Sobre Materia Gris

Comienzo con lo que creí era el final. Luego de ver con una amiga la exposición Materia Gris de la artista Libia Posada, en el marco del premio Luis Caballero, salimos a leer el texto que se encontraba en la entrada.  Pensábamos  tomarnos algo luego, hablar sobre lo visto y seguir nuestro día.  En ocasiones cuando salgo de una exposición no pasa mucho, algunas me dan ánimos de leer, algunas de dibujar y otras de volver, pero sólo en algunas pasa algo inesperado. Recuerdo, por ejemplo,  una visita con mi hermano a un museo en el exterior. Nos encontrábamos contando monedas mientras hacíamos una larga fila para comprar el tiquete de entrada. No sé si era una imagen que causaba compasión o ternura (dos personas contando monedas para entrar al museo), pero en ese momento una mujer se nos acercó y nos  dijo en su idioma natal: Sé que es muy difícil para los estudiantes entrar a este museo.  Luego nos dio una boleta de entrada que decía STAFF. Le agradecimos, ella nos sonrió y entró tras  saludar a los guardias. Nunca supimos quien era, pero pudimos guardar la mitad de las monedas y comprar sólo una boleta.

En la galería Santafé  nos pasó algo inesperado a mi amiga y a mí. Cuando estábamos a punto de dar la espalada y salir se nos acerco una mujer y nos dijo (según recuerdo): si tienen alguna pregunta me la puede hacer, yo soy Libia Posada. En las clases que estudié de historia de arte en la universidad se hablaba de los artistas y de su obra, se teorizaba, se discutía, se leía y se hacían preguntas  (muchas veces los datos se memorizaban como hechos concretos). Casi nunca se mostraba una foto del artista, éste era sólo un nombre; así estudié pensando en los artistas como seres extraños sin rostro, entes que se encontraban lejos del mundo terrenal. O también, algunas veces, los veía sonriendo en las secciones de sociales, acompañados por “celebridades” o personajes “públicos” del ámbito nacional (cuando se trataba de artistas locales). Pero ese día me encontraba con la artista de carne y hueso, dispuesta a hablar sobre su trabajo sin ninguna pretensión.

Me sorprendió mucho ver una artista visitando su propia exposición, de “incógnita”, dispuesta a charlar sobre su trabajo, fuera del ámbito académico, fuera de una conferencia. En ese momento nos encontrábamos (mi amiga y yo) con la artista, que con muchísima generosidad estaba dispuesta a que habláramos sin saber quiénes éramos, que hacíamos, o que pretendíamos. Visité la exposición con el objetivo de ejercitar la escritura, pues quería escribir un texto sobre la muestra. La conversación con Libia Posada me generó más ideas, y probablemente causó también una escritura  más suelta de lo que pensaba decir (pero sólo el lector podrá conjeturar sobre la fluidez de las siguientes palabras).  De igual modo, intercambiamos correos en los que continuamos la conversación sobre la muestra para clarificar, precisar y ahondar en algunos puntos, que nutrieron  aún más este texto”.

Cuando  entramos de nuevo a la sala de exposición  nos explicó un poco del proceso de su obra, de cómo empezó experimentado con unos finos hilos para hacer dibujos que hacían alusión a cortes anatómicos del cerebro. Nos contó que, inicialmente, los instalaba  sobre una pared de forma directa (para que así el soporte de los dibujos fuera la misma pared), hasta llegar al resultado de plegarlos  e introducirlos en unos contenedores de vidrio  y proyectar videos sobre éstos(como se encontraban en el Luis Caballero). La artista buscaba prescindir del carácter bidimensional del dibujo instalado en la pared, para que pasaran a ser el soporte de los videos; esto causaba que el video no se proyectara en un mismo plano, liso y regular, sino que se proyectara en los distintos volúmenes que creaban los pliegues.

Cinco contenedores de vidrio, en cuyo interior se encontraban los tejidos  y las proyecciones de videos, estaban en el piso a lo largo de la sala. Una proyección sobre una caja de petri  estaba  en una pared en el centro de la sala. Sobre toda la superficie de  la pared final de la sala se proyectaba un video donde se mostraba cómo el dibujo, hecho a partir de los finos hilos que se encontraban dentro de los contenedores de vidrio, se expandía y contraía cómo si respirara. Libia Posada precisó que esto último lo logró   inyectado aire en el tramado de hilos, puesto que buscaba convertir esos dibujos en una estructura orgánica. En todo momento un sonido de respiración acompañaba el recorrido del visitante.

