo o acuarela, se vayan borrando, se vayan extinguiendo como una llamita que crece y se convierte en un afecto antagónico que puede incendiar una casa.

Un abrazo que abrasa. Una brasa que bracea, una traza de frases hechas de pedazos de idiomas, de voces, de susurros y de dudas. Un paisaje emocional construido desde un lugar incierto y, no por eso, menos cierto.

Se podría decir un montón de cosas alrededor de una producción como ésta; se podría estructurar un relato crítico en torno a los pedazos de ideas y a las ideas completas que pueblan los apuntes. Se podría argumentar de la mano de Lévinas y de Hegel (no en vano estos dibujos están llenos de confrontaciones y fantasmas, de accidentes y duelos, en todos los sentidos de la palabra), mientras, a la vez, hablamos de los hermanos Grimm y Arthur Rackham, o de la multiplicidad de las formas expresivas espoleadas por la aplicación de técnicas diversas.

Pero no. O, en todo caso, no aquí.

Porque estos dibujos son más bien una chimenea, un destellito para congregarse alrededor y hablar del clima, o del tiempo. Un escenario para decir que ahí estamos, reunidos alrededor de unos papeles que ya no son papeles, de unos dibujos que no son más (que) dibujos.

Bruno Mazzoldi escribió un texto para la ocasión, en torno a las formas peludas, a los maullidos, a los cachetes o, quién quita, a la redención implícita en la práctica de ese tiempo desplegado en dibujar y recontradibujar en el que Cruz parece haber invertido un sinnúmero de horas y, con ese texto, nosotros hemos armado un pequeño cuadernillo que usted podrá masticar con calma y paciencia, como se mastica todo en quien p(l)ace, si decide llevárselo a su casa.

Para cerrar, nos acompañará en concierto Montón Volador.

Así que, sin otra cosa por decir, y para no empezar a sonar abiertamente propagandísticos, simplemente, los esperamos.

Viernes 11 de septiembre, 7 – 11 pm
El Bodegón (arte contemporáneo – vida social)
calle 22 # 6 – 24 local 3

parqueadero en el # 6-28

elbodegon@gmail.com
http://lebodegon.blogspot.com