Rancière y la «Muppetización» de las Masas

La noción de Rancière de que la política se cristaliza en la dinámica del disenso, la «verborrea del disenso» más bien, le ha permitido al sistema del arte hacer del foro y la conferencia el negocio más rentable en el arte: el arte de mercadear «lo que no lleva a ninguna parte»…

No es para nada inédita la relación que establece Rancière entre Arte y Política y mucho menos el concepto de que el objetivo de la Política no es ya la lucha por el poder.

«La política no es el ejercicio del poder.» Tesis 1

sino el ejercicio de la división de la sociedad en entes sensibles que…hablan de política. No para obtener reivindicaciónes materiales dentro del capitalismo, sino para, eventualmente, «hablar mal» del capitalismo ritualmente y sin ninguna consecuencia política que amenace su existencia. En ese sentido podemos decir que el discurso de Rancière es un discurso «colaboracionista» puesto que es un discurso diseñado para resguardar el capital de cualquier amenaza en términos de poder.

«El objeto esencial del litigio político es la existencia misma de la política.» Tesis 7

La reducción de la política al debate, al «logos», permite al capitalismo neutralizar y atomizar cualquier tipo de reivindicación económica por parte de clases potencialmente conflictivas mientras conserva su imágen democrática.

«El pueblo, que es el sujeto de la democracia, y por lo tanto el sujeto matricial de la política, no es el conjunto de los miembros de la comunidad o la clase obrera o la población.» Tesis 5

La estetización de la política y la politización de la estética, como observaba Benjamin, no son mas que los dos ingredientes de la forma de manejo político del fascismo: la forma grandilocuente de anestesiar la relación explotador/explotado, haciendo que la atención de éste último se centre en su nueva condición estética y su inserción como ente estético dentro del espacio público a través de la identidad cultural y abandone la lucha por la propiedad privada.

El posmodernismo no es más que un fascismo que se expresa con un lenguaje de «bajo perfil poético». Un fascismo que no se expresa ya a través del discurso autoritario sino que busca la validación del capitalismo a través de la poesía, la sensibilidad, la opinión y el «debate». Al definir la política como un tema de sensibilidad y no de poder, Ranciére dota al arte de una dimensión que no tiene y que es la de ser la residencia de la política. Es en ese punto en el que la estética adquiere una reputación de algo que no es, es decir, se vuelve superstición; la gran superstición de ser la luz del mundo. Del motor solo queda un ruido cómico pues la gasolina del desafío ha sido reemplazada por una mermelada de lenguaje. A través de Rancière, el artista y el curador analfabeto políticamente, el sans culotte ignorante que antes de Rancière solo había oído la palabra política en los noticieros,  hoy  encuentra una razón y un entusiasmo: el solo sentir y perorar lo hace ya político y por supuesto….mercadeable, y defenderá hasta la muerte el conservar la hermosa palabra, el branding «POLÍTICA», a la hora de promover su producto porque sabe bien que la esencia de su producto es la marca.

Así, la noción de Rancière de que la política se cristaliza en la dinámica del disenso, la «verborrea del disenso» más bien, le ha permitido al sistema del arte hacer del foro y la conferencia el negocio más rentable en el arte: el arte de mercadear «lo que no lleva a ninguna  parte».

No olvidemos que el fascismo nace de la estetización de la política y la politización de lo estético. Rancière solo difiere de los teóricos nacionalsocialistas en el hecho de que, afortunadamente, no tiene por ahora, un brazo armado para imponérnosla. Sin embargo, la adopción de su discurso por la Institución del Arte Político y la exclusión de éste de todo arte «no beligerante» en términos de «debate», de «ceremonia del té» politizada – en terminos de sentarse cada semana en una cuidad distinta a estimular colectivamente los flujos de adrenalina verbal y de paso hacer turismo a costa de la Institución- no es más que el ejercicio del estado policial desde la rétórica del disenso. Y eso es lo que ha creado Rancière: una nueva forma del estado policial dentro de las artes y una dinámica de coerción temática, solo que expresada astutamente a través de la retórica antipolicial de Foucault. Todo el sistema de burocracia, de selección, de manipulación histórica mediante la museografía, de empleo, de educación e incluso la nueva forma vindicativa de ejercer el curatoriado mediante los premios y las selecciones, antes de actuar y ejecutar su cruzada, cita los versículos del evangelio de Rancière. Gracias a él, el ejercicio democrático de las artes plásticas se encuentra en el punto más vergonzoso desde la Revolución Cultural de Mao.

