Tapen, tapen: Mitos y ficciones del mercado del arte

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Desde el pasado 27 de junio, una discusión parece haber acaparado los pequeños espacios mediáticos tradicionalmente dedicados al arte colombiano. Desde distintos puntos de vista, muchas personas han hecho su contribución a la discusión sobre las dinámicas del mercado del arte contemporáneo y las verdaderas razones en torno a la venta en Christie’s Londres, el 26 de junio, de una obra del artista colombiano Óscar Murillo por la suma de 756 millones de pesos (precio con impuestos y comisiones). Con el tiempo, la discusión parece haberse decantado bajo el tamiz académico, crítico, económico y periodístico, y por qué no, también patriótico y sensiblero. Aquí, una revisión a las preguntas que han surgido en el camino.

Preámbulo: El mito del ‘arte inexplicable’.

¿Es correcto que al arte colombiano “le vaya bien en términos económicos” sin importar o analizar, en términos sociales o éticos, las razones y la sostenibilidad de su éxito aparente? ¿Hacia dónde conducen estas dinámicas de mercado? ¿Es correcto que todos debamos, simple y acríticamente, “darle una palmadita en la espalda” al artista exitoso comercialmente y convertirlo patrióticamente en “profeta en su tierra” sin analizar los procesos que se mueven en torno a su producción? ¿Es correcto pensar que criticar las dinámicas del mercado del arte significa odiar a determinado artista, cuando éste también pudo haber sido manipulado por las circunstancias y por los agentes? ¿De qué sirve analizar las estrategias como el arte es cooptado, una y otra vez, por los capitalistas más voraces? ¿Para qué hablar de dinero? ¿Para qué responder estas preguntas?

A decir verdad, en el arte casi todos prefieren lo inefable, el lugar común de los bienpensantes, quienes ante las anteriores preguntas seguramente contestarían: “No ¡Mejor disfrutemos el arte!”, “¡Sintamos sus chispazos de vida y color!”, “¡Apoyemos al artista!”, “¡Compremos su obra!”, “¡Envidiosos!”, “¡Apátridas!”, “¡Que viva Colombia!”. En otro contexto, los mismos afirmarían: “¿Fabricato?”, “¿Interbolsa?”, “¿Río Paila/Colombina?”, “No ¡Mejor deje así!”, “¡Tapen, tapen!”. En el mejor de los casos, los tradicionalistas conservadores exigirán que la obra de arte se explique por-sí-misma en todas sus dimensiones, como si existiera un único sí-mismo inherente de aquí a la eternidad, personas que exigen una explicación cerrada, tan circular como la imagen del uróboros, aquella serpiente que muerde su cola por la eternidad.

Como afirma el sociólogo francés Pierre Bourdieu: “por qué a tantos críticos, a tantos escritores, a tantos filósofos les complace tanto sostener que la experiencia de la obra de arte es inefable, que escapa por definición al conocimiento racional; por qué tanta prisa para afirmar así, sin combatir, la derrota del saber; de dónde les viene esa necesidad tan poderosa de rebajar el conocimiento racional, esa furia por afirmar la irreductibilidad de la obra de arte o, para usar una palabra más apropiada, su trascendencia[1].

La anterior situación parece estar más vigente que nunca en la discusión sobre el mercado de Óscar Murillo, especialmente cuando algunos comentaristas nos invitan a ponernos una venda, ser parte de la fiesta y clausurar la discusión, como si se tratara de dejar hablar al hijo bobo. La verdad es que resulta imposible analizar en clave autónoma la producción artística contemporánea, más aún cuando una gran parte del arte contemporáneo parece haber llegado para fundirse con la vida en todas sus formas, y cuando uno de sus campos de tensión más fuertes se da en relación al mercado y a la forma como éste convive con el arte, una convivencia que parece remontarse hasta la antigua Grecia, pero que en nuestro tiempo ha cobrado una nueva dimensión. Tal vez, la tensión arte/mercado es la discusión más vigente, sugestiva y poderosa del arte de nuestro tiempo. ¿Y quieren que nos callemos?

