Sumando ausencias y multiplicando exclusión

En el Campamento por la Paz, del cual soy miembro, fue sólo hasta 2 días antes de ejecutar su obra que Doris Salcedo visito la Plaza de Bolívar para hablar de su propuesta y lo que requería para ejecutarla. En la reunión participaron Doris Salcedo, María Jimena Duzán, columnista de Semana, María Belén Sáez, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional y Diego Bautista asesor de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, al igual que 5 miembros del campamento por la paz. Si bien Doris estaba dispuesta a escuchar, su propuesta, de utilizar la totalidad de la Plaza de Bolívar como lienzo para componer su acción parecía ser inamovible…

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Colombia es un país que entró a, tal vez, el momento más extremo de polarización de los últimos tiempos, cuando los resultados del plebiscito favorecieron el voto por el no por una mínima diferencia. Muchas personas que no se sintieron identificadas con el resultado pronto hicieron sentir su voz de indignación y sufrimiento, entre ellas la artista Doris Salcedo.

Doris Salcedo, escultora colombiana de talla internacional, actualmente parte de la galería White Cube de Londres y quien ha expuesto en museos como el Guggenheim de Nueva York y el Tate Modern de Londres, el 12 de octubre llegó a uno de los puntos más altos de su carrera artística al crear la obra ‘Sumando Ausencias’ que como objetivo tiene dar un tributo a las víctimas del conflicto. Al respecto, ella afirma:

“Yo en la ciudad he hecho varias piezas a las que denomino acciones de duelo. Las hago en momentos dramáticos del país, y creo que este es uno. Alcanzamos a soñar con una paz, la tuvimos cerca y de pronto se desvaneció. De nuevo estamos de duelo”

Para complementar su punto sobre el momento histórico, Salcedo agrega lo siguiente:

«Hemos tenido muchas experiencias de duelo en Colombia (…), sin embargo este duelo, cuando nos mataron la paz, ha sido el más duro de todos” en referencia a los resultados del 2 de octubre del plebiscito.

La acción artística de Doris contribuye su parte para dar una resignificación a la Plaza de Bolívar, en un gesto que podría servir para rebautizar el espacio como Plaza de la Paz, dadas las múltiples manifestaciones ciudadanas que se han dado en los últimos días para enviar un mensaje contundente al mundo del anhelo de una paz verdadera. Después de una historia que no cesa de oscura guerra, una luz se asoma para iluminar el camino de un país ansioso de paz, de armonía y convivencia sana con su entorno, a través de una tela blanca que simbólicamente logra captar todos los colores del espectro visible, todas las variedades de dolor, pero también de posibilidades por las que ha atravesado el país.

Al finalizar la obra ‘Sumando Ausencias’, se ondea una gran bandera de la paz, compuesta con trozos de tela de blanca de 2 por 2.5 metros con los nombres 1.900 víctimas del conflicto armado en Colombia escritos en ceniza,  los pequeños fragmentos que cada víctima representa para, en conjunto, lograr que los afectados por la guerra en Colombia estén en el centro de poder del país (judicial, religioso, ejecutivo y legislativo) y sean visibilizados en este importante escenario, dejando un precedente para la memoria y un mensaje de nunca más. Pero no todas las víctimas se sienten recogidas allí. Isaac Valencia, víctima participante del Campamento por la paz y líder de la Mesa de Víctimas de Soacha menciona: «Si yo fuera el que realizara la obra, no utilizaría sólo el nombre de la víctima, porque eso no es muy diciente,  podría ser cualquiera. Es necesario también mencionar al victimario y la fecha en que ocurrió para darle más carne y hueso a una víctima, para que en verdad sea alguien mucho más real.” Por otra parte, frente a los nombres en ceniza, Doris, con una visión un tanto diferente, amplia diciendo «No sabemos si esa ceniza se va a dispersar o a olvidar y perder, o si logramos que algo surja de ellas”.

Si bien en la obra intervinieron más de 10.000 personas para lograr su exitosa ejecución de acuerdo a la revista Semana, un protestante cercano afirma que «la obra no es de la gente sino de la gran artista”.  Más aún, en una acción que duró 7 días por la urgencia de la situación, según afirma Doris, también quedan muchos puntos sueltos que deja el afán y que afectan un impacto mucho más grande que pudo haber tenido.