En un mundo donde la derecha y la izquierda cesaron de existir y solo existen dos clases diferentes de verborrea política para justificar la existencia del Estado, el contexto en el que se desarrolla el discurso de Rancière es claro y sus estrategias de «democratizar» el discurso fascista de los años 30 – un discurso que busca anestesiar a la sociedad mediante la estética con un discurso de «rebelión» ritual – es más útil que nunca para las dos cabezas parlantes del monstruo corporativo. Rancière, cumpliendo a cabalidad el programa político posmoderno, ha dotado al capitalismo con una teoría que avala la parálisis de las masas frente al poder y ha logrado estancar cualquier voluntad de cambio de su parte, encerrándolas en el corral de la estética y el arte. Ranciére es «cool», de eso no hay ninguna duda, e incluso los Muppets se encuentran con la agradable sorpresa de que ahora son monstruos políticos.

Carlos Salazar

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Jacques Rancière. 11 Tesis http://aleph-arts.org/pens/11tesis.html

8 comentarios

Lo mejor de todo este confuso discurso es usar como excusa un artista que tambien luce en sus performances de scorning televisivo carteles con el lema «Guy Debord is so cool».

Y digo confuso porque parece adoptar una posición de ética política muy cercana al puro leninismo mientras al mismo tiempo lo eqipara al fascismo tergiversando las palabras de Benjamin en un ajiaco adorniano.

Si es una crítica a la verborrea por la verborrea, con la que estoy totalmente de acuerdo, al menos no debería de ser asimismo verborrea.

Mi amigo, estamos del mismo bando, asi que por favor cese de escribir pendejadas desectructuradas.

Consejos de un discípulo de Bartleby para un fanático de los Muppets. ¿Fascismo y colaboracionismo «a la carta»?

Es muy fácil hacer generalizaciones al por mayor y al detal, pero el «fascismo» no es un acontecimiento que se agote en una sola fuente, llamada «estetización y politización de las masas»! Hay, en primer lugar, «tipos de fascismo» y sería un error incluir en el mismo saco, sin distinciones, el fascismo propiamente italiano de los años de Mussolini con el nazismo alemán. Para no hablar de anacronismos.

También es muy cómodo sentarse en un débil tribunal de la Historia y acusar a propios y extraños con la mira del «fascismo». Cuando todo es susceptible de ser o llevar al fascismo, el concepto mismo pierde sentido. Cuando el espectro de Mao se agita para “cazar brujas posmodernas”, todo, efectivamente, empieza a oler mal. Y sabe aún peor, cuando se lanzan graves cargos «penales» como «colaboración» a intelectuales como Rancière que se han destacado por enfrentarse siempre a los pensamientos reaccionarios y a las posturas lights de los «nuevos filósofos» y las pseudo-tecnocracias del saber (a lo Bernard Henri Lévy y su «doble» Botul – un primo lejano de Pedro Manrique Figueroa…- ver escándalo francés de estos días…).

La acusación de «colaboracionismo», al menos en Francia, está relacionada con los cómplices de los nazis en la Francia de Vichy. Se refiere a aquellos que se enriquecieron o simplemente miraron para otro lado, mientras se deportaba toda clase de personas hacia “los hornos y las hambres festejadas por los verdugos nazis…” como lo recuerda en su poema “Franz Kafka”, Raúl Gómez Jattin…! (incluyendo a Benjamin, Desnos, etc, etc). ¿Vendría entonces Rancière a hacer parte del campo de los verdugos de Benjamin? Hay que tener mucha sangre fría, «mala leche» y buena dosis de ignorancia para atreverse a sugerir algo así.

Sobre fascismo se ha escrito mucho y si algo se puede resumir, creo que está muy bien explicado en la tesis de Deleuze sobre los fascismos (para empezar, en plural) en Mil Mesetas: los macro y los micro). Además, pasando a otras acusaciones, Rancière ha mostrado muchas veces que es un crítico radical de la «posmodernidad»…! No debería confundirse la lucha contra el capitalismo ni las críticas a un autor con acusaciones penales de dudoso calibre.

