Tragicomedias de lo público: arte, derechos y reveses de autor

En la película La pasión de Camile Claudel, una mujer joven quiere trabajar en el taller del veterano y famoso artista Auguste Rodin. Ella hace una pieza, un pie de mármol. Le queda tan bien que su maestro lo firma. La obra de Claudel está a la misma altura de Rodin, ella no lo acusa de plagio, al contrario, siente que ambos están en el mismo islote del lenguaje, tienen algo en común

Esta misma igualdad creativa la comparten en la vida y Rodin, en una carta, redacta una suerte de contrato: él solo la querrá a ella, no a su esposa, y tendrá a Claudel como única alumna. Viajaran juntos y trabajaran de par a par… El contrato se rompe, la relación se acaba, Claudel bota la obra compartida a un río y ella queda a la deriva y en desventaja para la historia falocéntrica del arte…

En el marco de un ciclo de conferencias sobre Arte y Ley, se mostró un caso: Antonio Diez versus Nadín Ospina, dos artistas colombianos que, bajo la figura del taller de artista, compartieron créditos para una exposición. Ospina era el maestro, Diez, el intérprete de la ejecución. Más adelante, en otra exposición, Ospina usó de nuevo lo hecho por Diez pero esta vez no compartió la firma ni le dio crédito alguno. Diez demandó a Ospina.

El caso Antonio Diez versus Nadín Ospina fue escenificado en un foro universitario y dos estudiantes hicieron de abogados del arte (¿de curadores?). Diez es un pintor humilde y Ospina se representa legalmente como un artista distinguido, reconocido por la institución arte y que afirma que compartir créditos con Diez es un descrédito, un ridículo para él mismo.

Diez vs. Ospina muestra las susceptibilidades, ventajas y desventajas de una noción fuerte de autoría, un juego de poderes casi teatral. ¿De quién son las imágenes? ¿quién o qué le da legitimidad al arte y a un artista?

Repito, ¿De quién son las imágenes?, el artista Vik Muñiz hizo una serie de dibujos de memoria a partir del recuerdo que le habían dejado una serie de fotos de la revista Life. Cuando Muñiz tuvo más reconocimiento como “artista contemporáneo”, recibió una carta de los propietarios de los derechos de reproducción de las fotos diciendo que esos recuerdos, sus memorias, no le pertenecían…

¿De quién son los recuerdos? El artista colombiano Lorenzo Jaramillo, muribundo y ciego, le pidió a su amigo, el cineasta Luis Ospina, que hicieran una película, “Nuestra película”. Ospina insertó en el documental fragmentos de películas y música, recuerdos que rondaban en la cabeza de Jaramillo, pero por eso esta película no ha podido circular a nivel comercial, es marginal. Jaramillo murió, se liberó de su enfermedad, pero sus recuerdos sigue estando enfermos, cargan el “bacalao” de los derechos de autor.

Hoy muchos libros de arte se imprimen sin arte, sin imágenes porque cada imagen tiene un precio. Juan Antonio Ramírez, historiador de arte y critico español, abogó por el derecho de cita visual. Una legislación racional que permitiera usar con libertad imágenes en libros y publicaciones. Y si se trata de lucro: ¿acaso no son los artistas los que deberían pagar a los críticos e historiadores del arte por la mención de sus nombres y obras? Una suerte de “payola” académica…

Una paradoja semejante intuyó el artista Antonio Caro que a mediados de los años noventa abogó por la creación de una sociedad para la protección de los derechos de autor de los artistas plásticos… Pero desistió, tal vez se dio cuenta que su obra, basada en la interpretación de lo que otros había hecho, se vería afectada y el precursor de la asociación de derechos de autor sería demandado por la asociación de derechos de autor…

En 1964, el director mercadeo de la sopa Campbells, le mando a una carta a un tal Warhol, le decía que admiraba su trabajo y le deseaba buena fortuna. Una fortuna que con el tiempo ambas fábricas, la de Warhol y la de Campbells, compartieron. Uno desearía que la amenazante Andy Warhol Foundation actuara igual que Campbells, y dejara de amenazar con demandas a todo el que hace con Warhol lo mismo que el necio Andy hizo con otros…

Johanna Blakley, una fashionista, en su conferencia sobre la cultura libre del mundo de la moda, muestra que la escasa protección en materia de derechos de autor en el mundo de la moda lleva a un constante auge creativo, mientras que en cuanto a lo monetario le trae a esa industria más dividendos que los de otras áreas donde hay más protección y susceptibilidades morales y autorales (películas, libros, música…).

