sobre la bienal de arte inofensivo

bienal interamericana de arte inofensivo 

Hoy 24 de junio de 2008, acabo de recibir por correo la convocatoria a la ” IV Bienal Interamericana de Videoarte”, a celebrarse en diciembre de 2008 en la Galería de Arte del Centro Cultural del BID, en Washington, D.C.

Lo que más llama la atención, de esta convocatoria, es uno de los requisitos que dice lo siguiente: “El contenido del vídeo no puede ser ofensivo para ningún gobierno, individuo o grupo particular. El jurado podrá descalificar cualquier vídeo considerado ofensivo”. Este requisito, causa de inmediato una molestia no sólo por la manera como está enunciado sino, por su contenido mismo. Escrito de la misma manera negativa que los mandamientos, como un dictado del superyó: no robarás, no matarás, puede leerse de manera afirmativa así: el contenido del vídeo debe ser inofensivo; si cumple esta condición no será ofensivo para nadie. De todos modos, si por alguna circunstancia,- a pesar del esfuerzo de los artistas por realizar un video-arte ajustado a esta particular categoría estética del video-arte inofensivo- se llegare a introducir un elemento ofensivo, para eso habrá un jurado que, en representación de cualquier gobierno, individuo, o grupo en particular, podrá descalificarlo.

Uno se pregunta si, en un sentido estricto, puede haber un video-arte que cumpla con esta desbordada exigencia, debido a que casi cualquier cosa puede resultar de algún modo ofensiva para alguien, no tanto por la cosa misma sino por la disposición particular de la persona, el gobierno o el grupo. De la misma manera que el arte de vanguardia resultaba ofensivo para cierta burguesía, un vídeo con una imagen del rey Juan Carlos de España puede resultar ofensivo para el presidente Hugo Chavez, así como un vídeo de Wilson Díaz resultó ofensivo para los defensores de la imagen positiva del país, o un video de José Alejandro Restrepo puede resultar ofensivo para el pastor evangélico Enrique Gómez.

Además, no deja de preocupar que este requisito, dado que viene prescrito desde el Banco Interamericano de Desarrollo, sea rápidamente copiado por instituciones culturales de nuestro país, y que la nueva categoría del arte inofensivo se expanda por doquier como política pública no sólo del video-arte sino de todas las manifestaciones artísticas. El arte inofensivo no puede ser otra cosa que un arte ultra-oficial, que haya pasado por diversos niveles de censura, blanqueamiento y expurgación, (¿museificación?) hasta ser convertido en un perrito faldero, testigo mudo de la historia y de la suspensión política y económica de la estética en general y de la ética de los artistas en particular. No obstante lo anterior, quizá haya que terminar por invitar a los videastas colombianos a participar en esta convocatoria, no sólo por los premios, que dan fe de la generosidad del BID, y ante todo para no correr el riesgo de que esa institución promotora de “desarrollo” pueda resultar ofendida.

Pedro Pablo Gómez

convocatoria >
http://www.iadb.org/exr/cultural/III/read_more.cfm?language=spanish

 

+ sobre el arte inofensivo 

Estimado Pedro Pablo Gómez, no deja ser bastante oportuna su reflexión. Lo que está en juego aquí, son las normas y reglas que regulan las maneras de hacer arte, sobre todo, si este es financiado por fondos privados o grandes emporios bancarios como el BID. En una ocasión hablando con el artista Miller Lagos sobre la convocatoria de una prestigiosa marca de cigarrillos, quienes insistían a los participantes en no utilizar la marca ni el producto en algo que fuese ofensivo y desprestigiara la compañía de tabacos, coincidimos en que en verdad ese tipo de restricciones limitan el campo de acción del artista. Cuáles podrían ser esas realizaciones artísticas que se acomodan de manera inofensiva a ese tipo de convocatorias? Sin duda alguna estamos frente a una situación que pone cuestión un arte crítico o simplemente una postura artística con ciertas libertades. Claro cualquiera podría decir, que es suficiente con no participar y basta. Pero al asunto es complejo si se tiene en cuenta que hoy, esas instituciones como el Banco Interaméricano de Desarrollo, son el verdadero motor del arte contemporáneo. Será que el arte contemporáeno, financiado por estas instituciones, empresas privadas, etc. es cada vez más inofensivo y liviano?

Ricardo Arcos-Palma

 

las «reglas del arte» 

A partir del comentario de Ricardo Arcos, podemos continuar la reflexión sobre lo que hemos considerado el arte inofensivo. Esta no es la primera ni será la última vez que una institución, de manera explícita, trate de imponer las «reglas del arte», no como los procesos de ordenamiento y distribución de capital simbólica del arte, en el subcampo de producción restringida (Bordieu), sino desde afuera, desde la determinación del marché, en donde el capital económico está por encima de capital simbólico.  Ahora bien, ese proceso de determinación externa sobre el arte -que por cierto nunca ha sido una esfera completamente autónoma- puede considerarse como algo propio de los procesos de intercambio propios de la sociedad capitalista contemporánea, o por el contrario como un proceso de usurpación simbólica, como lo ha denominado el antropólogo ecuatoriano Patricio Guerrero.

La usurpación simbólica es el proceso mediante el cual el poder se apropia de un recurso material o simbólico que no le pertenece, sin tener siquiera derecho a ello. Dado que se trata de un hecho ilegítimo, continúa Guerrero, este proceso se ejerce por medio de mecanismos de violencia material o simbólica, o a travé
s de mecanismos de seducción. ¿La mencionada bienal es entonces un proceso de violencia simbólica, de seducción económica por medio del fantasma del dinero, o un abierto desafío a lo que queda de autonomía en el campo del arte, que se resiste a aceptar ser subsumido por la lógica del mercado?