Oh lectores «a la carrera y por retazos»…Oh Humanidad…a veces es mejor pensar ( y decir) como Bartleby…

Rómpela, Rompe la piñata.

Alberto Bejarano acaba de recordarnos algo importante: no se puede juzgar a un filósofo como Rancière sin ni siquiera leerlo y menos aún hacer amalgamas gramaticales donde todo huele a fascismo. Frente a la ligereza con que Salazar esgrime sus argumentos, como quien intenta romper la piñata con los ojos bien vendados, dando palazos a diestra y siniestra y, que de vez en cuando propina sendos golpes en las partes nobles de quienes observan el grotesco espectáculo, queda dos opciones: o apagar el computador e irnos a dormir o, tratar de decir algo sensato para ennoblecer el debate por respeto a los lectores de Esfera Pública. Por ahora me inclino por la segunda opción.

Rancière tal como lo anotó Bejarano es crítico con la postmodernidad. De manera que pretender encasillarlo en la postmodernidad, como lo hace Salazar, no tiene sentido, como tampoco tiene sentido afirmar que la postmodernidad es fascista. Ahora bien, ¿es en verdad irrelevante pensar en la relación arte y política? La posición del pintor Salazar denota una postura de lo “apolítico de la política” propia de un relativismo estético contemporáneo, que tiende a confundir la política con la simple puesta en escena de luchas de clases.

Me permito citar a otro pensador francés (qué pena con mi francofilia), que enuncia unas ideas bastante interesantes para este debate; me refiero a Patrick Vauday, quien entre otras cosas, estará en Colombia durante la cátedra franco-colombiana dedicada al tema Arte y Política. Vauday dice lo siguiente en referencia a “la política del espacio pictórico”:

“¿Cómo entender una política del arte? Una política del arte se entiende en primer lugar por oposición a una teología y a una religión del arte (…) Luego, una política del arte no se entiende en el sentido de un arte comprometido, de un arte de mensajes que recurre a una conciencia desalienada para cambiar la mirada sobre el mundo con el objetivo de su transformación concreta (…) Finalmente, una política del arte tampoco debe entenderse en el sentido de la teoría marxista del reflejo según la cual las obras, sea cual fuere por otro lado la ideología personal del autor, son el espejo de las estructuras de la sociedad (…) El espacio es el lugar común del arte y de la política en el sentido en el que allí se juegan la distribución y la organización de las visibilidades heterogéneas. La categorización de la que habla Jacques Rancière puede prestarse a confusión si se entiende por ella la sustitución de un orden por otro, del buen orden por el malo, mientras que lo esencial está en primer lugar en la interrupción del orden existente, en el movimiento de vinculación de las visibilidades habitualmente separadas”. (P.V. La invención de lo visible. Buenos Aires: Letra nómada, 2009).

En efecto, el asunto del arte político tiene sentido cuando Rancière afirma: “El arte no es político en principio por los mensajes y los sentimientos que transmite sobre el orden del mundo. Tampoco es político por la manera en la que representa las estructuras de la sociedad, los conflictos o las identidades de los grupos sociales. Es político por la distancia misma que toma en relación a esas funciones, por el tipo de tiempo y de espacio que instituye, por la manera en la que recorta ese tiempo y puebla ese espacio… lo propio del arte es operar una categorización del espacio material y simbólico. Y es por ahí que el arte se acerca a la política”. (J.R. Malaise dans l’esthétique, París: Galiléé, 2004).

Tampoco podemos afirmar, como se puede escuchar con frecuencia que todo arte es político. “Ahora bien, para Rancière las políticas de lo estético se enraízan en el horizonte de una resistencia en el seno de una sociedad que tiende a homogeneizar y administrar el mundo del arte. Lo curioso es como este gesto, pretendidamente antimoderno, se erige en un momento donde las posturas conservadoras generan otros valores donde lo político se ve peligrosamente amalgamado a todo acto cotidiano. De ahí la aberración postmoderna que considera que todo arte es político”.(R.A-P. Estética y política en la filosofía de Jacques Rancière, en Estéticas Contemporáneas. Univ Mayor de San Andrés. La Paz, 2009.)