En su charla El arte de pedir, la cantautora Amanda Palmer cuenta como su primer disco fue un fracaso para la empresa discográfica: solo vendió 20.000 copias. Palmer recibió pocos dividendos por derechos de autor y muchas restricciones creativas. Para su segundo disco, se saltó al intermediario y, a través de las redes sociales, pidió el dinero a sus seguidores. ¿El resultado? Reunió más de un millón de dólares para hacer un disco, un libro y una gira,y sus donantes fueron casi los mismos 20.000 seguidores minimizados por la compañía discográfica.

Muchos otros también se saltan al intermediario y pasan de consumidores a interpretes. El ejemplo de las parodias al personaje de Hitler en la película La caída es diciente… Sin embargo, los creadores de la película intentaron impedirlo y la compañía alemana Constantin pidió a Youtube que borrara estas parodias por violación a los derechos de autor.

Pero no todos los alemanes carecen de humor… y esto es lo que tiene que decir sobre las parodias uno de los interpretes más importantes de La caída, su propio director:

Otra directora, la argentina Lucrecia Martel, parece compartir lo mismo, sus películas no gozan de buena difusión en las salas comerciales, pero aun así han sido vistas en toda Latinoamérica por miles de personas:

Luis Ospina en un viaje a Lima le dio copias de muy buena calidad de todas sus películas a los piratas del mayor centro de copiado en Latinoamérica, una invocación al pirateo de alta calidad, un apoyo para la fundación involuntaria de una cinemateca latinoamericana.

A la universidad en que trabajo, llegó una carta de un programa antipiratería creado a raíz del tratado de libre comercio con Estados Unidos. Se pedía no prestar a los estudiantes las películas que están en la biblioteca hasta llegar a un acuerdo de pago con los productores de Hollywood. Hace más de tres años no se prestan para uso externo las películas. Algunos profesores le hemos dado a los estudiantes instrucciones detalladas de como NO bajar las películas, de como NO bajar los subtítulos en español, de cómo NO usar un reproductor para verlas, de cómo NO compartirlas…No, no , no. Y también hemos pensado ayudarle a Hollywood no mostrándole películas de Hollywood en clase a los miles de estudiantes que tenemos, ¿quién pierde?

Tal vez necesitamos de nuevos contratos. Como el de Rubens que valoraba abiertamente sus obras de acuerdo a su grado de intervención en ellas, un nivel de autoría gradual a la medida de su genio artístico y mercantil… O contratos como el que hizo un artista en una subasta de arte que especificaba que su obra, una vez comprada, solo podían ser revendida bajándole siempre el precio, un gesto que ponía a prueba la voluntad filantrópica del comprador y el “arte por el arte” que camufla a tanto especulador…

La ley. En su cuento Ante la ley, Franz Kafka muestra cómo un hombre del campo desea acceder a una fortaleza y al centro de la ley, a su verdad, pero es frenado por un guardián que, ante una puerta entreabierta, le impide el paso. El campesino espera durante años y muere a la espera de atravesar el umbral. Una vez muerto el campesino, el guardián cierra la puerta.

Tal vez lo importante de este relato sea la idea de enamorar a la justicia: si nadie dialoga con la ley, su puerta se cierra, quedamos excluidos, recibimos un portazo (y no solo la ley se cierra, el arte también). Pero en Kafka siempre hay duda, ambiguedad, humor, absurdo, nunca una solución final, más allá de una oda a la civilización, se trata de la tragicomedia de lo común, del ser humano como animal que pretende diferir de su especie. El arte no solo sería una promesa de felicidad sino también una promesa inconclusa, algo que nos mantiene hambrientos, insaciables, asistiendo a este tipo de seminarios sobre arte, derechos de autor y propiedad intelectual…

(Presentación en formato «Pecha Kucha» —20 imágenes, 20 segundos cada una— para el Seminario Promesas de lo público: Autoría,Derechos y Acceso en el arte contemporáneo)