Además, hay que tener en cuenta que la usurpación simbólica puede entenderse como un proceso de vaciamiento de sentido; en otras palabras, de reducción del símbolo -caracterizado por ser una región de multiplicidad de sentido- al signo mercancía que transforma las dimensiones de la realidad provocando su ficcionalidad y virtualización, el triunfo del significante sobre el significado. Todo esto en un proceso perverso que desde la positividad y el valor pretende ser el principio de la totalidad del sentido cuando lo que en realidad busca es el vaciamiento del mismo, haciendo posible la ideologización de los discursos del poder y del orden social dominante.

Vale la pena hacer un seguimiento al desarrollo de esta bienal que, como todo evento artístico patrocinado por instituciones que ejercen el poder, está determinada por una concepción política y hegemónica hacia el arte, ante la cual los artistas muy probablemente responderán de manera crítica, con trabajos que hagan resistencia a esos intentos de normalización que nos llegan desde el BID, o quizá con acciones de insurgencia simbólica ante estos actos de control del sentido.

Pedro Pablo Gómez

las reglas del arte y la política

Pedro Pablo Gómez nos ha alertado. Parece preguntarse: ¿cuáles son las reglas que gobernarán al arte en la época de la anarquía económica que introduce la veleidad de los mercados? Pregunta ingenua porque nadie del mundillo del arte cree en la regla, por lo tanto, nadie percibe en ella algún problema, cualquiera que ella sea. El mercado, por su parte, sólo cree en la mano invisible. El mercado tiene su metafísica, a pesar de todo; esta metafísica puede fundamentar el arte para el mercado.

Excepto el maestro Ricardo Arcos, nadie sintió el nauseabundo olor de la propuesta del BID. El arte parece haber asumido, finalmente, que duele menos decir lo que conviene que irse en contra de la corriente, de la popularidad, así apeste. Si es popular es arte, la legitimidad la otorga la popularidad, nunca los discursos elitistas: ¿no esto lo que promueven los artistas contemporáneos en su controversia con el llamado arte culto?

El arte dejó de ser político hace mucho tiempo, por lo tanto, es innecesario que el BID se exponga a las críticas de lectores atentos, como Pedro Pablo Gómez. Al arte nunca le ha interesado la verdad, no veo por qué alarmarse con esta convocatoria para salón cortés. La verdad no es asunto del arte, es demasiado vulgar y maloliente; molesta la delicada nariz de los artistas. Por más virtuoso que sea un artista no podrá cambiar esta condición que arrastra la verdad. En el pasado, la verdad fue asunto de los filósofos, hoy es salón de juegos para los periodistas. Son éstos quienes tienen la potestad de realizar bellos cuadros para las galerías.

El filósofo y el periodista se prestan para realizare el trabajo sucio: mentir sobre la mentira y construir sobre ella verdad: es un principio matemático: nunca falla. Más vergonzoso para nuestro país que los ataques de El Capital a la Justicia colombiana, es la ausencia de un periodismo independiente de las grandes empresas que se están lucrando con este régimen económico. Lo mismo acontece con la producción artística: los artistas críticos despotrican del dinero burgués y de sus instituciones, pero se los gozan, se los busca para venderse como sea. Después de todo, el artista contemporáneo no es ingenuo; sabe que ésta es la consigna de la época, que si no vendes, no te adaptas, y que si no te adaptas, desapareces. El artista sabe Darwin no ha sido refutado.

Paris Hilton ha proporcionado el modelo para el periodismo y para las artes que hoy padecemos en el país. Las artes también tienen sus súper rubiecitas y glamorosas niñas RCN. Las Niñas Vogue de la televisión colombiana es el ideal de las artes en Colombia. ¿Hay alternativas reales a este modelo? ¿Puede el arte volverse político, como sugiere Pedro Pablo Gómez, y los artistas emprender una campaña para reivindicar el nombre de nuestro país y el del arte colombiano, para que ni los periodistas, ni los artistas, ni los filósofos, ni los artistas-filósofos, digan más mentiras sobre las mentiras, –para que le ofrezcan a los ciudadanos y ciudadanas colombianos alternativas interpretativas de reflexión?

Madame de Pompadour me dice ahora que quiere matizar el asunto de la vergüenza. Con seguridad quería referirse a la que expresamos hoy muchas colombianas mediante la expresión, ¡país de mierda! Madame lo ha expuesto en otros términos, esta escribiente es menos delicada. Con ese gracioso acento que hace que su delicada lengua sea tan apetecida, me ha preguntado: ¿por qué a los colombianos os choca tanto la norma? ¿Por qué le sacáis tanto el fuste? Le respondí ingenuamente: porque los colombianos tenemos la misma convicción de Joseph Beuys, el que todos somos artistas.

Le he explicado a Madame, que ésta es nuestra manera de ser, lo que llaman ahora la cultura; que nuestro modus vivendi y operandi es el desorden que introducen los procesos creativos; que todos le sacamos partido a este nauseabundo estado de cosas, porque todos nos hemos lucrado de algún robo menor, de la copia de alguna imagen o de algún pensamiento lucrativo. Le dije que nuestra laxitud moral no puede tener otra explicación: todos se tapan con la misma cobija. Así se refieren a sus dirigentes las clases populares, le explique a Madame. A ninguno de nosotros nos conviene que se respete la norma o la ley. Por eso, los más populares –los duros, dicen los jóvenes– en nuestro país son los que se birlan las normas y las leyes.

Madame de Pompadour