Sobre un animal peligroso

Es muy difícil decir de Edinson Quiñones que es artista. En vez, es más fácil declarar que es un monstruo, un animal, un organismo lleno de espinas ponzoñosas y una quijada que lo mismo bate para morder que para reír. De la misma manera, resulta difícil llamar a lo que hace obra, cuando carece de la delicadeza y pusilanimidad propias de las obras de arte. Lo que hace Quiñones y muestra en galerías y demás espacios dedicados al arte es más bien descriptible como un tumor, producido por el organismo espinoso-ponzoñoso a gusto suyo y colectivo.

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Imagen compuesta de dos de las obras

Es muy difícil decir de Edinson Quiñones que es artista. En vez, es más fácil declarar que es un monstruo, un animal, un organismo lleno de espinas ponzoñosas y una quijada que lo mismo bate para morder que para reír. De la misma manera, resulta difícil llamar a lo que hace obra, cuando carece de la delicadeza y pusilanimidad propias de las obras de arte. Lo que hace Quiñones y muestra en galerías y demás espacios dedicados al arte es más bien descriptible como un tumor, producido por el organismo espinoso-ponzoñoso a gusto suyo y colectivo.

Actualmente la galería Valenzuela-Klenner alberga algunas de los tumores del artista y, la noche de la inauguración, el recinto fue testigo de un performance en el que se invitaba a consumir cocaína de un vidrio puesto sobre una mujer desnuda. Quiñones solidifica un nodo de significación que obliga a los espectadores/participantes a reflexionar sobre el uso político de la cocaína, la distancia (mínima) entre productor y consumidor, entre capo y universitario prestante con gusto por la euforia inducida químicamente. O no, también puede usted meterse el pase y dejar la reflexión a otro.

En una de las paredes de la galería está dispuesto, bajo vidrio y sobre el concreto expuesto de la pared, un tatuaje arrancado de la piel, el «Dios de la Coca», que el artista, en un performance, se hizo desprender de la espalda con bisturí y mucha valentía, de cualquier naturaleza. Esta obra es un muy buen teratoma, muy buen tumor espantoso que pide ser visto para ser expulsado mediante catarsis dolorosa, tras alojarse en alguna esquina vulnerable de la psiquis.

También, entre otras obras, se puede ver en la exposición algunas fotografías en las que la cocaína se confunde con la nieve, y en una de ellas un esquiador disfruta el doble deleite de la «nieve» Colombiana.

Cada obra-tumor ejerce su presencia con rigor de llama solitaria que ayuda a ver dónde se debe cortar al desmembrar un cuerpo para su desaparición expedita. Es un gusto disgustarse frente al corpus de Quiñones.

Es decir, toda la exposición es una marisma mefítica, en el mejor sentido posible.

 

José Antonio Covo Meisel

14 comentarios

Personalmente el encuentro con su exposición fue desalentador. Es tan explicito su trabajo que no se oculta la falta de rigor técnico; más que brutal es áspero y sus espinas no fuerón sino de complacencia, ya que las personas llevarón lo que esperaban. En el sándwich que formaba el lanzamiento del libro y los videos de Alberto de Michele el día de la inauguración, la expo de Edinson tenia un sabor muy plano.

El camino más fácil es producir basura, lo hacemos a cada instante… Triste, hay que replantearlo, pero aun así, hasta la basura es el resultado de algo. Porque elegimos producir algo tan obvio, simple y ordinario? Porque el camino más fácil?

Atención, porque el escrito parece como de promoción de la exposición, casi como escrito por el dueño de la galería. El texto Pretende llegar al punto de la alabanza a cada estoico y riguroso «tumor de Quiñones» partiendo extrañamente de la reclasificacion, descalificación y burla a Quiñones. «Es un gusto disgustarse frente al corpus de Quiñones.» Sus tumores no tienen nada que ver con el gusto o el disgusto.

Cuanta superficialidad encierra esa corta frase. El trabajo de Quiñones solo genera una profunda indiferencia, nada de molestia, es como pasar frente a una casa enrejada y ver al fondo del antejardin una casa para perros que confirma el letrero que cuelga en la reja: Cuidado perro bravo!.