Para terminar, una historia al margen: en la década de los ochenta un pintor colombiano, hoy fanático de los moppets, se inscribe en el “célebre” Atelier 17 en París, en busca del sueño parisino. Pero rápidamente se dio cuenta, que artistas como él, había cientos en la Ciudad Luz. Frustrado se fue a Barcelona, con sus telas bajo el brazo y detestando a los franceses a muerte, porque lo habían ignorado por completo.

Rompe la piñata, rompela…
http://www.youtube.com/watch?v=iTh_HEd2E8k&feature=related

Profesor Palma nos regala una cita de Doctor Vauday, un breve fragmento: “¿Cómo entender una política del arte? Una política del arte se entiende en primer lugar por oposición a una teología y a una religión del arte…”

Es raro, gran parte de lo que ha escrito Salazar en los últimos años se puede leer a la luz de ese fragmento, si hay alguien que ha escrito en oposición a “una teología y a una religión del arte” es él, basta con leer “La Iglesia: El Espacio Natural Del Arte Político”.

El antagonismo de Profesor Palma hacia Salazar no lo deja reconocer que lo que propone Salazar puede, en muchos casos, ser consecuente con la misma teoría que el académico profesa. Sin embargo, el problema no está en si se trata de tal filósofo o de tal otro, en quien maneja mejor tal franquicia o tal otra, sino en el uso que se hace de la filosofía al momento de escribir sobre arte.

Por ejemplo, en la cita Doctor Vauday dice: “una política del arte no se entiende en el sentido de un arte comprometido, de un arte de mensajes que recurre a una conciencia desalienada para cambiar la mirada sobre el mundo con el objetivo de su transformación concreta”. Si este es el caso, Salazar ha hecho críticas al “arte comprometido” y usa a Doris Salcedo o a Mario Opazo como paradigmas. A cambio, Profesor Palma nos ofrece a Ericka Diettes, un contrajemplo para algunos, o un ejemplo claro de “teología” y “religión del arte”: Guillermo Vanegas en su texto “El Coletazo Del Llanto” así lo indica y Pablo Batelli, en un comentario que se “borró” de Esfera Pública, así lo señalaba.

La filosofía es más porosa de lo que parece, asumirla como sistema o ancla bibliográfica que le da a todo un peso académico solo lleva a una cosa: el arte, con su ambigüedad y ligereza, se queda por fuera. Se escriben textos que ilustran, enseñan, sustentan pero la crítica de arte, sofocada, sin escepticismo ni distancia, vista como literatura, desaparece.

Aun cuando el espacio ([e]) no requiere confirmación alguna de la explicación ofrecida -lacónica, precisa y enteramente ajustada a los hechos- sí creo importante intentar despejar las dudas que pudieran dessarrollarse a partir de un silencio que «concede sin compromiso» (o contribuir a generar otras mas).
En efecto, solicité la eliminación del comentario. Sin embargo, todo en la red deja un rastro, y acaso pudiera romperse ese imposible deseo de hacerse invisible, y «hackearse» del trash de esfera, luego del log in.
No deja de ser intimidante el espacio de un café en donde todo, absolutamente todo queda registrado para ser rescatado a futuro. Cuando uno extiende este hecho al mecanismo de la «sospecha» no queda si no concluir que si pudieran escucharse (o leerse) las conversaciones de todos los espacios de encuentro de una ciudad, habría motivo para exponer a todos a un proceso judicial, o al menos, de opinión, mediática o no mediática. Esfera es un café, como un grupo de facebook, en donde todo lo dicho queda imprimido en el espacio.
Creo que el lenguaje que utilizé en ese comentario es excesivamente descalificador: se concentró -o virtió como un vómito- en la agresion más que en corroborar o desarrollar una tesis insinuada acerca de la condición política de una obra específica. Provenía de la sensación de impotencia que se siente cuando el entorno inmediato se presenta a veces insensible a la redefinición de, a su vez, el entorno inmediato que lo delimita, cuyos segundos movimientos se hacen para algunos demasiado claros.

En efecto, los paralelos con Opazo y Doris me parecen interesantes para mirar cómo la institucionalidad del arte comprometido se hace paulatinamente más y más impermeable a la redefinición de su entorno. Un arte pretendidamente político que se quiere mostrar necesariamente comprometido hace pensar que la «inefabilidad» de su exhibición militante no puede provenir si no de algún tipo de carencia, que puede ser, la ausencia de un sentido político.