 

1. La ficción de la escasez.

El dealer Alberto Chehebar, luego de interrumpir a Felipe Restrepo (editor cultural de la revista Semana), afirmó vehemente en La W[2]: “[…] llevo como dos años y medio [o] tres años conociéndolo a él [a Murillo] como artista, y ¡No consigo obra! ¿Me entiende lo que le digo? ¡No se consigue obra! ¡En el mercado no hay obra! ¡Hay una demanda real! […]”.

A partir de esta afirmación de Chehebar, valdría la pena preguntarnos si realmente ¿Óscar Murillo es un “artista escaso”? Esta pregunta es clave porque en términos económicos, la “escasez” en la oferta de un producto acompañada por una “abundante” demanda, son elementos que podrían afectar notablemente las cotizaciones en el mercado del arte y justificar la trepada de precios de un artista.

En el verano de 2012, Óscar Murillo hizo una residencia de cinco semanas en la Rubell Family Collection de Miami[3]. Según información suministrada por una persona cercana a la Colección (quien prefirió no revelar su nombre), Murillo produjo alrededor de 50 obras en 35 días. Según las ilustraciones presentes en el catálogo de la residencia[4]Murillo habría producido 32 obras de gran formato[5], es decir, alrededor de una pintura por día, o más exactamente, 0,91 pinturas por día.

Haciendo una proyección temeraria, en seis años de producción artística[6], Murillo, de 27 años, habría producido alrededor de 1992,9 pinturas, esto, si sus obras tuvieran el mismo ritmo de producción durante toda su actividad artística y sin incluir bocetos, registros de performance y procesos conexos al hecho pictórico (así algunos consideren que Murillo no es un pintor), lo que también tiene mercado potencial. Lógicamente, la cifra de 1992,9 obras es susceptible de disminución, porque la producción de un artista comercialmente emergente, empieza lento y profundiza en velocidad conforme aumentan los agentes del mercado dispuestos a transar con ella y conforme aumenta el presupuesto del artista para comprar lienzos, óleos y pinceles, y hacer grandes fiestas.

Siguiendo con la proyección, supongamos que Murillo ha producido realmente sólo una tercera parte de las 1992,9 pinturas que, según este cálculo, ha debido producir. Esto significaría que habría creado 664,3 pinturas en seis años de producción[7]. Entonces, a partir de estas evidencias, valdría la pena controvertir algunas afirmaciones realizadas por Chehebar y preguntarnos nuevamente: ¿Realmente Murillo es un “artista escaso”? Claramente la respuesta es no, no lo es. Por el contrario, es un artista que, en términos de mercado tiene un problema grave de sobreproducción. En otras palabras, mucha oferta y poca demanda, y para aumentar ficticiamente la demanda (y con ella los precios, a la mejor manera de las acciones de Fabricato), nada mejor que hacerle un baño mediático en reiterados programas de radio, mostrar algunas subastas internacionales exitosas, tocar la sensibilidad patriótica de los colombianos (con su bolsillo ‘emergente’) y construir la ficción de la escasez de sus obras.

Todo esto nos lleva a otra pregunta ¿Qué hacer con un artista con sobreproducción? La respuesta también es fácil: acaparar su obra e intentar soltarla a cuentagotas. En efecto, esto fue lo que hizo la Rubell Family Collection al comprar las 32 obras que Murillo produjo durante el tiempo de su residencia. Estas no salieron al mercado, la familia las compró todas.

