Rendición (1)

Pregúntese algo, por favor: ¿qué ha hecho Mariana Garcés por, dentro de, en beneficio de, con la intención de mejorar la representatividad de, con la idea de cualificar el apoyo hacia, las artes en el país? Si resolver pronto el acertijo no busque en la página web del Ministerio de Cultura (no hoy, está caída)…

Enlace de todas las páginas y vínculos de la página web del Ministerio de Cultura de Colombia el domingo 12 de febrero de 2012. Bonito.

Pregúntese algo, por favor: ¿qué ha hecho Mariana Garcés por, dentro de, en beneficio de, con la intención de mejorar la representatividad de, con la idea de cualificar el apoyo hacia, las artes en el país? Si quiere resolver pronto el acertijo no busque en la página web del Ministerio de Cultura (no hoy, está caída).

Hágase entonces otra pregunta, menos larga y ambiciosa: ¿Hay una ministra de cultura en Colombia? Es más, si desea, porque tiene tiempo para perder tratando de pensar sobre la vida de los otros, constriña esa pregunta a la entelequia del campo artístico colombiano, esa figura sociológica que tantos globos sirvió para lanzar durante la década anterior (¿se acuerda del Programa Salón Nacional de artistas, el de 2003, donde se prometía redactar un “documento preliminar de insumo CONPES para discusión, de establecimiento de estrategias y políticas de apoyo regional”, y del que no queda ni rastro?).

Como usted es curioso e inquisitivo (y hombre y heterosexual, es decir hegemónico y falogocentrista), busque las vistosas propuestas que quien encabeza esa cartera ha postulado en entrevistas varias y variopintas, aunque algo monotemáticas. Levántese de su cama, deje el computador a un lado, vaya y mírese en el espejo y trate de ser lo más sincero del mundo. Observe los defectos de su piel, actualice su inventario de granos y arrugas y diga: “¿promover (mal) la lectura en todo el país es una función del Ministerio de Cultura o del de Educación?”

Prepárese un tinto, no lo tome con azúcar, báñese, vístase y salga a la calle. Sea amable y piense en el siguiente articulito sin firma que una revista nunca pone en Internet:

“Cristina Lleras, la curadora jefe del Museo Nacional, presentó su carta de renuncia ante la ministra de cultura. Ahora se dedicará, como curadora independiente, a montar las exposiciones audaces y vanguardistas que montó en el museo, y que causaron tanta controversia como público llevaron al mismo”.

Tras sentirse feliz por su –todavía- buena memoria, no piense en que lo único que ha hecho la ministra de cultura ha sido entregarle la cabeza de Cristina Lleras a Beatriz González. En vez de alimentar esas ideas tan aburridas repítase varias veces: “la gente buena no es así, la gente que trabaja en la cultura no es así, la gente que trabaja en la cultura es buena”.

Revise, cuando la pagina del Ministerio de Cultura vuelva a servir, la cartilla de estímulos y convocatorias de Artes visuales del Ministerio. Búsquese una cartilla más vieja, ojala del régimen pasado y compare. ¿Qué ha cambiado? Mire bien, porque sí hay una nueva invitación, muy buena, para hacer investigación sobre artistas colombianos consolidados, de la cual quizá se vean sus frutos esta década. Si usted es insaciable, pregúntese, por favor, si hay algo más. Desilusiónese, y dígase, por favor: “no, no hay nada”.

Es más, piense con la mayor ecuanimidad de que su mezquino y pequeñito corazón sea capaz, si la oficina de Artes Visuales del Ministerio de Cultura ha podido hacer algo aparte de seguir con la inercia de proyectos pasados. Inclusive, pregúntese si tal vez la cosa tenga que ver con que no le dejan hacer nada –a la oficina, no a usted.