Para comenzar, sobre las barreras que rodean la obra, en un cartel de cartulina se puede leer el mensaje: Doris Salcedo, ¡No trafique más con el dolor de las víctimas! Al respecto, el protestante dice: “Las víctimas solo son un capital simbólico que usufructúan muchos artistas”. Sin embargo, el no es la única persona que se muestra en desacuerdo con los ocurrido en la Plaza de Bolívar. Isaac Valencia, afirma lo siguiente: “A mí no me importa tener mi nombre plasmado ahí (refiriéndose a la obra ’Sumando Ausencias’, sabe que me importa a mí la solidaridad que tienen ustedes (los participantes del Campamento por la Paz de venir aquí de decirle al gobierno por las víctimas queremos unos acuerdos ya. Nosotros las víctimas queremos reconciliarnos con el país (…), nosotros queremos sentirnos identificados con las personas que verdaderamente nos están apoyando”. 

En el Campamento por la Paz, del cual soy miembro, fue sólo hasta 2 días antes de ejecutar su obra que Doris Salcedo visitó la Plaza de Bolívar para hablar de su propuesta y lo que requería para ejecutarla. En la reunión participaron Doris Salcedo, María Jimena Duzán, columnista de Semana, María Belén Sáez, directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional y Diego Bautista asesor de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, al igual que 5 miembros del campamento por la paz. Si bien Doris estaba dispuesta a escuchar, su propuesta, de utilizar la totalidad de la Plaza de Bolívar como lienzo para componer su acción parecía ser inamovible. En la mesa se plantearon algunas contrapropuestas que permitirían hacer una integración mucho más simbiótica con el Campamento por la paz, que precisamente al ser una iniciativa con el objetivo de empedrar a las víctimas, iba ligada de forma directa al concepto artístico de Salcedo. Sin embargo, ella planteaba que “la perfección estética, la ejecución rigurosa, la puesta en escena impecable son elementos necesarios para que la obra tenga el peso y valor para las víctimas que merece”. El interés último era anudar esfuerzos para responder a la urgencia de tener un acuerdo de paz ya y tener las víctimas como centro de toma de decisiones. En el ejercicio se habló cómo dos grupos unidos por la misma visión, aunque tal vez a través diferentes acciones, podríamos mostrar al país que llegamos a un acuerdo, que pudimos limar nuestras diferencias y encontrar la forma de llegar a  un acuerdo gana-gana, en contraposición con lo que ha ocurrido a nivel político, donde el país se enfrenta por el deseo de protagonismo y poder de unos pocos. Como campamento lo más importante era contar con la seguridad de poder realizar nuestro ejercicio sin ser desalojados y poder brindar mayor visibilidad a la iniciativa, puntos en los que el equipo de Doris Salcedo se comprometió firmemente.

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Para lograr lo anterior, se discutió en el subcomité de arte y cultura del campamento las diversas formas en las que la propuesta de Doris podría adaptarse a nuestra situación sin que eso implique un desalojo y también dando relevancia al campamento como ejercicio de construcción de paz y participación ciudadana. Como contrapropuesta se llevo una en la que las carpas nuestras estarían rodeando el campamento, en una forma de mostrar que toda la ciudadania está con la víctimas, que los rodeamos, que los acogemos en nuestros hogares y que ellos están en el centro de la reparación del tejido social que el país debe hacer. En la asamblea general del campamento, la propuesta fue aprobada para ser discutida el día siguiente con Doris Salcedo y de no ser posible, se llevaría a cabo directamente la obra tal y como fue concebida. En esta reunión, se siguió insistiendo en la necesidad de tener una obra prístina, sin ninguna posible falla, sin ningún doblez o parte que rompiera con la visión de la artista. Había una presión clara sobre el campamento de a nivel de comunicaciones de cómo podría verse que un grupo trabajando por la paz se oponga a que se ejecute una obra que va en las mismas líneas, ya que allí podría perderse la consistencia como movimiento. Pues entonces como campamento nos movimos en frente del Palacio de Justicia para permitir que otras expresiones que también plantean usar el espacio público donde estamos temporalmente, que es de todos, tengan cabida.

Ahora bien, acá comienzan a aflorar detalles muy simbólicos de la realidad que atraviesa el país. El “desplazamiento” del campamento es representativo del fenómeno que ha ocurrido en el país, donde más de 5 millones de personas han tenido que abandonar sus tierras, su hogar, muchas veces por motivos que no necesariamente propician el bien común. Martha Díaz*, una víctima que hace parte del campamento dijo: “Nos sentimos como ratas, siendo marginados, siendo llevados a una esquina en donde quedamos en el olvido, invisibles, como si nunca hubiéramos existido aquí como campamento”. Aunque la obra buscó conmemorar a las víctimas que estuvieron en el centro del acuerdo pactado en La Habana: “Ellas solo estarán presentes si las recordamos”, como dijo su autora, hay que reflexionar sobre el siguiente punto, si las víctimas vivas, las que ya están en la Plaza de Bolívar son llevadas al margen, son cubiertas por unas carpas desde el cielo que ocultan una realidad que estaba ocurriendo, la del campamento, la de brindar una voz a la ciudadanía y a las víctimas para estar en el centro de la conversación, no tendríamos un mensaje donde se pretende sumar ausencias, pero en realidad se está multiplicando la exclusión al no incluir la opinión, al no mostrar la colaboración activa, la co-creación en conjunto con las víctimas vivas, las que aún tienen la capacidad de sentir lo que un homenaje significaría para ellas, de reconocer que son importantes para el país y que son integrales para construir un capital social de verdad. La memoria no debería estar limitada a los que ya no están presentes, que la desaparición o muerte a arrebatado su recuerdo, pero también a los que vivos, quieren ser parte de la sociedad pero se ven segregados.