En parte, es alentador el rescate de la figura del artista como individuo protagonista en procesos sociales trascendentales en la construcción de la «realidad nacional», tal vez víctima re victimizada por sus propias acciones, evidencia y testimonio. Todo bien, hasta cierto punto, repito, alentador; Los vampiros de la realidad revolotean por todas partes dejando a su paso la etiqueta de arte político.

Por otro lado, si se quiere llegar a un punto de debate juicioso a partir de «los tumores» de Quiñones, como los llama el autor, lo único que se encontrará es una profunda decepción, no mucho queda por decir-pensar-reflexionar-proponer-debatir cuando la espectacularidad juega a ser un ejercicio simbólico juicioso y profundo.

En la muestra inaugural de Quiñones en la VK es difícil encontrar «la solidificación de un nodo de significación sobre el uso político de la cocaína», pues dicho «nodo de significación» parece que sólo está articulando la redundancia de un signo, ya cargado de significantes globales puestos e impuestos, con la puesta en escena – acción pública en la galería, que sólo reivindica la mojigateria del medio artístico local frente al tema.

-snif snif-.

¿Es acaso necesaria la redundancia para dicha reflexión?

Es, en cambio, evidente la solidificación del espectáculo como medio/vehículo de la «creación» y de supuestas reflexiones que tal vez quedaron embolatadas entre las cervezas que siguieron a las líneas. – guiño, guiño-

snif-snif
Cito el texto del anterior comentario:
«Por otro lado, si se quiere llegar a un punto de debate juicioso a partir de “los tumores” de Quiñones, como los llama el autor, lo único que se encontrará es una profunda decepción, no mucho queda por decir-pensar-reflexionar-proponer-debatir cuando la espectacularidad juega a ser un ejercicio simbólico juicioso y profundo».
No entiendo muy bien lo que quisiste decir en los dos ultimos párrafos, podrías aclararlo presiento que es importante.
En cuanto a que sea un Nodo significante sobre el uso político de la cocaína», por favor no esperes tanto porque aquí pasa como en muchísimos casos: es una «ocurrencia recurrente», algo que podríamos llamar «dejá vu cansado» un «ya lo vi antes» carente de sobrecogimiento y fascinación, parecido mas bien a una pesadilla recurrente para escandalizar o torturar a incautos y a mojigatos, como bien lo señalas .

Es muy fácil hablar de un trabajo desde la postura cómoda del espectador que finalmente no entiende lo que tienen en frente por que no conoce lo que ahí acontece, aplaudimos artistas que trabajan con basura, doga y política desde la comodidad de sus apartamentos en el norte y centro de Bogotá, nos muestran sus propuestas cargadas de conceptualismos tardíos y ajenos que nos ilustran a través de exposiciones en las que van llenando espacios con imágenes mediadas por los circuitos artísticos incluidas las galerías y su afán antropofago y espectacularizante.

El trabajo de Quiñones es un acto vivencial crudo, cargado simbólicamente por la violencia y el narcotráfico en primera persona, Aquí no son lágrimas de cocodrilo por un «artista» que ve las cosas desde la orilla y con discursos de «apropiación» que tanto le gusta en la escena bogotana, a la cual le encanta hablar de aquello que no conoce, por tanto se tiende a la incapacidad de hacer cosas propias y necesitan estar mirando al otro a ver que es lo que se hace. Quiñones no entra en esas dinámicas, porque es un artista que surge desde la periferia y no desde las galerías como tantos otros que son validados por sus propios circuitos endógenos. Su trabajo es asumido desde el Cauca desde el suroccidente del país, donde la coca es ley.

En Colombia pocos han trabajado con Coca desde adentro del problema, Edinson ha nacido en el interior del conflicto y eso siempre ha generado este tipo de señalamientos, para que los moralistas del arte y los críticos estetizantes dispongan sus discursos excluyentes desde su impoluto pedestal sin tener conocimiento de fondo del proceso del artista.

Aquí las criticas parecen ser escritas por personas que aun siguen creyendo que «Colombia es el mejor viviedero del mundo» cuando la verdad es que existen una series de problemáticas sociales a causa del narcotráfico y el conflicto armado que acompaña con su manto de muerte y pobreza a mas del 80 % de la población, y que pocas veces es presentado con tanta crudeza como en la obra del parcero Edinson.