Y continúe pensando: ¿hay en alguna parte algún resultado de la mesa de trabajo convocada para charlar amigablemente –es decir sin la intención de que suceda nada-,  el 29 y el 30 de noviembre del año pasado en torno al proteico Salón Nacional de Artistas? Es más, trate de formular la pregunta en clave de mala leche, esa que a usted le cuesta tanto hacer fluir, así: con la actitud de pasar desapercibida que ha inspirado a la actual administración de la Oficina de Artes del Ministerio, ¿su coordinador estaría dispuesto a mostrar qué se discutió y para qué sirvió eso?

Cuente el dinero que tiene. No almuerce en restaurante, vaya a una plaza y compre vegetales –su corazón no da espera-, prepárese un buen almuerzo. Coma solo, mirando por una ventana, apague el radio, no navegue en la red mientras mastica –es de mala educación y puede dañar el computador. En vez de eso, imagine cómo va a financiar un cambio en un programa de estímulo a las artes del país, sin ser:

Ni demagogo,

Ni exclusivista,

Ni inercial,

Ni demasiado proactivo,

Organizando eventos en sedes universitarias y uno que otro museo (para perpetuar el ya consolidado perfil académico a su gestión),

Intentando investigar el campo artístico que tiene a su cargo,

Extrañando todas las curadurías que no ha podido hacer,

Lamentándose por la ausencia de colegas que acompañen su labor.

Levántese de la mesa, recoja sus platos. Lávelos. Déjelos secando. Vaya, siéntese frente al televisor y ponga ese canal donde dan su serie favorita de amoríos forenses y no le preste atención a la trama. Imagine que tiene la oportunidad de hacer algo, una cosa minúscula y de que la financiación de postgrados en artes podría ser la cabeza de playa de su desleída administración. Piense siempre que no tiene dinero, ni ganas de hacer eso, pero que la historia aprobará su esfuerzo. Piense que desde su oficina puede diseñar las becas “Alicia Barney” o “Bibiana Vélez”, por decir algo,  y que el dinero para que cada año dos o tres humanos vayan y estudien viaticados y retornen a devolver el favor provenga de ECOPETROL –que dicen que le va tan bien- o uno que otro banco –pero entonces trate de que no se financien programas de Estudios Culturales (por aquello de la incompatibilidad ética). Si no se le ocurre cómo armar el proyecto, llame a algún conocido suyo en el Banco de la República y pregúntele de dónde sacaron la fórmula mágica para lograr eso con sus becas y si conocen a algún empresario mecenas que se le midiera a financiar artistas que quizá le muerdan la mano.

Lo suyo es la variedad y el tratar de ayudar a los demás, entregarse a la humanidad que llaman. Piense en que quizá el programa de becas Fulbrigth merece un respiro y que una manera de hacerlo podría ser la visibilización de quien (quienes) ha (han) pasado por su comité del selección indicando cuánto tiempo ha (han) durado en ese cargo y cuánt@s ciudadan@s ha (han) beneficiado. Ese sería un buen proyecto de investigación sobre el perfil profesional de un segmentito del campo artístico local. De hecho por ahí podría empezar a justificar la necesidad de más recursos.

Ahora, si el problema es que no le dejan hacer, trate de articularse –palabra de moda en la administración gubernamental de la Unidad Democrática- con el Plan Nacional de Lectura y, si le toca, diseñe varias convocatorias así: para ilustradores de libros, para artistas/diseñadores gráficos –así haya uno y sólo un estudio de diseño en el país- y para fotógrafos. Fijo vuelve a poner una franja de productores en el panorama.

Abandone al televisor, revise blogs (ese de esferapublica no, que es aburridísimo y tendencioso). Mire la propuesta de Mitt Romney y dígase apesadumbrado, “qué mal que están en ese país”. Al mismo tiempo, vea en esa triste noticia una oportunidad que mal que bien puede jugar a su favor y arme un conversatorio sobre modos de financiación en artes en Colombia. Fijo vuelve a ponerse en el panorama.

 

–Guillermo Vanegas