¿Para qué alguien quiere 32 obras de un mismo artista vivo y en producción? ¿Por estricto “amor al arte”? Todas estas complicadas estrategias nos remiten a la lección de los marchantes Mugrabi, una familia judío-colombiana que, en otro momento histórico, hizo lo mismo con el mercado de Andy Warhol[8], acumulando infinitamente sus obras y pujando en cada subasta, aunque la larga trayectoria y reconocimiento social y cultural de Warhol en Estados Unidos (y su muerte acaecida tempranamente en 1987), permitía hacer este ejercicio sin apelar a los intríngulis mediáticos y a las “sesudas perogrulladas”[9] críticas que se han hecho en torno a Murillo. Por desgracia, a pesar de los esfuerzos, cada vez más el mercado de Warhol parece incontrolable, en especial, por su enorme producción de obra gráfica, que es posible conseguir en el mercado internacional desde los 100 dólares.

Por otro lado, anticipándome a algunos posibles comentarios ¿Esta sobreproducción artística indicaría que Murillo es un genio como Picasso? Desde luego que no. La sobreproducción no es condición de la genialidad. Para la muestra basta ver la admirable escasez de pinturas de genios renacentistas y barrocos como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel o Vermeer, y la abundante sobreproducción de otros genios modernistas como Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí o Andy Warhol. En otras palabras, la ecuación “genialidad = volumen de producción” es demasiado simple y lineal, y claramente no se cumple. En cambio, un artista con sobreproducción sí es un sujeto atractivo para el mercado, porque sus marchantes pueden crear la ficción de la escasez, una escasez irreal, y con ella acaparar su producción, manipular a los incautos y alterar los precios de referencia.

2. El mito de la inversión segura: ¿Es inocuo especular con arte?

Para explicar la especulación, nada mejor que hacerlo con ejemplos, y el ejemplo de la pasada subasta de Christie’s amenaza con convertirse en arquetípico. Varios aspectos molestan de la aparentemente inocua especulación con arte y, el primero que mencionaré, parece apuntar como espada de Damocles directo a la cabeza del propio Murillo.

¿Cuál es el verdadero precio de sus pinturas? ¿Cómo se fija el precio de una obra de arte en el caso de Murillo? ¿Es lógico que alguien haya pagado en la subasta de Christie’s del pasado 26 de junio, la suma de 391.475 dólares y que, unos días después de la subasta, los galeristas y marchantes de la “escasa” obra de Murillo hayan vendido “por debajo de cuerda”, a clientes particulares bogotanos, “con precio antiguo”, obras del mismo formato y del mismo artista por debajo de los 80.000 dólares? ¿No es sospechoso? ¿Por qué en las próximas subastas de Christie’s, Sotheby’s y Phillips los cautelosos estimados de venta para obras de Murillo (cautela que siempre ponen en práctica las subastadoras ante una situación de precios erráticos) se encuentran en el rango 50.000/70.000, 60.000/80.000 y 30.000/40.000 dólares respectivamente?

Entonces ¿El mercado de la obra de Murillo es un mercado serio en el que vale la pena invertir? o ¿Es muy pronto para pagar tanto por una obra cuyos precios erráticos recuerdan el electrocardiograma de un corazón deficiente? ¿Obras que además pertenecen a un artista que apenas se encuentra en su fase de nacimiento y cuya valoración cultural todavía está por verse? ¿Hasta cuándo los especuladores soportarán los precios? Y para generar mayores inquietudes, bastará decir que la historia del arte colombiano está plagada de ejemplos que todos recordamos, artistas de Medellín, Ibagué, Bogotá o Cartagena. Aquí y allá.

En segundo lugar, la especulación afecta a otros artistas talentosos, en tanto hay un desvío de atención de los medios[10] y de los recursos económicos, más aún en un mercado relativamente reducido como el colombiano. Estos desvíos terminan distorsionando las dinámicas históricas, visuales y pedagógicas del arte, afectando sus singularidades, volviéndolo una víctima complaciente del gusto de la élite económica compradora (recordemos lo que pasó con el arte colombiano en la década de 1980), violentando su potente autonomía relativa, destruyendo su papel de faro de la sociedad, de amplificador de las fronteras de un mundo que parece cercado. En este sentido, vale la pena anotar que la valiosa singularidad del arte colombiano de los 90 (hoy exitoso internacionalmente) se dio sin las violentas presiones actuales del mercado, aunque ahora sea necesario insertarse en él, pero no sin antes reflexionar el cómo.