Esto es lamentable que su respuesta esté al nivel del resentido de la calle, y más cuando admite defender a su «parcero». Si la obra de Quñones es un «más de lo mismo» que le da la cara al ya regurgitado simbolismo de la cocaína, no puede pretender una respuesta que no descanse sobre las sobras del mismo chiste.

Y esto se lo digo desde mi apartamento al norte de Bogotá.

La verdad no conozco de mi propia carne el sufrimiento que han causado todos estos años de narcotráfico. No obstante algo de idea tengo sobre las consecuencias y el impacto que han generado en la población, y la propuesta de Quñones no trae nada nuevo a una discusión, sino que al contrario se cae por el peso de su propia cursilería: «la cocaína es mala».

La propuesta estética del artista y las pretensiones de su tan pobre y vacío discurso no dan para nada. Siguen en el mismo estanco del arte político de este país, una vulgaridad repetitiva que no ha sido capaz de hacerse camino en ese terreno circular que solo puede sorprender a un crédulo que no haya siquiera abierto un pasquín amarillo en estos últimos 40 años.

Mostrar una obra genera este tipo de debates, lo cual es muy enriquecedor para el artista, pues ve lo que los otros ven de su obra, le ayuda a encontrar y definir más su propio camino. Pero lo que dice Juan Melo, pues…, defender a un artista porque es un «parcero» pues es lo más insensato que hay, o defiende al «parcero» o defiende al artista, además, la redacción y ortografía son fundamentales para un buen debate.

Bueno, lo cierto del comentario de Juan es que no podemos ajustar el marco de experiencias de Edinson a la presente muestra que transcurre en la ciudad de Bogotá. Quizas sea que preferimos ver su trabajo en espacios forjados por el mismo; austeros, pasajeros y más próximos a esa «realidad» que señala la obra.

Esto es viejo. Todo. La discusión. El artista, ese lugar de enunciación construido ad hoc por todo el aparato discursivo, comercial e institucional del arte. Una vaina viejísima que ha tenido mil etiquetas a lo largo de la modernidad, en el vaivén entre la vanguardia y un primitivismo pretendidamente inmaculado y puro. Desde hace por los menos cien años, en todo medio artístico donde se alcanza cierto grado de saturación discursiva en las propuestas, se genera una demanda de autenticidad, una especie de reseteo del sistema que, habitualmente, adopta el aspecto del artista proveniente de las profundidades, el buen salvaje, el ángel redentor, el que no habla paja y desdeña la retórica de los mandarines. En ese sentido, tiene toda la razón Catalina Vargas. Aquí no hay nada de riguroso en la propuesta, solo una nueva y retorcida claudicación ante el espectáculo, bajo el disfraz recurrente del punk entendido como la verdad en pelotas, como el fin de la conversación, el puñetazo sobre la mesa. Y me da un poco de pena, la verdad, porque Edinson estaba apenas cuajando un lugar de enunciación muy interesante cuando lo sorprendió la fama. Ahorita todos se quieren sacar la foto con el artista raspachín, ex presidiario. La frivolidad es el arma más sofisticada que se ha inventado el statu quo colombiano para destruir cualquier discurso verdaderamente disidente. Y eso vale para el arte y para todo lo demás.

«¿No hubo problema para trabajar con la coca?
El mundo del arte es así, lo que es ilegal lo vuelve legal y hasta le duplica el valor. De donde yo vengo, andar con coca es muy normal.»
(…)
«Sí, fui raspachín y más adelante pasé a trabajar en un laboratorio. Pero después de muchas cosas el arte me rescató y pude hacer de la tragedia de un país, el arte que hoy exhibiré aquí.»

Sí, así es, en el mundo del arte lo que es ilegal se vuelve legal y hasta le duplica el valor, es arte!
Con lo que acabo de leer ( la entrevista a Quiñones en «El Tiempo») debo reafirmar mi posición, no existe aquí posibilidad de debate o reflexión profunda/juiciosa, nos enfrentamos nada más y nada menos que a la actividad de un sujeto víctima de las nocivas prácticas que se dan en este país, el no hace más que traducir su propia vida «la tragedia de un país» en «el arte que exhibe». La redundancia simbólica y la significación rebuscada no son más que la consecuencia de la pasión creadora de Quiñones, que pone su vida, su «querido diario» como testimonio, sensato, predecible, aceptable, todo bien; el verdadero problema es querer encontrar en esta simple actividad EXHIBITIVA una propuesta de reflexión y / o ejercicio político.