Tal vez a la hora de sumar ausencias se olvidó mencionar a los más 10.000 contribuidores de la obra como legítimos autores de la misma, al igual que hacer que la acción artística más allá de crear un tejido físico de hilo y tela, creara un tejido social en donde las víctimas que aún viven no sean invisibilizadas, y en cooperación con la ciudadanía, el gobierno y los artistas, hicieran su existencia fundamental para crear la unidad de esas sociedad que queremos, que como conjunto se agite para satisfacer el clamor de millones: ¡Paz!

 

Leonardo Párraga

 

4 comentarios

Es una falsa idea de exclusión. Es un problema de egos, de envidias de no poder reconocer la contundencia y la presencia simbólica. Porque es tan difícil reconocer que los gestos artísticos nos involucran a tod@s, que no es un crimen exigir unas condiciones para que las acciones artísticas tengan lugar en lo público, para dar testimonio de la fragilidad de la presencia, de lo colectivo en el tejer, de las miles de manos que se sumaron a esta labor silenciosa y que no les interesa hacer parte del loby artístico, político y/o académico. Esta es la acción política que se rescata y se valora; el espacio que muchas personas encontraron en «sumando ausencias» para expresar su sentir y sentar un precedente frente a la fractura y la polarización del país.

Ahora bien, creo que es una estrategia muy baja escudarse en los testimonios de las víctimas para defender un punto de vista personal. Justamente el respeto empieza por reconocer que no puedo escudarme en el dolor del otr@ para esgrimir una posición personal o defender una idea política y lo fuerte de las acciones de duelo que ha planteado Doris Salcedo es que no utiliza a las víctimas como escudo, no reproduce sus testimonios sino que elabora el duelo colectivo, donde cada nombre vale igual porque no importa de que orilla era la víctima, porque el dolor es igual, es una pérdida social irreparable.

Tal vez la idea de exclusión si esta errada, y también es cierto que no esta mal pensar en condiciones apropiadas de lo público para desarrollar estos ejercicios tan importantes para la ciudad. Pero el problema va cuando notoriamente unos de los dos elementos (obra-campamento) que ahora están pensando en la paz, repercute directamente en el otro. El arte debe ser contextual, la obra no se ejecutó teniendo en cuenta los demás factores que estaban presentes, como el campamento, que también es una acción política y social no menos importante que la obra, y que el hecho de que se tuviera que mover para darle paso a la acción si resta importancia a la victimas del presente, que son igual de importantes a las que ya no están, y que tienen mucho también que decir y se encontraban ahí y podían realizar una acción contando mucho mas que nombres y cifras.

Por otro lado es agradable ver como un objetivo era llegar a un acuerdo, al final se realizó, ese momento fue el mas claro ejemplo al final donde se dejaron egos y dieron paso de una u otra forma a sus intenciones originales dar un mensaje de paz de parte del arte y del campamento, solo que me parece importante pensar el arte también como herramienta de inclusión y de contexto.

Considero al igual que Rocío que la idea de exclusión a la que se hace referencia es falsa y un tanto exagerada, pero un problema de egos o envidias está lejos (para mí) de ser la razón por la que este gesto ha causado tanta polémica.

Fue apenas sorprendente para aquellos que sabemos un poco de la trayectoria de Salcedo, que hiciera obra partiendo de una coyuntura social y política como la que estamos viviendo ahora, pues su trabajo ha reposado sobre éstas a lo largo del tiempo (y no veo porqué no hacerlo).

Sin embargo, todo lo que devino a partir de ésta en particular, quizá devela los imaginarios que rondan el papel del artista en la sociedad colombiana y la manera cómo las personas asumen una acción de éste tipo y ahí esta (en parte) el meollo del asunto… podríamos hablar entonces de la necesidad de educar seres artísticamente más sensibles y críticos, de la importancia del arte en la escuela y en la vida, de los derechos y deberes de los artistas, del arte mismo y de otros tantos tópicos que puede que tengan relación para entender que pasa aquí y comprender porque se le acusa por ejemplo, de «traficar» (otro debate para más tarde) y porque tenemos la odiosa tendencia de creer que tiene mas relevancia cuando se aporta con números y estadísticas que con gestos artísticos.