La tercera víctima de la especulación con arte son los coleccionistas e instituciones que lo compran, quienes movidos por cifras ficticias y pensando en una inversión segura y consolidada, son engañados invirtiendo importantes sumas de dinero en adquirir una obra que todavía se encuentra en proceso de consolidación, en territorios movedizos, una ficción que con el tiempo podría perder su valor económico y que aún está en proceso de adquirir significación cultural.

En palabras del mundo de las finanzas, equivaldría a dinero sin respaldo (como el de la Alemania de entreguerras) o a comprar acciones de una empresa quebrada pero con una hermosa fachada. En el caso del arte, se trata de inflarlo especulativamente a partir de las expectativas mediáticas y de los aparentemente efectivos números de un trío de subastas, para impulsar las compras y consolidar el mercado local de un artista pretendidamente global.

En el mediano o largo plazo, es posible que algunos de estos coleccionistas, además de haber sido usados en su buena fe por los especuladores, pierdan su dinero y terminen por resquebrajar un mercado del arte todavía incipiente, un mercado que aún está bajo la sombra de la crisis narc-decó ocurrida hace algo más de una década. Todos estos intríngulis, que en otros sectores de la economía serían ilegales, en el arte no, porque la creación artística ha tenido un tradicional estatuto de excepción que parece proyectarse a su propio mercado. Parece imposible vender un kilo de arroz en un millón de dólares, pero en arte no parece tan complicado.

La cuarta víctima de la especulación son los indicadores del mercado internacional del arte, esos que sirven de referencia no sólo a galerías y subastadoras, sino también a otros artistas jóvenes, quienes querrán vender su obra a precios mayores, sin que la torta alcance para todos, generando unas presiones que en algún momento colapsarán. Si este aumento de precios fuera transparente y “real”, sería legítimo el proceso, pero si es producto de la especulación, los precios dejan de obedecer a una dinámica real del sistema, a un campo de tensiones real, atendiendo a la voluntad de unos pocos que ganan con la especulación.

En quinto lugar, aunque no es el caso de Murillo, al menos todavía, la especulación tiene consecuencias patrimoniales para los países que son víctimas de ella. Para cualquier estado es imposible comprar y repatriar su patrimonio cultural si los precios que tiene que pagar son producto de una actividad especulativa. Aunque todavía Colombia parece no haber llegado a esta situación, los museos españoles, ingleses y franceses sí han tenido que vivirla con las obras de sus artistas más importantes.

3. El mito del artista global.

¿El mercado de las obras de Óscar Murillo es global? Si es así ¿Por qué la mayoría de compradores de sus obras viven o trabajan en Miami y Bogotá? ¿Por qué sus marchantes o galeristas vienen a Colombia a ofrecer en venta sus pinturas? ¿Para qué vienen? ¿Acaso no tiene suficientes clientes globales en Londres, Nueva York y Berlín? ¿Por qué la defensa a ultranza de un medio radial nacional como La W? ¿Por qué esta polémica se ha desarrollado en Colombia y no en el “mercado global” que lo rodea? ¿El hecho que sus pinturas se vendan en la “global” subasta de arte contemporáneo de Londres indica la globalidad del mercado del artista? O ¿Es otra ficción que quieren hacernos creer?

Tal y como lo indiqué en mi texto Precisiones: en respuesta a Francesca Bellini[11], el hecho que se ofrezca y venda una obra de Óscar Murillo en una subasta de “arte contemporáneo” y no en una de “arte latinoamericano”, no indica que su producción sea valorada globalmente, ya que las subastas de “arte contemporáneo” también están abiertas a los compradores locales, y de hecho participan muchos de ellos, ya sean procedentes del lugar de la subasta, del lugar de origen del artista o de su círculo privado.