Los proyectores colgaban desde el techo, con lo que se lograba una proyección horizontal dentro de los recipientes  de vidrio. Las imágenes contenidas en ese lugar limpio y cuidado eran, entre otras, un cerebro, un chimpancé, unos niños jugando, unos militares marchando, un discurso de un político y una rata de laboratorio. El video que se proyectaba en la caja de petri  era de un sujeto de pelo largo saltando,  con voluntad propia, desde lo alto de un puente para caer luego en el  agua.

Hablamos de  la ilegibilidad de los videos que se proyectaban, puesto que en un comienzo la imagen se negaba a ser aprehendida (debido al soporte irregular en que se encontraba), pero luego de una mirada detenida las formas se empezaban a identificar.   La mirada buscaba  una forma reconocible en algo abstracto, buscaba racionalizar lo que se observaba y trataba de descifrar el contenido. Pero cuando me refiero a la mirada me refiero al cerebro, pues es en este órgano donde los impulsos enviados por los ojos  son leídos.  No es gratuito que en el primer contenedor de vidrio se proyectaba  un cerebro.

En este punto  charlamos  sobre la relación entre el pensar y el respirar, basado en el texto de la entrada, en donde se señalaba que “Respirar, función automática e involuntaria, nos hace seres vivos, así mismo que pensar y saber que se piensa, tener conciencia, nos define como seres humanos”.  Se mencionó esto en la conversación por la compleja relación que existe hoy en día entre la relación vida-respiración-pensar, puesto que la muerte se declara cuando hay, valga la redundancia, muerte cerebral.  Libia Posada señaló que esto ha cambiado con los avances técnicos en la medicina, donde una persona puede tener el cerebro aún activo pero no ser capaz de respirar por sí misma, por lo que existe un respirador artificial que mantiene el flujo de oxigeno. La racionalidad del hombre ha hecho que ciertas labores de ciertos órganos  puedan ser sustituidas por máquinas, que cumplan con el mismo objetivo; aunque hay que aclarar que no hay aparato que reemplace al cerebro. Existe una brecha entre eso que nos hace seres vivos (respirar) y eso que nos define como seres humanos (pensar, saber que se piensa, tener conciencia). Se puede estar vivo sin tener conciencia (ser un vegetal), pero no se puede tener conciencia sin estar vivo.

Hablamos sobre la ambigüedad entre lo racional y lo no racional, entre la conciencia y la bestialidad. El ser humano puede estar vivo y no tener conciencia (por el estado vegetal) o puede estar vivo y no tener conciencia, por actos irracionales que se efectúan por ansias de poder, dinero, cinismo o fama (entre otros), como era señalado en el texto de la exposición: “Paradójicamente, en un mundo, dominado por lo neural, la tecnología y la información, múltiples situaciones sociales y decisiones individuales ponen  en duda la sobrevalorada inteligencia humana y nos hablan de la bestialidad que habita en nuestros cerebros al lado de los circuitos más refinados”. Llegamos a este punto en la conversación cuando vimos los contenedores de vidrio en donde se proyectaban imágenes de soldados trotando y políticos dando un discurso, y otra en donde se proyectaba una rata en una prueba de condicionamiento. Así como a las ratas de laboratorio se les premia con un estimulo (comida) por completar un circuito y pasar exactamente por donde el científico (o quien la estudia) quiera, se les castiga cuando no llevan a cabo su labor esperada de forma idónea.  Esto, convertido en metáfora, puede ser aplicado a la guerra y la política, donde se dan estímulos por el comportamiento que algunos quieren que otros efectúen, y se castigan cuando hacen lo contrario o tienen voluntad propia. Se mencionó en la conversación  que el humano, es entonces, un animal que se puede condicionar.