….. necesidad de un compromiso abierto y explícito, en tanto mecanismo que reduce la naturaleza de lo politico a una exhibición militante de una situación comprometida, constante, de una única posición en un abanico descomplejizado de dos opuestos………………

Pablo Batelli

PD. Por favor, retírese este comentario en el curso de siete días. Mejor aun, que sea editado y deconfigurado con un «shredder conceptual» para que de esta expresión no quede rastro alguno que pudiera estar al alcance del «jackeo» de algún «log in» de esfera.

Carlos Salazar:

Usted es una persona honesta, eso no lo he dudado un segundo. No obstante, no me queda claro el uso que usted hace de los argumentos de Rancière, pues, usted los transforma en aforismos ininteligibles para poder expresar sus ideas políticas: ¿prejuicios? Por favor, disculpe la franqueza. La verdad, no me parece serio este uso estético del lenguaje; por lo menos, en este contexto argumentativo que estamos construyendo y que usted parece compartir. Si usted realiza una apropiación estética de los argumentos de Rancière está en su derecho, pero no puede decir que eso que usted piensa es lo que plantea el teórico de sus desafectos.

Usted ha sacado con tijeras la siguiente cita de Rancière: “(…) Efectivamente, la política no es en principio el ejercicio del poder y la lucha por el poder”. Olvidó mencionar al lector que Rancière, en este punto de la argumentación, ha planteado una tensión manifiesta en el arte contemporáneo, para la cual tiene una propuesta. Por un lado un arte sublime, radical, y por el otro un arte relacional, en su devenir vida; la disputa entre arte y no-arte. De estas dos posturas, que son políticas estéticas, sólo podemos salir mediante una “tercera vía” que tome distancia o se inserte entre los polos en conflicto y cree otra espacio-temporalidad que los modifique. Según Rancière, estas son decisiones al interior de las prácticas artísticas y estéticas, porque plantean un cuestionamiento del espacio común, conformado por cosas y el lenguaje que compartimos y comprendemos.

Carlos: también olvidó citar la consiguiente explicación de Rancière que hubiera sido importante para el lector: (…) [La Política] “Es ante todo la configuración de un espacio específico, la circunscripción de una esfera particular de experiencia, de objetos planteados como comunes y que responden a una decisión común, de sujetos considerados capaces de designar a esos objetos y de argumentar sobre ellos” (Rancière, 2005: 18). Entiendo lo común como lo público. La política, entonces, no es una sustancia o entelequia abstracta, o una mano invisible; es una praxis mediada por el lenguaje inscrito en los cuerpos y las cosas; ser partícipe de esa praxis participativa constituye la política y es la máxima aspiración de cualquier hombre o mujer; inclusive para los artistas. Esta es la tradición de Occidente que el autor retoma de Aristóteles.

(…) “El hombre, dice Aristóteles, es político porque posee el lenguaje, porque pone en común lo justo y lo injusto, mientras que el animal solo tiene el grito para expresar placer o sufrimiento. Toda la cuestión reside entonces en saber quién posee el lenguaje y quién solamente el grito” (Ibíd). El lenguaje es una segunda naturaleza que nos saca de la mudez y desnudez, que nos abre a horizontes infinitos de libertad, por ello se constituye en la máxima aspiración humana. El grito desaparece con la satisfacción de las necesidades primarias que lo motivan. Con el grito no logramos existir, no logramos salir de nuestros atavismos. (…) “La política consiste en reconfigurar la división de lo sensible, en introducir sujetos y objetos nuevos, en hacer visible aquello que no lo era, en escuchar como seres dotados de palabra a aquellos que no eran considerados más que como animales ruidosos” (Rancière, 2005: 19). Por supuesto, es en el lenguaje que nos hacemos visibles: aparecemos por primera vez en el lenguaje. Podríamos decir, en los lenguajes, para reivindicar el pensamiento de los artistas como lenguaje, asunto que no tematiza Rancière, pues, lo que comprendemos como arte contemporáneo es una relación entre prácticas artísticas y prácticas estéticas, entre modos de hacer, y formas de visualizar.