4. Preguntas abiertas.

¿Cuántas pinturas ha realizado Óscar Murillo? ¿De verdad a alguien le importa la Rubell Family Collection? ¿Murillo se siente a sí mismo colombiano o un Young British Artist? ¿Murillo conoce los pormenores de la negociación de sus obras? ¿O sólo se dedica a pintar? ¿Por qué se anunció la participación de Óscar Murillo en el Salón (inter) Nacional de Artistas y no está presente en la exposición? ¿Si Murillo se corta el cabello, dejará de parecerse a Basquiat, al menos en términos de mercado? ¿La obra de Murillo es moderna o contemporánea? ¿La Galería Casas Riegner representará a Murillo en Colombia? ¿Cuáles son los vínculos entre Julito y Óscar? ¿Ejercer la crítica implica ser apátrida? ¿Quiénes se benefician de la polémica? ¿La crítica, el artista o los marchantes? ¿Christie’s inició internamente alguna investigación sobre lo sucedido en la pasada venta? ¿Los especuladores podrán soportar los precios en las próximas subastas? ¿Quiénes son los especuladores? Todo está por verse.

 

Halim Badawi



[1] BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Editorial Anagrama, 2005, página 11.

[2] Ver la entrevista en La W: “Felipe Restrepo y Alberto Alberto Chehebar se refirieron a la obra de Óscar Murillo”. Bogotá: 2 de septiembre de 2013. En: http://www.wradio.com.co/escucha/archivo_de_audio/felipe-restrepo-y-alberto-alberto-chehebar-se-refirieron-a-la-obra-de-oscar-murillo/20130209/oir/1962062.aspx

[3] Ver: http://rfc.museum/current-exhibitions/oscar-murillo-work

[4] RUBELL FAMILY COLLECTION [AUTOR INSTITUCIONAL]. Óscar Murillo: work. Miami: Rubell Family Collection/Contemporary Art Foundation, 2012; ver páginas 108 y 109.

[5] Los tamaños de las obras producidas durante la residencia oscilan entre 477,5 x 525,8 cm y 82,6 x 80,3 cm.

[6] La cifra de seis años de producción artística fue tomada de la hoja de vida del artista en la página de la Saatchi Gallery. Ver: http://www.saatchigallery.com/artists/oscar_murillo.htm?section_name=shape_of_things2

[7] Para contrastar lo anterior con un ejemplo cercano a nuestra experiencia, Fernando Botero, un artista con más de 80 años, con una abundante producción de más de seis décadas, ha producido entre 6500 y 7000 obras durante toda su vida. Por otra parte, se estima que el abundante Pablo Picasso, durante sus 75 años de carrera artística produjo 13.500 pinturas, es decir, un promedio de 15 pinturas mensuales.

[8] Para mayor información, ver el documental La burbuja del arte contemporáneo: www.youtube.com/watch?v=JZCXp_s8FeY

[9] La frase se la debo a Lucas Ospina. Ver su último artículo en Arcadia titulado “La Interbolsa del arte II”.

[10] En este punto, vale la pena revisar el artículo de la crítica de arte Sarah Thornton titulado Diez razones para no escribir sobre el mercado del arte, republicado en Esfera Pública el 22 de octubre de 2012. Ver: https://esferapublica.org/nfblog/?p=49318

[11] Ver mi comentario en Esfera Pública, publicado el 28 de junio de 2013, titulado Precisiones: en respuesta a Francesca Bellini. Ver: http://esferapublica.org/nfblog/?p=62949

 

Halim Badawi
Investigador y curador independiente interesado en el arte latinoamericano de los siglos XIX al XXI, en especial, la historia del coleccionismo, el mercado del arte, los archivos privados y el origen y consolidación del arte moderno en América Latina.