respuesta tardía a un premio inmerecido

Los videos permiten conocer la naturaleza íntima de quien se expone de una manera casi kitsch. El mas reciente ganador de esa nueva institucionalidad que penosamente se llama “Premio Luis Caballero” no tiene medida para exhibir su arrebatada ingenuidad como figurón de turno. “Masa Crítica” no pasa de ser una débil estrategia para descrestar bobos y hay que reconocerlo: en el medio abundan!!! Dos sentencias inescrupulosas salidas de estos labios no tan juveniles bastan para justificar una crítica desalentadora con la fiesta.

– Burguesía y semiología

Burguesía para referirse a la obra de Johanna calle y semiología para sentenciar que “Érase una – vez – trus”, son suficientes – según el entrevistado – para deslegitimar cualquier intención del pensador del lenguaje por deconstruir códigos!! Para no hablar de la epistemología “de las cosas lanzadas” a la que le apuesta este avezado productor. Y que en ésta ocasión le sirvió para alzarse con la copa – previa amenaza de revender el capital invertido -, es decir las grabadoras.

La instucionalidad sale triunfante – la Pacheo Lozano – al momento de lograr acreditar sus enormes esfuerzos para darle legitimidad a éstos artesanos en el terreno de las mercancías sensibles, mediante los artilugios de legalidad que otorgan dichos poderes culturales.

Una despistada ola que se desprende del curso desapacible con el que fluye el arte contemporáneo es la ironía, adjetivo humano que perfectamente encaja en los modelos de producción de capital inherente a las sociedades del progreso actual, – es decir el primer mundo – y que nace precisamente en los remansos que provoca la sofocante sociedad desarrollada.

La ironía es una virtud exclusiva del hombre de mundo, blanco, exitoso, viajero incansable y propietario de buenas asentaderas metálicas (dinero), que se toma un champagne en Beijing en la noche y amanece en New York contabilizando rentabilidades.

Ante semejante disyuntiva el arte (tristemente periférico?) echa mano de una vieja estrategia: Convertirse en bufón para divertir las masas (¿críticas?) que asisten a la corte y de ahí reinvindicar una falsa ironía para justificar la angustia de sentirnos ausentes de esa fiesta.

Gina Panzarowsky