Cuando manifestamos indignados, “¡no estoy pintado en la pared!”, aparecemos en esa realidad que se nos niega, lo cual no es otra cosa que el entramado sensible en el que se configura la política. (El retorno de lo real, es el retorno de la política, no del trauma como cree Foster). Esta aparición, la existencia, sólo la puedo realizar mediante el lenguaje. Ahora, es cierto, lenguaje para Rancière es logos, discurso, racionalidad si se quiere. Carlos: usted tiene razón cuando se molesta por esta logocracia que sin más Rancière recoge de Aristóteles, esta idea simple de que pasamos sin más del grito al logos. Pero esto es otro problema. Esta observación, que usted ya ha intuido, puede originar la discusión de los argumentos que elabora el teórico, la cual es deseable, importante y hasta exigible, pero sólo si hemos comprendido. Leer un autor no es abrirle un nicho en nuestro panteón intelectual. Allí llegan sólo aquellos teóricos que dejan de significar. No tema. No nos dejaremos meter gato por liebre.

Usted ha dicho: (…) “La reducción de la política al debate, al “logos”, permite al capitalismo neutralizar y atomizar cualquier tipo de reivindicación económica por parte de clases potencialmente conflictivas mientras conserva su imagen democrática”. Me pregunto, en este caso específico, ¿mediante qué otra estrategia, que no sea el logos comprendido como ejercicio libre y abierto de la palabra –diálogo–, pueden tramitarse las reivindicaciones de las que usted habla? ¿Mediante un alzamiento en armas? ¿Cuál es el tipo de democracia que usted tiene en mente, pues, el ejercicio de la palabra, el diálogo, es algo que usted considera está al servicio del capitalismo? ¿Su democracia es un espartanismo en el cual el lenguaje deja de ser “mermelada” y se convierte en “gasolina”? Sí Carlos, es cierto, hasta el lenguaje se volvió mercancía, pero lo que debemos hacer no es refugiarnos o ahogarnos con el grito. Todo lo contrario, debemos depurar el lenguaje de los intereses del Capital. Carlos: ¿No es eso lo que han hecho los artistas avanzados desde el siglo XX? ¿No son éstos sus mismos intereses? Yo creo que sí. Y Rancière no va por otro camino.

Carlos: lo invito a leer con más cuidado a Rancière, lo mismo voy a hacer yo, siguiendo la amable recomendación de José Pérez. Aprovechemos esta contingencia afortunada y aclaremos lo que decimos cuando teorizamos sobre política y arte. Desde Esfera Pública, le propongo a Ricardo Arcos que invite a Carlos Salazar al Encuentro sobre Arte y Política en la Universidad Nacional el próximo mes de octubre, para enriquecer nuestros puntos de vista y legitimarlos mediante el diálogo. Es mucho lo que Carlos Salazar tiene que decir y que puede ser de interés para el arte colombiano. Sin duda, nuestras prácticas artísticas y estéticas saldrán beneficiadas. Creo que en ese encuentro podemos ganar todos.

Saludos.

Rancière, Jacques. (2005) Sobre políticas estéticas. Barcelona: Museu d’Art Contemporani de Barcelona.

… Me huele a que, ahora sí, Ranciere se convierte en el filósofo oficial (oficializado y oficialista) de la crítica de arte nacional.

¿Qué más se puede pensar -amigo Benjarano-, si cada espectador debe presenciar esta pleitada, casi que infantil, que se da entre quienes conocen o no, admiran y leen o no a un filósofo en específico?

Me parece que, esta tirada de comentarios -todos «pomposos»- no hacen más que inundar la esfera. Hacerla rebozar desde dentro. Y, cómo de costumbre, no se pueden ahogar otro (quien más) que quienes la insulfan desde dentro.

Carlos Salazar:

Disculpeme si me tomo el travimiento de entrar en confianza con usted, pero, comparto su fastidio. Me parece que ya, las autoridades de la crítica nacional, están haciendo un uso excesivo (por no decir abusivo) de un pensamiento particular. Esto parece una carrera en la que el que sepa más de Ranciere gana. ¡Corran, corran!. No se trata de que Ranciere hable de la «muppetización de las masas», se trata de que las masas muppetizan a Ranciere. Y no lo digo estrictamente en su caso.