Para mí, esta acción tiene una pertinencia irrefutable y no hubiera cobrado valor y sentido si por un lado, su forma no hubiese abarcado 7km o si se hubiera hecho en otro lugar o en otro momento pero, como bien lo menciona John Cardona en el comentario anterior, el arte debería ser contextual y quizá aquí faltó un poco de eso también.

Era entendible que Salcedo se preocupara por la forma, el color, el bordado, la ceniza y todos los aspectos formales de su obra, incluyendo el lugar dónde se mostraría, pues era un gesto artístico y no debería carecer de ello pero, eso no justifica dejar de lado que por esos días había un despliegue gigante de carpas y la conformación de un campamento, que al igual que su obra, tenía razón de ser y estar, y que con un lenguaje diferente, apuntaba a suscitar ideas, exigencias y sentimientos a los que mas tarde «Sumando ausencias» apuntaría también.

Estoy segura que Salcedo no debió desplazar a los que de por sí ya eran desplazados pero tampoco era su obligación involucrarlos si no quería y si, puede que pierda coherencia hablar de victimas e ignorar a las que están presentes pero si ella quiere referirse a unas en específico, a esas que ya no están, que no pueden hacer un campamento para protestar pues !que lo haga! Por lo menos alguien habla de ellas y ¿por qué no recalcar eso?

Amabilidad y respeto por esa otra acción fueron las verdaderas ausencias en este escenario pues la una no era menos importante que la otra, sólo diferente.

Contundentes reflexiones. Primero, quiero decir que las intervenciones en espacios públicos siempre han causado polémica y pueden ser muy frágiles ante la cantidad de acciones que se desarrollan en los lugares urbanos. Especialmente, en Bogotá o en ciudades de América Latina donde hay una fuerte apropiación del espacio público que se manifiesta en forma de ventas ambulantes, perifoneo, pistas de baile, etc.

Es entonces todo un reto hacer una intervención que sea contundente y que involucre a los habitantes de la urbe. Podemos citar casos de obras in situ realizadas para espacio público que han sido retiradas. El caso más emblemático es el de la obra «Titled Arc» de Richard Serra. Esta obra dividía la plaza Foley Square en NY que colinda con oficinas del Gobierno.

«Al dividir en dos la plaza con esta escultura, Serra manifestó que su intención era «comprometer al público con un diálogo que realce, tanto conceptual como perceptivamente, su relación con la plaza. Esta experiencia de la escultura puede sorprender a la gente». Citado en el diario el país http://elpais.com/diario/1989/04/10/cultura/608162411_850215.html

Finalmente la obra de Serra es desmantelada porque los trabajadores que convivían cotidianamente con la escultura se organizaron para firmar un documento que logró recaudar 1.300 firmas. Ahora bien, pienso que la acción de desmantelar la obra puede ser tan significativa como el acto de emplazarla.

«Un grupo de 25 obreros trabajó durante 15 horas bajo protección policial para desmantelar el enorme muro de acero de 3,84 metros de altura por 38 metros de longitud.» Tomado del Diario El Pais http://elpais.com/diario/1989/04/10/cultura/608162411_850215.html

Claro, detrás de cada intervención en espacio público de estas dimensiones se esconden muchos intereses políticos que no son inocentes. Y seguramente en otro contexto los empleados no tendrían tanta injerencia en las decisiones sobre el espacio público.

En el caso de la intervención «Sumando Ausencias» la intervención es efímera y este es un elemento importante porque se tiene en cuenta una duración que podía ser o no compartida por los habitantes de la plaza de Bolívar, por los transeúntes, las víctimas, los tejedores, los que no estaban de acuerdo. En este caso la inclusión y las maneras de participar las encuentra cada quien y se hace preguntas desde sus experiencias. Justamente, el hecho de abrirle un espacio a este manto blanco implicaba que pensáramos este espacio de otra manera, que nos permitiéramos hacer un silencio, un momento de reflexión colectiva, un duelo colectivo así no se encontraran los nombres de todas las víctimas que ha producido el conflicto armado, la violencia institucional, las desigualdades, la idea era sentirse parte. Reconocer el nombre de una víctima que no conozco como cercana, tener la capacidad de entender la magnitud del duelo que no hemos hecho como país ante tantos atropellos.

Considero finalmente que la obra exigía que los tejedores se informaran, conocieran las condiciones y decidieran si participar o no. Esta decisión no era casual o informal. Había un lenguaje, una gramática que se necesitaba para que la obra tuviera contundencia estética y respeto por las víctimas. Estas son condiciones para no caer en el homenaje sensiblero, fácil y populista al que quizás nos hemos acostumbrado.