El video que se proyectaba sobre la caja de petri dejaba varias inquietudes al espectador. Se trataba de un video de una persona que se encontraba caminando en un puente, que luego se sentaba en la baranda y finalmente, sin dudarlo, se volteaba y saltaba.  Unos segundos después del salto hay un cambio de  cámara  y  de ángulo de visión.  Es curioso ese trabajo de edición, pues se entiende que se estaba grabando desde dos lugares distintos al mismo personaje, por lo que el contenido del video es difícil de aprehender. ¿Fue  un suicidio real? ¿Fue un montaje? ¿El personaje murió al caer? ¿Las personas que estaban grabando el video estaban esperando a que alguien se lanzara para obtener el registro? ¿Cuántas grabaciones existen de ese puente? ¿Cuántas personas saltaron desde ahí? ¿Qué tipo de frialdad se necesita para sentarse y esperar a que alguien se lance y grabarlo? Por supuesto, no se trata de culpabilizar ni sacrificar a quien realizó el video, ni caer en conclusiones moralistas de sugerir que fue una mala persona o un cínico, o que debió intentar prevenir el suicidio en vez de grabarlo.

Hay que recordar que este video se proyectaba sobre una caja de petri, algo usado en la ciencia para cultivar muestras orgánicas para observarlas y estudiarlas de forma objetiva, como precisó Libia Posada. La artista enfrentaba al espectador a esa dicotomía,  de ver algo que es emotivo desde una perspectiva objetiva. Verlo una y otra vez, intentar dejar de lado la culpa para ver una persona que probablemente murió al caer, o que sobrevivió con varias fracturas. En la conversación Libia explicó que  los contenedores de vidrio, que se encuentran en el piso, también aluden a frascos que se usan en laboratorios para guardar muestras de tejidos u órganos.  Sin embargo, uno de los aspectos que más me pareció interesante de la conversación con Libia Posada fue cuando mencionó que ella veía ese video (el del individuo que salta  desde el puente)  en términos de dibujo. Mencionó las paralelas del puente y la línea del hombre al caer, y de cómo toda la acción registrada conformaba un dibujo.

Días después de visitar “Materia Gris”  volví a leer los  “Conceptos Fundamentales de la Historia del Arte”, de Heinrich Wolfflin (por motivos ajenos a la exposición). Revisé específicamente el aparte donde habla  sobre lo lineal y lo pictórico, y encontré ciertos puntos que me acordaron de la exposición de Libia Posada. Lo “lineal” y lo “pictórico” son conceptos que usa el suizo para hacer referencia a un tipo de representación, o “estilos”, donde el primero tiene los límites claramente definidos y el segundo es más fluido entre sus partes.  Señala el historiador que “puede fijarse también la diferencia de estilos diciendo que el modo de ver lineal separa una forma de otra radicalmente, mientras la visión pictórica, por el contrario, se atiene al movimiento que se desprende del conjunto. Allá, líneas uniformes y claros que se separan, acá, límites desvanecidos que favorecen la fusión.” Explica luego que esto no quiere decir que un estilo sea mejor que el otro, o más claro, sino que en cada uno hay un objetivo distinto de presentar algo. Para entender esto plantea varios ejemplos, como  desnudos pintados  por Durero o Cranach, donde el “fondo es fondo, la figura es figura”, y desnudos de Velázquez  donde “parece que lo claro del cuerpo va surgiendo de la oscuridad del espacio (…) como si todo fuese de una misma materia”. Esto hizo que me acordara de la conversación con Libia Posada, específicamente sobre el dibujo. Ahora pienso que también había aspectos  pictóricos en su muestra (bajo las nociones de Wolfflin) y no sólo de dibujo, como lo veía Libia Posada en el video de la caja de petri. No hay óleo, no hay bastidor, no hay pintura sobre tela, pero hay un soporte que se funde con una imagen (el tejido, el video) en donde los límites no son claramente definidos ni delineados. Aquí es importante recordar la decisión de la artista de buscar eliminar el carácter bidimensional del dibujo, hecho a partir de hilos, al plegarlo y volverlo soporte del video. El dibujo adquiere un carácter pictórico, pues ya no es sólo línea que delimita  y separa, sino es soporte que se funde con una proyección; y que a su vez afecta la legibilidad del video con su materia.

Pero sigo pensando que el aspecto más interesante de la exposición “Materia Gris” es que sugería al visitante a ir y venir, a recorrer  y  volver, de  ver  un contenedor de vidrio, pasar al siguiente y  volver al primero.  En donde el mensaje no era obvio, sino que se construía en el recorrido, en donde el visitante no lo “cogía todo” parado desde la puerta. Donde el espectador se podía seguir  encontrando con la exposición al salir de ella.

 

Andrés Pardo