Sobre el espectáculo, en este caso, no es más que la exhibición de las pasiones internas del creador, y la morbosa curiosidad de nosotros mojigatos «rolitos» del campo del arte, rodeando sus acciones a manera de validación de modos y prácticas realmente nocivas en la Colombia real, del campo, la coca y las balas, dándole el título de ejercicio político, etc. etc. etc.

El Burro y La Paja se dan cita en el recién inaugurado boulevard peatonal de la avenida Colombia, para hablar de arte y otras cosas.

Burro: Pajilla querida ¿cómo andas, Como va la causa?

Paja: Pues burrito ahí, camellandole a mis investigaciones teóricas en torno a la imagen pulverizada y ancestral del nebuloso conflicto armado postideologico Colombiano

B: ¿Y eso que viene siendo?

P: Aun no lo sé a ciencia cierta, pero tiene que ver un poco, entre otras cosas con la expo que acabe de ver del muy caucano Edinson Quiñonez en Proartes

B: ¿Cómo es que se llama el artista? ¿Edison?

P: No, Edinson, con N

B: Nedison?

P: No,EDINSON

B: Ahhh ya, si, por ahí estuve siguiendo un poco la polémica en torno a su exposición en la Valenzuela y Klenner en Bogotá que se armó en Esfera Pública por un artículo que lo tildaba de animal peligroso y calificaba a su trabajo, no como obras sino como tumores

P: Si, ese es el artista, pues mira que estuve en Proartes y si bien uno lo puede catalogar de animal, no me pareció para nada peligroso, mas bestia peligrosa sos vos Burro

B: ¿Y por qué decís eso? ¿No te pareció lo suficientemente polémico poner cocaína en un vidrio, sobre una muy bella mujer desnuda, hacer unas líneas e invitar al público a que se metiera su pasecito?

P: Pues no Burro es que no, mira que en ProArtes había unas fotos del registro de ese performance-happening y ahí, puestecito en fotos, uno no reconocía nada polémico en aquel “tumor”, para mi venía siendo más como un tumor benigno, absolutamente inofensivo, casi natural, un Brugerismo local mezclado con un neo-sniff de festival de performance

B: Veo entonces que te gusto su trabajo por lo que decís

P: Pues para nada Burro, en esto quiero ser claro y explicarte a ti personalmente: Hay un factor innegable y es que la obra es efectiva, considerando que aquello que tiene éxito en el arte contemporáneo en la época de twitter, Facebook y el blackberry es lo espectacular, lo que cree esa misma polémica inmediata, irreflexiva y que produzca views como loco que se produjo en Esfera y eso solo lo comprueba la promoción de artistas como Quiñonez en exposiciones como Colomborama, una colectiva que hizo un noruego de arte contemporáneo Colombiano y que está en Oslo

B: Pero mira que el man por lo menos si es peligroso, es decir a mí me vinieron con el chisme bomba que el Edinson había estado preso por que había cogido a machete a la mujer

P: Pues Burro yo no sé y vos sabes que yo no soy chismoso, pero supongo que ahí radicara su peligrosidad, pero no como artista, es decir me parece tan peligroso como un león enjaulado en el zoológico al que cazadores furtivos le amputaron sus dos patas delanteras y camina erguido y lo sacan a pasear, en ese sentido la obra del registro de las inscripciones que la gente hace en la cárcel que está en el primer piso de la casa me parece más honesta, por lo sencilla, pero no se tampoco que pensar, es como si de repente se le pasara una idea material de su obra, e inmediatamente la abordara tal cual, como quien va escribiendo en un diario, sin filtro ni decisión alguna

B: Sera por eso que en Esfera tampoco lo califican de artista…

P: Las etiquetas son lo de menos Burro, lo trascendental aquí es que tipo de arte colombiano emerge y se promociona en el mundo como lo importante, dejando de lado propuestas más inteligentes, menos sacadas del manual como impresionar al curador extranjero y más traídas a una realidad nacional que es más compleja que lo que los artistas están mostrando, en pro de la tan mentada contundencia, así por que sí.

http://elhenocontraproducente.wordpress.com/2013/06/05/sobre-un-animal-inofensivo-edinson-quinonez-en-proartes-cali/